EL MANIFIESTO DEL CINÉFILO INCURABLE
¡Ah, qué bonito es
entablar discusiones ociosas en grupos de Facebook! Sí, fue puro sarcasmo. El
problema es que sí tiendo a engancharme en ese tipo de cosas. Es algo que tengo
que dejar de hacer, francamente me avergüenza y a veces hasta termino cayéndome
mal yo mismo.
Al menos, en las últimas discusiones sobre
películas que me gustaban y las que no, y las que me parecían buenas o malas
pude poner en crisis mis propias creencias sobre el cine. Del mismo modo,
cuando publiqué mis críticas de la serie Scream,
un amigo mío ‒quien sucede que fue mi profesor, por cierto‒ me decía que
debería intentar hablar de los clásicos de Hollywood para las nuevas
generaciones, que los elementos característicos de esas películas seguían
vigentes en nuestra época. Aunque sus argumentos fueron convincentes, no hallé
la forma de decirle que Scream
(Craven, 1996) es un clásico de mi generación.
Así que, finalmente, decidí darle forma a
un montón de notas sueltas e ideas que he tenido desde que comencé con este
blog y que más o menos explican mi forma de ver el llamado Séptimo Arte. Nunca
estudié Cine propiamente, pero sí llevé materias de Dirección de Cine en la
Facultad y he leído una copiosa cantidad de textos sobre el tema, lo que me ha
ayudado a formarme un criterio.
Como resultado, aquí presento mis
comentarios sobre once puntos específicos de la apreciación cinematográfica
como la he vivido.
1.- QUE ALGO ME GUSTE NO QUIERE DECIR QUE SEA BUENO… Y
VICEVERSA.
Creo que éste es el
punto que más conflicto me ha generado con mis lectores. Y es que el que una
película me guste no quiere decir necesariamente que sea buena, del mismo modo
que el que una cinta sea buena no significa que me guste. Es decir, entiendo
que hay producciones de Roger Corman, por ejemplo, que son difícilmente
soportables; pero eso no significa que me parezcan exentas de todo encanto.
A veces son estas producciones
manufacturadas con poco cuidado las que me resultan más divertidas y las veo
con fruición. Pero estoy perfectamente al tanto de su pobre calidad, ya sea en
la producción o en la parte dramática. O en todas. Y también estoy muy al tanto
de que mi disfrute se debe a una cuestión de gusto personal y no a una cualidad
inherente a la película. Así me hice fan de Mario Almada.
De modo completamente opuesto, también hay
películas que sé que son buenas; pero que no por ello me gustan. Sé que Woody
Allen es genial... pero pocas de sus cintas han llegado a engancharme. Sé que Lo que el viento se llevó (Fleming,
1939) y Doctor Zhivago (Lean, 1965)
son epopeyas no sólo por su contenido o temática; sino que sus producciones
fueron verdaderamente épicas, por no mencionar que son prácticamente impecables
a nivel dramático y técnico... pero ya invertí cuatro horas en una y tres y
media con la otra, y francamente no creo volverlo a hacer. Con Cleopatra (Mankiewicz, 1963) sí, la
verdad ésa sí me gustó mucho.
Y quizá quepa hacer una aclaración sobre mi
sistema para calificar las películas: El valor máximo posible de la
calificación es 10 y el menor, 0. De tal suerte, podríamos hacer la
equivalencia de que las películas que van de 0 a 4 son de pésimas a malas, las
que alcanzan entre 5 y 7 serían consideradas de mediocres a regulares, y
aquéllas que alcanzan entre 8 y 10 serían de buenas a excelentes.
2.- ¿SOBRE QUÉ ESCRIBIR?
Creo que ya había
tocado un poco este punto en el artículo en el que describo mi proceso para
escribir una crítica; pero me gustaría retomarlo. Sobre todo, porque suelo ver muchas
más películas que aquéllas sobre las que escribo en mi blog. Así que ¿Cómo
escojo las películas de las que voy a hablar?
Siempre trato de comentar películas que me
parecen interesantes. Prefiero aquéllas que considero muy buenas o muy malas.
En general, las películas que son simplemente “buenas” o “regulares”
difícilmente llaman mi atención. Y sí, como habrán podido notar en algunos de
mis artículos de películas que aún se encuentran en cartelera, en más de una
ocasión me he visto en la situación de tener que escribir sobre una película
que no despertó mi interés del todo; pero trato de hacerlo ameno.
Cuando se trata de una película que ya he
visto y que creo que merece la pena retomar, la veo durante un par de sesiones
tomando notas… y fumando, dicen que uno de los beneficios de la nicotina es que
acelera la sinapsis -el efecto secundario es que te mata, "Quid pro quo, Clarice"-.
Cuando es una película que vi en el cine,
trato de escribir de corrido mis impresiones sobre ella la noche después de que
la vi. Por lo general, la principal receptora de mis impresiones inmediatas
sobre una película es mi novia, que es la que suele ir conmigo al cine. Ha
habido veces que apenas si cruzamos un par de comentarios luego de salir del
cine. Ahí sabemos que tenemos una película mediocre y anodina.
También medio he evitado hablar de los
grandes clásicos porque me parecería odioso escribir un artículo en el tono de
“El Padrino (Coppola, 1972) es la
película perfecta” o alguna mamada hípster como “El resplandor (Kubrick, 1980) está sobrevalorada”. Me gustan mucho Casablanca (Curtis, 1942), Ciudadano Kane (Welles, 1941), ¿Qué le pasó a Baby Jane? (Aldrich,
1962), El Mago de Oz (Fleming, 1939) o
la Trilogía del Dólar (Leone
1964-1966)… pero tanto se ha dicho sobre ellas, tantos libros y tesis se han
escrito al respecto que francamente temo que mi aportación sea insustancial.
Tampoco quisiera hacer un artículo repitiendo lo que otros tantos han dicho ya.
De tal suerte, creo que escribiré mis críticas de los Grandes Clásicos -así,
con mayúsculas- cuando haya encontrado algo de verdad muy interesante qué decir
sobre ellos o una perspectiva novedosa para comentarlos.
Generalmente, mis críticas las escribo en
dos fases e incluso, dejo pasar tiempo entre una y otra. Primero escribo mis
impresiones sobre la película, basadas en las notas que tomé mientras la veía.
Y ya después que los ánimos se han enfriado un poco, entonces sí la califico
tratando de ser lo más objetivo posible. Para explicaciones más detalladas de
estos procesos, por favor véanse mis artículos Escribiendo una crítica y Calificando una película.
Y sí, también hay Hora de las
Complacencias. Sí acepto con mucho gusto sugerencias y peticiones de temas o de
películas para hablar de ellas en el blog. Es sólo que hasta el momento solo
una persona me lo ha pedido.
3.- DIMAS Y GESTAS
Dicen por ahí que la
vida es demasiado corta como para andar leyendo libros malos. Es cierto. Para
los libros. Si vas en la página cincuenta y aún no te engancha, bótalo y pasa
al siguiente ‒porque también es cierto que, contrario a lo que le enseñan a uno
en la escuela, no tienes ninguna obligación de leer un libro completo‒. Ahora,
ya que las películas por lo general le quitan a uno alrededor de hora y media,
se puede ser más laxo.
Con mucha frecuencia he escuchado ‒o leído
en redes sociales, para el caso‒ la frase “Tenía curiosidad de verla, pero
después de leer la crítica se me quitaron las ganas”, o alguna otra por el
estilo. Por favor, no hagan eso. Si tienen curiosidad de ver una película,
háganlo. Por favor, háganlo. Si de plano la opinión general es que es muy mala,
consíganla pirata o descárguenla de internet, así además se aseguran de que
quienes la hicieron no reciban dinero por ello, a ver si les sirve de
escarmiento.
La vida es demasiado corta para andar
viendo malas películas. Pero lo es más para andarse quedando con las ganas de
hacer las cosas.
No permitan que la opinión de nadie les
haga prejuzgar una película, y utilicen las críticas como guías y no como
preceptivas. En el mejor de los casos, a lo mejor esa película no es tan mala y
se llevan una sorpresa agradable. O quizá sí es mala, pero los hace reír. En el
peor de los casos, si de verdad es muy mala, pueden no terminar de verla y
ponerse a hacer algo más provechoso como sacarse la borrita del ombligo.
Y tampoco se dejen influir en el sentido
opuesto. Si todo mundo les dice que “cómo puede no gustarles tal o cual
película si es tan buena” y a ustedes de verdad no les gusta, también está
bien. Si Fulanito es un excelente director y mira qué película tan sensible;
pero a ustedes les aburre, también está bien. Y aquí atención, que no se trata
de defender la mediocridad; sino de formarse un gusto. Está bien si les gustan
las de Rápido y furioso o las de Adam
Sandler; lo que sería reprobable y triste es que no se dieran la oportunidad de
conocer nada más.
A mí, por ejemplo, no me caen las películas
de Almodóvar ni las de Jarmusch... ¡O las de Joe Johnston, para el caso! Pero
puedo decir que no me gustan porque las he visto.
4.-GANAR UN OSCAR NO SIGNIFICA NADA
Los Premios de la
Academia, comúnmente conocidos como “Óscares”, son un reconocimiento a lo más
destacado de la cinematografía, principalmente estadounidense. También, en
mucha mayor medida, son un concurso de popularidad y el epítome del onanismo y
la corrección política.
Además, en relación con el punto de “La
honestidad del autor”, que expongo más adelante, las películas gana-óscares
también se pueden hacer con la receta en la mano. Es bastante clara la
predilección de los jueces de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas
‒algunos de los cuales ni siquiera se molestan en llenar las boletas para la
votación de los premios‒ por temas o elementos específicos. Para una
explicación más detallada de este rubro, véase mi crítica de El renacido (González Iñárritu, 2015).
Empero, tengo conocidos que se agarran la
lista de los nominados/ganadores del Óscar como si fuera la cartilla de
vacunación, y de verdad se maravillan y extasían como si esas películas fueran
la quintaesencia del Cine. Digo, la mayoría sí son muy buenas; pero seamos
honestos: nadie recuerda qué película ganó el Óscar al año siguiente. Creo que
el que una cinta permanezca en la memoria del público es mucho más importante
que cualquier premio que pueda ganar.
5.- EL CINE “DE AUTOR”
Recuerdo muy bien una
vez, estaba en la prepa si mal no recuerdo, porque fue en la época que mi
familia compró su primer reproductor de DVD, que estaba en cierta librería cuyo
nombre recuerda al basamento de una casa buscando no me acuerdo qué película en
su sección de discos y DVD’s. Como no la encontraba, le pregunté por ella a uno
de los empleados, quien de manera petulante me contestó “es que está allá, en
la sección de Cine de Autor”.
Y entonces me puse a investigar qué carajos
era el Cine de Autor y qué diferencia tenía con el resto del cine. Después de
todos estos años, he descubierto que más bien mucha gente mamila usa el término
de “Cine de Autor” en oposición al “cine comercial” ‒incluso así, uno con
mayúsculas y el otro pobre no‒. Pero, a como lo he entendido, el Cine de Autor
sería aquél en el que un autor tiene una propuesta y un estilo definidos, así
como una visión sobre el mundo que quiere compartir.
Y me cae de madres que en el “cine
comercial” hay Autores.
He visto pocas películas tan personales y
generosas como King Kong (2005) de
Peter Jackson. En su primera etapa, Tim Burton fue uno de los cineastas más
sinceros y propositivos que puedo recordar... el tipo no sabía narrar una
historia, pero hizo de ello todo un estilo. ¿Y James Cameron? Y, mi ejemplo
favorito: nuestro querido connacional, el tapatío Guillermo Del Toro. ¿Alguien
se atrevería a negar que Del Toro es un Autor? En cada una de sus películas el
hombre nos deja ver un cachito de su corazón y otro de su cerebro, nos comparte
su visión del mundo y su opinión sobre temas diversos, nos confía sus
obsesiones y sus temores. Por no mencionar que ha convertido todo eso en un atractivo
comercial. Por favor, perdónenme los que desdeñan al “cine comercial”; pero eso
debe tener algún mérito.
6.- LA HONESTIDAD DEL AUTOR
Sin importar la calidad
del resultado final, hay algo que siempre me parecerá loable en una película:
que sea honesta. Me refiero a que me molestan las películas que aparentan ser
más de lo que son. Me fastidia cuando una película se hace tratando de
complacer a un público en específico o a la crítica.
Me refiero a estas películas que hacen con
receta, como palomeando una lista del súper. Técnicamente pueden ser muy buenas
e incluso podrán resultar poderosos ejercicios dramáticos e histriónicos. Pero
les falta alma. Al final, pareciera que el director las está manufacturando más
que filmarlas. Es el caso de cintas como El
renacido, 12 años de esclavo
(McQueen, 2013)... o prácticamente cualquier película dirigida por Ron Howard,
cuyas dos películas más personales creo que son Apolo 13 (1995), que es soporífera, y El Grinch (2000), que es un desastre. Cuando veo películas de ese
estilo, me da la impresión de que estoy viendo la tarea de un matadito.
También es bastante odioso cuando las
películas se creen mejores que su público. Cuando se ponen en el plan de que te
retan a entenderles o a soportarlas... ¿Es una película o mi novia de la
secundaria? Hablo de películas como Nekromantik
(Buttgereit, 1987), que como que te desafían a verlas hasta el final o peor
aún, películas como A prueba de muerte
(Tarantino, 2007), que te hacen sentir estúpido y además te lo restriegan en la
cara.
Y por estas razones odio el cine de Lars
Von Trier. El hombre lleva treinta años vendiéndoles exactamente la misma
película cada vez a su público cautivo, que a veces resultan ser gente intelectualoide
y pretenciosa como él... o francamente ingenua. Cada película es el mismo
melodrama de una pobre mujer bondadosa al punto del retraso mental y cómo
triunfa ante la sociedad que la pisotea. Al menos Uwe Boll tuvo la decencia de
mentarle la madre a su público en YouTube y retirarse.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario