7.- EL CINE “DE ARTE”
Otra división mamona
para segregar al satanizado “cine comercial”. Según yo, ni siquiera debería
existir tal concepto, el Cine es Cine y se acabó.
Sé a qué se refiere el término. Estoy
consciente de que no es lo mismo Avengers
(Whedon, 2012) que Una mujer bajo
influencia (Cassavetes, 1974); que ni debería mencionar en la misma oración
a Werner Herzog y a George Lucas; que antes de Dario Argento hubo un Alfred
Hitchcock. Sé que hay películas que nacen desde la necesidad de alguien por
contar una historia, por experimentar con el lenguaje cinematográfico, por
llevar un discurso incendiario y subversivo al gran público.
Y por otro lado, hay películas que nacen
desde un departamento de mercadotecnia que realizó un apresurado estudio de
mercado, desde un ejecutivo de cuenta en alguna casa productora que compró los
derechos de una novela que aún no se ha escrito y ya vendió licencias para una
serie de figuras de acción basadas en la película adaptación del libro que aún
no se filma. Películas que nacen desde actores a los que les hacen firmar un
contrato por un número determinado de secuelas para que no cambie el físico del
personaje.
Todo esto lo sé... y no podría importarme
menos.
Viendo el cine en cuanto a Arte y
considerándolo el arte de las imágenes en movimiento, en realidad “Cine de Arte”
sería sólo aquél que experimentara con dichos elementos y se despojara de la
parte anecdótica y la narrativa. Y estoy seguro de que hay películas así...
expuestas en el MoMA. Y ahí están bien, por favor, no las saquen.
También me da risa cómo hay gente que
califica automáticamente todo el cine hecho fuera de EE.UU. como Cine de Arte.
En serio. Tengo un amigo al que le presté una película de Dario Argento ‒o de
Mario Bava, no recuerdo, para el caso son lo mismo‒ y me dijo que le había
parecido extraña porque casi no veía Cine de Arte. ¿Se han fijado cómo casi
todas las películas francesas en el resto del mundo se venden como Cine de
Arte? Echen un vistazo a la sección de “Cine de Arte” de su tienda de DVD’s
local ‒sí, aún quedan un par‒. Invariablemente encontrarán Amélie (Jeunet, 2001), Angel-A
(Besson, 2005) o Las bordadoras
(Faucher, 2004).
A final de cuentas, creo que lo que estoy
tratando de decir es que uno debe mantener una mente abierta y tratar de ver de
todo. Conozco tanta gente que dice que “no ve cine de Hollywood” ‒también he
conocido un par que dicen que “no ven Cine de Arte”‒. Creo que uno debería ver
cine por el simple hecho de ser cine. Disfruto enormemente las películas de
Kurosawa, como también me encantan las de Cronenberg; y si alguien encontró el
sentido de la vida al ver Cinema Paradiso (Tornatore, 1989) o Underground (Kusturica, 1995), yo lo hice al ver Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979), muchas gracias; nunca he podido terminar de ver Underground, siempre me aburro antes. Querer entretener a la gente también es una tarea
noble.
8.- EL CINE “DE CULTO”
Esta división sí me
parece válida... aunque también me parece súper ambigua. Se supone que una
película de culto es, generalmente, una cinta extravagante que en su momento no
gozó de un éxito de taquilla considerable; pero que con el paso del tiempo se
ha ganado una leal legión de fanáticos que, por lo general, pertenecen a algún
nicho específico del mercado para el cual la película es la neta.
Dicho en otras palabras, se puede entender
una película de culto como una película buena pero incomprendida. La cosa de otro mundo (Carpenter, 1982),
Donnie Darko (Kelly, 2001), Event Horizon: la nave de la muerte (Anderson,
1997) o El quinto infierno (Duffy,
1999) son excelentes ejemplos de películas de culto. Las cuatro son muy buenas,
pero pasaron por la taquilla sin pena ni gloria y, sin embargo, con el paso del
tiempo han sido revaloradas y descubiertas por su público.
Pero no manchen, no todas las películas que
fracasan en taquilla son necesariamente películas de culto. Algunas de las
películas que me he encontrado que “son de culto” no son incomprendidas, sólo
son malas. Algunas terribles. Y es que en los últimos tiempos he visto que
llaman “de culto” a películas como Dunas
(Lynch, 1984), que sólo fue un rip-off de Star Wars (Lucas, 1977) que terminó en estrepitoso fracaso ‒y soy fan de los
libros‒; Troll 2 (Floyd, 1990) que
sólo es vomitiva; Nekromantik 2 (Buttgereit,
1991), que simplemente es aburridísima, y una nutrida lista de etcéteras.
Porque si a ésas nos vamos, entonces
empezaré a decir que Congo (Marshall,
1995), La Isla del Dr. Moreau
(Frankenheimer, 1996) o La máscara 2 (Guterman,
2005) son películas de culto.
Al igual que con el Cine de Arte, el que
una película sea considerada “de culto” tampoco debería ser un aliciente o un
disuasivo para verla. Uno debería verla porque le gusta el Cine y ya.
9.- “CUANDO VES UNA PELÍCULA DOBLADA, ¿SÓLO VES LA MITAD?”
El doblaje mexicano
tiene fama de bueno. Junto con el chileno. Y quizá ahora ya no tanto como
antes, pero la fama es merecida. Voces como las de Humberto Vélez, Francisco
Colmenero, Alfonso Obregón, Jesús Barrero, Mónica Manjarrez o Laura Torres llenan
los recuerdos de mi infancia. Aún ahora, cuando leo algún cómic del Hombre
Murciélago, en mi cabeza los personajes tienen las voces con las que los
doblaron en Batman: la serie animada
(1992-1997)... con todo y que ese doblaje, como casi todos los de Warner, se
hizo en Venezuela.
Pero como bien dicen los italianos, Traduzione tradisce, “la traducción
traiciona”.
La frase de Armando Hoyos (que muy
probablemente fue escrita por Pepe Sierra) que uso como título de este apartado
sí es un chiste, pero no está tan alejada de la realidad.
Me refiero a que, por muy bueno que sea un
doblaje, nunca va a ser la cosa original. Por eso siempre trato de ver las
películas en su idioma de origen. Sólo veo películas dobladas cuando estoy
haciendo otra cosa, las están pasando en la tele y medio las veo. Generalmente
se trata de películas que no me interesan tanto como para dedicarles dos horas
al 100% de mi atención o películas que ya he visto muchas veces.
Recuerdo que, cuando daba clases de
Literatura Universal, la primera vez que pedí a mis alumnos que vieran Romeo + Julieta (Luhrman, 1996) me sentí
muy decepcionado de que la hubieran visto doblada al español. Y no me
malinterpreten, específicamente el de esa película creo que es uno de los
mejores doblajes que se hicieran en nuestro país... pero se pierde el texto
original de Shakespeare. Y perder el lirismo del Bardo Inmortal es una
desgracia. No importa si uno no le entiende, tan sólo la musicalidad de los
versos vale la pena.
10.- LA LENTE DISTORSIONADORA DE LA NOSTALGIA
“Todo tiempo pasado fue
mejor” dice el dicho, refiriéndose a que, con frecuencia, la nostalgia nos
pinta color de rosa eventos pasados, aun cuando no hayan sido tan buenos. Y
esto funciona en el Cine como en la vida o quizá mejor todavía.
Muchas veces, una película que vimos de
niños nos pareció maravillosa y la recordamos con entusiasmo y cariño como una
gran película. Pero todo es una ilusión. En realidad, no recordamos la
película, recordamos lo bien que nos sentimos con toda la experiencia en su
conjunto, con la convivencia con nuestros seres queridos, con que nunca antes
habíamos visto nada igual o alguna otra cosa por el estilo.
Pero, con frecuencia, la película en sí no
es tan buena y cuando volvemos a verla tiempo después nos llevamos una
desilusión. Me ha pasado. Me pasó con El
Caldero Mágico (Berman y Rich, 1985), Todos
los perros van al Cielo (Bluth y Goldman, 1989), con Hook: el regreso del Capitán Garfio (Spielberg, 1991) o con Día de la Independencia (Rommerich,
1996). Y habrá quien se lo achaque a que se trata de películas infantiles o
familiares; pero hay otras tantas, como Los Cazafantasmas (Reitman, 1984), La
Sirenita (Clements y Musker, 1989), Rover
Dangerfield, un perro con suerte (George y Seeley, 1991), o Las aventuras de Zak y Krysta (Kroyer,
1992) que cuando volví a verlas de adulto, me siguieron gustando igual o más.
11.- LA LITERATURA NO ES CINE Y EL CINE NO ES LITERATURA
Creo que pocas frases
son tan chocantes como la falacia de “Está mejor el libro” para referirse a las
películas que están basadas en una fuente literaria. Claro, a uno puede
gustarle más la relación que entabla con un libro que con una película, o
viceversa; pero que la adaptación de un medio a otro sea inferior al original es
extraño.
Porque, finalmente, se trata de dos medios
de expresión (artes, en el mejor de los casos) diferentes y cada uno cuenta con
elementos expresivos distintos. Como lo mencioné arriba, el Cine utiliza las
imágenes en movimiento para transmitir ideas o sentimientos, mientras que la
Literatura usa palabras.
Aunque, por supuesto, la comparación es
natural, me parece que será poco afortunada. Algunos elementos literarios no se
trasladan bien a la pantalla, condenada siempre a mostrar demasiado, y algunos
recursos del cine resultan excesivos para la palabra escrita. Están también
otras limitantes, como la duración de un largometraje o la dificultad para
explorar la psicología de los personajes en el cine ‒no es imposible, sólo es
muy difícil y requerirá de una increíblemente afortunada conjunción de
factores‒.
A final de cuentas, creo que la comparación
equivaldría a comparar una pintura con una sinfonía y tratar de ver cuál es
mejor. Decir que tal o cual libro es mejor que la película sería como decir que
el cuento de La Bella Durmiente es
mejor que el ballet de Tchaikovsky, o que la tragedia de Macbeth es mejor que la ópera de Macbeth. Y yo francamente
desconfiaría de alguien que dijera que la tragedia de Hamlet es superior al cuadro de Ofelia,
de John Everett Millais.
Me parece que una buena adaptación de una
fuente literaria no es aquélla que sigue a piesjuntillas la anécdota del
original. Creo que será aquélla que logre transmitir la esencia de la obra
primigenia y crear con el espectador una relación similar.
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