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lunes, 9 de noviembre de 2015

LA CUMBRE ESCARLATA. Un "penny dreadful" con elementos de romance gótico.


LA CUMBRE ESCARLATA
Crimson Peak

Guillermo Del Toro, 2015

Algo que me agrada de las películas de Guillermo Del Toro es que no sólo cada una de ellas cuenta una historia; sino que, en su conjunto, todas cuentan una historia más grande: La de Guillermo Del Toro, el cineasta; sus motivos recurrentes, sus obsesiones, sus temas, pero, sobre todo, una propuesta sobre el cine y una autorreflexión sobre esa propuesta que lo lleva a la evolución.
    Desde su primer largometraje, Cronos (1993), Del Toro dejó muy en claro su propuesta dentro del subgénero que a mí me gusta llamar Dark Fantasy[1]: Hay elementos sobrenaturales, la prolongación de la vida o la vida después de la misma, madrigueras subterráneas, insectos, mecanismos de relojería, anaqueles de madera atestados de antigüedades,  cortinas vaporosas, gente lastimándose el cachete izquierdo y un uso recurrente de claroscuros y tonos dorados que recuerdan al Barroco novohispano.


    Así, La cumbre escarlata se convierte en una especie de encore donde el autor toma sus elementos favoritos y los utiliza para crear una obra compleja que tiene en la sutilidad su mayor fortaleza. Y, aunque Del Toro se regodea jugando con sus elementos favoritos en pantalla, los pone siempre al servicio de la narrativa y no al revés.
    La película cuenta la historia de Edith Cushing (Mia Wasikowska), la joven y educada hija del empresario Carter Cushing (Jin Beaver), quien trabaja como secretaria en el despacho de su padre y pretende sobresalir como escritora en EE.UU. Cierto día, un aristócrata británico venido a menos, el baronet Thomas Sharpe (Tom “Loki” Hiddlestone) y su hermana Lucille (Jessica Chastain), llegan a la ciudad tratando de reunir fondos para construir una máquina que permita la extracción más eficiente de la arcilla roja de las minas bajo su propiedad, conocida como Crimson Peak (literalmente, Pico Carmesí; pero me imagino que Cumbre Escarlata les pareció más comercial). Tras su fracaso para conseguir la inversión de Cushing, Sharpe seduce a Edith, casándose con ella tras el misterioso asesinato del empresario. Sharpe regresa a la Cumbre en compañía de su ahora esposa y se reúne con su hermana para poner en marcha su proyecto. Sin embargo, Edith comienza a sufrir malestares y a encontrar horribles apariciones espectrales por toda la dilapidada mansión. ¿A quién pertenecen estos fantasmas? Pero sobre todo, ¿están tratando de advertirle a Edith sobre algo?


    Algo que siempre me ha gustado del cine del tapatío es que es muy honesto. Excepto por dos películas —Mimic (1997), porque le robaron la dirección y Titanes del Pacífico (2013) que no fue un proyecto generado por él desde su origen—, en general creo que el director se deja de estupideces o de pretensiones y presenta sus películas como son, como él quiere hacerlas, y deja muy claro que su principal motivación para hacer películas es que le gusta hacer malditas películas.
    Esto se aplica perfectamente en el caso de La cumbre... pues, si bien en general es un thriller sobrenatural, no pierde tiempo con los clichés propios del whodunit. La película es perfectamente predecible, y prácticamente desde que termina el primer acto uno sabe quién es quién y en qué va a acabar. Por eso, la cinta misma sabe que ése no es su fuerte y se deleita en una fotografía preciosista que crea atmósferas y logra que las texturas cobren vida, casi como los espíritus que penan en la casa de Crimson Peak.


    Del mismo modo, trata de poner mayor atención en el cómo que en el qué, en el sentido de que, si bien va develando el misterio, se preocupa más por tener una narrativa fluida y rica construida a través de un buen guión e imágenes poderosas, que por llegar a descubrir al culpable del crimen.
    Otro elemento que me gustó bastante de esta cinta es la utilización que hace de los fantasmas. Al igual que en El espinazo del Diablo (2001), Del Toro presenta a los espectros como entidades neutras que, aunque tienen un aspecto aterrador —por favor, aplausos para quien diseñó a estos fantasmas, el nivel de detalle en ellos es asombroso—, son tan capaces de hacer el bien como el mal y, en general, son sólo almas torturadas que buscan una oportunidad de ser escuchadas.


    Y ya que hablamos del diseño, quedé gratamente impresionado con el diseño de arte de la película. Los sets, los vestuarios, la utilería, tanto aquéllos que pretendían la recreación histórica como los que son un tanto más libres, son impresionantes y se nota que Dan Laustsen (también responsable por la fotografía de la genial Pacto con lobos [Gans, 2000], nótese la ausencia de Memo Navarro) hizo sus delicias tratando de capturar sus detalles en HD.[2]
    Las actuaciones son bastante buenas y todos los actores tienen química en pantalla. La Wasikowska llama la atención con su particular físico —me recuerda a la princesa Nuala (Anna Walton) en Hellboy II: El Ejército Dorado (2008), solo que Mia Wasikowska se ve así sin necesidad del maquillaje— y su actuación que realmente logra despertar la simpatía de uno y consigue interesarnos en lo que va a pasarle... qué bueno, finalmente ella es la heroína del melodrama.


    A propósito de la cual, una de las sutilezas de la película viene en forma de una autoparodia. El editor de Edith rechaza su manuscrito por considerarlo una historia de fantasmas y le sugiere que mejor escriba una novela de amor o que inserte una historia de amor en su texto aunque no haya justificación para ello. Edith trata de argumentar que no es una historia de fantasmas, sino una historia con un fantasma en ella. Del mismo modo, La Cumbre… no es una película de fantasmas, sino una película con fantasmas y tiene una muy breve historia de amor, aunque no hay realmente una justificación para ella.
    La Cumbre escarlata no es innovadora a nivel argumental en ningún momento, ni propone nada nuevo en cuanto al desarrollo de personajes y quien busque esto en la cinta merecerá la subsecuente decepción. En cambio, para los que buscábamos ver a Del Toro regresar a un cine más autoral y más en su línea después de lo que fue Titanes del Pacífico y disfrutamos que nos cuenten bellamente una historia que ya conocemos, nos sentiremos por demás complacidos.



PARA LA TRIVIA: La mansión de Crimson Peak fue construida en su totalidad como un set único, y cada pieza del mobiliario y la ambientación fue diseñada y manufacturada específicamente para esta cinta, nada se recicló de producciones anteriores. Del Toro asegura que es el set más increíble en el que ha trabajado hasta ahora. Por desgracia, tuvo que ser demolido después de terminar la filmación pues ocupaba demasiado espacio en el estudio.






[1] Películas del género de Fantasía que se nutren de elementos del cine de terror. Como ejemplos me gusta citar Laberinto (Henson, 1986), En compañía de lobos (Jordan, 1984) o Coraline y la puerta secreta (Sellick, 2009).
[2] Me pregunto si esta abundancia de películas de época, particularmente las ambientadas en las eras victoriana y eduardiana, que estamos viviendo será un producto de la influencia de la serie de TV Downton Abbey.


5 comentarios:

  1. Pues sí, la dirección de arte estuvo excelente; sin embargo el argumento estuvo flojo, no hubo nudo, no hubo clímax. Me recordó tanto a El espinazo del diablo, que podría pensar que esta película es una adaptación o suerte de copia. Como cuando uno solía reciclar los trabajos de una materia para otra materia en la facultad. Es como tratar de contar una historia tipo El espinazo del diablo para público anglosajón.
    Película aguada, predecible. Mala.

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    1. Es lo que digo: Su fuerte no está en el argumento, sino en la narrativa.

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    2. Pero la narrativa tampoco está bien lograda. Es una historia muy mal contada.

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  2. Esta muy bien realizada pero el guión no me parecio muy original

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