FRANKENSTEIN
James Whale, 1931
Según cuenta la leyenda —y
me encantaba contar este episodio cuando daba clases de Literatura—, en verano
de 1816, Claire Clairmont, media hermana de Mary Shelley, convenció a ésta y a
su esposo, el poeta Percy Shelley, de ir a pasar las vacaciones con su amigo
mutuo, el poeta aristócrata exiliado de Londres George Noël Gordon, mejor
conocido bajo el título de Lord Byron. Lo que ninguno de los Shelley sabía, era
que Claire creía estar embarazada de Byron y por eso quería ir a buscarlo.
Sea como fuere, los Shelley y Clairemont
viajaron a Suiza, donde Byron y su médico y asistente personal, el infortunado
John W. Polidori rentaban una villa cerca del lago Ginebra. Durante su viaje,
los Shelley se hospedaron en el castillo de un excéntrico noble alemán, el
barón de Frankenstein, quien era un científico aficionado que realizaba
extraños experimentos con sangre humana.
Una vez que Mary Shelley, su esposo y su
media hermana llegaron a la villa Diodatti, pasaron la mayor parte del tiempo
encerrados en ella por culpa del mal tiempo. Para entretenerse, se reunían
alrededor de la chimenea a leer en voz alta pasajes del libro Phantamagoriana, que recopilaba leyendas
alemanas de fantasmas.
Pero, una vez que hubieron terminado el
libro, Byron propuso un juego en medio de una tormenta: Cada quien contaría la
historia más escalofriante que pudiera imaginar. Polidori contó lo que se
convertiría en la base de su novela El
vampiro, mientras que Mary contó un relato sobre un joven científico que
buscaba crear vida con cadáveres. Los amigos se retiraron a dormir, pero Mary
despertó en medio de una pesadilla en la que la asaltó la imagen de un muerto
reanimado, con el rostro descarnado y las facciones cadavéricas y un par de ojillos
de intenso color amarillo.
De inmediato, la artista de levantó de la
cama y comenzó a escribir de manera febril el primer borrador de la novela que
la inmortalizaría: Frankenstein o el
moderno Prometeo.
La novela fue publicada con financiamiento
de Byron, sólo que en la primera edición apareció sin el nombre de la autora
pues los editores consideraron que el público podría sentirse ofendido de que
un libro tan genial hubiera sido escrito por una mujer. El resto, como dicen,
es historia.
La de
Universal no fue la primera adaptación cinematográfica de la novela de Shelley.
Dicho reconocimiento corresponde a la versión, dirigida por J. Searle Dawley,
que en 1910 produjera la Edison Manufacturing Company. Esta película tiene una
duración de alrededor de 15 minutos y es una versión muy condensada de la
historia de Frankenstein.
Un detalle curioso es que, si bien la
autora menciona que Victor Frankenstein usaba partes de cadáveres para
construir a su creatura, es muy vaga en cuanto al proceso exacto de cómo le dio
vida al ser. Así, en la película de 1910, Victor mete los materiales a una
máquina donde la creatura se va formando poco a poco en una especie de masa.
Este efecto se logró haciendo una escultura de cera que se derritió con calor y
luego pasando la película al revés.
Tras el inesperado éxito de Drácula (Browning, 1931) el movimiento
más lógico para Universal era adaptar otra obra de la literatura decimonónica
de terror. Tocó el turno a Frankenstein, para lo que Universal siguió un proceso
muy similar al de Drácula, pues no
basó su adaptación directamente en la novela de Shelley, sino en la versión para
teatro escrita por John Balderston y puesta en escena por la compañía de
Hamilton Deane.
En el
montaje, era el mismo Deane quien interpretaba a la creatura, misma que sólo
aparecía con suturas maquilladas en algunas partes de su cuerpo, una peluca
enmarañada y, como una especie de simbolismo, solía usar el mismo vestuario que
Víctor Frankenstein.
Para la adaptación cinematográfica la
primera opción de Universal para el rol fue Bela Lugosi. Sin embargo, el actor
húngaro, aún más envanecido por el éxito de Drácula
—cinta en la que no quiso usar el maquillaje original diseñado por Jack
Pierce—, rechazó el papel argumentando que tendría que usar demasiado
maquillaje y que el público no podría reconocerlo en pantalla. Según
testimonios, lo que Lugosi dijo fue: “Ya soy una estrella en mi país. No vine a
América para ser un espantapájaros.”
La anécdota sobre cómo el actor británico
William Henry Pratt, inmortalizado bajo el nombre artístico de Boris Karloff,
obtuvo el papel de la Creatura de Frankenstein es harto curiosa. Una vez que
Lugosi hubo rechazado el papel (el rol fue ofrecido también a John Carradine,
quien lo rechazó por razones similares a las de Lugosi), el director asignado
al proyecto, el también británico James Whale, encontró a Karloff casualmente
en la cafetería de la Universal. Karloff iba saliendo de una audición para una
película de gangsters, por lo que iba impecablemente vestido y arreglado con un
traje elegante —es poco sabido, pero Karloff tenía una larga carrera que había
iniciado en la era del cine silente para el momento en que apareció en
Frankenstein—, cuando Whale se acercó a él le pasó una nota donde le ofrecía el
papel.
Karloff siempre contó esta anécdota con
humor y decía que le producía sentimientos encontrados. Por un lado, Whale había
tenido el buen ojo de escogerlo para el papel que lo inmortalizaría en el
Olimpo del Cine; pero por otro, Karloff iba vestido de la forma más elegante
que pudo y aun así Whale lo había visto como un monstruo.
La creación de uno de los personajes más
icónicos del cine ha sido tema de debate desde siempre entre críticos y
entendidos del tema. Sin embargo, un servidor opina que fue el producto de una
muy afortunada mezcla de talentos y esfuerzos de tres genios diferentes. Sí,
fue idea de James Whale que la creatura tuviera la cabeza plana y ésta se le
ocurrió cuando imaginó qué pasaría si a un cadáver le extrajeran el cerebro con
un instrumento parecido a una cuchara para helado; pero fue el maquillista en
jefe de Universal, Jack Pierce, quien diseñó todo el aspecto de la creatura y
lo materializó, además de que decidió ponerle un cátodo y un ánodo en el cuello[1] —generalmente confundidos
con pernos o tornillos—; así como también es cierto que nada de esto hubiera
funcionado si no hubiese sido por la magistral interpretación de Karloff.
Por cierto que para caracterizarse
físicamente como la Creatura, Karloff se sometía al suplicio de un proceso de
maquillaje que duraba más de cuatro horas. Hay que señalar que muchas de las
técnicas de maquillaje de caracterización que están disponibles en nuestros
días en aquella época ni siquiera existían (la fórmula del látex líquido se
perfeccionó en los 50, mientras que el maquillaje con prostéticos se inventó a
finales de los 60). Para volver plana la cabeza de Karloff, Pierce aplicaba
capa sobre capa de goma arábiga y algodón para después cubrirlo todo con cola
de conejo y maquillarlo. Todo el maquillaje iba coloreado de un tono gris
verdoso, que se perdía en el blanco y negro de la película, pero era verdoso.
En las primeras pruebas de maquillaje,
Karloff le señaló a Pierce que sentía que sus ojos se veían demasiado vivaces y
que quería corregirlo. La solución que encontró el maquillista fue colocar delgadas
plastas de cera para embalsamar simulando párpados caídos sobre los párpados reales
del actor.
El toque final para la cara de la Creatura
fue más bien una serendipia. ¿Han notado que el de por sí descarnado rostro de
Boris Karloff tiene una mejilla sumida cuando interpreta a la Creatura, dándole
una asimetría sutil pero perturbadora a todo su rostro? Bien, pues esto lo
consiguió el actor sacándose un puente dental que tenía en vez de muela.
Según testimonios, las sesiones de
maquillaje eran tan insufribles para Karloff que con frecuencia prefería que no
lo desmaquillaran al terminar la jornada y se iba a dormir caracterizado para
que, al día siguiente, Pierce sólo retocara el maquillaje.
Para el característico andar de la
Creatura, y para darle mayor altura a Boris Karloff, los zapatos que usaba
tenían pesadas plataformas de madera (cada zapato pesaba más de seis kilos) y
varillas de metal que corrían a lo largo de sus piernas para que no doblara las
rodillas al caminar. Por desgracia, fueron estos artilugios los que le causaron
graves daños a la salud de Karloff. En la climática escena del incendio en el
molino, el actor debía cargar a su compañero Colin Clive; pero con los arneses
que llevaba puestos en las piernas y los coturnos en los pies se lesionó
gravemente la espalda, herida de la que nunca se recuperó.
Según los chismes, esto no fue accidental.
Dicen las malas lenguas que Whale se sentía muy celoso de que Karloff acaparara
toda la atención en el set de filmación, por lo que lo obligó a filmar la
secuencia en la que cargaba a Clive hasta quedar exhausto y cuando el mismo
Clive sugirió utilizar un muñeco para que Karloff pudiera descansar, el
director se negó. Según este chisme, la escena se filmó 154 veces consecutivas.
Bueno, ¿y la película de qué se trata? En
ella se narra la historia de Henry Frankenstein (Clive), un joven y brillante
médico renegado quien, con ayuda de su asistente Fritz (el excelente pero
infortunado Dwight Frye[2]), roba cadáveres para
recolectar los materiales que necesita para su proyecto: crear un ser humano
superior. Sin embargo, por un error de Fritz, Henry implanta en la Creatura
(Karloff) el cerebro de un criminal. El resultado es una abominación con fuerza
sobrehumana y un instinto asesino incontrolable. La prometida de Frankenstein,
Elizabeth (Mae Clarke) y su mejor amigo, Victor Moritz (John Boles)[3] piden la ayuda de su
antiguo mentor de Frankenstein en la universidad, el doctor Waldman (Edward Von
Sloan, haciendo un papel muy similar a Van Helsing), para que ayude a Henry a
entrar en razón y dejar sus experimentos. ¿Estarán a tiempo aún de salvar a
Frankenstein y al pintoresco pueblo alemán donde habita su familia de la
destrucción causada por su propia creación o será demasiado tarde?
Si
bien se advierte que el argumento de la película apenas si coincide en algunos
puntos con el de la novela de Mary Shelley, hay elementos de fondo que sobrevivieron
a la adaptación y que valdría la pena revisar.
Por principio de cuentas está el carácter
de la Creatura, que es un personaje más bien trágico. Sí, es poderoso y
temible, y tiene el cerebro de un psicópata; pero también es un niño arrojado a
un mundo que no conoce y que le es hostil. Si uno se fija, en realidad la mayor
parte del tiempo que la Creatura tiene en pantalla se la pasa aterrado. Y en la
única escena que intenta ser bueno o amable o parece estar disfrutando de la
“vida” termina asesinando a una niña inocente.
Por cierto que esta escena fue considerada
demasiado impactante para el público de la época y fue editada para que no
mostrara a la Creatura arrojando a la niña al agua. Del mismo modo, se retiró
del corte original que se estrenó en cines una línea que grita Henry
Frankenstein cuando la Creatura cobra vida que dice “¡Ahora sé lo que se siente
ser Dios!” pues los distribuidores pensaron que el sacrilegio podría ofender a
algunos espectadores. Pero... ¿Qué no es ése el chiste con Frankenstein? ¿No
por eso era “El moderno Prometeo”?
Como sea, ya que hablamos de la Creatura y
la comparamos con la fuente original hay que notar que, si bien el personaje
continúa siendo un héroe trágico como el planteado por Shelley, es mucho menos
refinado. Mientras su contraparte literaria habla un inglés elegante y lleno de
arcaísmos, aprendido de leer a John Milton, la versión de cine es muda, apenas
si se expresa a través de gruñidos y manoteos. Por lo tanto, a pesar de los
kilos de maquillaje que llevaba encima, la actuación de Karloff recayó
principalmente en la sutileza de sus expresiones faciales, y eso la hace aún
más genial.
Siempre he preferido esta película a Drácula, no sólo porque Frankenstein sea mi libro favorito de
toda la vida —ya dijimos que poco tiene que ver con la fuente literaria—, sino
porque tiene mucho mejor ritmo, es más propositiva en cuanto a su narrativa y,
en pocas palabras, me parece que está mejor hecha. Logra comunicar mejor con el
público pues, a diferencia de Browning en Drácula,
en la dirección de Whale se nota la mano de un artista virtuoso que logra
adueñarse del discurso de la cinta y hacerlo suyo, y que sabe cuáles son las
mejores cualidades de los actores a su disposición y sabe explotarlas como los
instrumentos de una orquesta para crear una sinfonía.
Quizá el único fallo de esta película es la
escena en la que la Creatura se encuentra con Elizabeth. Siempre me pregunté
¿Por qué si la Creatura posee una fuerza descomunal y un intelecto minúsculo… se
toma la molestia de entrar con suma delicadeza por la ventana? Y sobre todo,
¿por qué carambas no mata a Elizabeth?
Como sea, en casi ochenta años de
existencia la cinta no ha perdido su capacidad de asombrarnos y conmovernos y,
quizá sin el impulso del Romanticismo que dirigía el escrito original de Mary
Shelley, cuenta la fábula y el infausto destino del hombre que se atrevió a
desafiar a Dios (o al Cosmos o al Ordennaturaldelascosas o whatever).
Ya para cerrar, creo que nunca está de más
hacer la aclaración: Frankenstein (o como lo llamaron en el clásico mexicano Santo y Blue Demon contra los monstruos
[Martínez Solares, 1970], “Franquestein”)
es el nombre del científico, no de la Creatura. La Creatura no tiene nombre y
esto es un simbolismo propuesto por Shelley; pues si según el Génesis, Dios
creó a las plantas y a los animales nombrándolos, esta ente sin nombre no puede
ser una creación de Dios.
PARA
LA TRIVIA: Una primera prueba de la película, con una duración de
20 minutos, fue filmada con Lugosi en el papel de la Creatura para ser mostrada
a los productores de Universal. Según se cuenta, en ella el maquillaje de este
personaje es más cercano a lo visto en El
Golem (Boese y Wegener, 1920). Todo el metraje de esta prueba se considera
perdido actualmente.
BIBLIOGRAFÍA
LANDIS, John, Monsters in the Movies, DK Publishing,
Reino Unido, 2011.
PENNER, Jonathan y Steven Jay Scneider (Ed.), Cine de
terror, Taschen, Madrid, 2008.
OTRAS FUENTES
NAHMOD, David Elijah, The Ballad of Dwight Frye, publicado en Famous Monsters of Filmland Núm. 263, Septiembre/Octubre 2012. P.12-14
FUENTES AUDIOVISUALES
NASR, Constantine, Karloff, the Gentle Monster, New
Wave Entertainment, 2006.
SKAL, David J. The Frankenstein Files: How Hollywood
Made a Monster, Universal Studios Home Video, 2002.
[1] El
diseño de Pierce para la Creatura está registrado bajo derechos de autor por
Universal Licensing hasta el año 2026.
[2]A
pesar de su talento y su relativa fama, tanto en cine como en teatro, Frye
nunca pudo pasar de hacer papeles secundarios y mal pagados. Esta situación lo
obligó a trabajar en una fábrica por las noches y, posteriormente, a retirarse
por completo de la actuación para poder mantener a su familia. El actor
falleció de un ataque cardiaco a los 44 años de edad. (Nahmod)
[3] Los nombres de Victor Frankenstein y
Henry Clerval del texto original fueron intercambiados en la película pues los
productores pensaron que “Victor” era un nombre demasiado serio y seco para el
protagonista de una película estadounidense.
De hecho creo haber leído en algún lado que la creatura si tenía nombre: Adán, por ser el primer hombre de la nueva era de la humanidad o algo así, no recuerdo bien la fuente
ResponderBorrarNo recuerdo que lo mencionen en la novela.
BorrarY por cierto, una pregunta: ¿Es cierto que el maquillaje era tan realista en aquel entonces que de hecho mucha gente salía horrorizada del cine? ¿Y que tan cierta es esa leyenda de que en el estreno de esta película en un cine una mujer salió gritando en medio de una crisis de nervios porque el maquillaje realmente la asustó?
ResponderBorrarNo había escuchado la anécdota de la mujer que salió corriendo del cine; pero el maquillaje sí era muy impresionante. En el prólogo que se añadió a la película, Edward Van Sloan aparecía pidiendo a las personas que fueran fácilmente impresionables que se retiraran de la sala.
BorrarFue este maquillaje, según lo narra él mismo, lo que hizo que Rick Baker se decidiera a ser maquillista cuando era niño y vio la película en T.V.
En contraste, la actriz infantil Marilyn Harris ("Maria" en la película), cuando vio a Karloff maquillado como el monstruo por primera vez, se acercó a él, lo tomó de la mano y le preguntó si podía acompañarlo en el coche (se dirigían a la locación del lago).