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jueves, 29 de septiembre de 2016

LA MASACRE DE TEXAS 2. A 30 años de su estreno, ¿esto es una mala secuela o una buena parodia?


LA MASACRE DE TEXAS 2
The Texas Chainsaw Massacre 2

Tobe Hooper, 1986

¿Cómo haces para que la continuación de una de las películas más exitosas en la historia del cine supere a la original? ¡Ah, pues muy fácil! No lo intentas en absoluto. En vez de eso, haces una película de un género completamente distinto ‒digo, le funcionó a Aliens: el regreso (Cameron, 1986)‒. Es más, haces una película que en realidad se está burlando de la primera parte. Pocas parodias-secuelas a lo largo de la historia han funcionado bien... en realidad, sólo puedo recordar La novia de Frankenstein (Whale, 1935) y Gremlins 2 (Dante, 1990), y La masacre de Texas 2... pero por poquito.


    La película cuenta la historia del teniente “Lefty” Enright (el excelentísimo Dennis Hopper y sí, estoy seguro de que el nombre de su personaje es un juego de palabras intencional), un policía del estado de Texas que vive obsesionado con atrapar a los asesinos de sus sobrinos, Sally y Franklin Hardesty ‒de la primera película‒, trece años atrás. En los últimos años, una serie de desapariciones y extraños asesinatos parecen indicar que los asesinos de los Hardesty han vuelto a las andadas y Lefty va tras su pista. Días antes del esperado partido clásico de football Texas vs Oklahoma, Vanita “Stretch” Brock (Caroline Williams), una guapa locutora de una estación de radio local, registra en audiocinta el último asesinato de la familia Sawyer (otro juego de palabras). Ahora, Lefty y Stretch unirán fuerzas para rastrear a los Sawyer hasta su guarida y acabar con su reino de horror.


    La historia de la génesis de esta película siempre me ha parecido peculiar. Quizá hoy día no es poco común ver secuelas que aparecen más de una década después de la película original, pero hace treinta años esto era más bien extraordinario... y una especie de suicidio comercial.
    Cuando Tobe Hooper estrenó la primera cinta de La masacre… estaba listo para hacer la secuela casi de inmediato. Y ya que, según los estudios que había hecho, el género cinematográfico más popular era el horror, seguido muy de cerca por la comedia, ya había decidido que la continuación de su película fuera cómica. Por desgracia, la compañía que se encargó de distribuir la primera cinta era en realidad un frente para lavar dinero de la mafia, por lo que ni Hooper ni nadie recibieron las regalías que les correspondían, y el director texano y sus abogados se enfrascaron en un litigio de más de una década para recuperar los derechos de la cinta.


    Para cuando Hooper consiguió los derechos de La masacre de Texas y pudo producir y estrenar una secuela, a nadie le importó. La película, producida por Cannon Films, compañía experta en películas de serie B y en tomar malas decisiones comerciales, fue un fracaso en taquilla. En gran medida, esto se debió a que trece años antes la película original había sido única e impactante, pero para 1986, año en el que el mercado ya había sido inundado por Michaels; Noches de graduación; sangrientos San Valentines; Jasons; Freddys; Re-Animadores; secuelas innecesarias, aunque sorprendentemente no tan malas de Psicosis; y toda la retahíla de slashers y científicos sanguinarios, La masacre de Texas 2 simplemente fue una película más del montón... y pasada de moda, además.


    Pero, ¿realmente era merecido tan infausto sino? Francamente, creo que no. Creo que el público simplemente se ensañó con esta película por ser tan diferente de la primera. O quizá sólo sea que la tercera es aún peor y la cuarta raya en lo francamente insoportable, y por eso ésta de pronto no se ve tan mal. Como sea, es entretenida y sí me hace reír en algunas escenas.


    La historia es descabellada; pero aun así resulta más o menos verosímil y el guión le brinda una oportunidad a Tobe Hooper, quien hace un cameo en la cinta como aficionado deportivo, de demostrar que tiene mucho más talento para el horror que para la comedia. Quiero decir, en general toda la cinta es más bien ramplona con un tono granguiñolesco y un humor splatstick[1] que haría sonrojar a Tom y Jerry.


    Las actuaciones de todos son caricaturescas y más tiradas hacia lo ridículo. Dennis Hopper hace un trabajo decente con Lefty, quien en el último acto de la cinta se deschaveta por su fanatismo religioso y termina en un fársico duelo de esgrima de motosierras contra Leatherface (Bill Johnson). Y por si esto no fuera suficiente, Edwin Neil, quien hiciera el papel de Hitchhiker en la primera cinta, no quiso regresar para la segunda en el papel de Chop-Top, por lo que el personaje le fue dado al actor ‒en aquel entonces novel, hoy día legendario‒ Bill Moseley, quien fuera descubierto por hacer una parodia de Hitchhiker en el corto para TV The Texas Chainsaw Manicure.


    Éste es otro elemento confuso en la película. El personaje de Moseley podría pensarse que es una nueva versión de Hitchhiker; pero no es así… aunque Hitchhiker sí aparece en la cinta. Me explico: Chop-Top es el hermano gemelo de Hitchhiker (o algo así) que estuvo en Viet-Nam y regresó después de los eventos de la primera cinta (ambientada en 1973, cuando la Guerra de Viet-Nam aún no concluía). Durante gran parte de la segunda película, Chop-Top juega con un cadáver momificado que ha convertido en títere; este cadáver se supone que es el de Hitchhiker, quien muere al final de la primera Masacre


    En general, todo en esta película es exageración. Es muchísimo más sangrienta que la primera y no repara en mostrar escandalosas mutilaciones, cortesía del mago del maquillaje de efectos especiales Tom Savini. De hecho, la escena en la que Enright llega a la guarida de los Sawyer, rasga un lienzo y de él comienzan a brotar montones y montones de tripas quizá sea un poco demasiado ‒por no decir absurda‒.


    En realidad, la película iba a ser aún más sangrienta. Hooper filmó una escena en la que el camión de comida rápida de los Sawyer ‒chile con carne preparado con, adivinaron, carne humana‒ entra al estacionamiento del estadio de football y es atacado por un grupo de hooligans. Los Sawyer, faltaba más, contraatacan y terminan incorporando a los hooligans al menú. Sin embargo, por razones de la censura ‒y un poco de ritmo y narrativa, la verdad‒, esta secuencia quedó fuera del corte final de la película y los negativos se perdieron ‒sólo se conserva la copia de seguridad en Betamax‒. Sin embargo, algunas de las propuestas de Tom Savini para la secuencia fueron retomadas para El regreso de los muertos vivientes parte II (Wiederhorn, 1988).


    También la secuencia de créditos iniciales y el intro eran diferentes, pero fueron cambiados de último momento para parodiar al intro de la primera película.
    Lo que sí es muy diferente a la primera película es el personaje de Leatherface. Para empezar, el actor que lo interpretara en la primera cinta, Gunnar Hansen, tampoco quiso regresar. En esta película, Leatherface es presentado más como un niño que como un psicópata ¡y hasta se enamora! La escena en la que Leatherface acorrala a Stretch en la bodega de la estación de radio y la amenaza/acaricia con esa motosierra ridículamente larga es una escena de eyaculación precoz, ¿no?


    Y cuando Bubba, como cariñosamente lo llaman sus hermanos, se enamora, Cook (Jim Siedow) ‒que en esta película sabemos se llama Drayton Sawyer‒ le pone una regañiza. Esto me devuelve a la ambigüedad que se planteó entre estos tres personajes desde la primera cinta: ¿Leatherface, Cook y Chop-Top son hermanos? ¿O Cook es su padre? ¿O ambas cosas? ¿Qué pasó con las mujeres Sawyer, por qué no hay ninguna? En la primera peli sólo estaba la abuela disecada y en ésta, la misma abuela, pero momificada en una especie de altar.
    También es interesante que, a través de toda la película ‒pienso en el Campeonato Interestatal de Chile con carne o el parque de diversiones Texas Battle Land‒, y particularmente con los personajes de Enright y LG (Lou Perryman), la cinta habla de la idiosincrasia texana. Satirizándola unas veces, ensalzándola otras... ¡Es como un episodio de Los Reyes de la colina!


    Ésta fue la última película de la serie dirigida por Tobe Hooper ‒aunque produjo casi todas las demás‒ y, siendo honestos, es el verdadero final de la saga. La historia ya no tiene más a dónde ir, por eso todas las siguientes entradas de la saga han recurrido hasta cierto punto al remake o a las escenas “tributo” de la primera parte. Siendo aún más honestos y muy puristas, ésta fue la última película 100% original en toda la franquicia. Y ya con tanta secuela, remake y reboot, la cronología y el canon de la saga se vuelven confusos y más complicados que los de cualquier otro slasher. Pero no se preocupen, que para desenmarañarlos elaboré un bonito cuadro explicativo.



    Aun cuando le tengo un cierto cariño a esta peli, he de reconocer que no es para todos. El tono sobreactuado de todo el numerito puede volverse cansino y el tercer acto es tan exagerado que se vuelve un sinsentido. Quiero decir, ¿alguien puede sacar algo en claro de las secuencias de los Sawyer en su escondite? Como sea, lo mejor del último tercio de la cinta son los sets de la guarida ‒la secuencia en la que Lefty encuentra el esqueleto de Franklin está padre‒ en los que rinden un homenaje a la escena de la cena de la primera película ‒oh, esperen... entonces ésta ya no fue la única secuela 100% original...‒; pero las coreografías están terriblemente mal montadas y el final, con Stretch haciendo el Leatherface Dance, aunque es un lindo detalle, se vuelve ridículo. Véala si quiere revivir los años gloriosos del VHS y los cineclubes, pero de otro modo puede obviarla.



PARA LA TRIVIA: Jim Siedow fue el único actor del reparto original en regresar para la secuela. Siedow fue un prominente actor de teatro desde la Segunda Guerra Mundial y ayudó a fundar muchos clubes teatrales en Houston, Texas. Los estrenos locales de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? Y La gata sobre el tejado caliente fueron dirigidos por él. Siedow alcanzó la fama fuera de Texas gracias a la primera Masacre…, por lo que le guardaba un cariño especial y no quiso aparecer en ninguna otra película que no le pareciera tan genial. La masacre de Texas 2 fue su última película. Siedow murió en 2003, a los 83 años, por complicaciones relacionadas con el enfisema.

Guión
1
Dirección
1
Actuación
0
Fotografía
1
Música
1
TOTAL
4
     





[1] Término que es la mezcla de las palabras inglesas “splatter” (salpicar), que fue el término con el que George A. Romero denominó a las cintas en las que se derrama mucha sangre, pero tienen poco contenido y “Slapstick” (comúnmente entendido como “payasada”, literalmente “golpe con bastón”), que se refiere a la comedia simplona de infortunios físicos... o, como quien dice, de pastelazo.

lunes, 19 de septiembre de 2016

MARCIANOS AL ATAQUE. 20° ANIVERSARIO. Pues en mis tiempos, los marcianos te mataban de risa...


MARCIANOS AL ATAQUE
Mars Attacks!

Tim Burton, 1996

En los 90 los extraterrestres estaban de moda. Ya fuera disparando plasma concentrado a la Casa Blanca en Día de la Independencia (Emmerich, 1996), conspirando junto con organizaciones secretas terrestres para dominar nuestro planeta en Los expedientes secretos X  o apareciendo como la prueba irrefutable de su existencia en el especial televisivo de Fox Autopsia extraterrestre (1995); hacia el final del milenio los alienígenas estaban mucho más arraigados en la cultura popular de lo que lo están hoy día.
    Ya había alienígenas babosos y repulsivos que actuaban por puro instinto asesino, como el de Alien 3 (Fincher, 1992). Había también extraterrestres tiernos y mágicos como el de E.T. El extraterrestre (Spielberg, 1982) o fríos conquistadores extincionistas como los de la mencionada Día de la Independencia. Lo que faltaba eran extraterrestres graciosos, extraterrestres que nos ayudaran a reírnos de la otredad por reconocernos a nosotros mismos en ella. Ahí es donde entra Marcianos al ataque.


    Originalmente, Mars Attacks fue una serie de tarjetas coleccionables que fueron puestas a la venta en 1962 en un sobre de papel encerado acompañadas de la horrenda goma de mascar Bazooka, en esta ocasión denominada por los publicistas Space Adventure Bubble Gum. La golosina era prácticamente incomible; pero aún mayor indigestión causaron entre las metiches asociaciones de padres de familia las tarjetas coleccionables ilustradas con escenas de violencia explícita que rayaba en el gore. Las tarjetas fueron retiradas del mercado, mas no antes de que un número decente de niños lograra comprarlas y coleccionarlas. Uno de esos niños fue Tim Burton.
    El director californiano propuso el proyecto de la película a los ejecutivos de Warner Bros. Mostrándoles su propia colección de tarjetas. La idea original era la de hacer una película oscura y con toques de gore, con desmembramientos y sangre, que honrara el espíritu original de las tarjetas coleccionables. Sin embargo, luego de analizarlo con más calma, los ejecutivos de Warner decidieron bajarle el tono a la película para convertirla en una comedia familiar y evitar la temida clasificación R.


    Como finalmente quedó en la versión final, la película se trata sobre una invasión marciana a la Tierra llena de malos entendidos culturales, juego sucio por parte de los marcianos, referencias a la cultura estadounidense de los 60 e hilarantes situaciones llenas de humor negro y mala leche. La cinta se cuenta a través de las historias de varios personajes, como el presidente James Dale (Jack Nicholson) y su familia, que tratan de resolver la situación por la vía diplomática; o la frívola reportera Nathalie Lake (Sarah Jessica Parker antes de Sex and the City) que encuentra el amor, a pesar de su marido (Michael J. Fox), en el Prof. Donald Kessler (el otrora Agente 007, Pierce Brosnan… ¡Ah! Pierce Brosnan es tan de los 90); o la del exboxeador venido a menos Byron Williams (el exfutbolista de la NFL Jim Brown), el empresario de casinos Art Land (también Jack Nicholson en un interesante dobleteo que discutiré más abajo) y su esposa clavadísima en el New Age (Annette Benning).


    Si algo puede reconocérsele a Tim Burton es el haber hecho de lo que normalmente sería una deficiencia, un estilo. Y es que Burton es un pésimo narrador. Es como un niño pequeño que trata de contar un cuento que le gusta mucho, pero que le gana la emoción y lo hace de forma atropellada y omitiendo detalles. Sin embargo, el tipo logra hacer que funcione. La narrativa deficiente de Burton era lo que se necesitaba para hacer que una idea tan extravagante como Beetlejuice: El Superfantasma (1988) funcionara, para que casi no se note que en Batman regresa (1992) Batman sale sobrando o para que las que considero son sus dos obras maestras Ed Wood (1994) y El gran pez (2003) ‒que originalmente iba a dirigir Steven Spielberg‒ tuvieran alma.


    Lo mismo sucede con Marcianos al ataque. Al final casi resulta una colección de sketches en la que el único hilo conductor son los marcianos destruyendo monumentos mundiales al estilo de lo que siempre me ha parecido una franca parodia de la ya mencionada Día de la Independencia. De hecho, la resolución de todo el conflicto se da de manera prácticamente fortuita. En realidad, conforme la cinta va avanzando, uno no puede evitar pensar que todos los personajes, incluidos los chapuceros marcianos y los ingenuos humanos, y cada quien en su particular estilo, son grandísimos idiotas.
    Bueno, todos excepto los hijos de Byron, quienes creímos que desperdiciaban su juventud en las arcadias; pero en realidad fueron los únicos capaces de hacer frente a la amenaza marciana gracias al entrenamiento que recibieron de las maquinitas. Ellos y los dos adolescentes inadaptados de la película: la bella hija del presidente Dale, Taffy (una joven Natalie Portman), quien es una chica sombría y cínica al más puro estilo de la segunda mitad de los 90, y el enclenque Richie (Lukas Haas) quien, con ayuda de su abuela senil (Sylvia Sidney), descubre la forma de destruir a los marcianos.


    Esto es interesante porque ese discurso de la reivindicación de los inadaptados sociales se encuentra presente en prácticamente todas las buenas películas de Burton ‒bueno, también en muchas de las malas, sólo que se siente forzado y poco sincero‒. Digo, fue su idea convertir a Bruce Wayne de un playboy en un nerd incompetente social.
    Algunos otros discursos de crítica social logran colarse en la película, como el de Barbara Land, quien está en contra del status quo, el consumismo y en favor de la paz, la armonía, el medio ambiente y todo el rollo del New Age… y es esposa de un magnate de las Vegas y conduce un Mercedes Benz. También se critica la enajenación de la sociedad de finales del siglo XX con la televisión y ¿alguien se ha dado cuenta de que cada que el presidente Dale da un discurso, no dice absolutamente nada concreto? Y, finalmente, aunque en las tarjetas se mencionaba que los marcianos decidieron invadir nuestro planeta porque la sobreexplotación de los recursos naturales del suyo desencadenaría una explosión nuclear que extinguiría toda la vida marciana, en la película sólo nos conquistan porque pueden hacerlo. En realidad, se trata de una raza de matones pendencieros que gustan de cometer vandalismo en nuestros monumentos, realizar sádicos experimentos en nuestros cuerpos ‒un poco inspirados en las tarjetas, un poco inspirados en ese siniestro experimento soviético con el perro decapitado‒ e incendiar nuestro ganado ‒esa escena sí está por completo inspirada en la tarjeta número 22, Burning Cattle (54 y 55)‒.


    De hecho, muchas de las escenas de la película están basadas directamente en las descritas por las tarjetas cuando no recrean tal cual las ilustraciones impresas en ellas. Muchos de los elementos de la mitología de Mars Attacks fueron trasladados con éxito a la pantalla grande e incluso el robot gigante Destructo X apareció en las tarjetas.
    El que no aparece en las tarjetas es el espía marciano disfrazado de una sexy prostituta interpretada por la entonces novia de Burton, la bella Lisa Marie, a quien tenían que coserle el vestido encima antes de cada toma pues éste no tenía botones, broches o cierres para que le quedara lo más ceñido posible. Y los que sí quedaron fuera de la película, pero me hubiera encantado ver, aunque fuera sólo en una escena, fueron los insectos que los marcianos capturaron y agrandaron a 500 veces su tamaño para utilizarlos como armas contra los humanos.


    El diseño de los invasores es prácticamente idéntico al de las tarjetas. Según uno de los creadores de la serie, Len Brown, este diseño es una especie de mezcla entre los alienígenas aparecidos en la portada del número 16 de Weird Science, publicado por E.C. Comics en noviembre de 1952, y los mutantes Metaluna de la película Regreso a la Tierra (This Island Earth, Newman, 1955). El que sí cambió fue el diseño de los platillos voladores, que en la película es un tributo a los que animara el mago del Stop-Motion, Ray Harryhausen, para la cinta Los visitantes del espacio (Earth vs the Flying Saucers, Sears, 1956) (8 y 9).


    El humor referencial también es una parte importante de la cinta. Además de la ya mencionada referencia a Los visitantes..., todo el equipo militar utilizado en la película fue fabricado en las décadas de los 50 y 60; el reporte que hace Nathalie del aterrizaje de las naves extraterrestres es una referencia al falso reporte del aterrizaje de las naves marcianas que, adaptando La guerra de los mundos de H.G. Wells, narrase Orson Welles por la radio en Halloween de 1938 causando una histeria en masa sin precedentes; el primer mensaje a la nación que dirige el presidente Dale es una secuencia prácticamente idéntica a aquella de Batman en la que el Guasón (también interpretado por Nicholson) dirige un mensaje a Ciudad Gótica; la Primera Dama (interpretada por Glenn Close) es una clara mezcla entre Nancy Reagan y Martha Bush, y las satiriza a ambas; y por supuesto ¿qué referencia a los 60 hay más clara que la aparición de Tom Jones?


    Las actuaciones son más bien medianonas y en realidad la mayoría de los actores que aparecen en la cinta apelan a su propio carisma que a una buena actuación. Incluso Jack Nicholson hace una parodia de sí mismo al interpretar a dos personajes diferentes sin tener empacho alguno en actuar a los dos más o menos igual.
    Del mismo modo, los efectos especiales han envejecido un tanto. Quizá no como los de otras películas, pero este CGI sí se ve bastante obsoleto, se ve como de la época en la que el nombre Sillicon Graphics significaba algo. Hay tan sólo un par de efectos físicos en toda la película y la mayoría son bastante olvidables. Hasta la toma en la que Byron aplasta el cerebro de un cadáver marciano y se llena de materia viscosa está hecha en CGI... y se nota. Hasta donde recuerdo, los únicos marcianos creados para tomas de acción en vivo fueron props de espuma de poliuretano para las escenas en que los actores debían manipular cadáveres de los invasores.


    De todos modos, no importa demasiado, porque estos extraterrestres no tienen por qué verse realistas, pues son más cercanos a Marvin de los Looney Tunes que al siniestro científico alienígena de Fuego en el cielo (Lieberman, 1993)... o a sus sanguinarias contrapartes de las tarjetas coleccionables, para el caso.


       SPOILER Y, aunque divertida, la idea de vencer a los marcianos con las agudas vocalizaciones de un viejo disco de Slim Whitman en su canción Indian Love Call no es original, pues es un tributo o un descarado fusil de El ataque de los tomates asesinos (De Bello, 1978), en la que las malvadas frutas del título son vencidas con la (por suerte ficticia) canción Puberty Love, interpretada por Matt Cameron TERMINA SPOILER.


    Por cierto que, desde que estoy en la secundaria, he tenido una duda. Y ya sé que es película y, más aún, que es una comedia y no tendría por qué tener la más mínima intención de verse realista; pero en la cinta el Prof. Kessler menciona que los marcianos respiran nitrógeno. Es decir, que, en realidad, con un poco de esfuerzo o algún aparato no demasiado complicado, podrían respirar la atmósfera terrestre, que está compuesta en un 78% de nitrógeno y 21% de oxígeno ‒que, según se especula, es en realidad contaminación producto de cientos de millones de años de vida vegetal en nuestro planeta‒ ¡Pero no podrían respirar la atmósfera marciana, compuesta en un 95% de anhídrido carbónico (dióxido de carbono, pa’ los cuates) y un 3% de nitrógeno! 



    A final de cuentas, Marcianos al ataque es una película divertida a la que, ahora que volví a ver siendo mayor, le encontré mucho más profundidad de la que le encontré cuando era niño y la fui a ver al cine... aunque tampoco es que sea una película profunda. Es simplemente una película entretenida con un sentido del humor más simplón que negro en la que es divertido ver a los amigos de Tim Burton divirtiéndose haciendo una película. Los marcianos son chistosos y los rayitos de colores que disparan sus armas, con su característico efecto de sonido, me ponen de buenas. Además, las figuras de acción basadas en la película eran súper geniales. Al final del día, no es ni por tantito la mejor película de Tim Burton, de hecho, durante mucho tiempo se consideró que era la peor, pero después El planeta de los simios (2001) y Alicia en el País de las Maravillas (2010) la han colocado en la categoría de las más o menos, y por lo menos nos recuerda la época en que Burton era un autor y sus películas eran sinceras, antes de que empezara a escuchar a sus fans y lo echaran a perder.


    Y el final de la película, con Natalie Portman condecorando gente en una escalinata, me parece un vaticinio de una catástrofe venidera aún más terrible que una invasión extraterrestre: Star Wars Episodio I: La amenaza fantasma (Lucas, 1999)…

Guión
1
Dirección
1
Actuación
1
Fotografía
1
Música
1
TOTAL
5


Sobre las tarjetas Mars Attacks
La compañía Topps Inc., fundada a finales del siglo XIX, es la reina indiscutible de la industria de las tarjetas intercambiables en EE.UU. Prácticamente cualquier franquicia que se respete, ha tenido al menos una serie de tarjetas producidas por Topps. En 1962, el director artístico de Topps, Woody Gelman y su asistente, Len Brown, co-crearon una serie de tarjetas que trataban de adaptar la historia de La Guerra de los mundos a la era atómica. Gelman y Brown escribirían las ideas sobre escenas de una invasión marciana a la Tierra, basándose en estas propuestas, el artista Bob Powell crearía bocetos que, finalmente, serían entregados al artista Norm Saunders, famoso por sus violentas ilustraciones para una afamada serie de tarjetas de la Guerra Civil estadounidense, para que pintara las imágenes finales.


    Cuando el presidente de Topps, Joel Shorin vio la serie de 55 tarjetas, llenas de violencia explícita y chicas con provocativos escotes, listas para ser enviadas al impresor, tuvo serias dudas sobre el producto. Alrededor de una docena de pinturas fueron devueltas a Saunders para que les hiciera modificaciones, después de las cuales Shorin aún se sentía tan inseguro que decidió atribuir la autoría de las tarjetas a una empresa fantasma. Así, los derechos de Copyright de Mars Attacks ‒cuyo título original era Attack from Space, pero que fue cambiado por ser poco comercial‒ aparecían en las envolturas como propiedad de Bubbles Inc.


    Las reacciones no se hicieron esperar y casi en cuanto las tarjetas fueron distribuidas en los mercados de prueba ‒como muchas empresas lo hacen aún hoy día, Topps lanzaba sus productos en pequeños mercados de las provincias estadounidenses para sondear la respuesta del público antes de comenzar una costosa producción para el mercado nacional‒, escandalosos artículos empezaron a aparecer en periódicos locales.


    La mala prensa, las protestas de los padres de familia y una llamada telefónica de parte de su amigo personal, el Fiscal de Distrito de Connecticut, a Shorin advirtiéndole que las tarjetas no eran aptas para niños y que no intentara vender más de ellas en la región, lo obligaron a cancelar la producción a nivel nacional.


    Debido a su corta producción inicial, a que fueron retiradas de muchos de los puntos de venta, a que la mayoría de los niños que las compraron las perdieron o tiraron a la basura y a que nunca estuvieron disponibles a nivel nacional, las tarjetas originales de Mars Attacks de 1962 se convirtieron en artículos de verdadera colección que hoy día alcanzan precios estratosféricos.  

Bibliografía
The Topps Company, Inc., Mars Attacks. 50th Anniversary Collection, Abrams ComicArts, New York, 2012.


        

domingo, 11 de septiembre de 2016

GREYSTOKE: LA LEYENDA DE TARZÁN


GREYSTOKE: LA LEYENDA DE TARZÁN
Greystoke: The Legend of Tarzan, Lord of Apes

Hugh Hudson, 1984

Desde la época del cine silente la novela de Edgar Rice Burroughs, Tarzán de los simios, ha sido adaptada a la pantalla de plata. Y desde entonces, el séptimo Lord de Greystoke ha tenido infinidad de encarnaciones cinematográficas; desde la icónica de Johnny Weissmüller hasta la poco lograda de Alexander Skårsgard, pasando por la curiosa interpretación de Buster Crabbe y la versión de dibujos animados de Disney.
    Sin embargo, una versión destaca de entre todas las demás y esa es la superproducción de principios de los 80, Greystoke: La leyenda de Tarzán. Por primera vez, la historia del Rey de los Simios se trataba desde una perspectiva adulta y realista, incluso subsanando algunas de las deficiencias en la novela original de Burroughs.


    La película cuenta la historia de Jack Clayton (Paul Geoffrey) y su esposa Alice (Cheryl Campbell), quienes son enviados en una misión diplomática a África; pero su barco naufraga y se ven obligados a vivir en la selva hasta que son atacados por una tribu de salvajes simios que les da muerte. Una hembra de la tribu que recién perdió a su cría adopta al bebé de los Clayton, quien crece para convertirse en el líder de la manada. Cuando una expedición británica llega a la selva y es atacada por una feroz tribu de aborígenes, Phillippe D’Arnot (Sir Ian Holm, a quien seguro recuerdan como el androide malvado de Alien, el octavo pasajero [Scott, 1979] o como Bilbo en la Trilogía de El Señor de los Anillos [Jackson, [2001-2003]), un militar retirado y único sobreviviente, logra escapar a la jungla, donde se encontrará con Tarzán (Christopher Lambert, a quien es mejor recordar como Connor McLeod en Highlander: el inmortal [Mulcahy, 1986] que como Raiden en Mortal Kombat [Anderson, 1995]). D’Arnot descubre que Tarzán es en realidad el heredero perdido de la Casa Greystoke y lo lleva a Inglaterra para que reclame su título. Pero la vida del hombre “civilizado” no será fácil para Tarzán.
    Recuerdo haber visto esta película cuando recién entré a la primaria, una vez que la pasaron en Canal 5, y quedé deslumbrado. Tarzán es un icono de la de la cultura popular de la talla de Drácula o Mickey Mouse, de tal suerte que prácticamente todos los niños conocen su historia o sus habilidades sin realmente haber conocido la fuente original. Supongo que siendo más pequeño debo haber visto alguna de las películas de Weissmüller, porque lo recuerdo como entre sueños; pero fue hasta que vi esta cinta que sentí que me contaban la historia de Tarzán.


    También me acuerdo de que, sobre todo, me impresionaron los simios. En la novela de Burroughs, los primates que adoptan a Tarzán son miembros de una especie ficticia que el autor describe como parientes cercanos de los gorilas; pero más grandes y más inteligentes. En la película, los simios son más parecidos a chimpancés y son creación del artista de maquillaje Rick Baker ‒a quien recordamos por su increíble trabajo en Hombres de negro (Sonnenfeld, 1997) y el remake de El planeta de los simios (Burton, 2000) ‒; mientras que su kinésica y sus coreografías, que sí son impresionantes en algunos momentos de la película, fueron dirigidas por el primatólogo Peter Elliot, cuyo trabajo también se puede apreciar en películas como Congo (Marshall, 1995) y La isla del Dr. Moreau (Frankenheimer, 1996).
    También llama la atención que, aunque no se digan sus nombres, los principales simios que menciona Burroughs en la novela, Kerchak, Kala y Terkoz, aparecen en la película con sus caracteres perfectamente definidos. ¡Incluso la cicatriz que le quedó a Tarzán como memento de una pelea que tuvo de joven contra Terkoz fue incluida en la cinta!


     Desde la aparición de D’arnot la película comienza a tomarse ciertas libertades para después abandonar casi por completo la fidelidad al texto literario, aunque incorporando algunos elementos del segundo libro ‒de veinticuatro‒ de Tarzán escrito por Burroughs, El regreso de Tarzán.
    Y es precisamente la segunda parte de la película, en la que Tarzán, ahora conocido como John Clayton y Señor de Greystoke, trata de adaptarse a la sociedad londinense de 1885, en la que la cinta plantea su tesis. ¿Realmente podría un hombre salvaje adaptarse a la sociedad del hombre occidental? Ya no digamos además a la sociedad victoriana, tan rigurosa y codificada ¿Es el espíritu del mundo natural realmente indomable?


    Sobre todo, la película pone gran énfasis en el conflicto de pertenencia de Tarzán, así como también en su dilema emocional entre su origen salvaje y que fue criado por una madre simia, y reclamar su título y acostumbrarse a la vida de un educado caballero decimonónico.
    Las actuaciones de todos los involucrados son bastante buenas y si quizá la de Lambert es la más débil, lo compensa con el hecho de que es un gran casting. Uno sí le cree al actor neoyorquino que es el Rey de los Simios, le cree al shakespeariano Ian Holm que es un militar francés y a una jovencísima Andy McDowell ‒tan joven y libre de cirugías plásticas que apenas si se le reconoce‒ que es la cándida y bien intencionada Jane Porter.


    Y hablando de Jane, en esta adaptación el personaje es británico en vez de estadounidense como en la novela. SPOILER Aunque, al igual que en la primera novela, Jane y Tarzán no terminan juntos, pues se dan cuenta de que pertenecen a mundos demasiado diferentes TERMINA SPOILER. De hecho, en esta versión el romance entre Tarzán y Jane es mucho más sutil y más contenido. Y la escena en la que Tarzán, casi enloquecido por el dolor, llama a Jane desde la base de una escalinata ¿es una referencia a Un tranvía llamado Deseo (Kazan, 1951)?
    Por cierto, el grito de Tarzán es muy diferente al que aparecía en las películas de Johnny Weismuller y quizá no tiene tanta importancia como en el texto original. Entre las diferencias también puedo mencionar la ausencia de los personajes del padre de Jane, el Prof. Porter y del aventurero William Cecil Clayton, guía de la expedición de Porter, y que resulta ser primo de Tarzán ‒bueno, aparecen personajes más o menos equivalentes, pero pues no es igual‒.


    La fotografía está padre y favorece enormemente a los efectos especiales. Gracias a ella y a una iluminación cuidada al punto de rayar en el preciocismo, los efectos con pinturas mate son casi imperceptibles. Del mismo modo, fotografía e iluminación logran crear un mundo casi fantástico, pero aún creíble, en el que tampoco se nota a primera vista la diferencia entre las escenas de la selva que fueron filmadas en locación y las que se rodaron en estudio.
    Por momentos, sobre todo durante la segunda mitad de la peli, la edición se nota un tanto extraña; pero esto no la afecta en absoluto. De hecho, creo que la cinta tiene una narrativa muy eficiente y ágil, y logra contar una historia larga y compleja de una forma magistral. Lo que es más, los primeros cuarenta y cinco minutos lo hace prácticamente sin diálogos.


     Quizá la película sí haya envejecido un poco; pero aun así me atrevo a llamarla la mejor adaptación de Tarzán jamás hecha. Es una lástima que ninguna otra producción haya intentado seguir el sendero trazado por ésta. ¿Se imaginan? Una película así, pero con los recursos tecnológicos actuales...

PARA LA TRIVIA: Aun en la actualidad, los casos de niños ferales son más o menos frecuentes. Sin embargo, el que probablemente sea el más famoso y uno de los más antiguos documentados, es el de Dina Sanichar, reportado en 1867. Sanichar fue encontrado por cazadores a los seis años de edad, cuando vivía con una jauría de lobos que lo había adoptado en las selvas de la India. Sanichar fue llevado a la civilización y rehabilitado, ayudándolo a abandonar viejas costumbres como andar en cuatro patas, comer la comida cruda del piso y arrancarse la ropa. Aunque finalmente Dina fue una persona socialmente funcional, su inteligencia era considerada por debajo del promedio y nunca prendió a hablar.

Guión
1
Dirección
2
Actuación
2
Fotografía
2
Música
1
TOTAL
8