CONGO
Frank Marshall, 1995
No es un secreto para nadie —por
lo menos para nadie que haya vivido esa época— que Parque Jurásico (Spielberg, 1993] desató toda una ola de películas que
buscaban colgarse de su fama. En general se trataba de cintas o con dinosaurios
(o algo por el estilo, como la genialmente terrible Carnosaurio [Simon y Moloney, 1993]), o típicos melodramas de
aventuras ambientados en locaciones selváticas con elementos de fantasía o
ciencia ficción cuya lista de títulos es tan larga que creo que merecen un
artículo aparte —¿Saben qué? Tal vez empiece a escribirlo de una vez—.
El punto es que una gran cantidad de
producciones se salpicaban del éxito de Parque
Jurásico y sus productores sólo podían ver cómo oros productores engordaban
con las sobras del gran pastel que ellos se habían preparado. Una secuela de Parque Jurásico era obligada, pero el
respeto autoral de Steven Spielberg se interponía en el camino.
Me explico: Desde el rotundo éxito de
ventas que fue la novela de Parque
jurásico, los fans comenzaron a presionar a Michael Crichton para que
escribiera una secuela. Hasta ese momento, Crichton nunca había escrito una
segunda parte y no estaba seguro de saber cómo o de querer hacerlo, para el
caso. En 1993, tras el arrasador éxito de la película de Parque jurásico, la presión sobre Crichton creció y los rumores de
una secuela fílmica se incrementaban cada vez más.
Sin embargo, Steven Spielberg, la cabeza
del proyecto, se rehusaba a hacer una secuela sin la aprobación de Crichton.
Después de más de un año de negociaciones, Spielberg convenció al novelista
para que escribiera una secuela de Parque
jurásico. Pero los productores de la película no iban a dejarla ir tan
fácilmente.
Mientras se cocinaba el proyecto con
Spielberg, su mano derecha la productora Kathleen Kennedy (quien produjo Parque jurásico y una larguísima lista
de etcéteras) y su esposo, Frank Marshall (productor de Los cazadores del Arca Perdida [Spielberg, 1981], entre ambos
productores ejecutivos de uno de los proyectos consentidos de Spielberg: Las aventuras de los Tiny Toons
[1990-1995]) comenzaron a gestionar un proyecto paralelo. Se trataba de la
adaptación fílmica de una novela prácticamente olvidada de Michael Chricton
publicada en 1980 y que había tenido un éxito aceptable. También tenía
elementos de aventura y ciencia ficción, y se desarrollaba en la jungla. Y lo
mejor de todo, era que el guión ya estaba escrito[1].
La idea original de Michael Crichton en
1979 era que su novela fuera una especie de actualización de Las minas del rey Salomón y el argumento
sonaba tan bien que Twentieth Century Fox compró los derechos para hacer la
película incluso antes de que el libro fuera publicado.
Desde que escribía la novela, el autor
pensaba a Sean Connery en el personaje de Charles Monroe, una especie de Allan
Quatermain moderno. Cuando surgió el proyecto para hacer la película, en 1981,
la idea era que Sean Connery interpretara al personaje y Michael Chricton
dirigiera la cinta. Pero por una serie de razones, siendo la principal de ellas
que aún no se podían hacer gorilas realistas en el cine, el proyecto se enfrió y, aunque en 1985 se
intentó retomarlo, finalmente fue cancelado. Pasarían casi diez años para que Paramount
lo rescatara.
Finalmente, la versión fílmica resultó ser
una adaptación bastante fiel al libro... O por lo menos bastante más que Parque jurásico, en la que se tomaron
bastantes libertades con respecto a la fuente.
En la película se cuenta la historia del
Dr. Peter Elliot (Dylan Walsh), un primatólogo de la Universidad de Berkeley, que
ha trabajado durante años con la gorila Amy (Lorene Noh) enseñándole a
comunicarse a través del Lenguaje Signado Americano. Después de que Amy es
atormentada por terribles pesadillas, Elliot decide devolver a la gorila a su
hábitat natural, por lo que comienza a reunir fondos para financiar una
expedición al Congo[2]
con tal fin. El único interesando en financiar tal empresa es el supuesto
filántropo rumano Herkermer Homolka (el camaleónico Tim Curry más
desaprovechado aún que en Mi pobre
angelito 2: Perdido en Nueva York [Columbus, 1992]); pero cuando la
expedición sufre de problemas monetarios, será la Dra. Karen Ross (Laura
Linney), quien rescate la misión. Ross trabaja para la compañía de
telecomunicaciones TravisCom —¡Ah, cómo se quiebra la cabeza Chricton para
ponerle nombres a las empresas de sus libros!— y fue enviada para encontrar a
una desaparecida expedición anterior, liderada por su prometido (el legendario
Bruce Campbell, quien de hecho audicionó para el papel de Peter Elliot pero le
dieron éste como premio de consolación), para encontrar un raro tipo de
diamante que —de manera inexplicable, aunque creo que en la novela sí lo
explican— revolucionará las comunicaciones vía satélite. A medio camino y
gracias a la suspicacia del mercenario Munro Kelly (Ernie Hudson, a quien quizá
recuerden como Winston Zeddmore en Los cazafantasmas [Reitman, 1984]) se revela que la verdadera intención de Homolka es buscar la legendaria ciudad
perdida de Zinj, que se dice está construida sobre una mina de enormes
diamantes. En el trayecto, nuestros protagonistas deberán enfrentarse a
atentados terroristas, grupos guerrilleros, la fauna salvaje del lugar y los
guardianes de la ciudad de Zinj.
Y, como mencioné antes, la película es
bastante fiel al texto original; pero difiere de él en varios elementos
principales que me gustaría comentar porque algunos de ellos son bastante
curiosos:
En primer lugar está el personaje de
Monroe. Mientras en la novela Charles Monroe es un hombre escocés —que, de
hecho, será una versión primigenia del personaje de Robert Muldoon en Parque jurásico—. En la película, Munro
Kelly se trata de un inglés de
ascendencia africana. Por cierto, según lo reveló alguna vez Hudson, este
personaje es su favorito de todos los que ha interpretado
En segunda instancia se encuentra un consorcio
alemán-japonés, empresa rival de TravisCom, quienes han descubierto otra ruta
hacia la supuesta locación de la ciudad perdida de Zinj y se embarcan en una
arriesgada empresa para llegar ahí antes que Ross. En diferentes momentos de la
novela se habla de espionaje corporativo y de la carrera que TravisCom está
corriendo en contra de sus competidores. Sin embargo, en la película esta línea
argumental quedo fuera por completo.
En tercer plano mencionaré a los guardianes
de Zinj. En la película, los exploradores descubren el origen de los gorilas
grises al interpretar los jeroglíficos en los muros de las ruinas de la ciudad.
Ahí, aprenden que los habitantes de Zinj criaron una raza de gorilas para
usarlos como guardianes de la ciudad a través de la selección de los ejemplares
más agresivos de la especie. En la novela, estos orígenes son mucho más
escabrosos. Al principio los exploradores leen los jeroglíficos, pero más
adelante, gracias a una rudimentaria autopsia de campo, descubren que los guardianes
son una especie híbrida surgida del apareamiento de chimpancés y gorilas en una primera etapa; y
posteriormente, de seres humanos con gorilas. Además, los animales han sufrido
algunas mutaciones espontáneas causadas por vivir en un medio ambiente con
actividad volcánica constante. En el libro las criaturas son mucho más
inteligentes e incluso fabrican un tipo particular de herramienta (un par de
discos de piedra) con el fin específico de matar y, aunque en la película se
menciona de forma casi tangencial, en la novela se vuelve evidente que los
guardianes se rebelaron contra sus amos y fueron los causantes de la caída de
Zinj.
Por otro lado, tenemos el elemento de
ciencia ficción del guante de Amy. Si bien en la novela la gorila se comunica
con Elliot a través del Lenguaje Signado Americano —lo que, de hecho, está
basado en el caso real de la gorila Koko, quien aprendió a utilizar dicho
sistema en los setenta—, el guante no aparece. Este artefacto que, a través de
un complejo sistema, logra transformar los signos del LSA en palabras sonoras,
es una invención de la película y fue agregado por meros motivos dramáticos.
Digo, en el libro tenemos un narrador que nos dice qué es lo que está diciendo
Amy, pero en la pantalla no —aunque igual pudieron ponerle subtítulos, yo qué
sé—.
Y finalmente está el asunto del
canibalismo. En la película apenas si lo mencionan de refilón en un parlamento,
mientras que en el libro se le dedica un capítulo casi completo al ataque de un
grupo guerrillero que devora a sus enemigos. Sí, no aporta mucho a la historia
y seguramente el pasaje retirado de la película por cuestiones de corrección
política, pero es una diferencia interesante con la película.
Volviendo a la película, cada vez que la
veo no puedo evitar pensar que no es mala, sino incomprendida... No, no es
verdad, sí es malita; pero no creo que merezca el título de La peor película del año (1995), como la
nombraron algunos críticos, particularmente si uno toma en cuenta que ese año
mismo salieron Showgirls (Verhoeven
bajo el pseudónimo Jan Jansen), Mortal
Kombat (Anderson), El juez
(Cannon), Mundo acuático (Reynolds), Batman eternamente (Schumacher) y Un vampiro suelto en Brooklyn (Craven…
sí, ese Craven) [3]
—¿Ven? Poniéndolo en perspectiva Congo
hasta parece buena película—. Es entretenida y creo que sólo tiene dos grandes
fallos… pero sí son muy muy grandes.
El primero es el guión. Quizá el hecho de
que sea una adaptación tan fiel del libro no ayuda mucho. La narrativa se
vuelve atropellada por momentos y las escenas que deberían ser emocionantes
resultan anodinas. El final mismo es completamente anticlimático y el
paralelismo de un globo aerostático surcando el cielo con el de un helicóptero
volando hacia el horizonte en cierto modo nos sirve como remate para
recordarnos que acabamos de ver un intento tibio de sucesora de Parque jurásico.
En el mismo apartado del guión está la
cuestión de las tres líneas argumentales. Si bien la del rumano ambicioso
pierde fuerza en la segunda mitad del filme, aún tenemos dos asuntos que seguir:
La liberación de Amy y la búsqueda de Ross... ¡Y ninguno de los dos es realmente
interesante! Quizá tenga que ver con que Amy está demasiado bien adaptada a la
vida entre seres humanos —bebe martinis y fuma habanos sin problema alguno—,
por lo que no parece que haya necesidad de devolverla a su hábitat; o tal vez
tenga que ver con que el planteamiento del personaje de Charles (el prometido
de Ross) es tan débil que a uno le importa un sorbete saber que está muerto
desde que empezó la película. En la novela por lo menos había más suspenso
mientras la gente de TravisCom examinaba el video del ataque a su campamento.
El segundo fallo son los efectos
especiales. Con perdón de mi admiradísimo gurú de los animatrónicos Stan
Winston, pero ¿Qué chingados es eso? Sí, se empeñaron mucho en hacer las
botargas de los gorilas. Sí, los actores que los interpretan pasaron no sé
cuánto tiempo entrenando para copiar los movimientos de los grandes primates.
Pero es que al final del día, se ve a leguas que los simios son actores en
botargas ¡Si hasta se les ven los bordes de las máscaras, por favor!
Supongo que la publicidad de la película
jugó en su contra, pues al anunciarla como “De los creadores de Parque
jurásico” elevaron las expectativas a un nivel que no pudieron alcanzar. Incluso
en la escena del primer ataque de los gorilas guardianes, el animal se veía tan
falso que tuvieron que reeditarla en cámara lenta y con imágenes borrosas para
esconderlo un poquito.
Y este fallo en realidad tiene que ver con
un grave contratiempo en la producción. Originalmente, se había planeado que
los gorilas de la película fueran CGI, pero tras meses de intentos fallidos,
Industrial Light & Magic llegó a la conclusión de que aún no contaban con
la tecnología necesaria para hacer un pelaje creíble en gráficos por
computadora.
Así, la producción recurrió al Stan Winston
Studio, quienes crearon los dinosaurios animatrónicos de la película de
Spielberg, para que confeccionaran las botargas de los gorilas de la película…
¡Ah, sí! Y un hipopótamo para la escena de la balsa; pero ése sí se ve padre,
quizá porque su escena transcurre de noche.
Para empezar, el Stan Winston Studio
recibió instrucciones de que Amy debía verse más adorable que realista, por lo
que, a pesar de las recomendaciones de Winston, se decidió diseñar al personaje
con la cabeza de un gorila de llanura en el cuerpo de un gorila de montaña.[4] Esto le quitó gran parte
de su presencia al personaje.
Luego están los gorilas grises. Según lo
narra Paul Mejias, artista del Stas Winston Studio, los problemas con los
gorilas grises aparecieron desde la etapa de diseño, pues la gente de Paramount
nunca estuvo segura de cómo querían que los animales se vieran en pantalla:
El diseño de los grises,
qué eran exactamente, continuaba cambiando […]. Aún mientras trabajábamos en
arcilla, el diseño podía cambiar. Nos dijeron que estos gorilas estaban
“descendiendo” genéticamente; pero creo que nunca nos quedó claro qué querían
decir.[5]
Así pues,
los gorilas híbridos —bueno, en la película no son híbridos y creo que
gran parte del problema con la ambigüedad de su planteamiento fue que a la
gente de Paramount le dio miedito meterse con ondas de zoofilia— terminaron siendo animales deformes y
tumorosos con dedos fusionados y vitíligo. Peor aún, el set en el que se filmó
su escena era simplemente esta caverna de arcilla roja con luz blanca y plana
que en vez de ayudar a eliminar el efecto “Guy-in-a-Rubber-Suit” lo incrementó.
Con todo, Congo fue un éxito de taquilla…
en Estados Unidos, seguramente gracias a los incautos que sí cayeron con eso de
“De los creadores de Jurassic Park”, pues la crítica la vapuleó y su fama habrá
sobrevivido apenas un par de semanas más allá de su fin de semana de estreno.
Su caída casi inmediata en el olvido derivó en que prácticamente el único
merchandising que hubo de ella fue la espantosa línea de figuras de acción de
Kenner, pues ninguna editorial se animó a sacar una adaptación en cómic e
incluso el videojuego para SuperNintendo desarrollado por Ocean fue cancelado a
media producción.
Pero eso no importa, porque esta película
vive en los corazones de quienes la fuimos a ver al cine —y ahora recuerdo que
el cine en el que la vi dejó de existir hace más de quince años, lo cual es un
poco deprimente—. O no, en general es un melodrama de aventuras en la selva,
anticuado, sí, pero efectivo. Es bastante decente, lo mantiene a uno
entretenido y tiene algunas escenas interesantes —No la de la lava arrasando
las minas de diamante, por supuesto, pero las tiene—. Las actuaciones son más o
menos buenas —excepto por Tim Curry, de verdad ¿qué pasó ahí?— y me gusta que
en los noventa los héroes de acción tenían posgrados. Además, está llena de ese
agradable racismo apto para toda la familia que ya no se ve tan a menudo.
PARA LA TRIVIA: Muchas
de las innovaciones tecnológicas que eran ciencia ficción en la novela de 1979,
como la fotografía y el video digitales o un tipo rudimentario de GPS, eran ya
una realidad para el momento en que se filmó la película.
[1]
Finalmente se utilizó otro guión, escrito por John Patrick Shanley.
[2] El
Congo no es un país como tal, sino una región formada por la cuenca del Río
Congo en África Ecuatorial y que abarca una docena de países, principalmente
Tanzania y la República Democrática del Congo (anteriormente, en los tiempos en
que se filmó esta película de hecho, conocida como Zaire).
[3]
¡Pero qué asco de año! Bueno, salió Toy
Story (Lasseter)… aunque en realidad la primera es la peorcita de las tres.
[4]
Amy fue el primer personaje creado por el estudio en el que se usó piel de
silicón, en vez de la espuma de látex convencional.
[5]
MEJIAS, Paul, citado en Duncan, Jodi, The
Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books,
Londres, 2006. Pp.197-198. La traducción es mía.
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