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domingo, 9 de diciembre de 2012

APOLO XVIII


APOLO 18
Apollo 18

Gonzalo López Gallego, 2011

Recuerdo que cuando vi el tráiler de esta película en el cine, no pude evitar gritarle a la pantalla: “¡Es como La Bruja de Blair, pero en el espacio!” Ahora que por fin la pude ver, me doy cuenta que es más una especie de Actividad paranormal (Peli, 2007) conoce a Alien (Scott, 1979). De hecho, el argumento como tal es prácticamente una copia al carbón de la obra maestra de Scott.
    En diciembre de 1973, un año después de cancelar el programa de misiones tripuladas a la Luna de la NASA, tres astronautas son enviados en una misión ultra-secreta al satélite terrestre. Al llegar ahí se encuentran con que los soviéticos sí llegaron a la Luna pero, por razones desconocidas, nunca lo divulgaron; lo más extraño de todo es que como única evidencia de su presencia en suelo selenita, sólo dejaron las ruinas ensangrentadas de un módulo espacial y el cadáver de su tripulante.

    Sí, así como se lee, esta cinta es un monumento a la falta de creatividad. Con el pretexto de tratarse de “pietaje secreto de la NASA recién descubierto”, esta peli presenta una historia de terror que bebe de muchas fuentes; algunas más obvias como la citada Alien o La cosa de otro mundo (Carpenter, 1982), y otras más sutiles como Masacre en Texas (Hooper, 1973) e, incluso, se nota cierta influencia de los cuentos de H.P. Lovecraft. La historia es bastante simple y predecible y se trata de la vieja fórmula de “tipos en el espacio que no pueden regresar” que tan buenos resultados ha dado siempre.
    Un mérito que sí debe reconocérsele a esta película es el esfuerzo que hizo la producción para que luciera como material auténtico. De hecho, durante toda la primera mitad de la película, es precisamente este estilo hiperrealista (con sus fallas, también) el que logra crear el suspenso y un par de secuencias que sí son escalofriantes. No son muchas, ni demasiado aterradoras, sólo lo necesario para mantener el interés del público.

    Por desgracia, para la segunda mitad la cinta se cae estrepitosamente. Cuando el suspenso por fin comienza a llevar la historia a algún lado, la verosimilitud se vuelve insostenible y aquí Apolo 18 pierde su mayor fuerza. La amenaza que se cierne sobre los astronautas protagonistas resulta irreconciliable con el tono de documental que la cinta había presentado durante sus primeros 45 minutos. Finalmente, en vez de lograr que dicha amenaza se vea real, todo lo demás se empieza a ver falso y la misma película se encarga de recordarnos que se trata solamente de una obra de ficción.
    Otro detalle que arruina el efecto de autenticidad de la película son los encuadres. A lo largo de la peli, aunque mayormente en la segunda mitad, encontramos una serie de encuadres que son imposibles para una cámara en mano, o montada en un traje espacial o sobre la pared de algún módulo lunar. Precisamente, la ya tan gastada fórmula de “cámara voyeur” hacia el final de la cinta se siente torpe y estorba más que aportar. En muchas de las secuencias finales se nota que el director está forzando la narrativa del filme para que entre dentro de este sobreexplotado estilo.

    Ésta es una mala película, pero no pésima. Se deja ver durante la mayor parte, resulta entretenida y hasta logra espantar si uno no está de un humor muy exigente. Es una de esas películas condenadas a los recovecos olvidados de los videoclubes o a servir de preámbulo a cintas más importantes en los maratones de cine de horror.

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