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domingo, 9 de octubre de 2016

QUERER ES PODER. "Durante la Gran Depresión uno tenía que timar para sobrevivir... era eso o trabajar" Abuelo Simpson.


QUERER ES PODER
King of the Hill

Steven Soderbergh, 1993

Sin duda alguna, una de las etapas más difíciles en la historia de Estados Unidos fue la conocida como la Gran Depresión. Tras el colapso de la Bolsa de Valores en 1929, millones de personas en EE.UU. perdieron todo su patrimonio y se vieron obligadas a vivir en las calles o en condiciones al borde de lo infrahumano. Justo en esa época es que se desarrolla la historia de esta película.


    La peli narra la historia de Aaron Kurlander (Jesse Bradford) y su familia, quienes sobreviven a duras penas hacinados en un cuarto de hotel. La madre de Aaron (Lisa Eichhorn), padece tuberculosis; su hermano menor (Cameron Boyd) parece no poder mantenerse alejado de los problemas en la escuela y su padre (Jeroen Krabbé), un fracasado vendedor de puerta en puerta, vive persiguiendo espejismos en su quijotesca idea de buscar empleo. Los únicos que parecen interesarse en Aaron son su profesora, la Srta. Mathey (Karen Allen, quizá el único rostro conocido, en aquel entonces, en la película por Cazadores del Arca Perdida [Spielberg, 1981]), y Lester (un incipiente Adrien Brody), un bribón timador con corazón de oro. Pero, conforme la situación de la familia Kurlander se va volviendo cada vez más insostenible, Aaron irá descubriendo que la única persona que puede ayudarlo a sobrevivir es él mismo.


    Aunque el título que le pusieron a esta película en español me causa una especie de enfermedad, creo que describe bastante bien lo que la cinta es. Me refiero a que se trata de una producción más bien pequeña, pero muy bien aprovechada. Las locaciones ‒la mayoría de ellas en la verdadera ciudad en la que se ambienta la cinta, St. Louis, Missouri‒ son pocas, pero la recreación histórica fue llevada a cabo celosamente. Los vestuarios, la utilería y el mobiliario están súper cuidados ‒aunque me surgió la duda sobre si los teléfonos en 1933 ya daban tono de marcar‒.
    Lo primero que pude notar fue que la fotografía es buena. Me gusta ese tono dorado que tenían las películas en los 90, ¿lo recuerdan? Aquí, la fotografía se vuelve preciosista al tratar de capturar todos los detalles de lo que sucede frente a la cámara, realzando incluso texturas y volúmenes. Además, logra transmitir esa atmósfera de miseria, no sólo económica sino espiritual, que envuelve a los personajes.  


    En este rubro, también pude notar que muchas de las tomas de la cinta son tomas cerradas. No sé si esto lo hicieron para captar las sutilezas en las interpretaciones de los actores o si de plano tomaron casi puros primeros planos porque no tuvieron presupuesto para construir y ambientar sets más grandes. Sea como fuere, los planos cerrados se convierten en una herramienta narrativa que nos permite acercarnos de manera más íntima a los personajes ¡Incluso se siente angustia cuando las gotas de sudor perlan el rostro de Aaron mientras alucina por el hambre!
    También pude notar que muchas de las tomas están emplazadas a baja altura, como si la cámara filmara a la misma altura de los ojos de Aaron, lo que le da un sentimiento más personal y una perspectiva única a lo que sucede en la historia. Además de crear un cierto distanciamiento con el “mundo de los adultos”.


    La película también muestra un marcado contraste entre otros dos mundos: el de aquéllos que tienen que vivir en tiendas de campaña en los parques porque lo han perdido todo, y el de los que juegan golf los fines de semana en campos privados, ofrecen fiestas para cientos de invitados y les dan trabajos frívolos a los primeros. Y cuando éste último comienza a enredar al pobre Aaron, el chico no encuentra otra solución más que huir de un mundo que no es el suyo.
    Con frecuencia, los niños que protagonizan películas son elegidos por los directores de casting por su carisma frente a la cámara y no por sus habilidades histriónicas, y por esto los adultos que los rodean suelen ser actores ya consagrados que soporten la carga actoral de la cinta ‒Terminator 2: el Juicio Final (Cameron, 1991), te estoy viendo a ti‒. Pero en ese sentido, ésta es una película atípica. Las actuaciones de todos los involucrados son bastante buenas y Bradford logra llevar el hilo conductor de la historia a través de su interpretación de un muchachito mentiroso que inventa historias para que los demás no se enteren de que su familia no tiene ni para amanecer.


    En general, todos los niños que aparecen en la cinta, incluida una Katherine Heigl adolescente en su segunda aparición en pantalla, actúan muy bien.
    Me llamó mucho la atención el personaje del papá de Aaron, a quien la desesperación lo lleva a aferrarse a ideas absurdas y a construir castillos en el aire. La actuación de Krabbé es buena y, aunque por momentos raya en lo caricaturesco, no se siente botada o fuera de lugar. Quizá tenga que ver con que el personaje del patrullero Burns, interpretado por el siempre genial John McConnell ‒a quien con frecuencia le dan papeles de policía y quizá lo recuerden por películas como El cuervo (Proyas, 1994) o Django sin cadenas (Tarantino, 2012)‒, fue prácticamente sacado de los dibujos animados de la época.


    A pesar de esto, en el tercer acto el tono de la película, que había tirado más hacia la travesura, se vuelve bastante más oscuro, más sórdido. El protagonista comienza a descender en una espiral de mala suerte combinada con fatalidad, en la que todos sus intentos por no sucumbir fracasan y que nos hace dudar sobre si podrá salir avante al final.
    Y ése es el único aspecto en el que siento que esta película queda a deber: el guión. No es malo, pero tampoco es algo espectacular. Simplemente es un guión correctamente escrito para un melodrama de lo más formulario; que funciona, casi palomeando cada punto, según la fórmula de un melodrama clásico al más puro estilo de Dickens. SPOILER Deus ex machina y castigo ejemplar para el antagonista incluidos al final TERMINA SPOILER.


    Querer es poder es una buena película que quizá no sobresalga particularmente por su contenido; pero que puede jactarse de tener una manufactura impecable. Además, es una cinta muy eficiente que cumple con su cometido de crear empatía con su protagonista e identificarnos con él, acompañándolo en su aventura... o, en este caso, desventura. Sobre todo, se disfrutan su actuación muy por encima del promedio y su fotografía bella y dinámica.



PARA LA TRIVIA: La película está situada en 1933. Hacia el final, el padre de Aaron recibe una carta de la WPA. La Works Progress Administration era una agencia gubernamental dedicada a dar trabajo a millones de personas desempleadas en obras públicas; pero no fue creada sino hasta 1935. 

Guión
1
Dirección
2
Actuación
2
Fotografía
2
Música
1
Total
8


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