TERROR
PROFUNDO
Deep
Rising
Stepehn Sommers, 1998
¿Qué tienen las películas
malas que las vuelve tan encantadoras? Bueno, no a todas. Hay muchas que son
apenas soportables y algunas, ni siquiera eso. Cuando una película es muy mala,
pero al menos logra arrancarle a uno por lo menos una carcajada, entonces creo
que merece que se le reconozca cierto mérito. Y esta película sí que me hizo
reír en algunos momentos, por eso fue que decidí hablar sobre ella a pesar de
que originalmente pensé obviarla.
La trama va sobre un grupo de mercenarios,
liderados por Hanover (Wes Studi, a quien quizá recuerden como Sagat en la
infame película de Street Fighter [de
Souza, 1994]… ¡Bah! Seguro no), que se encuentra en una misión en el Oceáno
Pacífico para secuestrar el lujoso crucero Argonautica ‒¡Chale! ¡Hasta el
nombre del barco es malo! ‒. El comando secuestra al capitán del barco que
alquilaron para interceptar el crucero, el cínico John Finnegan (Treat
Williams, quien ha hecho toda una carrera de películas espantosas; pero lo
recordamos particularmente como villano en El Fantasma [Wincer, 1996]), y su mecánico, Joey Pantucci (Kevin J. O’Connor
en uno de los personajes más odiosos que puedo recordar en una película). Sin
embargo, al subir a bordo del inmenso crucero, los secuestradores encuentran un
barco fantasma lleno de sangre, pero sin un alma a bordo. ¿Cuál fue el terrible
destino de la tripulación y los pasajeros del Argonautica?... Bueno, ya, la voy
a espoilear, al fin que salen en el tráiler: se los comieron unos moluscos
gigantes carnívoros parecidos a gusanos.
Me pasó algo muy curioso con esta película.
La primera vez que la vi debe haber sido poco después de que se estrenó y
seguro que fue en un camión. También estoy bastante seguro de haber visto el
episodio de La magia del cine (1994-1997)
en el que hablaban de ella. Y la cosa es que durante mucho tiempo creí que solo
había visto la primera mitad de esta cinta; pero ahora que volví a verla, esta
vez poniéndole atención para poder escribir este artículo, me di cuenta de que
no, de que sí la vi completa desde la primera vez sólo que había olvidado más
de la mitad. Así de sustanciosa es.
Al comando de mercenarios se unen el dueño
del crucero, el empresario ambicioso Simon Canton (Anthony Heald, a quien
seguro no recuerdan por sus papeles secundarios en películas como El silencio de los inocentes [Demme,
1991], El cliente [Schummacher, 1994],
Tiempo de matar [Schummacher, 1996], X-Men 3 [Ratner, 2006] y episodios de Los expedientes X y La Ley y el Orden) y la ladrona de alto perfil Trillian St.James
(la guapa holandesa Famke Jansen, a quien quizá recuerden como Jean Grey en la
trilogía original de X-Men)... sólo
por si no hubiera suficientes clichés ya en la película. Creo que sólo les
faltaron el Profesor y Mary Ann.
Lo que es sorprendente es que de tantos
personajes que aparecen en pantalla… ¡Ninguno funcione! De verdad, no sé quién
da más ternura, si Treat Williams tratando de hacerla de pastiche de Han Solo o
Kevin O’Connor tratando de ser gracioso y fracasando en cada intento, de forma
más miserable cada vez. Pero quizá estoy siendo demasiado duro con ellos, la
verdad es que el chiste sobre La chica de
Ipanema sí es gracioso… y los reto a que se saquen esa canción de la cabeza
una vez que haya terminado la película.
Por lo general, como ya hemos analizado
antes, en una película metes por lo menos uno o dos actores buenos en papeles
secundarios para que soporten la carga dramática de todo el numerito. Por eso
se les llama “actores de soporte”. El problema viene cuando, como en el caso de
Terror profundo, ninguno de tus
actores es bueno. Digo, la función de actor de soporte debería desempeñarla
Heald y sí tiene un par de secuencias brillantes, pero la verdad es que durante la mayor parte de la película echa
la flojera. Por lo menos en Alerta en lo
profundo (Harlin, 1999) tenían a Samuel L. Jackson... lo matan casi al
principio, pero ahí estaba. Por desgracia, en esta película tenemos sólo un
montón de actores malos, y uno bueno que tiene que pagar la renta, que no
tienen la más mínima química entre ellos haciendo pocos esfuerzos por salvar un
montón de personajes mal escritos.
Y hablando de cosas mal escritas ¿Qué onda
con el guión? No sólo tiene más huecos que el sillón donde se dormía mi gato;
sino que ¿lo escribieron en el Reino Unido? La película es una co-producción
Estados Unidos-Canadá... ¿y a nadie le apreció extraño que ningún personaje en
ningún momento diga “fuck!”, pero que se la pasen diciendo “Bloody Hell!”? Y si
tuvieran por lo menos un actor británico en el reparto, supongo que funcionaría
¡Pero todos son estadounidenses ‒menos Jansen, claro‒!
Bueno, pero todas estas minucias se
perdonan cuando se trata de una película de monstruos porque, bueno, pues
porque lo importante son los monstruos. Y los monstruos de esta película se
ven... terribles... ¿Qué rayos es eso? Son los peores monstruos que he visto en
una cinta desde la insufrible Anaconda
(Llosa, 1997)... que salió el año anterior ¿Qué rayos les pasa, gente? Y no me
digan que los efectos especiales eran buenos para la época, porque en ese
entonces ya existían Parque Jurásico
(Spielberg, 1993) e Invasión (Verhoeven,
1997).
¿Quién hizo los monstruos digitales para
esta madre?... ¿Qué? ¡Industrial Light & Magic! O sea, la misma compañía
que hizo los efectos de Parque Jurásico
y Terminator 2: El Juicio Final (Cameron,
1991) hizo esta madre... ¿Qué pasó ahí? Viendo que fue la misma compañía que
hizo las animaciones digitales para la mediocre Spawn (Dippé, 1997), comencé a desarrollar una hipótesis. Creo que
Industrial Light & Magic estaba dividido en varios estudios, y algunos de
ellos se abocaban a los proyectos de alto presupuesto y otros a los de menos
perfil. Quizá con los proyectos menores probaban nuevas técnicas y tecnologías antes
de aplicarlas a las películas más robustas.
Lo que sí se ve bien son los efectos de
maquillaje, realizados por Rob Bottin, el mismo artista que se encargó de los
asquerosos maquillajes ‒lo digo como un cumplido‒ de RoboCop, el defensor del futuro (Verhoeven, 1987) y el remake de La cosa de otro mundo (Carpenter, 1982).
Lástima que en realidad sus tiempos en pantalla sean más bien breves. La escena
del tipo a medio digerir es muy buena y creo que es una combinación más o menos
afortunada de efectos de maquillaje y CGI.
A final de cuentas, esta película es un
poco como un accidente en la carretera: Uno sabe que es un desastre, que no
debe verlo porque será horrible... ¡Pero no puede quitarle los ojos de encima! Parece
una mezcla de Alien, el octavo pasajero
(Scott, 1979) con La aventura del
Poseidón (Neame, 1972), aunque por supuesto, en ningún momento llega
siquiera a rozar la genialidad de ninguna de ambas. No es insoportable, pero
tampoco es buena. Es hilarante sin querer y quizá dure unos quince minutos más
de lo que debería ‒bueno, no; siendo honesto, le sobra fácilmente media hora‒;
pero para un domingo de flojera no está mal y si uno está en un plan poco
exigente, incluso puede llegar a disfrutarla. El final es absolutamente
predecible, pero no por eso menos divertido.
PARA
LA TRIVIA: Originalmente, el papel de John Finnegan fue ofrecido a Harrison Ford,
quien lo rechazó luego de varias negociaciones ‒de hecho, se nota que el
personaje fue escrito para él, pues hace varias referencias a Star Wars‒. Una vez que Ford estuvo
fuera del proyecto, los productores pensaron que no valía la pena gastar un
gran presupuesto en la cinta si no iba a tener a una estrella reconocible en el
papel protagónico, así que lo redujeron drásticamente.
Aun espero la segunda parte la uno es buenisima agradeceria poder ver lo que pasa en la isla
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