Muchos de ustedes,
queridos lectores, advirtieron que la publicación de ayer era una broma. Para
aquéllos que no lo hicieron y a los que puse como locos a buscar una película
llamada Mutación sinestésica, cayeron
por inocentes. No existe, hasta donde sé, ninguna película con ese título o su
título en inglés, Synesthesia, lo
inventé todo.
La trama la inventé combinando la trama de varias
películas y episodios de Los expedientes
secretos X.
Los nombres de los actores, y de todos los
involucrados en la dichosa película, son falsos. Los inventé todos excepto dos.
“Tad Winslow” es el personaje que interpreta Moe Szyslack en la telenovela Jamás termina, en el episodio de Los Simpson cuando se hace una cirugía
plástica en el rostro, y “Richard Brachman” es una deformación de “Richard
Bachman”, el pseudónimo que usó Stephen King a principios de los 80, cuando sus
novelas habían sobresaturado el mercado.
Finalmente, los fotogramas e imágenes que
utilicé para ilustrar el artículo pertenecen a películas poco conocidas de bajo
presupuesto. El póster lo modifiqué del de una cinta alemana llamada The Being (Kong, 1983), y los fotogramas
son de una escena eliminada de La mosca
(Cronenberg, 1986), la infame película alemana de zombies The Dead Pit (Leonard, 1989), la copia de Alien (Scott, 1979) producida por Roger Corman Dead Space (Gallo, 1991) y la insufrible Especies III (Turner, 2004).
Espero que les haya gustado el artículo y
que se hayan divertido al leerlo tanto como yo al escribirlo. Éste fue el
primer Especial de Día de los Inocentes del Cinéfilo Incurable.
Supuestamente, existen dos versiones de esta película. La
original que se comercializó en video en EE.UU. con 78 minutos de duración y la
edición que circuló internacionalmente, con 93. La diferencia son alrededor de
quince minutos escenas suprimidas que desarrollan una subtrama sobre una invasión
extraterrestre y tomas extendidas, aún más sangrientas, de las escenas de
muertes.
Quizá sea la nostalgia,
quizá sea casualidad, quizá sea el hecho de que este año la cartelera de las
salas de cine estuvo bastante floja, o quizá sea una combinación de todos estos
factores; pero la cosa es que este año he reseñado más películas clásicas de
videoclub que en cualquier otro. En esta ocasión, toca el turno a una cinta
prácticamente desconocida.
Recuerdo que en el videoclub al que iba
cuando niño, esta película nunca estaba disponible. Por alguna razón, estaba
como en préstamo permanente. El pequeño yo se sentía fascinado con la portada
de la peli y me moría de ganas por verla. Ya después, de adulto, me enteré por
qué: se trata de una película extremadamente rara y algún cinéfilo la había
hecho perdediza ‒sí, cómo no‒ reteniéndola para su colección privada. Después
de varios años, corrí con la suerte de que, cuando el videoclub estaba por
cerrar, Mutación sinestésica apareció
casi por arte de magia en el remate del catálogo de VHS que habían puesto a la
venta.
Y no me decepcionó en absoluto... digo,
porque no esperaba ver una buena película, si ése hubiera sido el caso, me
habría dolido pagar N$10 por ella.
La trama de la cinta, o bueno, lo que se
supone es una trama, gira en torno a Lisa Spencer (la bella Rebecca Sandhurst)
una chica universitaria quien padece de sinestesia (una condición neurológica
en la que los estímulos del medio ambiente son percibidos por un sentido que no
les corresponde, por ejemplo, oler los colores o ver los sonidos), hija del Dr.
Spencer (un William Carlson venido a menos), un importante neurobiólogo. El Dr.
Bernhard (Richard Simon), colega de Spencer, está obsesionado con la condición
de Lisa y comienza a hacer experimentos con ella. Sin embargo, los experimentos
se salen de control y la chica muta en una criatura sedienta de sangre con una
furia incontenible, además de desarrollar poderes psíquicos que le permiten
controlar a los animales del laboratorio, que también empiezan a mutar, y cazar
percibiendo el rastro bioquímico de sus presas ‒o algo así‒. Sólo Dan (Bill
Samson), novio de Lisa, y Tracey (una joven Leslie Abbott, a quien quizá
recuerden por sus apariciones en La Ley y
el Orden [1990-2010]), su mejor amiga, podrán salvarla. ¿Mencioné que las
víctimas de Lisa y su ejército de mutantes se convierten en zombies? Pues lo
hacen.
Es curioso como un planteamiento que podría
haber sido original y que, de hecho, es ingenioso, deriva en una mala copia de Re-sonator (Gordon, 1986). Digo, de
manera mucho menos inteligente, la trama es básicamente la misma; aunque esta
cinta copia mucho de películas como La mosca (Cronenberg, 1986) y Phenomena
(Argento, 1985). Por increíble que parezca, al igual que la sucesora espiritual
de Re-Animator (Gordon, 1985), está
basada en una fuente literaria.
Así es, esta co-producción Estados
Unidos-Italia-Alemania es la adaptación, no sé si fiel o no, de una novelita
también prácticamente desconocida del escritor de Sci-Fi Richard Brachman.
Según pude investigar en un par de sitios web, en la novela la transformación
de Lisa es más bien psicológica y apenas si algunos rasgos físicos cambian. En
la película, la transformación es total y termina en una cosa de horror
corporal a la Cronenberg... pero de bajo presupuesto.
Los efectos de maquillaje son interesantes,
sobre todo si uno toma en cuenta que los hicieron como con tres pesos. De
hecho, se nota bastante que toda la película es un pretexto para lucir escenas
súper sangrientas y de mal gusto que pueden resultar hilarantes... aunque no
estoy seguro de que ésa haya sido la intención de los realizadores.
También hilarantes resultan las
actuaciones. Mientras que algunos miembros del elenco, principalmente Carlson
se avientan al ruedo y se esfuerzan por sacar el numerito adelante sin importar
lo ridículo que sea, otros, como Samson apenas si pueden articular dos
palabras. La actuación de Sandhurst es dispareja… pero realmente no importa
mucho, no es lo que uno quiere ver.
Y tampoco es que se pierda mucho. El guión
está lleno de sinsentidos, lugares comunes y frases que rayan en lo
oligofrénico, hay una subtrama sobre un romance entre Dan y Tracey que se nota
metida con calzador, y el final tiene una vuelta de tuerca completamente
inverosímil. Por no mencionar que en la edición extendida que se distribuyó
internacionalmente ‒que fue la que a mí me tocó ver‒ hay una subtrama en la que
se revela que Lisa en realidad es un híbrido humano-extraterrestre y que los
animales que controla son parte de un arsenal biológico diseñado por
alienígenas para colonizar la Tierra.
Dicho lo anterior, ¿qué vale la pena de
esta película? Bueno, pues que de verdad es muy divertida, de ésas en las que
uno puede apagar el cerebro un ratito y sólo reír como energúmeno frente a la
pantalla. El soundtrack SynthPop compuesto por Tyler Band es rescatable y tiene
algunos temas interesantes. La colección de mutantes que aparecen en pantalla
es variada y extensa y, por si todo esto fuera poco, es la única película en la
que Sandhurst hace un desnudo completo. Hay un par de escenas topless gratuitas
de Abbott que tampoco están mal.
También investigando en la red, descubrí
que es difícil encontrarla por una razón un tanto macabra. En la escena en la
que Dan entra al laboratorio y uno de los tanques explota junto a él ‒porque
¿Qué necesita una película mala para ser genial? ¡Claro! Explosiones‒, algo
salió mal con la pirotecnia y el actor que doblaba a Samson murió. De hecho, si
uno pone atención a la escena, puede ver cómo el actor cae inconsciente hacia
el lado izquierdo de la pantalla. Por alguna extraña razón, Goldman-Sibelius International,
la compañía distribuidora, dejó la escena tal cual, por lo que fue demandada
por la familia del actor. En consecuencia, tuvo que pagar una indemnización estratosférica
que la llevó a la quiebra y la gran mayoría de las copias de la cinta fue
retirada de la circulación.
Había una vez... en una
década conocida como los sesenta, en un lejano reino conocido como Burbank,
California, un niño raro y antisocial, hijo de la dueña de una tienda de
regalos con temática de gatos, que pasaba los días recluido en su casa
dibujando y viendo películas de Vincent Price. Su talento fue reconocido por
una compañía local de recolección de basura, que seleccionó el póster diseñado
por el chico como ganador de un concurso. Luego de terminar la prepa, el
muchacho estudió en el California Institute of the Arts y, tras graduarse,
consiguió trabajo como animador para Disney.
Su talento, su extraña y pueril afición por
lo macabro y lo extravagante, su particular visión del mundo, y un montón de
buena suerte lo llevaron a sobresalir entre sus colegas y a forjarse una
carrera como director de cine por mérito propio, para convertirse en uno de los
cineastas más influyentes de los últimos treinta años.
No tengo reparo en decir que, hasta
principios de la década pasada, Tim Burton fue uno de mis directores favoritos.
Y si ha dirigido cintas insufribles como El planeta de los simios (2001) o Sombras
tenebrosas (2012), lo compensa con obras maestras como Ed Wood (1994), El gran pez
(2003) o Frankenweenie (2012).
Y no es secreto para nadie que uno de los
eventos más atesorados por el niño grande que era Tim Burton en su etapa de
autor era la Navidad, por lo que es parte fundamental de muchas de sus
películas. Por alguna extraña razón, sus cintas rara vez son incluidas dentro
de la programación navideña de las cadenas de televisión, lo que me parece una
lástima. Así que, como una especie de tributo, reivindicación o lo que sea que
un humilde servidor pueda hacer en favor de Tim Burton, aquí presento
comentarios sobre tres de sus películas que suceden en Navidad.
1.- El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990)
El cuarto largometraje de
Burton y el primero producido por 20th Century Fox es un cuento de hadas
contemporáneo inspirado en un dibujo que hiciera Burton cuando adolescente y que
definirá elementos clave en la propuesta del director. La estética es tan
sólida que hasta el logotipo de la Fox se ve influido por ella.
La cinta cuenta la historia de una
encantadora familia de la idílica, plástica y uniforme suburbia estadounidense
de color pastel cuya madre, la bonachona Peg (Dianne Wiest en un papel que yo
juraría que hizo Diane Keaton), es una vendedora de cosméticos de puerta en
puerta (OK, OK, específicamente de Avon) que está teniendo un mal día. Agotados
todos los recursos, Peg decide explorar una olvidada y tétrica mansión en los
límites del vecindario. Allí encontrará a Edward (Johnny Depp en el papel con
el que empezó a jugar en las “Ligas Mayores”), un peculiar y cándido hombre
artificial con tijeras en vez de manos, y lo llevará a vivir con ella. Edward
será la estrella del vecindario; pero poco a poco la frívola e hipócrita
suburbia mostrará su verdadera cara y el único consuelo de Edward será la joven
hija de Peg, Kim (Winona Ryder en su segunda colaboración con el director)...
si es que logran estar juntos.
La influencia de Frankenstein es más que clara en esta película; pero más clara aún
es la figura del Héroe Romántico Burtoniano (en adelante, HRB) que termina de
tomar forma en ella. El protagonista de las historias dirigidas por Burton será
un soñador y un idealista cuyos sueños lo han convertido en un marginado social
que difícilmente puede funcionar en el mundo real. La proyección del autor es
evidente.
En el caso particular de esta cinta, Edward
se convierte en un intruso en el mundo perfecto ‒filmado en locación en Tampa,
Florida‒ lleno de color y música de Tom Jones, en el que los vecinos se reúnen
en amenas parrilladas hawaianas en sus patios traseros. Edward parece encajar
muy bien; pero todo es una ilusión que pronto se resquebrajará gracias a los
chismes y las maledicencias. Así, la suburbia sacará lo peor de Edward, cuando
es forzado a encajar en el molde, obligado a pensar y a sentir como una persona
“normal” y a llevar la rutina clasemediera.
Está también muy presente la influencia de
otras cintas como El gabinete del Dr.
Caligari (Wiene, 1920), Las mujeres
perfectas (Forbes, 1975) o el ciclo de Edgar Allan Poe dirigido por Roger
Corman y protagonizado por el inmortal Vincent Price. Y como sentido tributo a
Price, Burton lo invitó a participar en esta película, que sería la última que
harían antes de morir, en el papel del inventor.
También me gusta el guiño a La novia de Frankenstein (Whale, 1935).
En la cinta de Whale, la ropa de la Creatura de Frankenstein se va deteriorando
con el tiempo. En esta película, la ropa de “civil” de Edward también se va
destruyendo conforme regresa al mundo en el que se encontraba recluido y hasta
las esculturas de jardín que creara empiezan a crecer sin control adquiriendo
un aspecto feral.
La película es encantadora, la música de
Danny Elfman insuperable, los efectos especiales bastante buenos y la
fotografía, excelente. Burton retoma la obsesión con las maquetas que le
conociéramos en Beetlejuice, el súper
fantasma (1988) y los efectos logrados con pintura mate lucen convincentes.
Mención aparte merece el mismo Edward,
cuyas manos fueron creadas por el Gurú de los Animatrónicos, Stan Winston. Para
Winston, crear al personaje representó todo un reto, pues sus diseños siempre
habían buscado ser realistas y funcioanles; pero en el caso de Edawrd, debía verse fantástico y estilizado. Un acertijo en sí mismas representaron las manos
de tijeras, que Winston resolvió así:
Normalmente, cuando
haces el movimiento de una tijera, lo haces de costado, con tu mano y los dos
primeros dedos paralelos al piso. Pero mientras más veía mis dedos, me di
cuenta de que para hacer que las hojas se movieran más libremente, tendrián que
hacer ese movimiento de tijeras apuntando hacia arriba, perpendicular al piso.
Ése era un movimiento mucho más natural para los dedos y sería un movimiento
mucho más orgánico para las cuchillas.[1]
Aunque en términos generales me parece una
buena película, nunca ha dejado de estar entre mis favoritas y la escena de Kim
bailando en la nieve está de antología, la cinta tiene sus fallos.
La narrativa es redundante y en más de una
ocasión se siente que la cinta, de dos horas de duración, podría ser más corta.
Además, la historia se siente fragmentada. La escena de la muerte del inventor
funciona mucho mejor como una escena aislada que como parte del todo además de
que, aunque es clara la intención de relacionarla con la escena que sucede en
el presente, siempre me ha parecido que entra tarde a la película.
Las actuaciones son un tanto disparejas.
En términos generales, la caracterización de todos los personajes es buena;
pero las interpretaciones no lo son siempre. Tanto Ryder como Depp dejan qué
desear en algunas escenas, mientras que en otras están increíbles. La breve
intervención de Price es memorable y Wiest está maravillosa.
Del mismo modo, la puesta en escena creo
que es poco afortunada y la gran mayoría de los stunts apenas si funcionan.
Prácticamente todas las escenas de acción tienen un aire de inverosimilitud que
es muy apropiado para ambientar la suburbia; pero no para secuencias en las que
debe parecer que los personajes se encuentran en peligro. También es
interesante que, apenas con cuatro películas, Burton ya comenzara a repetirse a
sí mismo y que la escena climática de la cinta suceda en lo alto de una torre
ruinosa, al igual que pasara en Batman (1989).
Finalmente, la aventura (o desventura) de
Edward en el mundo del consumismo, la burocracia y la doble moral resulta en
una fábula para toda la familia cuya moraleja la coloca atinadamente en el
repertorio navideño del Cinéfilo Incurable. En este cuento, la Navidad se
presenta como una época de ilusión e integración en la que los sueños podrían hacerse realidad.
2. Batman regresa (Batman
Returns, 1992)
Recuerdo muy bien el
enorme éxito de la primera adaptación fílmica del Hombre Murciélago. En gran
medida, puede entenderse como un antecedente del boom de películas de
superhéroes que vivimos actualmente. También recuerdo que fue muy criticado el
que la película prácticamente mandaba a la goma el tono camp de la serie de TV de los 60 que, si bien es repudiada por
muchos, fue el medio a través del cual Batman se convirtió en parte de la
cultura popular.
Así pues, esta segunda entrada en la saga
cinematográfica del Caballero Oscuro es, en mi opinión y con perdón del
videojuego Arkham City (Rocksteady,
2011), el intento mejor logrado de mezclar el tono oscuro y la atmósfera noir de los cómics originales de Batman
con el tono camp e infantiloide de la serie de TV. Y de ahí que uno de los
villanos de la cinta tenga un ejército de pingüinos equipados con lanzamisiles
a control remoto, esbirros disfrazados de payasosque salen de una caja de regalo gigante, un paraguas-ametralladora o
un vehículo con forma de patito de hule gigante. También, aunque es menos
notorio, la cinta tiene bastante influencia del serial cinematográfico Batman & Robin de 1949.
La temporada navideña lleva a Ciudad Gótica
(que era como le llamábamos en mis tiempos a Gotham City) y el ambicioso
empresario Max Shreck (una obvia referencia a Nosferatu, interpretado por
Christopher Walken) trata de manipular al alcalde para que apruebe la
construcción de una planta energética que le traerá enormes beneficios a su
empresa. Ante la negativa del alcalde, Shreck saca de las sombras a una leyenda
urbana: un fenómeno de circo psicótico conocido como el Pingüino (Danny DeVito
en el papel que nació para interpretar) quien, como líder de la banda criminal
del Circo del Triángulo Rojo aterroriza Gotham en una campaña de desprestigio
contra el alcalde. La secretaria de Shreck, la nerda y perdedora Selina Kyle
(Michelle Pfeiffer) descubre los planes de su patrón, por lo que éste la
asesina. Con lo que no contaba Shreck era con que Kyle sería inexplicablemente
(y de verdad quiero decir inexplicablemente) resucitada por gatos callejeros
para convertirse en la vengativa y letal Gatúbela (así le decíamos a Catwoman,
quien hasta Enchantress en Escuadrón suicida [Ayer, 2016], el único personaje auténticamente sobrenatural en el
universo fílmico de Batman). Ahora, sólo Batman podrá salvar a Gotham City de
este caos argumental.
Y sí, si leen la sinopsis anterior con un
ojo crítico, notarán que algo falta... ¡Acertaron! Sólo Burton con su habilidad
narrativa de niño de cuatro años sería capaz de dirigir una película de Batman
en la que sale sobrando Batman. Claro que también se necesita el genio del
Burton pre-Sleepy Hollow para hacerla
funcionar.
Como resultado de dicha narrtiva, el ritmo
de la cinta es frenético. Todo el tiempo están sucediendo cosas en la pantalla,
todo el tiempo está pasando algo y da la impresión, quizá bien fundada, de que
si uno despega la vista de la pantalla por un par de minutos se perderá de
algo. Aun así, el guión llega a ser flojo en algunas partes.
Los personajes son muy interesantes. Cómo
Burton toma a dos de los villanos más populares del Hombre Murciélago y los
transforma en su propia fauna es digno de mención. Además, hay un factor nuevo
que no había aparecido en la cinta anterior: el de la identificación. Batman se
siente identificado con sus enemigos, lo cual le hace más difícil vencerlos.
Por un lado, se identifica con Gatúbela en cuanto a que ambos necesitan usar
máscaras para llevar a cabo sus respectivas venganzas y con el Pingüino en
cuanto a que viene de una familia acaudalada y tuvo que crecer sin sus padres;
de hecho, me parece que en esta peli, Batman ve al Pingüino como un alter ego,
como el Batman que no fue.
Por no mencionar que los tres personajes
son inadaptados sociales que rayan en lo psicopático. Más aún que en la cinta
anterior, Bruce Wayne es presentado como una persona disfuncional en sociedad,
por no mencionar que es completamente incompetente en una relación romántica.
El Pingüino es una criatura deforme, cruel y salaz cuya lascivia lo vuelve
fácilmente manipulable, y Selina Kyle es una mujer subyugada que vive con miedo
de alzar la voz más allá de un susurro.
En esta ocasión, las caracterizaciones
mandan a la goma el realismo ‒sólo hay que ver la peluca y las cejas
“encanecidas” de Walken‒ y son completamente expresionistas. Llama sobre todo
la atención el maquillaje del Pingüino, cuyo diseño es una referencia clara al
Dr. Caligari. Este maquillaje fue creación del Stan Winston Studio, quienes
también crearon botargas animatrónicas de pingüinos para ser utilizadas al lado
de aves reales en varias secuencias de la película… los pingüinos piloto son
reales, los pingüinos emperador, actores disfrazados.
Aunque siempre me pregunté ¿Por qué hay
animales en el zoológico abandonado?
El zoológico, así como otras tantas
locaciones de Gotham City fueron creados gracias a la magia de las maquetas, a
la que tan afecto era Burton. Y aunque algunas tomas de establecimiento sí se
ven muy de estudio, en general Gotham City luce bien y con la Gotham Plaza, que
es una referencia obvia al Centro Rockefeller de Nueva York, se ve aún más
metropolitana. Mucho debate ha habido en torno a cuál película es más oscura,
si ésta o la primera. Personalmente, creo que la primera es más oscura en
cuanto a la temática; mientras que en esta segunda parte la estética es más
oscura. Esta propuesta estética sería retomada por la serie de TV Batman, la serie animada (1992-1995) y
sería conocida cariñosamente como Dark Decó.
Batman
regresa es una gran película y durante mucho tiempo fue considerado el
epítome de las películas de superhéroes... aunque en realidad es bastante
trágica y se toma bastantes licencias con los personajes y la historia, y entre
ella y la primera no creo que pueda escoger una favorita. Es mucho mejor si uno
obvia huecos argumentales como la ya mencionada resurrección de Selina Kyle, la
pistola que aparece mágicamente en el fondo del estanque de los pingüinos, que
la sangre del Pingüino es verde, o que la banda del Circo del Triángulo Rojo
posea los conocimientos y las herramientas para armar y desarmar el
Batimovil... y si uno ignora que en la escena en la que visita el cementerio,
el Pingüino patea una lápida y ésta se tambalea porque seguramente la hicieron
de espuma de poliuretano.
Pero es que también hay escenas memorables
como el baile de máscaras ‒porque no puede ser una película de Batman si no hay
una escena de una fiesta, ¿cierto?‒ en la que ocurre la anagnórisis de Kyle y
Wayne al ritmo del tema musical Face To
Face, de Siouxie and the Banshees, o aquélla en la que Gatúbela se come un
canario ‒por cierto Pfeiffer, por pura improvisación, sí se metió un ave en la
boca durante la filmación de la escena‒, o frases memorables como “El muérdago
puede ser mortal si los comes. / Un beso puede ser más mortal si viene del
corazón.” O el Pingüino gritando enloquecido “¡No soy un ser humano! ¡Soy un
animal!” en una parodia de El hombre
elefante (Lynch, 1980).
En esta cinta, la Navidad aparece como la
materialización del espíritu consumista y el ansia de poder.
3. El extraño mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, Henry Selick, 1993)
Aunque como tal Tim
Burton no dirigió esta cinta, escribió el poema original en el cual se basa,
levantó todo el proyecto y lo mantuvo bajo su estricta supervisión desde el año
1990. No pudo dirigirla por su apretada agenda. Originalmente, la narración del
principio la haría Vincent Price, pero el actor falleció antes de poder grabar
la pista, por lo que la tarea recayó en Patrick Stewart.
Ya habíamos dicho que a Tim Burton le
gustaban las maquetas y vaya si lo demostró en esta cinta. La tarea de crear el
primer largometraje completamente animado con la técnica de Stop-Motion ‒en
realidad hay un par de tomas en Live-Action‒ fue una labor titánica sin
precedentes que requirió del trabajo de 100 artistas durante 3 años y que
inspiraría a muchos cineastas de nuestros días... y, por si esto fuera poco,
además es una película musical con canciones originales escritas por Danny
Elfman.
La extraña película nos cuenta que existen
diferentes reinos para las diferentes festividades del año. Un Reino para
Pascua, uno para el Día de Acción de Gracias, etc. Luego de la magna
celebración de Noche de Brujas, Jack Skellington (voz de Chris Sarandon cuando
habla y de Danny Elfman cuando canta), el rey de Halloweentown, se siente harto
y aburrido y, vagando por las afueras del reino, conoce la Tierra de Navidad.
Jack queda maravillado con lo que ve y regresa a Halloweentown con la idea de
celebrar la Navidad. Para tal fin, Skellington pondrá a trabajar a los
habitantes del pueblo en no intencionalmente macabras versiones de regalos de Navidad,
secuestrará a Santa Claus (voz de Ed Ivory) ‒cuyo nombre a él le suena a San
Atroz‒ y usurpar su lugar. Por supuesto, las exóticas ideas de Jack no podrán
terminar en nada bueno.
Recuerdo haber dicho alguna vez que Donnie Darko (Kelly, 2001) era LA
película de culto. Aún lo creo, pero me parece que sí se echa un tète a tète con El extraño mundo de Jack. Hasta donde yo recuerdo, si bien no fue
un fracaso, esta película no tuvo éxito en taquilla, con todo y que en EE.UU.
estuvo en exhibición durante prácticamente dos meses ‒dese Halloween hasta
Navidad‒ y en nuestro país ni siquiera se proyectó en cines fuera de algunas
salas de arte regadas por ahí. La película sí se distribuyó en video y recuerdo
que en mi videoclub local primero la habían catalogado en la sección de Terror,
luego la movieron a Infantiles y finalmente la ubicaron en Familiares. Si eso
no es un ejemplo de una película a la que le cuesta trabajo encontrar su
público, no sé qué lo haga.
También, según recuerdo, esta película se
hizo famosa hasta que salió el DVD conmemorativo del décimo aniversario, así
como un montón de merchandising.
El protagonista de esta peli es un HRB que,
como todos los que aparecen en esta lista, trata de hacer a los demás un bien
que no son capaces de entender. Es así que termina convirtiéndose en un paria
en una macabra parodia de Cómo el Grinch
robó la Navidad (Jones y Washam, 1966). Ése es otro punto interesante: a
pesar de que la cinta está más orientada hacia los niños, no por eso deja de
ser oscura.
Nuevamente, la deficiente narrativa de
Burton termina convirtiéndose en un recurso estilístico de la cinta. La
subtrama del romance entre Sally (voz de Catherine O’Hara, a quien seguro
recuerdan como la mamá de Kevin McCallister en Mi pobre angelito [Columbus, 1990]) y Jack se siente fuera de lugar
y algo gratuita, y el villano de la cinta, Oogie Boogie (voz de Ken Page) se
siente forzado y su aparición es tardía. De hecho, la secuencia en la que Jack
rescata a Santa Claus y a Sally de las garras de Oogie Boogie ‒¿Oogie Boogie es
el Viejo del costal?‒ se siente añadida... y ahora que lo pienso... ni siquiera
explican cómo se salvan de la máquina en la que están amarrados, sólo de
repente son libres y ya. En realidad, la película termina cuando Jack es
derribado en el cementerio y, francamente, lo que pasa después aporta poco.
Casi parece que sintieron o que la película era demasiado corta, o que de
verdad tenía que haber un villano. Sea como fuere, Oogie Boogie es un gran
personaje, lástima que esté de “sobrino”.
Al igual que en Batman regresa, en esta película suceden muchísimas cosas. La
diferencia es que Batman regresa dura
dos horas y esta película, 76 minutos.
Del mismo modo que otras cintas de Burton,
ésta está plagada de referencias cinéfilas que se dan vuelo con los habitantes
de Halloweentown. Además de los vampiros, hombres-lobo, momias y otros monstruos,
también hay un monstruo de la Laguna negra, un hombre derretible, una estatua
de El grito y… ¿Ese cíclope es una
referencia a Santo y Blue Demon contra
los monstruos (Martínez Solares, 1970)?
El
extraño mundo de Jack es una película entrañable que en algunas regiones se
ha convertido en un clásico de Navidad del calibre de Cómo el Grinch robó la Navidad o Una Navidad con Mickey (Mattinson, 1983), en la que el autor nos
invita a ser niños de nuevo y re-descubrir esta festividad, no por aquello que
simboliza; sino por lo que provoca. Nos comparte esa infantil capacidad de
asombro que quizá ya hemos olvidado de la mano de personajes memorables ‒¿Quién
no ama a Lock (Paul Reubens), Shock (Catherine O’Hara) y Barrel (Danny Elfman),
los niños de Oogie Boogie?‒ y con pegajosas canciones.
Hablando de pegajosas canciones, no dejen
de echarle un ojo a Nightamre Revisited,
un disco publicado en 2008 por Walt Disney Records con motivo del 15
aniversario de la cinta y que incluye covers de los temas de la película
interpretados por artistas como Korn, Marilyn Manson, los Plain White T’s o
Rise Against.
[1]
WINSTON, Stan, citado en Duncan, Jody, The Winston Effect: The Art and History
of the Stan Winston Studio, Titan Books, Londres, 2006. P.121. La traducción es
mía.
Que es como me gustó llamarle a la película que en nuestro
país no tiene título oficial, pero en España se tituló Robots asesinos y que, desde su re-estreno, se llama
oficialmente Chopping Mall.
Jim Wynorski, 1986
Existen dos versiones de esta cinta. La versión original
que se estrenó en cine y se distribuyó en video con una duración de 77 minutos,
y la versión para TV con 95 minutos de duración. La diferencia son escenas
extendidas ‒que le dan al traste al ritmo de la cinta‒ de los personajes de
Ferdy y Alison conversando y mirando televisión, y tomas aéreas de
establecimiento al exterior del centro comercial. La versión para TV nunca fue
lanzada a la venta en formato casero.
¡Ah, las películas de
videoclub tienen ese je ne sais quoi que
me fascina! Sus portadas sugerentes pintadas con aerógrafo, sus títulos
extraños prometiendo un nivel dudoso de calidad; sus creativos, aunque poco
logrados monstruos, sus malas actuaciones y sus muy agradecidos desnudos gratuitos.
Digo, porque claro que había muchas películas de gran presupuesto en los
videoclubes; pero había muchas más que o se filmaban específicamente para ese
“selecto” mercado o que se hacían famosas de renta en renta. Éste último es el
caso de Terror en el centro comercial.
Esta peli, producida por la compañía
independiente Concorde, propiedad el Zar de la Serie B, Roger Corman, cuenta la
historia del centro comercial Park Plaza Mall. El nuevo sistema de seguridad
del Park Plaza consiste en una flotilla de robots provistos de armamento de
alta tecnología que neutralizará a cualquier posible asaltante. La noche en que
son puestos en funcionamiento los robots, un grupo de empleados decide quedarse
después de la hora de cierre para armar una alocada fiesta. Por desgracia, un
rayo alcanza la computadora central que controla los robots, convirtiéndolos en
máquinas asesinas que identifican como amenaza a cualquiera que se les ponga
enfrente.
No hace falta mucho seso para darse cuenta
de la evidente influencia de la obra maestra de James Cameron, El exterminador (1984), en esta cinta.
Incluso la Final Girl, Alison (Kelli Maroney), tiene cierto parecido con Linda
Hamilton y está vestida de manera similar a como lo hacía el personaje de Sarah
Connor. Y quizá los Killbots no tengan el carisma de Arnold Schwarzenegger,
pero su diseño está padre y se ve muy de los 80. Me recuerdan a Número 5, el
robot de la película Corto circuito
(Badham, 1986), pero malvados… y en bajo presupuesto. Y ambas películas se estrenaron
el mismo año... interesante.
La película originalmente se llamó Killbots, pero le cambiaron el título
por el juego de palabras Chopping Mall
después de re-estrenarla debido a una pésima recepción en taquilla. De hecho,
en varias escenas, los personajes se refieren a los guardias de seguridad
robóticos con el término “Killbots”. Éstos fueron construidos y operados por
Robert Short, artista de efectos especiales que colaboró también en películas
como Viaje a las estrellas (Wise,
1979) y E.T. el extraterrestre
(Spielberg, 1982).
Los efectos especiales son muy buenos en
algunas escenas, como en la que le vuelan la cabeza a una chica con un disparo
de plasma; en otras son terribles, como la muerte del personaje de Barbara
Crampton dizque incinerado... ¡y se nota a leguas que es un doble!; o la muerte
del personaje de Dick Miller, el actor fetiche de Roger Corman a quien seguro
recuerdadn como el Sr. Futterman en Gremlins
(Dante, 1984), que es verdaderamente hilarante.
Y, hablando de Roger Corman, esta película
no tiene el mayor empacho en ser auto-referencial. En el restaurante de
hamburguesas en el que trabajan dos de los personajes, las paredes están
tapizadas con películas de Concorde, New Concorde y New World, compañías del
mencionado Corman ¿Vieron el poster de La
galaxia del terror (Clark, 1981)? Por si fuera poco, en una escena podemos
observar que los personajes ven por televisión otra película de Corman: El ataque de los cangrejos gigantes
(Corman, 1957). En otra escena, una de las víctimas de los Killbots trata de
detener a su agresor gritándole “¡Klaatu barada nicto!”, una obvia referencia a
El día en que paralizaron la Tierra
(Wise, 1951)... en la que Corman no tuvo nada que ver, pero como chiste local
está bueno.
Como puede advertirse pues, esta película
no se toma a sí misma demasiado en serio y creo que tampoco deberíamos hacerlo
nosotros. Digo, aunque uno de verdad lo intentara, es difícil tomarse en serio
una película en la que los robots disparan plasma acompañado por el cómico
efecto de sonido que se usara para los rayos de las naves invasoras en La guerra de los mundos (Haskin, 1953).
El efecto es tan hilarante que Tim Burton lo utilizó para las armas marcianas
en su comedia Marcianos al ataque
(1996).
Además, la cinta tiene elementos
abiertamente cómicos. Como el intro, que describe la frenética vida de la clase
media estadounidense de los 1980 en un centro comercial y que me pareció de
antología. Seamos justos, a pesar de su guión chafa, la película tiene un
cierto subtexto. Bueno, básicamente se piratea la crítica social de El amanecer de los muertos (Romero,
1979), sobre el consumismo y que no necesitas nada más si estás en un centro
comercial; pero aun así es efectiva... y un poco más light. Digo, creo que la
edad de oro de los centros comerciales puede ubicarse desde finales de los 70
hasta finales de los 90, por lo que la crítica parece acertada.
La mayor parte de la película fue filmada
en locación en el centro comercial Sherman Oaks Galleria, en el centro de Los
Ángeles. Algunas otras escenas fueron filmadas en estudio.
Si el guión es malito, las actuaciones no
son mucho mejores; pero al menos se dejan ver... o dan risa. Incluso la hermosa
Barbara Crampton está mejor en otras películas malitas como Herbert West, Re-Animador (Gordon, 1985)
o, la que a mi gusto fue la mejor actuación de su vida, El perfil del Diablo (AKA Re-Sonator,
Gordon, 1986)). ¡Ah! ¿Qué sería de las películas de videoclub sin las
escenas topless de Barbara Crampton?
Lo que sí es muy bueno es el soundtrack.
Compuesto por Chuck Ciriano en un estilo SynthPop que suena tan a película de
serie B de los 80, con ciertos guiños al tema de El exterminador. Increíblemente, este soundtrack en su forma de álbum
apenas fue lanzado a la venta como un LP en años recientes.
Así pues, si uno no está en ánimos de ver
una película densa; sino entretenida, Terror
en el centro comercial es una gran opción. Es divertida, entretenida,
alocada y algo ramplona; pero lo bueno de no prometer mucho es que no
decepciona a nadie. Además, por si uno empezara a aburrirse, hay un par de
desnudos casi interesantes. No es ninguna joya del Séptimo Arte, pero sin duda
es una cura infalible contra el aburrimiento; en especial si uno no es tan
quisquilloso como para que le moleste que en la escena de la tienda de mascotas,
a pesar de escucharse una barahúnda de animales, las jaulas están vacías.
PARA LA TRIVIA: Los Killbots fueron construidos en su mayoría con piezas reutilizadas de sillas de ruedas y bandas transportadoras. Debido a las restricciones de presupuesto, pocos efectos visuales fueron usados para los robots; casi todas las acciones que realizan fueron ejecutadas en vivo frente a cámara.