Más
allá del Re-Animador
Beyond
Re-Animator
La traducción del título es
mía, pues oficialmente esta cinta no tiene título en nuestro país (En Argentina
salió directamente a video simplemente con el título Re-Animator 3). Es un
tanto irónico que aunque la película fue producida y filmada enteramente en
España, incluso allá su título oficial sea Beyond re-Animator.
Brian Yuzna, 2003
¿Por qué pasaron casi quince
años entre la segunda y tercera partes de la trilogía de El re-Animador? Quizá
sea porque en la segunda entrega ya parecía que se les estaban acabando las
ideas. Sea como fuere, durante la década pasada Yuzna logró levantar varios
proyectos producidos en la Madre Patria —siendo el mejor de ellos, en mi
opinión, Dagón: la secta del mar (Gordon, 2001), debería hablar sobre ella próximamente—. La tercera parte de la
saga retoma conceptos de las películas anteriores, pero también explora nuevas
direcciones; si su travesía es venturosa queda un poco en duda, pero por lo menos se aprecia y se agradece la
intención de innovar.
En esta cinta el joven Dr. Howard Phillips
(Tommy Dean Mussett, quien guarda un enorme parecido con Topher Grace) pide
hacer su residencia en la prisión de Arkham ¿La razón? Años antes vio morir a
su hermana a manos de un cadáver reanimado por el Dr. Herbert West (Jeffrey
Combs en el papel que nació para interpretar) —quien por segunda ocasión, sin
explicaciones de por medio, sobrevivió al final de la película anterior—, quien
se encuentra recluido en dicha cárcel. Phillips en su ingenuidad cree que puede
aprender los secretos de West y para ayudar a la gente. El Re-Animador toma al
joven médico bajo su tutela y lo utiliza para que lo ayude con sus
experimentos, que en esta ocasión involucran la reanimación de cadáveres y la
transferencia de una sustancia descubierta por West llamada nanoplasma, que
evita que los cuerpos reanimados se pongan locos. Sin embargo, hay un elemento
con el que West no contaba: la sexy reportera Laura Olney (la deslumbrante Elsa
Pataky) y cuya relación romántica con Phillips podría poner en peligro no sólo
los experimentos, sino a toda la Prisión de Arkham.
Si bien la segunda parte se sentía ya un
poco gastada, esta tercera entrega es refrescante aunque no tan potente... como
la Coca Light. Como que algo se pierde en la traslación y, aunque la historia
se cuenta bien y la película es divertida, como que algo le falta, como que es
difícil aceptarla por completo como una cinta de Re-Animator. Quizá sea el
hecho de que aunque haya montones de sangre, desnudos —no se emocionen, a la
Pataky sólo la vemos topless de perfil— y una escena con un pene cercenado y reanimado,
la peli se siente más fresa; o quizá sea el hecho de que, al no poder llegar a
la perfección tonal de la primera parte, deciden cambiarle por completo el tono
y en el tercer acto se vuelve más épica.
En sí, también es en gran medida una película
de cárcel con muchos de los elementos característicos —y clichesosos— del cine
de este subgénero: El reo fanático religioso, el que es más junkie adentro que
cuando estaba afuera (interpretado hábilmente por el genial Santiago Segura),
al latino desgraciado pero con corazón de pollo, el alcaide ebrio de poder, la
fraternidad entre presos, etcétera, etcétera.
En general, esta película le baja un poco
al tono de comedia manejado en las anteriores y de repente como que se quiere
volver seria, se da cuenta de que no lo logra y vuelve entonces a la guasa. Y
lo del humano con mente de rata igual es divertido y sirve bien como preámbulo
para presentar a la Pataky con mente de dictador, pero en general creo que
termina por no ser convincente.
Se agradece que los realizadores hayan
tratado de mantener al mínimo el uso del CGI y la gran mayoría de las escenas
en las que lo usan resulta eficiente. Pienso particularmente en las piernas
elongadas del alcaide-rata o la cabeza cercenada de la reportera al final de la
película. El único que sí me queda a deber es el torso ambulante de Cabrera
(Enrique Arce).
Así pues, Más allá del Re-Animador es
divertida y lo mantiene a uno entretenido durante su hora con cuarenta minutos
de duración (es la más larga de las tres películas); pero, con ella más que con
la segunda parte, uno al final se queda con esa sensación de que acaba de ver
algo completamente innecesario. Ironías de la vida, esta es la única película
de la trilogía en la que Herbert West explícitamente escapa al final.
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