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miércoles, 19 de diciembre de 2012

DRÁCULA: PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

DRÁCULA: PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS
Dark Prince: The True Story Of Dracula

Joe Chappelle, 2000

Bien dijo Dante Alighieri que “el camino al Infierno está empedrado de buenas intenciones”, y para muestra esta película. No es mala completamente, pero tampoco es una joya del séptimo arte. Por principio de cuentas, cabe aclarar que no se trata de una película de vampiros, sino más bien de una dramatización de la vida de Vlad II de Valaquia (en la película llamado Vlad Dracula de Rumanía… ya empezamos mal). Por los valores e producción y los encuadres de cámara, me parece que esta cinta salió directamente en video.
    El príncipe Vlad Dracula, heredero al trono de Rumanía, y su hermano Radu son secuestrados por el sultán durante la defensa de las fronteras de su patria en contra de los turcos. Con el paso del tiempo, Vlad es liberado y acogido en la corte del Rey de Hungría a cambio de convertirse a la fe católica romana. Los años siguen pasando y Vlad Dracul se va haciendo de enemigos entre la nobleza de su reino y los reinos aledaños, a lo cual sólo puede responder con medidas represivas y monstruosas para mantener la paz.

    La principal fortaleza de esta película es el guión, que busca retratar a Drácula como un idealista político cuyas férreas convicciones lo llevan a la debacle moral. Se trata de un guión con potencial dramático, bien documentado y que maneja diálogos sencillos y directos. Por desgracia, es arruinado en la mayor parte de la película por la incompetencia de los actores que lo interpretan.  Principalmente, he de acusar de lo anterior a la pareja protagónica.
    Por principio de cuentas tenemos a Rudolph Martin, quien ya había interpretado a Drácula en varios episodios de Buffy la Cazavampiros. Por desgracia, parece que nadie se tomó la molestia de decirle que interpretar a un vampiro de cómics e interpretar a un personaje histórico son cosas diferentes. Además, francamente me parece que el casting es más bien desafortunado, pues aunque Martin tiene el tipo físico idóneo para interpretar al clásico vampiro romántico, no se parece en absoluto al príncipe valaco de la vida real.
    En segundo lugar tenemos a Jane March, quien intenta furiosamente interpretar a Lidia, la esposa del príncipe Drácula. En un segundo ejemplo de un casting desafortunado, el físico anguloso y huesudo de March poco luce enfundado en los vestidos de época requeridos por la producción. Este efecto sólo acrecienta la falsedad en toda la actuación de March, quien no pierde la oportunidad de sobreactuar o de recitar diálogos lo más planos posibles.
    El diseño de producción, refiriéndome con esto específicamente a vestuarios, utilería y escenografía es adecuado y cumplidor; nada sobresaliente ni exento de los anacronismos y errores tan comunes en películas que buscan retratar el Medioevo. El aspecto que sí cabe resaltar es la iluminación, que hace lucir todos los elementos antes mencionados y ocultar la que muy probablemente era una manufactura pobre.
    Por el otro lado, el maquillaje es infame.

    La cinta además tiene su buena dosis de escenas de acción. La mayoría no son demasiado espectaculares y están filmadas con cámara en mano para darle un dinamismo artificial a las coreografías, pero entretienen. Lo que sí me parece muy rescatable de dichas es cenas es la falta de timidez para mostrar violencia explícita; decapitaciones, desmembramientos y empalamientos son recreados con mayor o menor verosimilitud, pero siempre con espectacularidad. Algo que llamó mi atención al respecto de esto es que la película es mucho más violenta en la primera mitad, sin que haya una explicación satisfactoria para ello.
    En cuanto al guión, cuyas virtudes ya había expuesto tiene también sus fallas. La principal de ellas, que se conjuga además con una edición apresurada, es la extensión. Tratar de contar esta historia en tan sólo noventa minutos obliga a un tratamiento superficial y que exige demasiada atención del público para no perder el hilo de lo que se está contando.   

    En general, se trata de una película decente. Olvidable y poco trascendente, pero de ésas que te dejan pensando “¿qué pasaría si alguien se animara a hacerla bien?” Porque como intento se agradece, pero el resultado final sí que queda a deber.
    ¡Ah, sí! casi lo olvido: Si quieren el consejo de un servidor, pulsen STOP en su control remoto por cuando el cronómetro esté marcando alrededor de 1:24. No quieren ver el final, en verdad es desastroso; echa por la borda todo el resto de la película en menos de cinco minutos.

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