DJANGO SIN CADENAS
Django Unchained
Quentin Tarantino, 2012
Después de que me declaré detractor de Tarantino tras haber visto la infumable A prueba de muerte (2007), me reconcilio con su cine luego de ver Django sin cadenas. En esta cinta veo una obra mucho más madura, menos pretenciosa y alejada de trucos y artificios formales... bueno, digamos que hay un poco menos que en otras pelis de Tarantino. Aunque retoma el nombre del héroe de las películas de los 60’s, este Django es otro personaje completamente diferente y no tiene nada que ver con el original.
A mediados del siglo XIX en Estados Unidos de América, el esclavo Django (Jamie Foxx) es comprado y liberado por el exdentista convertido en cazarrecompensas King Schultz (Christoph Waltz). El Dr. Schultz entrena a Django como aprendiz de su oficio y rápidamente lo convierte en su socio. Ahora que el esclavo liberado es un hombre libre y entrenado para matar, buscará ajustar cuentas con el terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio) quien mantiene a su esposa como esclava en su plantación de algodón.
Como básicamente todas las películas de Tarantino (quizá excluyendo Perros de Reserva [1992]) esta obra se mueve cómodamente entre una película de acción y una parodia, entre una farsa y un epítome del género al que satiriza.
En este caso en particular, Django siempre se anunció como la incursión de su director en el género del western. La verdad es que el producto final es una parodia del spaghetti western(películas de vaqueros producidas y filmadas en italiana pero que se hacían pasar por estadounidenses para atraer al público) mezclado con el cine de blaxploitaion (subgénero de la década de los 70 en el que todos los protagonistas son negros, esto para atraer al público de dicha raza) con muchos elementos característicos tarantinescos: Violencia gratuita, chistes de mal gusto, baños de sangre al por mayor, diálogos referenciales, señalamientos a los clichés del género y un guión escrito con saña.
En este caso, a diferencia de otros proyectos, la narrativa es súper convencional, si acaso aderezada por algunos flashbacks. El director deja de lado los guiones burdos de estructuras complejas y cortes duros para entregar una epopeya que se narra de principio a fin, y que si en su mayor parte es una comedia de acción también incluye elementos del cine de suspenso y del Splaterstick (comedias de pastelazo [slapstick] mezcladas con cine splatter).
Las actuaciones son expresionistas y grandilocuentes y apenas dan cabida a algún momento de sobriedad y mesura. Destaca nuevamente el trabajo de Christoph Waltz, quien de hecho ganó el Oscar a Mejor Actor de reparto con la pasada producción de Tarantino Bastardos sin gloria (2009), y que en esta obra encarna al dentidta/cazarrecompensas, creando un personaje simplemente encantador. Se trata de un típico “pez fuera del agua”: un médico alemán que habla con acento británico, poseedor de un humor mordaz y concreto y que por momentos recuerda al gran Peter Sellers.
El Django creado por Foxx, por su parte, es a la vez sátira y héroe con un pie en el arquetipo y el otro en el estereotipo. Este Django (rebautizado en México por el común de la gente, de manera incomprensible para mí, como “Diyango”) es un personaje complejo que emprende un viaje interno de víctima a victimario y que empieza siendo una especie de versión tarantinesca de Hucleberry Finn para terminar siendo una versión tarantinesca de Sabata. Entre las múltiples referencias de la cinta, hay una escena en la que el Django de Denzel Washington habla con un caballero italiano, interpretado por Franco Nero, quien fue el Django original.
Finalmente, quien se ve que se divierte a sus anchas interpretando a su personaje es el comúnmente genial Leonardo DiCaprio. Calvin Candie es ese villano que nos encanta odiar y, a pesar de que la película sigue todas las estructuras de un melodrama convencional, el personaje resulta más complicado e interesante precisamente por su simpleza. Candie es un malvado que no se sabe malvado, pues en su esquema del mundo él está actuando correctamente. Este villano representa, básicamente, la confrontación del pensamiento burgués decimonónico promedio con el pensamiento del hombre contemporáneo.
Como parte de su sello característico, Tarantino busca una musicalización ecléctica para su cinta, aunque en este caso me parece más heterogénea que en sus obras anteriores. Partituras originales del maestro Ennio Morricone conviven armónicamente con el rap más estrafalario lo mismo que con Bob Marley. Todo el soundtrack da una sensación de retro y de kitsch que le van como anillo al dedo a las imágenes en la pantalla.
Ésta es una buena película a menos que a uno de verdad no le guste el cine de Tarantino. Yo me la pasé riéndome durante las casi tres horas que dura. Sólo me surge una inquietud después de haber analizado mi experiencia durante el visionado de una película: ¿Qué tanto mérito tiene en realidad el que, con pretexto de satirizarlos, se copien casi al carbón los elementos ya probados que hicieron a un género cinematográfico exitoso?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario