LA NOVIA DE FRANKENSTEIN
Bride of Frankenstein
James
Whale, 1935
¿Quién
dijo que segundas partes nunca fueron buenas?... Bueno, por lo general suele
ser cierto, pero si hay una secuela bien lograda en la historia del cine, es
sin duda ésta. Esta película es tan distinta de la primera parte, pero al mismo
tiempo evoluciona tan bien los conceptos planteados en ella que es difícil
describirla. De hecho, la cinta me produce una sensación muy difícil de
explicar, supongo que será algo parecido a la fascinación. El único adjetivo
con el que se me ocurre calificarla es “exquisita”.
La película continúa la historia justo
donde se quedó la primera, cuando el molino de viento es reducido a cenizas por
la ira de los aldeanos y éstos dan por muerta a la Creatura (Boris Karloff). Su
creador, el joven científico Henry Frankenstein (Colin Clive en una de sus
últimas interpretaciones) casi murió por las heridas causadas en el
enfrentamiento y ahora es devuelto a su mansión para recuperarse al lado de su reciente
esposa Elizabeth (la bella Valerie Hobson). Sin embargo, la tranquilidad de
Frankenstein se verá interrumpida por la visita del Dr. Septimus Pretorius
(Ernest Thesiger) quien ha realizado experimentos poco ortodoxos a través de
los cuales logró crear vida en forma de homúnculos. Mediante chantajes y
utilizando a la Creatura, que sigue con vida y ha adquirido la capacidad de
hablar y razonar, Pretorius convence a Frankenstein de que lo ayude con su
ambicioso proyecto: Crear un ser humano superior, específicamente, una mujer.
Como expliqué en mi reseña de El hombre invisible (Whale, 1933),
Universal había presionado a James Whale durante mucho tiempo para que
dirigiera una secuela de la exitosísima Frankenstein
(1931). Luego de dirigir la adaptación de la obra de Wells, Whale había quemado
su único cartucho para evitar hacer la continuación de la que tanto había huido.
Durante casi dos años circuló material promocional de una película cuyo título
tentativo era El regreso de Frankenstein,
hasta que por fin todas las piezas se acomodaron.
Para 1934, James Whale había adquirido tal
poder en Universal que gozaba de una libertad creativa prácticamente absoluta.
Tanto así que se dio el lujo de rechazar ocho propuestas de guión para la
película, incluidas aquéllas escritas por John L. Balderston y R.C. Sheriff.
Finalmente, William Hurlbut fue comisionado para la tarea de escribir el guión
bajo la estricta supervisión de Whale, quien no dudaba en nutrirlo con sus
propias ideas y sugerencias.
Y ésta es una de las características que
hacen de La novia de Frankenstein una
pieza tan única y tan increíble: A pesar de ser una secuela pensada para seguir
explotando comercialmente la fama de la primera película, a pesar de ser una película
hecha por encargo para uno de los grandes estudios y por un director que estaba
en la nómina, es una condenada película de autor. De verdad, toda la cinta está
empapada con la personalidad de James Whale.
En general, la cinta es un chiste macabro y
una autoparodia de la primera parte. Y esto sólo se confirma con la enrome
cantidad de personajes que repiten la clásica línea de “It’s alive!”, llamando
particularmente la atención la srivienta interpretada por Una O’Connor, una de
las actrices favoritas de Whale, quien en esta película da una interpretación
tan grandilocuente y exagerada que llega a la caricatura... sin que se vea
fuera de lugar.
De igual modo, en este mismo tenor de la
sátira y la parodia, se entiende que la escena en la que Pretorius presume a
sus homúnculos —en una muestra espectacular de efectos especiales, por cierto—
fluya sin problemas en medio de la película. Y en esta secuencia es, quizá, en
la que más se nota la mano de Whale en el guión, con su característico sentido
del humor y su sensibilidad particular para lo grotesco, lo raro y lo ridículo.
Otra de las ideas del director británico
que lograron materializarse en la película es la del prólogo. En esta secuencia
se muestra la supuesta noche de tormenta en que Mary Shelley (Elsa Lanchester),
en compañía de su esposo Percy (Douglas Walton) y su amigo Lord Byron (Gavin
Gordon)— llama la atención la ausencia de John Polidori—, concibe su historia
para después contar la segunda parte.
Según se sabe, Whale se empeñó en filmar
este prólogo amenazando incluso con no hacer la película si no era incluido.
Sus intenciones fueron las de mostrar que “la gente bonita también tiene
pensamientos horribles”. Además, creo que en cierto modo quiso mostrar su
respeto a Elsa Lanchester, quien interpretó a Mary Shelley y a la Novia, al
permitir que el público viera su rostro sin el maquillaje de monstruo,
particularmente porque en los créditos el reparto aparece como “The Creature:
?”.
Aunque
la novia de Frankenstein como tal nunca aparece en la novela original, la idea
de construirle una compañera a la Creatura sí está presente en casi toda ella.
Además, el guión retoma dos pasajes de la novela que no aparecieron en la
primera cinta: el de la Creatura rescatando a una niña de ahogarse y su
convivencia con un anciano ciego.
¿Y qué elemento de la cinta podría delatar
más la intervención de James Whale que el personaje de Septimus Pretorius? El papel,
que originalmente fue pensado para Claude Rains, es claramente un alter ego del
director británico. A diferencia de Frankesntein, Pretorius, con su
amaneramiento, su negro sentido del humor y su peinado estrafalario, no creó a
sus hombres uniendo pedazos de cadáveres y con la ayuda de la ciencia; sino que,
ayudado de la Magia Negra, los cultivó en frascos a partir de una sola célula.
Al no estar disponible Rains para el papel de Pretorius, éste le fue asignado a
Ernest Thesiger, un actor británico con una larga trayectoria en el teatro y
que fue, de hecho, el mentor de Whale en su juventud y quien lo introdujo a los
escenarios.
Y ya que toco el tema de Pretorius, hay una
duda que siempre me asalta cuando veo esta película: ¿Hay un subtexto
homoerótico en La novia de Frankenstein?
Quiero decir, es la historia de un hombre joven y atractivo que deja a su
familia y, sobre todo, a su reciente esposa con la que nunca consumó el
matrimonio, para irse con un hombre mayor, culto, educado y que le enseñaría conocimientos
prohibidos. Incluso, cuando el viejo alquimista le pide a Frankenstein que
regrese para trabajar con él, éste se niega argumentando que debe casarse...
Interesante...
¿Será acaso que James Whale, infatuado por
la prácticamente completa libertad que tenía en Universal, trató de jugarle una
broma a la censura como diciendo: “Voy a poner todo este subtexto en la
película a ver si se dan cuenta?” Los censores sí pidieron que se cambiaran
algunos diálogos y se eliminaran escenas —muchos de los parlamentos de
Pretorius eran marcadamente blasfemos y había diálogos en el prólogo que hacían
referencia al amor libre entre los autores románticos— y el mismo James Whale
desechó quince minutos del primer corte de la película después de una
proyección d prueba pues consideró que la subtrama en la que Karl, el jorobado
asistente de los científicos (el genial pero infortunado Dwight Frye), asesina
a unos parientes e incrimina a la Creatura era innecesaria. Pero el subtexto
gay quedó intacto.
En cuanto al aspecto de la Creatura, éste
cambió un poco en relación con la primera parte. El diseño seguía siendo el
mismo, sólo se le agregaron quemaduras en el lado derecho del rostro y en el
brazo izquierdo, y se veía ligeramente distinto. Aunque el maquillista Rick
Baker señala que esto se debió a que Karloff había subido de peso, la mayoría
de los estudiosos del tema lo atribuyen a que, puesto que su personaje ahora
hablaba, el actor no pudo quitarse el puente de la muela como lo hizo en la
primera parte, dejando atrás ese rostro descarnado. Eso sí, para ahorrarle
incomodidades al actor y al maquillista Jack Pierce, éste ideó un prostético de
hule para simular la cabeza plana de la Creatura, en lugar de construirla capa
por capa como en la primera cinta.
Algo que me encantó fue la atención a los
detalles en la imagen de la Creatura. Conforme va avanzando la película, su
ropa se va desgastando y deteriorando. Del mismo modo, al iniciar la cinta está
clavo porque su cabello se quemó en el incendio, pero conforme avanza la peli,
le va creciendo cabello nuevo. Y según parece, no fui al único al que le
fascinaron estos detalles, pues el actor y director británico Kenneth Branagh
los retomó para su película Frankenstein,
de Mary Shelley (1994).
En el caso de la Novia, Whale pidió que se
tratara de una creatura hermosa, en contraste con la Creatura original, que era
monstruosa. A ciencia cierta no se sabe de quién fue la idea de su aspecto
extravagante, pero sí se sabe que para crear ese exótico peinado cariñosamente
apodado “Electric Nefertiti” Jack Pierce entretejía el cabello real de
Lanchester —quien sentía una cierta antipatía por el arrogante maquillista— con
una jaula de malla de alambre usada para peinar caballos.
Elsan Lanchester comentó alguna vez que su
interpretación de la Novia fue inspirada por los cisnes de Regent’s Park, en
Londres, pues le parecía que eran creaturas en verdad desagradables. El
característico siseo del personaje fue igualmente inspirado por dichas aves.
La evolución en la Creatura es clara:
Mientras en la primera cinta tenía el carácter de un niño pequeño que hacía
rabietas mortales y buscaba la atención de un padre que lo rechazaba, en la
segunda parte se trata de un adolescente: Desarrolla un marcado interés por las
mujeres, se rebela y chantajea a su padre, y se junta con un viejo ermitaño que
lo enseña a fumar y a beber.[1]
La crítica suele considerar a esta cinta
como la mejor lograda de la corrida original de películas de monstruos de la
Universal (1931-1942) y, en general, hay pocas películas donde convivan tan
estrechamente y de modo tan armónico el humor y el terror. Aún ahora, cuando la
cinta cumple 80 años de haberse estrenado, sigue siendo una obra maestra de la
sutileza y la ironía, al mismo tiempo que una obra maestra del cine de terror;
por no mencionar que es sin duda una de las mejores secuelas de la historia.
PARA LA TRIVIA: En el guión original Henry Frankenstein
moría en la explosión al final de la cinta, pero de última hora se decidió
cambiar el final y dejar vivo al personaje. Según el autor Michael Mallory el
final de la cinta es la culminación última de la sátira pues ¿de qué otro modo
se explica que un hombre del genio de Pretorius le ponga a su laboratorio una
palanca de autodestrucción?
FUENTE
She’s Alive! Creating the
Bride of Frankenstein,
David J. Skal, Universal Studios Home Video, 2002.
[1]
Cfr. MALLORY, Michael, Universal Studios
Monsters, Universe Publishing, New York, 2009. Pp.71-73.
<Anterior Sumario 2015 Siguiente>
<Anterior Sumario 2015 Siguiente>
No hay comentarios.:
Publicar un comentario