EL
CONJURO 2: EL CASO ENFIELD
The
Conjuring 2
James Wan, 2016
La primera película de El conjuro (2013), escrita y dirigida
por James Wan, creador de la saga Saw
(2004-2010), fue una muy agradable sorpresa en lo que a cine de terror se
refiere. Con tantas propuestas mediocres y una al parecer interminable legión
de películas found footage que
parecen hechas con troquel, la propuesta de Wan resultó ser una buena película,
refrescante a la vez que escalofriante, cuyo mayor riesgo quizá fue retomar
fórmulas de éxito comprobado... y ejecutarlas de manera más que correcta. Esta
película nos dejó esperando por más y el terrible spin-off Annabelle (Leonnetti, 2014) nos hizo ansiarla de verdad.
Ahora, tres años después de que la primera
parte impactara al público, se estrena la secuela; pero ¿podrá igualar a su
predecesora?
La película cuenta que, después del
impactante caso de la Mansión de Amityville, quizá el más famoso registrado por
los investigadores de lo paranormal Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren
(Patrick Wilson), éstos deciden retirarse y mantener un bajo perfil, pues
Lorraine presiente la amenaza de una entidad demoniaca que pondrá en peligro la
vida de su esposo. Pero las cosas no saldrán como ellos esperaban cuando son
reclutados por la Iglesia como agentes extraoficiales para investigar el caso
de una posible casa embrujada en Londres. Los Warren descubrirán que algunos
fantasmas pueden sufrir destinos incluso peores que la falta del descanso
eterno.
Empecemos por el principio. Lo primero que
hace esta película es prácticamente agarrarlo a uno a bofetadas para situarlo en
el contexto histórico del final de la década de los 70 en Inglaterra. Creo que
James Wan descubrió con la cinta anterior que es una gran década para ambientar
una película de terror ‒el mundo era más inocente y películas clásicas del
género como El exorcista (Friedkin,
1973), El horror de Amityville (Rosenberg,
1979) y La profecía (Donner, 1976) se
produjeron por esos años‒, por lo que no pierde la oportunidad de asaltarnos
con un montaje de stock footage de la
época y una pantalla de títulos iniciales al más puro estilo de 1970. A mi
gusto le faltaron más pantalones acampanados y Star Wars, pero aun así está padre.
La película pasa prácticamente la primera
mitad con el relato de la familia Hodgson con sólo pequeños cortes a los
Warren. Y eso me parece un gran acierto, porque finalmente la historia de los
Warren ya la conocemos, ya sabemos quiénes son y qué hacen, y los pocos
momentos que se les dan en pantalla durante esta parte de la película son para
profundizar más en su carácter y para explorar las visiones de Lorraine.
De forma adecuada, la cinta logra generar
empatía por la desdichada familia que, si no fuera suficiente vivir en la
pobreza, ahora es atacada por un espíritu que reclama la casa en la que vive y
que parece que no se detendrá ante nada hasta ver a cada uno de ellos fuera.
En general la historia se cuenta bien, es
interesante y entretenida; pero quizá no sea el punto más fuerte de esta cinta.
Digo, todo el asunto es bastante predecible y cumple de manera formularia con
el argumento de una película standard de posesión o de casa embrujada. El guión
no es particularmente brillante ‒no como el de la primera parte, al menos‒,
pero es cumplidor.
Las actuaciones son bastante buenas. La
cinta está muy bien actuada y, cosa rara, hasta los niños se desempeñan de
manera muy convincente ‒de hecho, por lo menos dos de los cuatro ni siquiera
son británicos y su acento londinense se escucha de lo más natural‒.
Mucha
de la carga dramática durante el primer acto recae en personajes secundarios
como la abnegada, y ahora espantada, madre Peggy Hodgson (Frances O’Connor) o
el investigador de lo paranormal Maurice Grosse (Simon McBurney), cuya
excéntrica caracterización y gran actuación lo convierten en un personaje
entrañable.
Sin embargo, hay algo que no me acabó de
convencer: el terror. La primera cinta era muy cuidadosa en crear atmósferas y
tensión. De tal suerte, cuando el momento de horror llegaba, no se sentía
gratuito; sino que era climático. Pero en esta cinta, la preparación de los
momentos de horror es mucho menos minuciosa, por lo que los sustos se reducen
simplemente a eso, sustitos que lo hacen a uno brincar del asiento y ya. Digo,
son eficientes, pero me pregunto si realmente funcionarían si les quitaran la
música estruendosa...
Los fantasmas y demonios se ven bien. La
monja (Bonnie Aarons) y Bill Wilkins (Bob Adrian) son escalofriantes, y la
escena en la que Bill habla a través de la niña es verdaderamente brillante. El
que sí no me gustó nada fue Crooked Man (Javier Botet). Digo... el diseño es
poco atractivo ‒parece una mezcla entre Jack Skellington y Slender Man‒ y, por
si eso fuera poco, los efectos digitales con los que lo hicieron no se ven
bien. De verdad, no da miedo; pero tampoco está lo suficientemente chafón como para
dar risa, así que termina siendo anodino y olvidable.
Y lo que de plano no me gustó nada fueron sus
escenas musicales cursis a las que, por más que le doy vueltas, no logro
encontrar justificación o aportación a la historia. Digo, ya sabemos que Ed
Warren es un gran hombre de familia… no hay necesidad de que los niños se
sienten alrededor de él al estilo “júntense todos, es el Especial de Navidad de
los Warren 1977” y oírlo cantar Can’t
Help Falling in Love ‒por cierto, se trata de Patrick Wilson cantando en
vivo frente a cámara‒. Lo mismo pasa con la escena de la pequeña Janet Hodgson
(Madison Wolfe) lamentándose al ritmo de I
Started a Joke... o sea, ni siquiera son los Bee Gees “chidos” y medio
fresas de finales de los 70, ¡son los Bee Gees completa y absolutamente fresas
de finales de los 60!
Fuera de eso, la película es buena a secas.
Ni de chiste es tan buena como la primera, en la que los clichés del género
eran utilizados inteligentemente y con mesura como herramientas narrativas. En El conjuro 2 parece que los realizadores
se dieron cuenta a media cinta que quizá no era tan terrorífica como ellos
esperaban en un principio y tuvieron que poner sustos un tanto gratuitos por
aquí y por allá... y escenas melosas aún más gratuitas. Sin embargo, todo se
conjuga al final en un resultado bastante satisfactorio ‒la película dura sus
buenas dos horas y cuarto, y mantiene la atención del público durante todo ese
tiempo‒, sobre todo si uno no se pone demasiado exigente o si no se pasa
comparando esta película con su predecesora...
Por cierto, la duda que me carcomió durante
toda la película es ¿Ya había televisores con control remoto inalámbrico en
1977? Y si los había ¿Los Hodgson podrían pagar uno?
Después de cavilar mucho el asunto de las
escenas musicales decidí que la mejor forma de sacar de mi sistema tan fuerte
impresión sería proponer una serie de ingeniosos e igualmente cursis títulos
alternativos para esta película. Así que, en afán de la cábula, propongo
rebautizar esta peli con alguno de los siguientes nombres:
Ed
Warren, hombre internacional del misterio
Una
Navidad con los Warren
Lorraine
y Ed Warren vs Rumplestiskin
Vacaciones
de terror 3: La Navidad infernal
PARA
LA TRIVIA: El caso real del Poltergeist de Enfield es el caso
paranormal más largamente estudiado en la historia, recibiendo la atención de
al menos media docena de equipos diferentes. Esta película se inspira ‒muy
libremente‒ en la investigación realizada por los Warren. En 2015, la TV
británica produjo la miniserie The
Enfield Haunting, protagonizada por el genial Timothy Spall, basada en la
investigación que sobre el caso condujo Maurice Grosse.
Guión
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1
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Dirección
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1
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Actuación
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2
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Fotografía
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2
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Música
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1
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TOTAL
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7
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