IRON MAN: EL HOMBRE DE HIERRO
Iron Man
Jon Favreau, 2008
Desde el inicio de la década pasada, Marvel Comics descubrió el secreto del éxito: Hacer películas de superhéroes bien hechas (¿Alguien recuerda alguna anterior a El Hombre-araña [Raimi, 2002] además de las Batman de Tim Burton?); con actores de primer nivel, efectos especiales de altísima tecnología, un diseño de producción de proporciones bíblicas y una campaña mercadotécnica aprendida de George Lucas.
Marvel se enfrentó, además, a la tarea de actualizar los orígenes de sus personajes, la mayoría de ellos creados en los 60’s por Stan Lee y Jack Kirby, respetando lo más posible sus historias originales. Algunas películas, como Daredevil: El hombre sin miedo (Johnson, 2003) y El vengador fantasma (Johnson, 2007) se cuentan entre los casos lamentables, pero Iron Man fue un ejercicio exitoso de adaptación.
El multimillonario fabricante de armas, Tony Stark, es secuestrado en una zona de combate en Afganistán y mantenido vivo a duras penas, luego de que un misil explotara cerca de él, mediante un electroimán que evita que las partículas de metralla en su cuerpo lleguen a su corazón. Stark, ducho como él solo en la ingeniería, modifica el electroimán para convertirlo en la fuente de poder de una armadura que lo ayuda a escapar. Ya de regreso en EE.UU., Stark mejora su diseño de la armadura y la utiliza para combatir el terrorismo.
Una vez que uno ha leído la sinopsis anterior, es difícil no notar los elementos que hicieron de este melodrama patriótico un éxito en los Estados Unidos. Sin embargo, por supuesto que está imbuido por ese espíritu de universalidad propio de los superhéroes que los vuelve ciudadanos del mundo, y que logró que los cómics de Capitán América se leyeran en la Unión Soviética.
Y es que, en el fondo, Iron Man es una historia sobre la responsabilidad y la toma de conciencia; sobre el darse cuenta de que los actos de uno afectan a muchas personas, etc. Realmente el encanto de la peli es ver a Robert Downey Jr. Interpretando el papel de un multimillonario cínico y ególatra… que además quiere salvar al mundo. Lo interesante es que el quid del asunto reside precisamente en que Tony Stark se da cuenta de que primero debe salvar al mundo de él mismo.
Hablando del elenco y la actuación, creo que es necesario mencionar que un servidor considera precisamente este rubro como la columna vertebral de la cinta. Robert Downey Jr., como lo mencioné arriba, interpreta a Tony Stark quien, de hecho, parece compartir mucho de su carácter con Downey Jr.; Gwyneth Paltrow interpreta a una Pepper Potts que luce por su sagacidad y belleza (humildemente, creo que desde Grandes esperanzas [Cuarón, 1998] que la Paltrow no se veía tan bien en pantalla) y el ordinariamente extraordinario Jeff Bridges interpreta a Obadiah Stane, un agresivo y ambicioso ejecutivo empresarial mano derecha de Stark.
Los efectos especiales francamente no son nada impresionante, quiero decir, nada impresionante para 2008; pero son bastante cumplidores y están utilizados con mesura (para una película del género). Resalta sobre todo el hecho de que la transición entre el Iron Man digital y el físico es prácticamente imperceptible. Por otro lado, las escenas en las que Tony Stark es investido automáticamente por una serie de robots, al estilo de una línea de ensamblaje automotriz, se ven bastante falsas ya en el DVD, más aún en Blu-Ray.
Otro gran acierto de la película es su ritmo. Dirección y edición se conjugan en un montaje de acción sustanciosa y emocionante que no decae ni un solo minuto durante las dos horas de duración de la cinta. La única escena que me decepcionó un poco fue la batalla final, pero eso quizá tiene que ver con mis referentes, pues me pareció una copia descarada del enfrentamiento final de Robocop 2 (Kershner 1990).
No es la película que va a cambiar tu vida, ni la que cambiará el cine de superhéroes para siempre. Es simplemente un producto bien manufacturado destinado al mercado del entretenimiento palomero, una correcta adaptación del material original que dejará satisfechos tantos a los fanáticos más acérrimos como a aquellos espectadores que jamás hayan oído hablar del personaje (que debe ser una minoría, francamente).
En el siglo XXI, los comics no son sólo para pubertos y adultos inmaduros, son una industria de miles de millones de dólares que ha sabido sacar del paso a la anquilosada y oxidada creatividad hollywoodense.
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