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miércoles, 7 de diciembre de 2016

EL MANIFIESTO DEL CINÉFILO INCURABLE. Primera parte.

EL MANIFIESTO DEL CINÉFILO INCURABLE

¡Ah, qué bonito es entablar discusiones ociosas en grupos de Facebook! Sí, fue puro sarcasmo. El problema es que sí tiendo a engancharme en ese tipo de cosas. Es algo que tengo que dejar de hacer, francamente me avergüenza y a veces hasta termino cayéndome mal yo mismo.
    Al menos, en las últimas discusiones sobre películas que me gustaban y las que no, y las que me parecían buenas o malas pude poner en crisis mis propias creencias sobre el cine. Del mismo modo, cuando publiqué mis críticas de la serie Scream, un amigo mío ‒quien sucede que fue mi profesor, por cierto‒ me decía que debería intentar hablar de los clásicos de Hollywood para las nuevas generaciones, que los elementos característicos de esas películas seguían vigentes en nuestra época. Aunque sus argumentos fueron convincentes, no hallé la forma de decirle que Scream (Craven, 1996) es un clásico de mi generación.


    Así que, finalmente, decidí darle forma a un montón de notas sueltas e ideas que he tenido desde que comencé con este blog y que más o menos explican mi forma de ver el llamado Séptimo Arte. Nunca estudié Cine propiamente, pero sí llevé materias de Dirección de Cine en la Facultad y he leído una copiosa cantidad de textos sobre el tema, lo que me ha ayudado a formarme un criterio.
    Como resultado, aquí presento mis comentarios sobre once puntos específicos de la apreciación cinematográfica como la he vivido.
  
1.- QUE ALGO ME GUSTE NO QUIERE DECIR QUE SEA BUENO… Y VICEVERSA.
Creo que éste es el punto que más conflicto me ha generado con mis lectores. Y es que el que una película me guste no quiere decir necesariamente que sea buena, del mismo modo que el que una cinta sea buena no significa que me guste. Es decir, entiendo que hay producciones de Roger Corman, por ejemplo, que son difícilmente soportables; pero eso no significa que me parezcan exentas de todo encanto.
    A veces son estas producciones manufacturadas con poco cuidado las que me resultan más divertidas y las veo con fruición. Pero estoy perfectamente al tanto de su pobre calidad, ya sea en la producción o en la parte dramática. O en todas. Y también estoy muy al tanto de que mi disfrute se debe a una cuestión de gusto personal y no a una cualidad inherente a la película. Así me hice fan de Mario Almada.


    De modo completamente opuesto, también hay películas que sé que son buenas; pero que no por ello me gustan. Sé que Woody Allen es genial... pero pocas de sus cintas han llegado a engancharme. Sé que Lo que el viento se llevó (Fleming, 1939) y Doctor Zhivago (Lean, 1965) son epopeyas no sólo por su contenido o temática; sino que sus producciones fueron verdaderamente épicas, por no mencionar que son prácticamente impecables a nivel dramático y técnico... pero ya invertí cuatro horas en una y tres y media con la otra, y francamente no creo volverlo a hacer. Con Cleopatra (Mankiewicz, 1963) sí, la verdad ésa sí me gustó mucho.
       Y quizá quepa hacer una aclaración sobre mi sistema para calificar las películas: El valor máximo posible de la calificación es 10 y el menor, 0. De tal suerte, podríamos hacer la equivalencia de que las películas que van de 0 a 4 son de pésimas a malas, las que alcanzan entre 5 y 7 serían consideradas de mediocres a regulares, y aquéllas que alcanzan entre 8 y 10 serían de buenas a excelentes.




2.- ¿SOBRE QUÉ ESCRIBIR?
Creo que ya había tocado un poco este punto en el artículo en el que describo mi proceso para escribir una crítica; pero me gustaría retomarlo. Sobre todo, porque suelo ver muchas más películas que aquéllas sobre las que escribo en mi blog. Así que ¿Cómo escojo las películas de las que voy a hablar?   
    Siempre trato de comentar películas que me parecen interesantes. Prefiero aquéllas que considero muy buenas o muy malas. En general, las películas que son simplemente “buenas” o “regulares” difícilmente llaman mi atención. Y sí, como habrán podido notar en algunos de mis artículos de películas que aún se encuentran en cartelera, en más de una ocasión me he visto en la situación de tener que escribir sobre una película que no despertó mi interés del todo; pero trato de hacerlo ameno.


    Cuando se trata de una película que ya he visto y que creo que merece la pena retomar, la veo durante un par de sesiones tomando notas… y fumando, dicen que uno de los beneficios de la nicotina es que acelera la sinapsis -el efecto secundario es que te mata, "Quid pro quo, Clarice"-.
    Cuando es una película que vi en el cine, trato de escribir de corrido mis impresiones sobre ella la noche después de que la vi. Por lo general, la principal receptora de mis impresiones inmediatas sobre una película es mi novia, que es la que suele ir conmigo al cine. Ha habido veces que apenas si cruzamos un par de comentarios luego de salir del cine. Ahí sabemos que tenemos una película mediocre y anodina.
    También medio he evitado hablar de los grandes clásicos porque me parecería odioso escribir un artículo en el tono de “El Padrino (Coppola, 1972) es la película perfecta” o alguna mamada hípster como “El resplandor (Kubrick, 1980) está sobrevalorada”. Me gustan mucho Casablanca (Curtis, 1942), Ciudadano Kane (Welles, 1941), ¿Qué le pasó a Baby Jane? (Aldrich, 1962), El Mago de Oz (Fleming, 1939) o la Trilogía del Dólar (Leone 1964-1966)… pero tanto se ha dicho sobre ellas, tantos libros y tesis se han escrito al respecto que francamente temo que mi aportación sea insustancial. Tampoco quisiera hacer un artículo repitiendo lo que otros tantos han dicho ya. De tal suerte, creo que escribiré mis críticas de los Grandes Clásicos -así, con mayúsculas- cuando haya encontrado algo de verdad muy interesante qué decir sobre ellos o una perspectiva novedosa para comentarlos.


    Generalmente, mis críticas las escribo en dos fases e incluso, dejo pasar tiempo entre una y otra. Primero escribo mis impresiones sobre la película, basadas en las notas que tomé mientras la veía. Y ya después que los ánimos se han enfriado un poco, entonces sí la califico tratando de ser lo más objetivo posible. Para explicaciones más detalladas de estos procesos, por favor véanse mis artículos Escribiendo una crítica y Calificando una película
    Y sí, también hay Hora de las Complacencias. Sí acepto con mucho gusto sugerencias y peticiones de temas o de películas para hablar de ellas en el blog. Es sólo que hasta el momento solo una persona me lo ha pedido.

3.- DIMAS Y GESTAS
Dicen por ahí que la vida es demasiado corta como para andar leyendo libros malos. Es cierto. Para los libros. Si vas en la página cincuenta y aún no te engancha, bótalo y pasa al siguiente ‒porque también es cierto que, contrario a lo que le enseñan a uno en la escuela, no tienes ninguna obligación de leer un libro completo‒. Ahora, ya que las películas por lo general le quitan a uno alrededor de hora y media, se puede ser más laxo.
    Con mucha frecuencia he escuchado ‒o leído en redes sociales, para el caso‒ la frase “Tenía curiosidad de verla, pero después de leer la crítica se me quitaron las ganas”, o alguna otra por el estilo. Por favor, no hagan eso. Si tienen curiosidad de ver una película, háganlo. Por favor, háganlo. Si de plano la opinión general es que es muy mala, consíganla pirata o descárguenla de internet, así además se aseguran de que quienes la hicieron no reciban dinero por ello, a ver si les sirve de escarmiento.


    La vida es demasiado corta para andar viendo malas películas. Pero lo es más para andarse quedando con las ganas de hacer las cosas.
    No permitan que la opinión de nadie les haga prejuzgar una película, y utilicen las críticas como guías y no como preceptivas. En el mejor de los casos, a lo mejor esa película no es tan mala y se llevan una sorpresa agradable. O quizá sí es mala, pero los hace reír. En el peor de los casos, si de verdad es muy mala, pueden no terminar de verla y ponerse a hacer algo más provechoso como sacarse la borrita del ombligo.


    Y tampoco se dejen influir en el sentido opuesto. Si todo mundo les dice que “cómo puede no gustarles tal o cual película si es tan buena” y a ustedes de verdad no les gusta, también está bien. Si Fulanito es un excelente director y mira qué película tan sensible; pero a ustedes les aburre, también está bien. Y aquí atención, que no se trata de defender la mediocridad; sino de formarse un gusto. Está bien si les gustan las de Rápido y furioso o las de Adam Sandler; lo que sería reprobable y triste es que no se dieran la oportunidad de conocer nada más.
    A mí, por ejemplo, no me caen las películas de Almodóvar ni las de Jarmusch... ¡O las de Joe Johnston, para el caso! Pero puedo decir que no me gustan porque las he visto.



4.-GANAR UN OSCAR NO SIGNIFICA NADA
Los Premios de la Academia, comúnmente conocidos como “Óscares”, son un reconocimiento a lo más destacado de la cinematografía, principalmente estadounidense. También, en mucha mayor medida, son un concurso de popularidad y el epítome del onanismo y la corrección política.


    Además, en relación con el punto de “La honestidad del autor”, que expongo más adelante, las películas gana-óscares también se pueden hacer con la receta en la mano. Es bastante clara la predilección de los jueces de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas ‒algunos de los cuales ni siquiera se molestan en llenar las boletas para la votación de los premios‒ por temas o elementos específicos. Para una explicación más detallada de este rubro, véase mi crítica de El renacido (González Iñárritu, 2015).


    Empero, tengo conocidos que se agarran la lista de los nominados/ganadores del Óscar como si fuera la cartilla de vacunación, y de verdad se maravillan y extasían como si esas películas fueran la quintaesencia del Cine. Digo, la mayoría sí son muy buenas; pero seamos honestos: nadie recuerda qué película ganó el Óscar al año siguiente. Creo que el que una cinta permanezca en la memoria del público es mucho más importante que cualquier premio que pueda ganar.


5.- EL CINE “DE AUTOR”
Recuerdo muy bien una vez, estaba en la prepa si mal no recuerdo, porque fue en la época que mi familia compró su primer reproductor de DVD, que estaba en cierta librería cuyo nombre recuerda al basamento de una casa buscando no me acuerdo qué película en su sección de discos y DVD’s. Como no la encontraba, le pregunté por ella a uno de los empleados, quien de manera petulante me contestó “es que está allá, en la sección de Cine de Autor”.
    Y entonces me puse a investigar qué carajos era el Cine de Autor y qué diferencia tenía con el resto del cine. Después de todos estos años, he descubierto que más bien mucha gente mamila usa el término de “Cine de Autor” en oposición al “cine comercial” ‒incluso así, uno con mayúsculas y el otro pobre no‒. Pero, a como lo he entendido, el Cine de Autor sería aquél en el que un autor tiene una propuesta y un estilo definidos, así como una visión sobre el mundo que quiere compartir.


    Y me cae de madres que en el “cine comercial” hay Autores.
    He visto pocas películas tan personales y generosas como King Kong (2005) de Peter Jackson. En su primera etapa, Tim Burton fue uno de los cineastas más sinceros y propositivos que puedo recordar... el tipo no sabía narrar una historia, pero hizo de ello todo un estilo. ¿Y James Cameron? Y, mi ejemplo favorito: nuestro querido connacional, el tapatío Guillermo Del Toro. ¿Alguien se atrevería a negar que Del Toro es un Autor? En cada una de sus películas el hombre nos deja ver un cachito de su corazón y otro de su cerebro, nos comparte su visión del mundo y su opinión sobre temas diversos, nos confía sus obsesiones y sus temores. Por no mencionar que ha convertido todo eso en un atractivo comercial. Por favor, perdónenme los que desdeñan al “cine comercial”; pero eso debe tener algún mérito.



6.- LA HONESTIDAD DEL AUTOR
Sin importar la calidad del resultado final, hay algo que siempre me parecerá loable en una película: que sea honesta. Me refiero a que me molestan las películas que aparentan ser más de lo que son. Me fastidia cuando una película se hace tratando de complacer a un público en específico o a la crítica.
    Me refiero a estas películas que hacen con receta, como palomeando una lista del súper. Técnicamente pueden ser muy buenas e incluso podrán resultar poderosos ejercicios dramáticos e histriónicos. Pero les falta alma. Al final, pareciera que el director las está manufacturando más que filmarlas. Es el caso de cintas como El renacido, 12 años de esclavo (McQueen, 2013)... o prácticamente cualquier película dirigida por Ron Howard, cuyas dos películas más personales creo que son Apolo 13 (1995), que es soporífera, y El Grinch (2000), que es un desastre. Cuando veo películas de ese estilo, me da la impresión de que estoy viendo la tarea de un matadito.


    También es bastante odioso cuando las películas se creen mejores que su público. Cuando se ponen en el plan de que te retan a entenderles o a soportarlas... ¿Es una película o mi novia de la secundaria? Hablo de películas como Nekromantik (Buttgereit, 1987), que como que te desafían a verlas hasta el final o peor aún, películas como A prueba de muerte (Tarantino, 2007), que te hacen sentir estúpido y además te lo restriegan en la cara.
    Y por estas razones odio el cine de Lars Von Trier. El hombre lleva treinta años vendiéndoles exactamente la misma película cada vez a su público cautivo, que a veces resultan ser gente intelectualoide y pretenciosa como él... o francamente ingenua. Cada película es el mismo melodrama de una pobre mujer bondadosa al punto del retraso mental y cómo triunfa ante la sociedad que la pisotea. Al menos Uwe Boll tuvo la decencia de mentarle la madre a su público en YouTube y retirarse.



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