CARRERA
MORTAL EN EL AÑO 2000
Death
Race 2000
Paul Bartel, 1975
¿Se acuerdan de esos dibujos
animados de Los autos locos
(1968-1970)? En esta serie de Hana-Barbera, personajes como Pierre Nodoyuna,
Penélope Glamour y los Hermanos Macana (parecidos al Capitán Cavernícola)
competían en una carrera para ver quién era el piloto más loco del mundo. El
punto es que los autos de los competidores estaban completamente personalizados
de acuerdo con sus pilotos. Por supuesto, las trampas, los sabotajes y la violencia
fársica estaban a la orden del día.
Ahora, ¿qué pasaría si esta fórmula fuera
aplicada a una película de acción? Uno creería que la respuesta sería “Un
completo desastre”; pero si sabe hacerse, como en este caso, funciona
maravillosamente. Y ése es básicamente el planteamiento de Carrera mortal en el año 2000. Citando Padre de familia: “Es un futuro lleno de explosiones y desnudez
parcial”… esperen, de hecho, sí, esta película se parece mucho a la versión de Ana y el rey que montó Peter Griffin…
La trama, inspirada muy levemente por una
historia corta del cineasta y escritor Ib Melchior, cuenta que después del
Colapso Mundial en 1979, el mundo instauró un nuevo orden social en el que la
violencia, la crueldad y la barbarie no solamente son aceptadas por las leyes y
la gente; sino que son fomentadas por éstos y se han convertido en un
espectáculo televisado. Una vez al año en las Provincias Unidas de América se
lleva a cabo la Carrera Mortal, una competencia transcontinental en la que
feroces corredores recorren el país de lado a lado a bordo de automóviles
personalizados obteniendo puntos por asesinar transeúntes incautos. El corredor
favorito y campeón por cuatro años consecutivos es el frío Frankenstein (David
Carradine), un piloto enmascarado con prótesis biónicas en todo su cuerpo. Sin
embargo, en esta edición del año 2000, los competidores deberán preocuparse por
algo más que sus adversarios, pues un grupo subversivo, decidido a terminar de
una vez por todas con la Carrera Mortal, ha colocado trampas a lo largo de toda
la ruta.
Muchos teóricos opinan, y coincido con
ellos, que la década de los 70 fue la Época de Plata de Hollywood. Hubo una
enorme oferta de películas de todas las calidades y todos los géneros, incluyendo
las propuestas de los primeros cineastas graduados de escuelas de cine. Fue la
época en la que gente como Steven Spielberg, Francis Ford Coppola o George
Lucas filmaron los nuevos clásicos del cine estadounidense.
La oferta era muy variada. Así como hubo
nuevas grandes películas, el cine de explotación y la legalización del cine
pornográfico en el territorio estadounidense completaban el otro extremo.
Productores como Al Adamson (apodado el Rey de los Autocinemas), Samuel Z.
Arkoff ‒que solía hacer películas caras, pero malonas‒ y el ya por entonces
legendario Roger Corman, quien nos atañe especialmente ahora, prácticamente
troquelaban películas de calidad cuestionable para satisfacer la demanda de
entretenimiento barato de los autocinemas y los cines de segunda. A este
periodo pertenece Carrera Mortal.
A pesar de que Corman es hasta la fecha
reconocido por filmar con presupuestos ínfimos, en esta cinta se ve que
invirtieron una buena suma... y se ve más que aun esta cantidad era como la
décima parte de lo que realmente se necesitaba para hacer la película.
Lo que más destaca, por supuesto, son los
automóviles customizados de los diferentes competidores: la vaquera Calamity
Jane (Mary Woronov) a bordo de The Bull, el gladiador Nero the Hero (Martin
Kove) piloteando el Roman Lion, la neo-nazi Matilda The Hun (Roberta Collins) a
bordo del Buzz Bomb, Machine Gun Joe Viterbo (Sylvester Stallone) piloteando su
Machien Gun Cruiser y, el favorito de todos y campeón por tres años
consecutivos, Frankenstein (David Carradine) a bordo del Alligator. Uno no
puede ver la película sin dejar de admirar estos preciosos vehículos.
Se ven geniales y al final del día terminan
siendo personajes. Son tan kitsch... y se ve que sus creadores se pasaron un
buen rato agregando pedazos de madera y piezas de fibra de vidrio para que los
bólidos se vieran como la versión “madura” de los Autos Locos.
De hecho, casi todos los carros que
aparecen en la película fueron posteriormente vendidos a diversos museos del
automóvil por precios que fácilmente multiplicaban los costos de su
fabricación.
Y lo de “madura” no queda tan claro. El
afamado crítico de cine Robert Ebert le dio cero de cinco estrellas a esta
película en el momento de su estreno y señaló que uno de sus más grandes
defectos era que resultaba muy atractiva para los niños, siendo una película
para adultos. Hay montones de sangre ‒¿Por qué en las películas de los 70 la
sangre siempre se ve anaranjada?‒, incluyendo una escena de un cráneo aplastado
por un auto, sexo y otro montón de desnudos gratuitos. Pero la verdad es que
toda la película resulta bastante infantiloide.
Aun así es bastante divertida. Digo, si uno
está en ese humor, no puede sino disfrutar del espectáculo psicodélico y
surreal de caricaturescos automóviles atropellando gente y explotando en
grandes bolas de fuego al ritmo de música funk. Y ya no hablemos de la escena
en la que un tipo intenta torear a The Bull o aquélla del ala geriátrica del
hospital.
Originalmente, la película tendría un tono
mucho más serio, oscuro y hasta nihilista ‒¿No les encanta la Ciencia Ficción
de los 70?‒, más cercano a la saga del Planeta
de los simios. Sin embargo, después de leer su primer tratamiento de guión,
Corman se dio cuenta de que la película no funcionaría, así que encargó a
Robert Thom la escritura de un segundo tratamiento.
Por supuesto, las tramas de las pelis de Corman
no se destacaban precisamente por su originalidad, y en ésta podemos observar
una marcada similitud con Gladiador del
futuro (Rollerball, pa’ los
cuates, Jewison, 1975). Creo que es el “parecido” más grande de una película de
Corman con otra de éxito desde La mujer
avispa (Corman y Hill, 1959) y La
mosca (Numann, 1958).
También es interesante ver la “actuación”
de un jovencísimo Sylvester Stallone pre-Rocky en el papel de un grandilocuente
Machine Gun Joe que busca por todos los medios arrebatarle la corona a
Frankenstein, aun cuando esto lo lleve a enfrentarse con él a puño limpio.
A final de cuentas, se trata de una
película de explotación sin demasiada profundidad... lo que quizá está bien. Es
una comedia sexista, cruel y granguiñolesca que resulta muy divertida si uno
está en el ánimo de apagar el cerebro por u rato y simplemente divertirse.
Además, se trata de un producto muy marcado por su época que manifestará la
preocupación de los estadounidenses por las crisis del petróleo de los 70. Este
discurso generaría al final de la década a Mad
Max (Miller, 1979), de la cual Carrera
mortal… es un claro antecedente.
Como tal, a pesar de ser vapuleada por la
crítica y que nunca trascendió el estatus de entretenimiento barato, Carrera
mortal en el año 2000 se ganó un lugar como película de culto, además de
influir en la ya mencionada Mad Max y
en el videojuego Carmaggedon (Square
Enix, 1997), además de generar un remake protagonizado por Jason Statham
(Anderson, 2008), mismo que tuvo dos secuelas a su vez: Death Race 2 (Reiné, 1010) y Death
Race: Inferno (Reiné, 2013). Para este año, se ha anunciado la producción
de un segundo remake/reboot conocido como Death Race 2050 que contaría con la
participación de Malcolm McDowell.
PARA
LA TRIVIA: El papel de Frankenstein fue ofrecido originalmente a
Peter Fonda, quien lo rechazó por considerar la película demasiado ridícula.
Carradine aceptó el rol pues acababa de terminar de hacer la serie de TV Kung Fu (1972-1975) y quería deshacerse
de la imagen de muchacho bueno y sereno que le había dado la misma.