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lunes, 25 de marzo de 2013

TRON: EL LEGADO


TRON: EL LEGADO
TRON: Legacy

Joseph Kosinski, 2010

He de admitir que no quise ver esta película en el cine, y sin embargo una curiosidad casi morbosa por verla me consumía. No fue la fastuosa, aunque un tanto fallida, campaña publicitaria alrededor de la cinta. No fueron sus efectos especiales de altísima tecnología. Tampoco esa serie de padrísimas aunque pobremente distribuidas figuras de acción con luces integradas. Ni la música de Daft Punk… ¡Hombre, ni siquiera fue la belleza exótica de Olivia Wilde! La razón que me movía a ver esta cinta era la malsana curiosidad de saber por qué alguien se atrevería a producir una secuela de la película que le ocasionó a Walt Disney Productions las mayores pérdidas en la historia.
     Y hoy, a casi tres años de distancia del estreno de la segunda parte de TRON, la historia parece haberse repetido. El fracaso no fue tan estrepitoso como el de hace treinta años, eso lo reconozco, pero he conocido muy pocas personas que hayan visto esta película, y de ellas muy pocas sabían que se trataba de una segunda parte porque jamás habían oído hablar de la original.

    Para quienes sí soportamos la original, va la sinopsis (bueno y para los que no, también… a menos que se salten los siguientes párrafos): Kevin Flynn (Jeff Bridges), el genio programador de videojuegos con la personalidad de Han Solo, tras haber salido de la compañía desarrolladora de software ENCOM, hackea el sistema de la compañía para buscar evidencia de que cinco videojuegos producidos por ENCOM le fueron robados. En respuesta, el sistema de ENCOM secuestra a Flynn y lo transporta al mundo virtual conocido como The Grid, donde tendrá que aliarse con el programa se seguridad TRON (Bruce Boxlitner) para vencer al Programa de Control Maestro (David Warner), quien gobierna The Grid como un dictador.
    Siete años después de los eventos de la primera cinta, siendo un empresario multimillonario, director de ENCOM y un padre más o menos bueno, Kevin desaparece una noche sin que nadie pueda encontrarlo.
    Veinte años después de la desaparición de Kevin, su hijo Sam Flynn (Garrett Hedlund) es el yupie sin rumbo que no se decide a tomar las riendas de la compañía de su padre, y que prefiere hackearla sólo por diversión. Cierta noche, después de jugarle una “bromita” a la junta directiva de la empresa, Sam descubre un cuarto secreto en el local de arcadias de su padre; dentro de este cuarto se encuentra el rayo láser pixelador, o como se haya llamado, que introduce a los humanos en The Grid. Por accidente, Sam es transportado al mundo virtual.
    Ya dentro de The Grid, Sam se encuentra conque CLU, el programa creado por Kevin Flynn a su imagen y semejanza, se ha convertido en un tirano que gobierna The Grid con puño de hierro. Además de que busca también al desaparecido Kevin para robarle su disco de memoria, donde se encuentran guardados todos los secretos detrás de la programación del mundo virtual.
    ¡Vaya! Cuatro párrafos de sinopsis y apenas conté la primera media hora. Con razón la gente se aburrió en los cines. La trama de la película, de hecho, es su principal fortaleza y su principal debilidad al mismo tiempo, pues al enlazar tan estrechamente ambas películas crea una barrera que resultó casi infranqueable para algunos espectadores, particularmente los más jóvenes.

    Dicho de modo mas simple: el principal fallo de esta peli es ser una secuela demasiado directa (aun con treinta años de por medio) de una película que nadie vio. Los productores de TRON: El legado siempre dijeron que para disfrutar de esta cinta no hacía falta ver la original. Mintieron. Mintieron vilmente. Sin las referencias de la primera cinta, uno está perdido en ésta.  
    El gran error de la TRON (Lisberger, 1982) original fue que la promocionaron como una película de acción y aventura, cuando en realidad se trataba de una película de ciencia ficción (de verdad, no como Star Wars) densa y tan dura que sólo los nerdos de más colmillo pudieron roerla. Uno de los errores de esta secuela fue que, al tener miedo de que las explicaciones soporíferas la hundieran como a su predecesora, se las saltó olímpicamente dando por hecho que el público ya sabía qué era lo que estaba viendo.
    Toda la primera mitad de la cinta, o por lo menos, los primeros cuarenta y cinco minutos (dura dos horas) son una especie de “previamente en TRON…” que trata de enlazar los eventos que vemos en pantalla con lo sucedido treinta años atrás; además de un par de escenas de acción, incluida una carrera de las ya legendarias motos de luz y una competencia con los también conocidos discos (una especie de jai alai virtual-mortal). Menos mal, llega Quorra (Olivia Wilde) a salvar a Sam… y a nosotros de un guión denso y pretencioso.
    O no sé qué pensar realmente, porque a partir de esta parte la película pierde mucha de su sustancia y se vuelve más bien un melodrama superficial y predecible. Los realizadores de esta peli no lograron encontrar un punto intermedio entre la ciencia ficción dura y el melodrama palomero de aventuras. Y ahí es donde esta película se hunde sin remedio, al no poder satisfacer a ninguno de los dos públicos a los que iba dirigida.

    Entre sus aciertos puedo mencionar sin temor a equivocarme el soundtrack. El trabajo de Daft Punk al componer la música original para esta cinta es sorprendente, ya que logra crear un score épico y emotivo a pesar de seguir una tendencia mayoritariamente minimalista. O como quien dice, logra una banda sonora bastante espectacular con pocos sonidos electrónicos, y que en realidad no le pide nada a la música compuesta por Wendy Carlos (quien hubiera alcanzado la inmortalidad musical años atrás con el soundtrack de Naranja Mecánica [Kubrick, 1970]) para la primera parte.
    Ahora hablaré sobre lo que me pareció una de las mayores ironías de la historia del cine: los efectos especiales de TRON: El legado.
    Es cierto que en esta cinta hay muchos efectos especiales. La mayoría de ellos está tan bien lograda que casi ni se nota. ¿La paradoja? Que gracias al avance de la tecnología, esta película tiene muchos menos efectos especiales que la original.
    En 1982 se utilizaron prácticamente todas las técnicas de trucaje fotográfico habidas y por haber, e incluso algunas se inventaron para la peli, combinadas con rotoscopía, con animación tradicional y con las incipientes imágenes en 3D generadas por las computadoras de entonces para crear TRON; dándole a la peli ese aspecto artesanal que la caracteriza hasta nuestros días.
    En 2010, puesto que ya existía la tecnología para hacerlos, si los realizadores necesitaban un traje con luces de neón integradas simplemente se mandaba fabricar y ya. Y de hecho, según podemos ver en pantalla, se mandaron fabricar muchos. Según vi en algún detrás de cámaras, el gran inconveniente de estos trajes era que se tenía que cronometrar la filmación de manera muy rigurosa pues las baterías sólo les duraban seis minutos… ¡Pero al menos no tuvieron que pedirle prestada tecnología al Ejército de Estados Unidos para tenerlos en pantalla como en 1982!
    El mayor logro de la cinta, sin embargo, sí viene en el rubro de los efectos especiales. Es algo tan sutil como sobrecogedor, ya que uno tarda un poco en darse cuenta. Quiero decir, lo ves en pantalla, pero no es sino hasta que reflexionas sobre ello que caes en cuenta de que necesariamente se trata de un efecto especial. Me refiero al personaje de CLU. Al haber sido creado a imagen y semejanza del Kevin Flynn de 1982 y tratarse de un programa de computadora, CLU no envejeció; por lo tanto, se ve tal y como se veía Bridges en 1982. Los realizadores utilizaron efectos digitales y performance capture para recrear al Jeff Bridges de la primera cinta y se ve genial, parece un actor de verdad hasta que uno cae en cuenta de que es imposible.

    En conclusión, no puedo dejar de sentir un poco de lástima por la saga de TRON. Ambos intentos por producir una aventura de ciencia ficción del gusto del mainstream han fracasado (aunque cada vez de forma menos miserable). Sin embargo, la película original ha ido encontrando su público a lo largo de 30 años y, casi sin darnos cuenta, la hemos adoptado como parte del inconsciente colectivo.
    El verdadero legado de TRON no es esta secuela tardía y poco equilibrada. El legado de TRON está en las múltiples referencias que hay de ella en la cultura popular: No puede negarse la influencia de TRON en la saga de Matrix (Wachowski, 1999-2003), así como en la serie de televisión pionera de la animación por computadora, Reboot (1994-2002), puesto que prácticamente es el punto de partida de ambas obras; ni tampoco se pueden olvidar las innumerables parodias que de ella se han hecho en series de televisión, particularmente de dibujos animados. Desde sus contemporáneos, los Muppets Babies (1984-1990) hasta el irreverente y políticamente incorrecto Family Guy (1999-), pasando por el niño genio favorito de todos en El laboratorio de Dexter (1996-2003) y el otro icono de la cultura popular, Los Simpson (1989-).
    Así pues, la imaginería de TRON se encuentra alrededor nuestro y ni siquiera lo habíamos notado. Siempre me ha asombrado cómo una película que en su época causó tan débil impacto y que, de hecho, fue considerada un fracaso ha podido ser tan influyente en la cultura de las décadas que le siguieron. Supongo que el tiempo le ha hecho justicia después de todo.
PARA LA TRIVIA: En realidad esta película no es la primera vez que se intenta producir una secuela de TRON. Un videojuego llamado TRON 2.0, que continuaba directamente con la historia de la primera película, estaba planeado para ser lanzado para la consola PlayStation (PSX) en 1997, pero por problemas en su desarrollo fue cancelado y no vio la luz sino hasta 2003 en PC y Mac.

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