PARÁSITO (T. del A.)
Parasite
Andrew Pendergast, 2003
Favor de no confundir esta cinta de “horror”, ciencia ficción e ínfimo presupuesto con su homónima Parasite de 1982; una película de “horror”, ciencia ficción e ínfimo presupuesto que marcó el debut cinematográfico de Demi Moore, y que al lado de esta parece Bergman.
Generalmente cuando veo películas hay veces que lo que veo es tan malo que ni siquiera merece una crítica. He dejado pasar películas sin reseñar porque en verdad me parece que no vale la pena hablar de ellas, no son malas y divertidas como Freddy vs Jason (Yu, 2004) ni tan malas que se vuelven buenas como Plan 9 del espacio exterior (Wood, 1959), sino que simplemente son mediocres, malas y aburridas.
Pero el caso de esta cinta es diferente. Muy pocas veces en mi vida he visto películas que pueda calificar con los epítetos “terrible”, “desastrosa” o “inconmensurable pérdida de tiempo”, pero esta cinta sin duda lo es; y es por eso que sentí como un compromiso con mis lectores el advertirles sobre ella. En verdad, no es mala, sino malísima; sí terminé de verla, pero ya contaba los minutos para que se terminara.
Un equipo de técnicos es enviado a una plataforma petrolera abandonada para probar una enzima experimental diseñada para limpiar derrames petroleros. Por accidente, la enzima es rociada sobre un grupo de gusanos que debido a esto mutan, alcanzando proporciones gigantescas. Aunque, según como lo explica la científica “sexy” de la película, estos gusanos no son depredadores, necesitan cuerpos humanos para depositar en ellos sus huevos. Por si esto fuera poco, un grupo de eco-terroristas secuestran la plataforma petrolera y a sus ocupantes.
¿Por dónde empezar? Casi no puedo encontrarle aciertos a esta película, parece broma pero prácticamente todo está mal en ella. Así pues, iré punto por punto.
El guión parece haber sido escrito por un muchacho de secundaria… y uno no muy brillante, por cierto. Está plagado de lugares comunes, de personajes a medio trazar, huecos y elementos sacados de la manga. Quizá quien lo escribió no fue un escolapio, sino un mago chafón, de ésos a los que se les ven los trucos desde la última fila, pero tratan de disimular con falsa simpatía. Padeciendo de esto mismo, los diálogos son bastante malos, algunos son tan falsos y prefabricados que parece que los sacaron de una tarjeta de San Valentín.
Las actuaciones son lamentables. Lo que es muy interesante es que los (impunemente así llamados) actores son a todas luces británicos, pero en varias escenas tratan de fingir el acento americano y después lo olvidan, y luego lo retoman… ¡Un verdadero caos! Los actores dicen sus diálogos como si fuera la primera vez que los leyeran (quizá así fue) y sin ninguna emoción, o con una emoción exagerada que bota completamente; en verdad, he visto Pornstars que actúan mejor.
La musicalización es prácticamente nula. No porque no haya música, sino porque, irónicamente, hay demasiada. Así es. Casi durante toda la película hay música (muy probablemente de stock) en las escenas; pero como es constante, está en un volumen bajo y no utiliza ningún leit motiv reconocible, es más lo que estorba que lo que apoya al desarrollo de la peli.
Por supuesto, dejé lo peor para el final: Los efectos especiales… si es que se les puede llamar así.
Los monstruos de algunas películas, como el jabalí mutante en el que se transforma el villano Anton Arcane al final de La cosa del pantano (Craven, 1981) o el cíclope de Santo y Blue Demon contra los monstruos (1969), dan risa; la risa malsana de ver a alguien que pudo haberlo hecho mejor hacer el ridículo por su mediocridad. Pero los “monstruos” de esta peli más bien dan pena y un poco de lástima… como ver a un anciano caerse en la calle.
Y es que los dichosos parásitos son uno de los peores casos d abuso del CGI que he visto en la vida. No tengo nada en contra de los efectos por computadora, pero parece que los productores pensaron “¿para qué hacemos puppets si podemos hacer los gusanos por computadora?”. En ese caso, por lo menos los hubieran hecho bien; creo que los gráficos del Nintendo 64 se veían más reales que las alimañas de esta cinta… ¡Caray! Creo que un calcetín con ojos locos pegados me hubiera dado más miedo.
Ahora bien, ¿Qué no tienen presupuesto para hacer unos monstruos convincentes? Está bien. ¿Qué no hay presupuesto para contratar actores de verdad? De acuerdo, se entiende; pero ¿no tener presupuesto para siquiera construir maquetas? ¡Eso ya es el colmo señores! En vez de hacer una maqueta de la plataforma petrolera y del helicóptero que aparecen en la cinta, vamos, en vez de usar malditas imágenes de stock, los productores decidieron que el mismo inepto que no pudo hacer gusanos en CGI hiciera una plataforma y un helicóptero digitales. Sobra decir que se ven terribles.
¡Ni siquiera las explosiones son reales! También se trata de imágenes generadas por computadora. Finalmente, el colmo de los colmos: Las escenas en el interior del helicóptero no fueron filmadas en tal, sino en una SUV con paneles de foamboard y lamparitas rojas, por favor, si no se tiene presupuesto al menos hay que tener dignidad.
Y así concluyo esta crítica que, más que tal, debería entenderse como una advertencia a la comunidad cinéfila. Por favor, háganle un favor a la humanidad y no vean esta “película”. Es tan mala que ya hizo que comenzara a referirme a Parasite (Band, 1982), el apenas soportable churro con Demi Moore del que hablé arriba, como “Parasite, la buena”.
MORALEJA: No vuelvo a comprar DVD’s de la mesa de “un dólar pieza”.
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