DRÁCULA:
LA LEYENDA JAMÁS CONTADA
Dracula
Untold
Gary Shore, 2014
Drácula es sin duda alguna
uno de los personajes de ficción más famosos del mundo. Su fama podría incluso
ser superior a la de Mickey Mouse. Drácula,
la novela de Bram Stoker, es uno de los pocos libros que se edita prácticamente
cada año y quizá sea la obra literaria con mayor número de adaptaciones
cinematográficas en su haber. Así que de “Jamás contada”, la manga del muerto.
Es un hecho curioso que el personaje creado
por Stoker no fuera ideado a partir del personaje histórico. De hecho, el autor
irlandés conoció a Vlad II de Valaquia mientras investigaba sobre la historia
de Rumania para ambientar su novela, cuyo argumento ya tenía escrito. Es aún
más curioso que, como casi todos los personajes de la novela, el Drácula
literario está basado en una persona cercana a Stoker: el actor inglés Sir
Henry Irving. Y lo más curioso de todo es que después de la novela el personaje
histórico y el literario serían inseparables en el imaginario popular.
La película retoma la historia del príncipe
Vladimir Basarab, alias Dracul Vlad II, alias “El empalador”, alias Drácula,
quien defendió su reino y, por tanto, la frontera del Imperio Romano de Oriente,
contra la invasión de los moros. Sin embargo, este hecho histórico es apenas el
pretexto para contar una historia épica con escenas a la Señor de los anillos —pero en chafón—, una historia de amor y una de
vampiros light de ésos que tan de moda han estado últimamente.
Así pues, la cinta comienza cuando Vlad (Luke
Evans) se rehúsa a pagar el tributo de jóvenes soldados que le es exigido por
el sultán Mehmed (Dominic Cooper caracterizado como Ricky Martin) en el cual
sería incluido su propio hijo. Así, Vlad desencadena una guerra contra los
turcos que sólo podrá ganar haciendo un trato con una terrible creatura: un
vampiro que habita en las montañas de Valaquia (Charles Dance a quien quizá
recuerden de Game of Thrones, pero que yo lo recuerdo con cariño de Alien 3
[Fincher, 1992]) y quien puede darle el poder que necesita para vencer a Ricky
Martin a cambio de la condenación eterna.
Y así comienza una historia épica y
completamente anacrónica con un derroche de efectos especiales, un guión con
más agujeros que mis calcetines y otro montón de ridiculeces que sólo van
empeorando conforme la película avanza.
Y es que el convertirse en vampiro le da a
Vlad una cantidad de poderes que francamente lo mismo hubiera dado que se
convirtiera en Superman. Por ejemplo, a pesar de que, como se supone que el
resto de los vampiros, lo hiere la plata, lo mata la luz del día y puede ser
destruido clavándole una estaca en el corazón (en realidad esto es una mala
interpretación); resulta que sobrevive a un incendio cual la fresca mañana. ¡Háganme
el favor!
Las batallas están más o menos bien
coreografiadas, pero hay un detalle en casi todas ellas que me intriga. En el
siglo XV ¿la gente no tenía sangre? Lo digo porque Vlad destaza a un montón de
enemigos y no sólo su espada sale limpia, sino que las heridas de sus
adversarios no sangran ni nada. A pesar de que sí hay escenas más clásicas de
vampiros bebiendo sangre, la verdad es que, tanto para ser una cinta épica como
para ser una de vampiros, le hace falta sangre. Lo que sí está padre es que la
sangre de los vampiros sea negra.
¿Se acuerdan cuando critiqué 300: El nacimiento de un imperio (Murro,
2014) y me burlaba de que sus yelmos y rodelas se notaba a leguas que estaban
hechos de fibra de vidrio? Bueno, pues en esta película pasa lo mismo con las
armaduras que utilizan en su confrontación final Vlad Dracula y Ricky Martin que,
si bien tienen un diseño muy interesante, se ve en todo momento que no pesan
nada y que han de estar fabricadas en PVC o algo así, hasta parece que las
compraron en una tienda de chinos.
Ahora bien, la verdad es que sí solté
varias carcajadas con esta película. Una de ellas, precisamente, fue por una
escena de batalla. Por razones que no divulgaré para no espoilear la película,
Vlad termina enfrentándose a una legión completa de vampiros en una de las
escenas más predecibles de la película… Y de hecho, toda ella es súper
predecible —hasta el epílogo—… excepto para Vlad quien, según parece, sufre de
una terrible imposibilidad de ver relaciones de causa—efecto.
Como sea, el príncipe rumano logra empalar
a un vampiro y éste se desintegra de una forma tan irrisoria que no pude evitar
pensar en los fatalities de la versión casera de Mortal Kombat II (Midway, 1993). De verdad, vean esa escena y
díganme si no les trae recuerdos por lo menos de las “Chispas”.
Por cierto que en esta película Vlad “El
empalador” ¡no sabe empalar! Lo digo porque simplemente atraviesa a los tipos a
la altura del abdomen con una lanza y la yergue; mientras que en la vida real
el procedimiento consistía en insertar una estaca larga y puntiaguda —pero no
afilada— en el ano de la víctima, erguirla y dejar que la gravedad hiciera el
resto. Aunque este proceso quizá sí es menos cinematográfico.
Pero sin duda la escena que se llevó las
palmas fue aquélla en la que Mirena (Sarah Gadon), esposa de Vlad, cae de una
torre y el valaco se tira para salvarla, todo en cámara lenta y con gritos y
música grandilocuente de melodrama chafón. ¿Recuerdan que alguna vez comenté
que así como hay gente que le grita a los partidos de futbol en la TV yo le
grito a las películas? Bueno, pues en esta escena sí me paré de la butaca a
gritar después de mi sonora carcajada… creo que bañé al tipo de adelante con
vinagre de jalapeños. Perdón, señor.
Hace poco publiqué mi lista de clichésfavoritos del cine. Me pitorreaba de cómo en las películas todo mundo habla
inglés en cualquier época y latitud, y además con un elegante acento británico.
Bueno, pues justo eso pasa en Drácula: La
historia jamás contada, en la que además, los súbditos de Vlad Dracula, a
pesar de ser rumanos, tienen nombres en ruso como Dmitri o Nikolai.
Y ya para concluir sólo puedo decir una
cosa: El final de esta película es completa y absolutamente idiota.
Básicamente, la cinta termina diciéndonos que toda la epopeya que nos acaba de
contar fue completamente innecesaria y que las cosas terminan como al
principio. Además de un epílogo innecesario que parece haber sido incluido para
que no pensáramos que habían dejado ese cabo suelto —yo sí lo estaba pensando—.
Por lo menos con esta película probé los
nachos guacamole y me gustaron. Y la verdad sí me la pasé bien, entre risa y
risa... Aunque no estoy muy seguro de que ésa fuera la intención de los realizadores...
PARA
LA TRIVIA: Originalmente la película se titulaba Drácula: Año cero y sería protagonizada
por Sam Worthington; pero éste decidió salir del proyecto (alabado sea
Cthulhu). Asimismo, en las primeras versiones del guión aparecía Baba Yaga,
interpretada por Samantha Barks, pero el personaje fue retirado de la versión
final.