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domingo, 26 de junio de 2016

LAS ISLAS DEL Dr. MOREAU. Un archipiélago de terror. Parte 2.

He aquí la conclusión de este artículo especial dedicado al centésimo aniversario de la publicación de mi novela favorita de H. G. Wells.


3.- LA ISLA DEL Dr. MOREAU (The Island of Dr. Moreau)
John Frankenheimer, 1996.

Existen dos versiones de esta película. El corte normal (que fuera de EE.UU. sólo se transmitió por televisión) y la Edición del Director. La diferencia es que el corte normal fue seriamente censurado y se le retiraron prácticamente todas las escenas sangrientas, reduciendo su duración en tres minutos. Además, si mal no recuerdo, en esta versión editada se agregó un subtítulo que indicaba que la balsa de Douglas flotaba en el Mar de Java ‒lo que es improbable, porque después uno infiere que la isla está más hacia el este en el Pacífico‒.

Recuerdo que esta película se estrenó en medio de escepticismo y habladurías. El cambio de director y de elenco le auguraba un mal sino, y tal cual recuerdo que fue vapuleada por la crítica. Aunque tuvo un recibimiento mediano en la taquilla, tampoco fue muy popular con el público y la he visto varias veces en listas de “Las peores películas de la historia”. Y aunque entiendo perfectamente por qué, debo confesar que a mí me encanta.
    Es curioso que los afamados críticos de cine Gene Siskel y Roger Ebert no pudieron ponerse de acuerdo sobre esta película en su programa de televisión, lo que no era raro; pero llama mucho la atención cómo dan opiniones diametralmente opuestas sobre la película.


    La trama es ya de todos conocida. El avión en el que viaja el diplomático Edward Douglas (el siempre genial David Thewlis, que seguro recuerdan de Juego de Tronos por… ¡ay, no sé, no veo Juego de Tronos! Pero todos los actores británicos o salen en Harry Potter o en Juego de Tronos) se estrella en el mar, dejándolo a la deriva. Douglas es rescatado por Montgomery (Val Kilmer quien actuaba bien cuando le echaba ganas... que era casi nunca), quien lo lleva a una isla habitada por grotescas criaturas mitad bestia, mitad humanos. Douglas descubre, contra todas las advertencias, que los mutantes son experimentos del extravagante Dr. Moreau (Marlon Brando en un papel tan polémico como memorable), un científico ganador del Premio Nobel que se ha recluido en la isla en su búsqueda de una raza humana superior.
    Como puede advertirse, la premisa prácticamente no cambia. Lo que cambia enormemente es el tratamiento. De todas las películas, creo que ésta es la que más le llega al tono planteado por Wells en su libro. Aunque no estoy seguro de que haya sido algo voluntario. Quizá no está tan en el afán de la sátira, pero sí llega a ser cómica de repente y sí habla sobre la descomposición social, las luchas de poder y diserta sobre la naturaleza humana.


    La primera mitad de la cinta es un thriller de Ciencia Ficción muy a la Crichton, mientras que la segunda se va más por la línea del melodrama de acción; pero en ningún momento aburre. Es emocionante y uno logra interesarse por los personajes que sí, podrían haber sido explorados con mayor profundidad o mejor interpretados; pero tampoco se siente que les falte demasiada profundidad y las caracterizaciones son interesantes.
    Creo que uno de los pocos aciertos de la cinta es precisamente, y qizá me gane la enemistad de algunos con esto, el rubro de la actuación. Marlon Brando hace un buen trabajo con el personaje de Moreau, haciendo funcionar lo que Gene Siskel nombró un “Truman Capote entrado en carnes” y que en manos de cualquier otro actor habría resultado una caricatura ‒quizá en algo haya ayudado que, de hecho, Marlon Brando sí poseía una isla privada en Tahití‒. Por cierto, fue idea de Brando que el Dr. Moreau físicamente pareciera un Papa.


    Thewlis logra conectar con el público y su particular físico logra de algún modo transmitir la extrañeza y la repulsión que el personaje siente ante la isla y sus habitantes. Quizá lo más curioso del asunto es que Thewlis no fue la primera opción para interpretar al personaje; sino que acabó con el rol cuando el actor que lo haría originalmente salió huyendo del proyecto tras haber iniciado la filmación y, sin embargo, sí fue una de las primeras opciones del director original Richard Stanley.
    Val Kilmer está bastante disparejo, pues en algunas escenas es más o menos convincente como el veterinario nihilista y junkie Montgomery; pero en otras simplemente es Val Kilmer haciéndola de Val Kilmer... con flojera. De hecho, Stanley se quejaba de que Kilmer sólo se paraba frente a la cámara a escupir sus textos y que estaba mucho más preocupado por añadir detalles frívolos a su vestuario, como esa banda elástica azul en el brazo... aunque quizá no se equivocaba, la banda sí que llama la atención.


    Del lado de los humanimales tenemos al buen Temuera Morrison (a quien quizá recuerden como Jango Fett en Star Wars Episodio II: El ataque de los clones [Lucas, 2002] o, Dios no lo quiera, como Abin Sur en la inmunda Linterna verde [Campbell, 2011]) en el papel de Azazello, uno de los mutantes sirvientes de Moreau que encabeza la rebelión contra él. Está también la exótica belleza de Fairuza Balk en el papel de la mujer felino, Aissa. Otros humanimales son interpretados por actores como Mark Dacascos, Nelson de la Rosa (quien ostentó el título del hombre más pequeño del mundo hasta su muerte en 2006) y nuestro querido Ron Perlman... porque si hay un actor que ha sabido explotar su fealdad física, ése es Perlman.   
    Sobre todo, siempre me ha impresionado la actuación del joven actor australiano Daniel Rigney como el Cerdo-Hiena. El actor realmente logra utilizar el pesado maquillaje prostético como una herramienta para darle vida a su personaje ‒está bien, sí, hay una toma en la que los labios animatrónicos de la criatura no están sincronizados con la voz del actor; pero no se fijen, el resto es bueno‒ que, más que la antítesis del protagonista, termina siendo por derecho propio un héroe trágico en la línea de Macbeth o Ricardo III.


    Hablando de los humanimales y sus actuaciones, hay una cosa que nunca me ha gustado: los sonidos de los mutantes. En algunas escenas se usaron efectos de sonido de animales reales añadidos en post-producción; pero en otras de plano pusieron a los actores a gruñir, chillar y rugir... y no lo hacen mal, pero por comparación suenan ridículos.
    Algo que siempre me ha gustado de esta cinta y en eso específicamente me parece superior a las versiones anteriores, es la propuesta que hace de los humanimales. Por primera vez, éstos son ascendidos del papel de simples monstruos al de verdaderos personajes e incluso uno llega a distinguir a algunos de los hombres-bestia del libro, como el mismo Cerdo-Hiena (Rigney), el Hombre-Mono (Peter Elliot), el Hombre-Leopardo (Dacascos), la creatura-perezoso (de la Rosa) o la Mujer-Cerdo (Kitty Silver).


    Esta película es la versión en la que aparecen más humanimales; bueno, compite con la de 1932, pero en ésta todos los personajes están maquillados. Originalmente, cuarenta y dos humanimales serían diseñados y creados por el Stan Winston Studio para aparecer en pantalla, de los cuales sólo catorce serían maquillajes prostéticos con piezas animatrónicas. Sin embargo, cuando los catorce artistas del SWS dirigidos por Shane Mahan llegaron a la locación en Australia, la producción se encontraba en una pausa debido a un imprevisto cambio de director. El nuevo director pidió a los artistas del Stan Winston Studio ciento cincuenta hombres-bestia para salir a cuadro.
    La titánica labor de Mahan y su equipo rinde frutos. Me gusta sobre todo que ésta es la única versión en la que los humanimales aparecen como los describe Wells en su texto: tullidos y llenos de deformidades físicas y cicatrices. Algunos maquillajes son muy hermosos, particularmente me gusta el del predicador de la Ley (Perlman) y el último estadio del Cerdo-Hiena… es una lástima que la fotografía no les haga justicia.


    Y es que, con la enorme cantidad de cambios de última hora en el guión, muchos planos y encuadres debieron cambiarse y gran cantidad de escenas que se habían planeado para ser filmadas en la noche, terminaron rodándose durante el día. Por eso algunos personajes ‒como Lo Mai, el hombre leopardo‒ no funcionan en absoluto en pantalla a pesar de estar bien logrados en cuanto a su caracterización.
    Pocas películas pasaron por una producción tan infernal como ésta[1]. El proyecto y toda la preproducción corrieron a cargo del director y escritor Richard Stanley, quien había ganado notoriedad en el cine independiente con su slasher de Ciencia Ficción Hardware: programado para matar (1990), y quien hizo de La isla… un ambicioso proyecto personal que tardó cuatro años en levantar y que, finalmente, terminaron arrebatándole.


    Por principio de cuentas, Stanley apalabró a Marlon Brando desde que estaba escribiendo el guión. El actor se mostró muy accesible con el director; pero esta actitud sólo duró hasta que comenzó la filmación en Australia. Inmediatamente se notó que Brando estaba empeñado en que la película se viniera abajo y constantemente saboteaba la filmación en confabulación con Kilmer. Esto derivó en que Stanley fuera despedido a los cuatro días de comenzar la producción. De hecho, cuando Shane Mahan y su equipo llegaron a la locación, el set los recibió con la noticia del despido de Stanley.
    Originalmente, el protagónico sería interpretado por Kilmer y Montgomery por el actor Rob Morrow. Pero la esposa de Kilmer le pidió el divorcio justo en las fechas en las que inició la producción, por lo que el actor decidió intercambiar roles con Morrow para tener más tiempo de resolver sus problemas personales. Ya después, Kilmer le metió mano al guión para quitarle parlamentos al personaje de M’Ling (Marco Hofschneider).


    Así pues, Morrow quedó atravesado en las disputas entre el equipo Brando-Kilmer y Richard Stanley, y odiaba cada segundo de estar en el set. En cuanto Stanley fue despedido, Morrow renunció ‒Fairuza Balk también intentó dejar la producción, pero fue convencida de regresar por su agente‒ y Thewlis fue casteado... lo que es curioso, porque Thewlis fue una de las primeras opciones de Stanley para el papel de Douglas durante la preproducción.
    De hecho, la razón original por la que Val Kilmer aceptó el papel fue porque quería la oportunidad de trabajar al lado de Brando; pero semanas antes de la filmación cambió de parecer debido a “diferencias creativas con el guión” ‒el guión original de Stanley era mucho más oscuro, contenía más escenas de sexo y, a final de cuentas, terminaba siendo una especie de apología de la anarquía... mucho más cercano al discurso de Wells‒ y contactó a New Line Cinema para avisarles que no quería aparecer en la película. La compañía no podía dejar ir a Kilmer después del éxito de Batman eternamente (Schumacher, 1995), por lo que lo obligó a participar en el film. Kilmer llegó a la locación dos días tarde sin haber leído una página del último guión, sin saber nada sobre su personaje ni haberse aprendido una sola de sus líneas.


    Para volver a encarrilar el proyecto, la producción contrató al director John Frankenheimer, quien vio sus días de gloria principalmente en los 70 (dirigió Contacto en Francia II [1975], por ejemplo). Frankenheimer, siendo un producto de la vieja escuela, creía firmemente en la teoría del Director-Dictador y ejerció un férreo control sobre la producción... aunque cedió a muchos de los caprichos de Brando y Kilmer, quienes intervinieron enormemente en el texto.
    Esto resultó en innumerables cambios de última hora al guión que forzaron al crew y el equipo de Mahan a improvisar escenas para las que no estaban preparados, e incluso Thewlis menciona que tuvo que reescribir sus parlamentos en más ocasiones de las que puede recordar. Los actores recibían páginas con los cambios al guión prácticamente cada noche. 


      En la floresta cercana a donde se filmaba la película vivía una comuna de hippies autodenominados los Ferales y muchos de ellos trabajaban como extras en la producción. Cuando Stanley fue despedido, después de dos días enteros que dedicó a destruir todos los documentos del proyecto, todo mundo hubiera esperado que regresara a casa; pero no, en vez de ellos se fue a vivir con los Ferales y terminó convirtiéndose en una especie de gurú para ellos. Cierto día, los organizó para que robaran un vestuario y una máscara del set y se la llevaran. Stanley entonces estuvo varias veces en la filmación de la película, de incógnito, disfrazado como uno de los humanimales.
    La filmación que se había programado para seis semanas se extendió por seis meses. Durante ese tiempo, los extras y miembros del crew iban y venían del set a su antojo; un huracán azotó la locación y algunos sets tuvieron que ser reconstruidos; Thewlis cayó de un caballo y se rompió la pierna, Kilmer quemó intencionalmente a uno de los miembros del crew en la cara con un habano, los actores que interpretaban a los hijos de Moreau pasaban gran parte de su tiempo libre en orgías de alcohol, sexo y drogas; muchas mujeres de la producción se quejaban de los comportamientos impropios de Nelson de la Rosa y Fairuza Balk se encontraba al borde de un colapso nervioso.


    La situación de la producción se volvió tan caótica que cuando Thewlis llegó al set, Brando lo recibió diciéndole que se fuera a su casa porque esa producción estaba maldita. Brando decía que hacer la película era como intentar resolver un crucigrama mientras caías por el cubo de un ascensor. Thewlis hizo el juramento de nunca ver la película y se negó a asistir a la premiere; también ha dicho en varias ocasiones que le gustaría contar todo lo que vivió durante la producción, pero que teme que si lo hace no volverá a trabajar en una película. De hecho, ésta es prácticamente la única cinta sobre la cual a Stan Winston no le gusta hablar e incluso se esforzaba porque su nombre no fuera asociado con ella. Y, finalmente, se sabe que cuando Frankenheimer terminó de filmar la última escena de Val Kilmer gritó: “¡Corten! ¡Ahora saquen a este bastardo de mi set!”
    Es curioso, porque al final la historia de cómo la película se hizo resulta más interesante y dramática que la película misma... y creo que el set de filmación se convirtió en sí mismo en una especie de Isla del Dr. Moreau.


    Todo este tortuoso proceso resultó en un montón de publicidad negativa para la película desde mucho tiempo antes de que se estrenara, lo que le aseguró su fracaso en taquilla... bueno, eso y que sí es malita, tengo que admitirlo.
     Si las criaturas creadas por el Stan Winston Studio no fueron muy afortunadas por la manera en que se fotografiaron, ni qué decir de aquéllas creadas por medio del CGI. Los efectos digitales en la cinta son pocos; pero son demasiado evidentes. Las escenas de las ratas mutantes en el bote se ven de lo más cutre... y las secuencias en las que Lo Mai corre en cuatro patas se ven un tanto peor.


    Un gran acierto de la película, de los pocos que tiene, es la música compuesta por Doug Chang. Las partituras originales mezclan metales estridentes con percusiones tribales y un constante sonido de deijaridu que ambientan muy bien la cinta. También se incluyen piezas de Bach y por esta película conocí a Deep Forest y la banda alemana Einztende Neubauten, pues también un par de rolas suyas fueron incluidas en el soundtrack.
    Así, he de concluir que, aunque siento una particular inclinación por esta versión, la verdad es que dista mucho de ser una buena película. Es entretenida, tiene algunas escenas memorables ‒de otro modo no la hubieran parodiado en Austin Powers: el espía seductor (Roach, 1999), en Celebrity Deathmatch (1998-) o incluso en Johnny Bravo (1997-2004)‒ y, con todas sus fallas ‒como la toma en la que se ve el apuntador de Marlon Brando, jaja‒, se deja ver. Además, insisto en que es la versión que más cerca está al discurso de Wells... y aún está muy lejos de él.
    Y después de todo este ejercicio me entristece un poco pensar que, a la fecha, a cien años de la publicación de la novela de Wells, no hay una adaptación cinematográfica decente... ahora que lo pienso, creo que no hay ninguna adaptación cinematográfica decente de un texto de H.G. Wells, la mayoría se dejan deslumbrar por la forma y mandan a la goma el fondo. El hombre invisible (Whale, 1933) es genial, pero en realidad se basa más en un texto que no es de Wells.

Guión
1
Dirección
1
Actuación
1
Fotografía
1
Música
2
TOTAL
6





NOTA PRECAUTORIA:


La casa diabólica del Dr. Moreau (Dr. Moreau’s House of Pain)
Richard Band, 2004

Para este artículo especial también vi una película llamada La casa diabólica del Dr. Moreau. Recuerdo que la vi hace como diez años y me pareció completamente anodina. Ahora que volví a verla la odié. Digo, me fijé por primera vez en que era de Charles Band, el productor y director de las legendarias compañías Empire Entertainment y Full Moon Entertainment, así que pensé “No puede ser tan mala, el tipo dirigió Prehisteria (1993) y a la fecha me sigue gustando”. ¡Oh, por Cthulhu! Sí que me equivoqué esta vez.  El guión es malo, la fotografía chafa, las actuaciones son inmundas, el maquillaje da pena ajena, no sólo el de los humanimales, a Ling Aum se nota a leguas que le pintaron las arrugas con delineador para que se viera viejo, ¡y hasta la actriz que sale desnuda durante la mitad de la película está horrible! Así que, si pueden, eviten esta película como a la peste. De verdad, es de esas pocas cintas que hasta me ha costado trabajo terminarlas. ¡Esta mierda hace que la versión de 1996 parezca una obra maestra! La experiencia fue tan traumática que tuve que ver la parodia de Los Simpson, La isla del Dr. Hibbert para reponerme.




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[1] Las anécdotas que narraré a continuación han sido en su mayoría tomadas del testimonio de Shane Mahan recogido en mi libro de cabecera, The Winston Efect: The Art and History of Stan Winston Studio (Titan, 2006). La historia del periplo de Stanley se narra con lujo de detalle en el excelente documental Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanley’s Island of Dr. Moreau (Gregory, 2014).

martes, 21 de junio de 2016

EL CONJURO 2. EL CASO ENFIELD. Una Navidad con los Warren.


EL CONJURO 2: EL CASO ENFIELD
The Conjuring 2

James Wan, 2016

La primera película de El conjuro (2013), escrita y dirigida por James Wan, creador de la saga Saw (2004-2010), fue una muy agradable sorpresa en lo que a cine de terror se refiere. Con tantas propuestas mediocres y una al parecer interminable legión de películas found footage que parecen hechas con troquel, la propuesta de Wan resultó ser una buena película, refrescante a la vez que escalofriante, cuyo mayor riesgo quizá fue retomar fórmulas de éxito comprobado... y ejecutarlas de manera más que correcta. Esta película nos dejó esperando por más y el terrible spin-off Annabelle (Leonnetti, 2014) nos hizo ansiarla de verdad.
    Ahora, tres años después de que la primera parte impactara al público, se estrena la secuela; pero ¿podrá igualar a su predecesora?


    La película cuenta que, después del impactante caso de la Mansión de Amityville, quizá el más famoso registrado por los investigadores de lo paranormal Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren (Patrick Wilson), éstos deciden retirarse y mantener un bajo perfil, pues Lorraine presiente la amenaza de una entidad demoniaca que pondrá en peligro la vida de su esposo. Pero las cosas no saldrán como ellos esperaban cuando son reclutados por la Iglesia como agentes extraoficiales para investigar el caso de una posible casa embrujada en Londres. Los Warren descubrirán que algunos fantasmas pueden sufrir destinos incluso peores que la falta del descanso eterno.
    Empecemos por el principio. Lo primero que hace esta película es prácticamente agarrarlo a uno a bofetadas para situarlo en el contexto histórico del final de la década de los 70 en Inglaterra. Creo que James Wan descubrió con la cinta anterior que es una gran década para ambientar una película de terror ‒el mundo era más inocente y películas clásicas del género como El exorcista (Friedkin, 1973), El horror de Amityville (Rosenberg, 1979) y La profecía (Donner, 1976) se produjeron por esos años‒, por lo que no pierde la oportunidad de asaltarnos con un montaje de stock footage de la época y una pantalla de títulos iniciales al más puro estilo de 1970. A mi gusto le faltaron más pantalones acampanados y Star Wars, pero aun así está padre.


    La película pasa prácticamente la primera mitad con el relato de la familia Hodgson con sólo pequeños cortes a los Warren. Y eso me parece un gran acierto, porque finalmente la historia de los Warren ya la conocemos, ya sabemos quiénes son y qué hacen, y los pocos momentos que se les dan en pantalla durante esta parte de la película son para profundizar más en su carácter y para explorar las visiones de Lorraine.
    De forma adecuada, la cinta logra generar empatía por la desdichada familia que, si no fuera suficiente vivir en la pobreza, ahora es atacada por un espíritu que reclama la casa en la que vive y que parece que no se detendrá ante nada hasta ver a cada uno de ellos fuera.


    En general la historia se cuenta bien, es interesante y entretenida; pero quizá no sea el punto más fuerte de esta cinta. Digo, todo el asunto es bastante predecible y cumple de manera formularia con el argumento de una película standard de posesión o de casa embrujada. El guión no es particularmente brillante ‒no como el de la primera parte, al menos‒, pero es cumplidor.
    Las actuaciones son bastante buenas. La cinta está muy bien actuada y, cosa rara, hasta los niños se desempeñan de manera muy convincente ‒de hecho, por lo menos dos de los cuatro ni siquiera son británicos y su acento londinense se escucha de lo más natural‒. 


  Mucha de la carga dramática durante el primer acto recae en personajes secundarios como la abnegada, y ahora espantada, madre Peggy Hodgson (Frances O’Connor) o el investigador de lo paranormal Maurice Grosse (Simon McBurney), cuya excéntrica caracterización y gran actuación lo convierten en un personaje entrañable.
    Sin embargo, hay algo que no me acabó de convencer: el terror. La primera cinta era muy cuidadosa en crear atmósferas y tensión. De tal suerte, cuando el momento de horror llegaba, no se sentía gratuito; sino que era climático. Pero en esta cinta, la preparación de los momentos de horror es mucho menos minuciosa, por lo que los sustos se reducen simplemente a eso, sustitos que lo hacen a uno brincar del asiento y ya. Digo, son eficientes, pero me pregunto si realmente funcionarían si les quitaran la música estruendosa...


    Los fantasmas y demonios se ven bien. La monja (Bonnie Aarons) y Bill Wilkins (Bob Adrian) son escalofriantes, y la escena en la que Bill habla a través de la niña es verdaderamente brillante. El que sí no me gustó nada fue Crooked Man (Javier Botet). Digo... el diseño es poco atractivo ‒parece una mezcla entre Jack Skellington y Slender Man‒ y, por si eso fuera poco, los efectos digitales con los que lo hicieron no se ven bien. De verdad, no da miedo; pero tampoco está lo suficientemente chafón como para dar risa, así que termina siendo anodino y olvidable.
    Y lo que de plano no me gustó nada fueron sus escenas musicales cursis a las que, por más que le doy vueltas, no logro encontrar justificación o aportación a la historia. Digo, ya sabemos que Ed Warren es un gran hombre de familia… no hay necesidad de que los niños se sienten alrededor de él al estilo “júntense todos, es el Especial de Navidad de los Warren 1977” y oírlo cantar Can’t Help Falling in Love ‒por cierto, se trata de Patrick Wilson cantando en vivo frente a cámara‒. Lo mismo pasa con la escena de la pequeña Janet Hodgson (Madison Wolfe) lamentándose al ritmo de I Started a Joke... o sea, ni siquiera son los Bee Gees “chidos” y medio fresas de finales de los 70, ¡son los Bee Gees completa y absolutamente fresas de finales de los 60!


    Fuera de eso, la película es buena a secas. Ni de chiste es tan buena como la primera, en la que los clichés del género eran utilizados inteligentemente y con mesura como herramientas narrativas. En El conjuro 2 parece que los realizadores se dieron cuenta a media cinta que quizá no era tan terrorífica como ellos esperaban en un principio y tuvieron que poner sustos un tanto gratuitos por aquí y por allá... y escenas melosas aún más gratuitas. Sin embargo, todo se conjuga al final en un resultado bastante satisfactorio ‒la película dura sus buenas dos horas y cuarto, y mantiene la atención del público durante todo ese tiempo‒, sobre todo si uno no se pone demasiado exigente o si no se pasa comparando esta película con su predecesora...
    Por cierto, la duda que me carcomió durante toda la película es ¿Ya había televisores con control remoto inalámbrico en 1977? Y si los había ¿Los Hodgson podrían pagar uno?


    Después de cavilar mucho el asunto de las escenas musicales decidí que la mejor forma de sacar de mi sistema tan fuerte impresión sería proponer una serie de ingeniosos e igualmente cursis títulos alternativos para esta película. Así que, en afán de la cábula, propongo rebautizar esta peli con alguno de los siguientes nombres:

Ed Warren, hombre internacional del misterio
Una Navidad con los Warren
Lorraine y Ed Warren vs Rumplestiskin
Vacaciones de terror 3: La Navidad infernal

PARA LA TRIVIA: El caso real del Poltergeist de Enfield es el caso paranormal más largamente estudiado en la historia, recibiendo la atención de al menos media docena de equipos diferentes. Esta película se inspira ‒muy libremente‒ en la investigación realizada por los Warren. En 2015, la TV británica produjo la miniserie The Enfield Haunting, protagonizada por el genial Timothy Spall, basada en la investigación que sobre el caso condujo Maurice Grosse.

Guión
1
Dirección
1
Actuación
2
Fotografía
2
Música
1
TOTAL
7


  

martes, 14 de junio de 2016

LAS ISLAS DEL Dr. MOREAU. Un archipiélago de terror. Primera parte.

LAS ISLAS DEL Dr. MOREAU

Cuando tenía once o doce años me volví muy afecto a la literatura de Ciencia Ficción. Para cuando terminé la secundaria, creo que ya me había chutado todo H.G. Wells y gran parte de Edgar Allan Poe… digo, en su mayoría Poe no escribió Ciencia Ficción, pero ustedes entienden el punto. La isla del Dr. Moreau, justamente, se había convertido en mi obra favorita de Wells. Recuerdo que un par de años antes, casi en su estreno, vi la película de John Frankenheimer y me encantó; pero cuando leí la novela me enamoré de ella.
    No sólo se trata de la terrorífica historia acerca de un científico renegado que busca crear una raza de seres humanos superiores a partir de bestias salvajes a las que somete a brutales experimentos; sino que, como toda la obra de Wells, está imbuida con una ácida y filosa sátira social. La novela diserta sobre temas como la autoridad, el contrato social, la religión, las leyes y el tabú.
    Con motivo del centésimo aniversario de la novela de H.G Wells, que además coincide con el vigésimo aniversario de la adaptación cinematográfica de Frankenheimer, me di a la tarea de revisar otras versiones para la pantalla basadas en este gran clásico de Wells y escribir sobre ellas.


1.- LA ISLA DE LAS ALMAS PERDIDAS (Island of Lost Souls)

Erle C. Kenton, 1932

La primera adaptación a la pantalla grande de La isla… se produjo cuando el autor aún se encontraba con vida y, de hecho, quedó muy poco complacido con los resultados. Tanto así que, a pesar de haberse apalabrado con Paramount Pictures para que adaptaran su novela El hombre invisible, Wells se retractó y le vendió los derechos a Universal Pictures.
    Según se sabe, el escritor británico se sintió muy molesto porque la película no incluía prácticamente nada de su discurso político y más bien se trataba de un melodrama de aventuras con elementos de Ciencia Ficción y Horror. Pero como tal he de decir que es súper efectivo.


    La película sólo toma la propuesta de la novela como pretexto y se desarrolla en una dirección un tanto diferente. Narra la historia de Edward Parker (Richard Arlen), quien es rescatado de un naufragio por Montgomery (Arthur Hohl), un hombre educado y alcohólico que lleva a Parker a una desconocida isla habitada por extrañas criaturas mitad hombre-mitad bestia. La isla y los humanimales ‒que es el nombre que les dieron los fans, porque en ninguna de las películas ni en la novela se les llama así‒ son gobernados por el carismático pero siniestro Dr. Moreau (el genial Charles Laughton). Sobreprotegida por Moreau, en la casa principal habita la sensual y misteriosa Lota (Kathleen Burke), quien pone en un serio conflicto a Parker. Conforme pasan los días, el náufrago descubre que Moreau tiene sus propios planes para él y Lota. Por suerte Ruth (Leyla Hams), la prometida de Parker, ha iniciado una arriesgada expedición para rescatarlo, pero ¿podrá encontrarlo antes de que Moreau cumpla con sus perversos fines?
    Como puede advertirse, se incluyó en la película una subtrama completamente original que nunca apareció en el texto de Wells. Toda la cuestión de la prometida al rescate ayuda a darle más dinamismo a la película, además de que rompe con el típico cliché de la damisela en apuros. En realidad, son varias las películas en la década de los 30 en las que se muestra a mujeres audaces y liberadas.


    Por no mencionar a Lota, un personaje hipersexualizado de los que dejarían de existir en el cine estadounidense de las décadas posteriores gracias al Código Hays. El caso de este personaje es muy interesante, pues en la novela jamás se menciona a ninguna mujer-felino y, sin embargo, desde su aparición en esta película el personaje quedó permanentemente ligado a la mitología de La isla…
    El personaje de Montgomery, aunque un poco más maduro a como lo describe Wells en su texto, es bastante cercano al planteado por éste. Se trata de un médico fracasado, oscuro y alcohólico al que torturar a los pobres humanimales parece aliviarlo de la tortura que le infligen sus propios demonios internos y que, finalmente, encuentra cierta redención al rebelarse contra su amo.


    Y, ahora que lo pienso con detenimiento, este Montgomery bien pudo servir como inspiración para el personaje de Robert Muldoon como aparece en la novela de Michael Crichton, Parque Jurásico.
    Me encanta la secuencia en la que los humanimales, guiados por el Predicador de la Ley (Bela Lugosi en uno de sus mejores papeles, aunque breve), se vuelven contra Moreau y lo persiguen por la jungla hasta el palacete que él llama su Estación de Investigación Bio-Antropológica y, ultimadamente, al laboratorio que desde la novela recibió el sugerente nombre de la Casa del Dolor. 


     La fotografía de Karl Struss que dota a la película de vida gracias a preciosos claroscuros y una atmósfera siniestra y misteriosa, y convierte a esta secuencia de la rebelión en una escena de verdadero horror, permitiendo además apreciar los variopintos e ingeniosos maquillajes que dan vida a los humanimales. Y sí, quizá la mayoría no pase de tener tumores indefinidos hechos con masilla en la cara o el rostro cubierto por pelambre y colmillos falsos; pero aun así se ven bien y su imagen en pantalla es poderosa. Además de que Moreau recibe un castigo ejemplar.
    De todas las cintas que han adaptado la novela de Wells, ésta es la que más se acerca al procedimiento descrito por el autor para crear a los humanimales. Según esta película, cuya psopuesta se basa en la morfologíoa embrionaria, todos los organismos tienden hacia el ser humano. Para manipular su desarrollo, Moreau usa cirugía plástica, radiación, remoción de órganos y glándulas, y transplantes y transfusiones. Es por esta razón que, tanto en la cinta como en la novela, la mayoría de los humanimales son híbridos de varias especies.


    Las actuaciones son bastante buenas. Sobre todo, me gustaron las interpretaciones de Laughton como un Dr. Moreau cínico y perverso, y la de Bela Lugosi como un Predicador de la Ley muy distinto al que aparece en la novela ‒en el texto original se trata de un animal indefinido con un aspecto vagamente similar al de un Bedlington Terrier‒. El personaje creado por Lugosi es mucho más grandilocuente y brillante que su contraparte literaria.
    La subtrama de la prometida de Parker al rescate es interesante y está bien lograda. Se siente un poquito fuera de lugar por momentos; pero al final se integra bien a toda la narración.


    En conclusión, se trata de una gran película que, si bien se aleja de su fuente original ‒de hecho, si uno se fija, es más parecida a una adaptación de La tempestad, de William Shakespeare‒, es un clásico del género que tan de moda estuvo en esa época. Es entretenida, intrigante, y bastante liberal y alocada, y se disfruta de principio a fin. Además, es un melodrama de aventuras; pero también tiene Ciencia Ficción, Horror, Acción y Romance.


Guión
1
Dirección
1
Actuación
2
Fotografía
2
Música
2
TOTAL
8

PARA LA TRIVIA: La película fue prohibida en el Reino Unido hasta 1958, territorio en el que fue considerada demasiado perversa y retorcida. Cuando las autoridades argumentaron que la película era “contra-natural”, la actriz Elsa Lanchester ‒esposa de Laughton y a quien recordamos por su inmortal interpretación como la Novia de Frankenstein‒ contestó: “Claro que es contra-natural. ¡Igual que Mickey Mouse!”.
    A la fecha, la exhibición en salas de cine de esta película sigue prohibida en Suecia... pero por un hueco legal, esta prohibición no aplica para los formatos caseros ni la transmisión por TV.






2.- LA ISLA DEL Dr. MOREAU (The Island of Dr. Moreau)

Don Taylor, 1977

Estoy casi seguro que fueron los avances logrados en el maquillaje de caracterización por la saga original de El planeta de los simios (1968-1973) lo que animó a los ejecutivos de American International a producir esta segunda versión de la novela de Wells. Esta cinta retoma pocos elementos de su predecesora; pero tampoco sigue muy fielmente el texto original. Aunque eso sí, es propositiva en cuanto a la anécdota y a los elementos nuevos que incorpora.
    Me parece muy interesante que, siendo el polímata H.G. Wells una de las más importantes figuras en la literatura inglesa, ésta sea la única película con producción británica basada en La isla... También encuentro harto curioso que esta versión sea la única ambientada en una época cercana a la época de la novela (el texto se publicó a finales del siglo XIX, la película está ambientada en la época de la Primera Guerra Mundial).



    La trama es básicamente la misma. En ella, Andrew Braddock (Michael York, interpretando un papel que fue rechazado por David Carradine y por él mismo varias veces antes de aceptarlo), el ingeniero de un barco a vapor, naufraga hasta una isla desconocida. La isla es habitada por el misterioso, aunque didáctico, médico renegado Paul Moreau (Burt Lancaster interpretando el papel que fue ofrecido a prácticamente cada actor británico disponible y fue rechazado por todos); su asistente, el alcohólico y sarcástico mercenario Montgomery (Nigel Davenport); y su bella hija adoptiva, María (Barbara Carrera). Pero ellos no son los únicos habitantes de la isla, pues un clan de híbridos animales-humanos creado por Moreau vive en la densa jungla adorándolo como a un dios en un precario equilibrio social que está a punto de desmoronarse con la llegada de Braddock.
    En todo sentido, esta película es mucho más arriesgada que su predecesora. Es menos pudorosa y más perversa. Tiene un tono más oscuro que la anterior, lo que es irónico porque deja los elementos de horror un tanto de lado, aunque empieza en un tono más épico. Pero la atmósfera es más sórdida, los personajes son más perversos y hasta Montgomery parece más ebrio.



     De entre todos ellos, llama particularmente la atención Moreau, quien es mucho más humano que en otras encarnaciones. Este Dr. Moreau se ajusta menos al modelo de científico loco que el interpretado por Laughton y es más ecuánime, centrado e incluso generoso... hasta que descubre que Maria se ha enamorado de Braddock y planea huir con él. El triángulo amoroso entre los tres personajes es una de las características únicas de esta película y es el detonador de una subtrama interesante que quizá peque de inverosímil, pero que al menos es bastante original.
    En esta versión, Moreau utiliza cirugías y transplantes para crear a los humanimales; pero sobre todo usa un suero que altera el desarrollo de los animales y los convierte en criaturas humanoides, y que funciona con base en los estudios sobre el desarrollo embrionario de Charles Darwin. Lo que yo entiendo como una especie de versión rudimentaria de la terapia de genes. Y, de hecho, sigue retomando un poco la idea original del texto de Wells.



    Los humanimales son muchos menos que en la película de los 30; pero se ven mejor, pues el maquillaje con prostéticos funciona bastante bien ‒los actores debían estar en la sala de maquillaje a las 4:00am para poder empezar a filmar a las 7:00‒. Además, aunque difícilmente son una docena, la producción logró fotografiarlos de tal manera que se vieran como si fueran más. Las especies están más definidas ‒claramente se pueden identificar un bisonte, un jabalí, un mono o una hiena, por citar algunos‒ y son personajes un tanto más complejos. Además, es muy interesante que, en una escena de la película, uno de ellos pide que lo maten para ser liberado de su sufrimiento... lo que hace ver a Moreau como un personaje mucho más oscuro aún.
    Otro elemento que me gusta de esta cinta es que hacen mucho más evidente la degeneración de los humanimales. En la novela, tras la muerte de Moreau, sus criaturas regresan a un estado cada vez más salvaje que es una metáfora sobre la degradación social. Aunque la regresión había sido planteada en la versión de los 30 con el personaje de Lota, en esta versión es mucho más explícita y básicamente da a entender que los hombres-bestia no podrán sobrevivir sin su creador.



    La primera vez que vi esta película debo haber estado en los últimos años de la adolescencia. Previamente había leído la novela y visto la versión de 1996, y recuerdo que esta versión no me gustó en absoluto. Ya en posteriores visionados la he ido entendiendo mejor y le he agarrado gusto. Quizá sea el hecho de que es tan diferente a la novela, o que el ritmo es más pausado, o que a la fecha toda la subtrama de la transformación de Braddock sigue sin convencerme demasiado.
    Empero, hay otra serie de elementos de esta versión que me encantan. El primero de ellos es su falta de pudor y el subtexto erótico de todo el asunto. Barbara Carrera se ve muy guapa y es interesante la vuelta de tuerca que le dan a su personaje con respecto a Lota en la versión de 1932.



    También me gusta mucho el look de la isla ‒filmada en locación en las Islas Vírgenes‒ y el de la mansión de Moreau que es un tanto más “campestre” que en otras versiones.
    Me parece interesante que en esta versión es M’Ling (Nick Cravat), el sirviente de Moreau que está presente en la novela y en las tres adaptaciones fílmicas, el precursor de la rebelión de los humanimales.
    También me gusta que en esta película ya aparecen, al menos esbozados, algunos de los hombres-bestia que Wells describe en el libro, destacando entre ellos el hombre-hiena, que en la novela es enemigo mortal de Prendick, y que en esta película es el último mutante al que se enfrenta Braddock antes de poder huir de la isla.



    ¡Y me encantan los stunts de hombres-bestia peleando contra animales salvajes como tigres y leones!
    Finalmente, creo que lo que más me gusta de esta película es el factor nostalgia, pues tiene ese feeling de película de domingo en Canal 5… aunque no recuerdo que la pasaran nunca.

Guión
1
Dirección
1
Actuación
1
Fotografía
2
Música
1
TOTAL
6

PARA LA TRIVIA: Esta película es en realidad la segunda parte de una trilogía de American International Pictures dedicada a H.G. Wells. La primera parte fue El alimento de los dioses (Gordon, 1976) que, a pesar de sus limitados efectos especiales es bastante decente; y la tercera, El imperio de las hormigas (Gordon, 1977) protagonizada por Joan Collins.