QUADROPHENIA
Franc Roddam, 1979
¿Por qué será que los curas
son buenos para recomendar películas? Estudié mi bachillerato en una escuela
religiosa y sí, como tal, llevaba una materia llamada Formación Religiosa. Era
más entretenida de lo que imaginan. Se trataba de una especie de mezcla entre
historia de la religión y Filosofía. Como sea, había un libro de texto para
dicha materia y, en su afán de hacerlo ameno, los autores se apoyaban en muchas
películas para explicar sus conceptos. De tal suerte, el libro estaba tapizado
de fotogramas de películas como 1984
(Radford, 1984), Brasil (Gilliam,
1984), La guerra del fuego (Annaud,
1981), El Imperio contraataca
(Kershner, 1980), Encuentros cercanos del
tercer tipo (Spielberg, 1977) y una larga lista de etcéteras. Ahí fue
cuando conocí Quadrophenia, aunque
apenas tuve oportunidad de verla ahora, casi quince años después.
Buscando la película conocí el álbum Quadrophenia, la segunda ópera rock de
The Who, que se publicara en 1973 y por ello mismo tenía ciertas expectativas
sobre la película... y creo que no se cumplieron...
La película está ambientada en el Londres
de 1964 y narra la historia de Jimmy (Phil Daniels), un adolescente rebelde
miembro de la pandilla conocida como los mods. A lo largo de la película,
seguimos a Jimmy en una odisea de autodescubrimiento que lo llevará a
enfrentamientos con la banda rival conocida como rockers, a renunciar a su
asfixiante trabajo, a meterse en drogas, a pretender a Steph (Leslie Ash), la
novia de uno de los líderes de los mods, y otras tantas cosas que, a final de
cuentas, le enseñarán su lugar en el mundo.
Y, como pueden darse cuenta, esta sería una
de las pocas quejas que tengo sobre la película: Ya la vi. Muchas veces. Me
refiero a que por lo menos las primeras tres cuartas partes de la cinta son cliché
tras cliché tras cliché de las películas de chavos rebeldes. De verdad, lo que
sucede en esta cinta lo vimos ya en Rebelde
sin causa (Ray, 1955), Vaselina
(Kleiser, 1978), Fiebre de Sábado por la
noche (Badham, 1977) o Hair
(Forman, 1979).
Mi otra queja es que la película no sea un
musical. He de confesar que, de ordinario, no soy muy aficionado a los
musicales en cine ‒los prefiero en teatro‒; pero en el caso de esta cinta sí me
esperaba una cosa más a la Milos Forman, como Hair. Y no, las canciones del álbum Quadrophenia, y eso no todas, son relegadas a ser escuchadas como
música de fondo en algunas escenas de la película. El resto de la banda sonora
está conformada por canciones de bandas como The Kingsmen, Booker T. & the
McG’s o The Chrystals.
Y ya. Es lo único que no me convenció de la
película. Las actuaciones son excelentes, lo mismo que la fotografía ‒¿Por qué
en las películas británicas de los setenta todo es verde?‒, que logra evocar el
ambiente de asfixia y desesperación en el que se desenvuelve Jimmy.
Incluso es memorable la aparición de Sting
a quien, francamente, nunca le he tenido demasiada fe como actor; pero que en
esta película hasta nos cae de lo más simpático con un personaje que se las da
de ser muy chicho y después descubrimos que en realidad es un pobre diablo.
Pero,
sobre todo, lo que me parece sobresaliente de esta cinta es que se trata de un
homenaje. Un homenaje a la música y una celebración al espíritu de los 60, a
ser adolescente, a ser rebelde, un tributo al Rock n’ Roll y no sólo por la
música, sino como un estilo de vida y como un símbolo.
Quizá porque sólo una sociedad tan
tradicionalista y conservadora como la de la Inglaterra de la posguerra pudo
haber dado origen a una rebelión tan cáustica y explosiva como la de la
juventud de los 60.
Se trata de una buena película, sólo creo
que yo me generé expectativas diferentes sobre ella. Y así como hay quienes
dicen “el libro es mucho mejor” cuando hablan sobre una película basada en un
libro, aunque nunca me ha parecido una comparación del todo válida, creo que
terminaré afirmando que “el disco es mucho mejor que la película”. Pero siendo
justos, debo decir que me gustó mucho esta cinta por su buena manufactura.
Digamos que la estuve buscando por una razón y terminó gustándome por otra.
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