SCREAM
4
Wes Craven, 2011
Creo que en la historia del
cine slasher pueden identificarse claramente tres generaciones distintas: La
primera, que se dio en los 70 y 80, que fueron las películas clásicas como La masacre de Texas (Hooper, 1974), Halloween (Carpenter, 1978), Viernes 13 (Cunningham, 1980) o Pesadilla en la calle del Infierno
(Craven, 1984), que fueron las que abrieron brecha y definieron al subgénero y
sus reglas. La segunda generación se dio desde mediados de los 90 hasta
principios de los 2000, cuando películas como Scream: Grita antes de morir (Craven, 1996), Sé lo que hicieron el verano pasado (Gillespie, 1997), Leyenda urbana (Blanks, 1998) o H20: Halloween veinte años después le
rindieron tributo al subgénero parodiándolo, homenajeándolo y jugando de forma
libre con sus reglas. Finalmente, está la tercera generación, que va desde
mediados de los 2000 hasta finales de la misma década y que incluye películas
como el remake de La masacre de Texas
(Nispel, 2003), Halloween: el inicio
(Zombie, 2007), El despertar del miedo
(Aja, 2003) o El cazador (McLean,
2005), que retoman solamente las ideas y los temas del slasher; pero como tal, mandan a volar sus reglas y se vuelven
perversas y transgresoras. Precisamente, Scream
4 será como el sumario de la tercera generación de slashers, en la que hasta Leatherface se puede convertir en héroe.
El slogan
de esta película es uno de los más acertados que puedo recordar, porque
básicamente la define: “Nueva década, nuevas reglas”. Ya saben cómo funciona la
cosa, ¿no? Scream 4 no es sólo una
secuela tardía e innecesaria al mismo tiempo que un reboot, es también una parodia de las secuelas tardías e
innecesarias y los reboots. Aunque,
eso sí, quizá sea la película con el tono más oscuro en toda la serie.
Diez años han pasado desde el último ataque
de Ghostface, el asesino serial que hizo infame al pueblo de Woodsboro, California.
Sidney Prescott (vuelve Neve Campbell, cual debe ser) es la exitosa autora del
Best-Seller Out of Darkness, en el
que narra la historia de cómo dejó de ser una víctima para decidir el rumbo de
su propia vida tras sus terribles encuentros con Ghostface. El regreso de Sid a
Woodsboro para la presentación de su libro coincide con el inicio de una nueva
serie de homicidios perpetrados por Ghostface. Sidney tendrá que buscar la
ayuda de sus viejos amigos, el ahora alguacil Dewey Riley (David Arquette) y su
ahora esposa, la novelista Gale Weathers
(Courteney sólo Cox, ya no Arquette), cuyo matrimonio atraviesa por una crisis,
así como de algunos nuevos, como su inescrupulosa agente, Rebecca Walters
(Alison Brie), su sobrina adolescente, Jill Roberts (Emma Roberts en el papel
que la elevó a la categoría de Scream Queen) y sus amigos de la preparatoria de
Woodsboro. Es momento de que una nueva generación haga frente al asesino que
hizo infame el pueblo de Woodsboro antes de que éste dé cuenta de sus antiguos
perseguidores y sus nuevas presas.
Recuerdo que a esta película no le fue bien
en taquilla. De hecho, hasta donde me acuerdo, sólo los muy fans nos
interesamos por ella y algunos hasta nos emocionamos. Las razones fueron
varias: por principio de cuentas, la tercera parte recibió muy malas críticas,
habiendo quienes la tachan incluso de “insoportable” y “ridícula” ‒aunque no me
parece que sea injustificado el epíteto, quizá fueron demasiado duros con ella‒.
En segundo lugar, pasó demasiado tiempo entre la tercera y la cuarta partes. En
tercera instancia, las sagas de horror tienen mala fama en cuanto a las
secuelas. Quiero decir, que las películas de horror son famosas por sacar una
retahíla interminable de secuelas cada vez peores ‒no es el caso con Scream, créanme‒. Personalmente, creo
que se trata de una película de transición que no pudo encontrar a su público.
Me explico: por principio de cuentas, entre
la tercera parte y ésta cuarta apenas pasaron diez años. Es decir, que quienes
éramos adolescentes cuando vimos Scream 3
(Craven, 2000) ‒yo tenía 15‒ aún no estábamos lo suficientemente mayorcitos
como para realmente sentir nostalgia por la saga. En seguida, es una de las
últimas ‒si no la última‒ cinta de la tercera generación de slasher flicks, cuando el gusto del
público por las películas de asesinos psicópatas comenzaba a decaer para
inclinarse por lo sobrenatural. Y, por último, creo que se adelantó a su
tiempo. El retro de los 80 que dictó la moda de la década 2000-2010 se extendió
hasta bien entrada esta década, en la que el retro de los 90 apenas comenzó a
ser tendencia hace un par de años. Así, una saga tan icónica de la década de
1990 como Scream encontró un terreno
infértil para su regreso.
O quizá sólo se trata de la Maldición del
Número 4: Las sagas cinematográficas, particularmente las de terror o Sci-Fi,
suelen evitar poner el número 4 en sus títulos. Quizá porque una película
después de concluir una trilogía se siente como que sobra y, en general, disuade
al público para verla. Así, la cuarta peli de Parque Jurásico no es “Parque Jurásico 4”, sino Mundo Jurásico (Trevorrow, 2015); la
cuarta de Alien no es “Alien 4”, sino
Alien: La resurrección (Jeunet, 1997);
la inmunda cuarta parte de Tiburón es
Tiburón: la venganza (Sargent, 1987)
y la cuarta Hellraiser no es “Hellraiser
4”, sino Hellraiser: Bloodline
(Yagher, 1996).
Incluso dentro de la misma película se
burlan de Saw IV (Bousman, 2007) y
hablan de la (ficticia) trilogía original de Stab, que es muy superior a Stab
4 porque ésta ya no se basó en la historia original de Sidney Prescott... y
esto lo dicen dentro de una escena de Stab
VII como parte de un juego metatextual que raya en la burla.
Bueno, ¿y la película es en realidad tan
mala? Para nada. No es tan genial como la primera, eso está claro, pero logra
sus dos objetivos principales. Primero, logra revitalizar la fórmula de la
saga, de tal suerte que lo que en la tercera parte comenzaba a volverse cansino
en ésta se ve refrescado. Segundo, logra poner al día la franquicia. Tiene un
tono mucho más oscuro que las tres anteriores y, si bien no deja de lado la
autoparodia, también se le nota más madura, mucho más sangrienta y, en general,
poco concesiva.
El Ghostface de esta secuela es, por mucho,
el más sádico de todos y, si el anterior era feroz, éste en verdad se vuelve
voraz. Es un tanto más inteligente que los anteriores y menos torpe. También es
el más impaciente y, en una traslación del cine slasher de tercera generación, es el menos respetuoso de sus
propias reglas. Sobre todo, cuando se revela su identidad... misma que en
realidad uno infiere casi desde que Sid regresa a su pueblo natal. Aun así, los
sospechosos son prácticamente todos y el suspenso está bien trabajado... hasta
el momento en el que Ghostface manda todo al diablo y cambia las reglas del
juego, que es cuando todo se vuelve obvio.
Las actuaciones son buenas a secas, aunque
no sobresalientes y lo que sí se agradece es por fin ver adolescentes
interpretando papeles de adolescentes. Me gusta la interpretación de Rory
Culkin ‒hermano menor de McCulay, quien ya es un veterano del género gracias a
su participación en cintas como Señales
(Shyamalan, 2002) y El aro 2 (Nakata,
2002)‒ como el cinéfilo Charlie Walker. Y, sobre todo, me gusta la actuación de
la guapa Emma Roberts en un papel que es una completa autoparodia, pues Jill es
la prima menor de Sid que quiere ser famosa sólo porque es pariente de alguien
famoso. En la vida real, Emma Roberts es sobrina de Julia Roberts. Además de
que el personaje viene a ser una sátira de la Generación Y.
Y ahí viene el principal chiste de esta
película: que es una parodia dentro de la parodia, si eso es posible. De hecho,
el tradicional prólogo de la película al revelarse que se trata de una
película. Así, Stab 4 es en realidad una metapelícula dentro de la metapelícula
Stab 7... con una participación especial de Anna Paquin y una crítica al
subgénero del torture porn. Como dato curioso: En un parlamento, uno de los
personajes determina la muerte de la metatextualidad en el cine de horror en
1996... que fue el año en el que salió la primera Scream, un ingenioso
ejercicio de metatextualidad en el cine de horror.
Como
ya es tradición, la cinta está llena de referencias a otras películas del
género. Desde menciones de Destino final
(Wong, 2000), El desesperar de los
muertos (Wright, 2004), Alarido (Suspiria, Argengo, 1977) y La masacre de Texas (Hooper, 1974) o que uno de los policías se
apellide Perkins ‒en honor a Anthony Perkins, quien encarnara al asesino Norman
Bates en Psicosis (Hitchcock, 1960)‒
hasta las escenas de la fiesta en el granero ‒todo un lugar común del cine slasher‒ o el enfrentamiento climático
entre Sid y el asesino en los pasillos de un hospital muy al estilo de Halloween II (Rosenthal, 1981); pasando
por la colección de posters de películas como El cazador, Milagros
inesperados (Darabont, 1999), Vértigo,
La colina de los ojos malditos (The Hills Have Eyes, Craven, 1977), La cosa de otro mundo (Carpenter, 1982),
El amanecer de los muertos (Romero,
1982), Halloween II (Zombie, 2009), La gente detrás de las paredes (Craven,
1991) o Un hombre lobo americano en Londres
(Landis, 1981).
Y debajo de todo este circo meta e
intertextual, creo que el discurso de la película es una crítica a la forma en
la que permitimos que los medios virtuales influyan en nuestro comportamiento y
la abulia de los millennials.
Creo que la apatía con la que fue recibida
esta película fue injustificada. En realidad, no es mala y en absoluto es la
peor de la serie ‒según yo, ésa es la tercera‒. Es interesante y entretenida, y
es muy refrescante cómo juega con los fans de la serie al torcer las reglas que
creían conocer tan bien. Y, sobre todo, hace honor a la que, según Sidney
Prescott, es la regla más importante de los reboots:
“Don’t fuck with the original!”.
Y ésta es la única peli dela serie en la
que no tocan Red Right Hand.
PARA
LA TRIVIA: Neve Campbell nunca ha visto las películas de Scream pues no le gustan las películas
de terror. Según ella, odia ser asustada. Irónicamente, la Scream Queen de la
década, Emma Roberts, tampoco gusta de las pelis de terror.
PARA
LA TRIVIA GEEK: En el prólogo, se explica que en la ficticia Stab 5, que es la peor de la serie,
había viajes en el tiempo. Originalmente, Wes Craven ideó que en Pesadilla en la calle del Infierno 5: el hijo de Freddy (Hopkins, 1989), los personajes pudieran viajar en el tiempo
a través de los sueños.
PARA
LA TRIVIA AÚN MÁS GEEK: Ésta es la única película de la saga en la
que se han usado efectos digitales para tomas principales. Craven quiso que el
cuchillo de Ghostface fuera creado por CGI para evitar el uso de cuchillos de
utilería de plástico o cartón que se ven falsos frente a la cámara.
Guión
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2
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Dirección
|
1
|
Actuación
|
1
|
Fotografía
|
1
|
Música
|
1
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TOTAL
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6
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