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viernes, 4 de septiembre de 2015

CONGO. La hija bastarda de "Jurassic Park" cumple 20 años.



CONGO

Frank Marshall, 1995


No es un secreto para nadie —por lo menos para nadie que haya vivido esa época— que Parque Jurásico (Spielberg, 1993] desató toda una ola de películas que buscaban colgarse de su fama. En general se trataba de cintas o con dinosaurios (o algo por el estilo, como la genialmente terrible Carnosaurio [Simon y Moloney, 1993]), o típicos melodramas de aventuras ambientados en locaciones selváticas con elementos de fantasía o ciencia ficción cuya lista de títulos es tan larga que creo que merecen un artículo aparte —¿Saben qué? Tal vez empiece a escribirlo de una vez—.
    El punto es que una gran cantidad de producciones se salpicaban del éxito de Parque Jurásico y sus productores sólo podían ver cómo oros productores engordaban con las sobras del gran pastel que ellos se habían preparado. Una secuela de Parque Jurásico era obligada, pero el respeto autoral de Steven Spielberg se interponía en el camino.


    Me explico: Desde el rotundo éxito de ventas que fue la novela de Parque jurásico, los fans comenzaron a presionar a Michael Crichton para que escribiera una secuela. Hasta ese momento, Crichton nunca había escrito una segunda parte y no estaba seguro de saber cómo o de querer hacerlo, para el caso. En 1993, tras el arrasador éxito de la película de Parque jurásico, la presión sobre Crichton creció y los rumores de una secuela fílmica se incrementaban cada vez más.
    Sin embargo, Steven Spielberg, la cabeza del proyecto, se rehusaba a hacer una secuela sin la aprobación de Crichton. Después de más de un año de negociaciones, Spielberg convenció al novelista para que escribiera una secuela de Parque jurásico. Pero los productores de la película no iban a dejarla ir tan fácilmente.
    Mientras se cocinaba el proyecto con Spielberg, su mano derecha la productora Kathleen Kennedy (quien produjo Parque jurásico y una larguísima lista de etcéteras) y su esposo, Frank Marshall (productor de Los cazadores del Arca Perdida [Spielberg, 1981], entre ambos productores ejecutivos de uno de los proyectos consentidos de Spielberg: Las aventuras de los Tiny Toons [1990-1995]) comenzaron a gestionar un proyecto paralelo. Se trataba de la adaptación fílmica de una novela prácticamente olvidada de Michael Chricton publicada en 1980 y que había tenido un éxito aceptable. También tenía elementos de aventura y ciencia ficción, y se desarrollaba en la jungla. Y lo mejor de todo, era que el guión ya estaba escrito[1].


    La idea original de Michael Crichton en 1979 era que su novela fuera una especie de actualización de Las minas del rey Salomón y el argumento sonaba tan bien que Twentieth Century Fox compró los derechos para hacer la película incluso antes de que el libro fuera publicado.
    Desde que escribía la novela, el autor pensaba a Sean Connery en el personaje de Charles Monroe, una especie de Allan Quatermain moderno. Cuando surgió el proyecto para hacer la película, en 1981, la idea era que Sean Connery interpretara al personaje y Michael Chricton dirigiera la cinta. Pero por una serie de razones, siendo la principal de ellas que aún no se podían hacer gorilas realistas en el cine, el  proyecto se enfrió y, aunque en 1985 se intentó retomarlo, finalmente fue cancelado. Pasarían casi diez años para que Paramount lo rescatara.
    Finalmente, la versión fílmica resultó ser una adaptación bastante fiel al libro... O por lo menos bastante más que Parque jurásico, en la que se tomaron bastantes libertades con respecto a la fuente.
    En la película se cuenta la historia del Dr. Peter Elliot (Dylan Walsh), un primatólogo de la Universidad de Berkeley, que ha trabajado durante años con la gorila Amy (Lorene Noh) enseñándole a comunicarse a través del Lenguaje Signado Americano. Después de que Amy es atormentada por terribles pesadillas, Elliot decide devolver a la gorila a su hábitat natural, por lo que comienza a reunir fondos para financiar una expedición al Congo[2] con tal fin. El único interesando en financiar tal empresa es el supuesto filántropo rumano Herkermer Homolka (el camaleónico Tim Curry más desaprovechado aún que en Mi pobre angelito 2: Perdido en Nueva York [Columbus, 1992]); pero cuando la expedición sufre de problemas monetarios, será la Dra. Karen Ross (Laura Linney), quien rescate la misión. Ross trabaja para la compañía de telecomunicaciones TravisCom —¡Ah, cómo se quiebra la cabeza Chricton para ponerle nombres a las empresas de sus libros!— y fue enviada para encontrar a una desaparecida expedición anterior, liderada por su prometido (el legendario Bruce Campbell, quien de hecho audicionó para el papel de Peter Elliot pero le dieron éste como premio de consolación), para encontrar un raro tipo de diamante que —de manera inexplicable, aunque creo que en la novela sí lo explican— revolucionará las comunicaciones vía satélite. A medio camino y gracias a la suspicacia del mercenario Munro Kelly (Ernie Hudson, a quien quizá recuerden como Winston Zeddmore en Los cazafantasmas [Reitman, 1984]) se revela que la verdadera intención  de Homolka es buscar la legendaria ciudad perdida de Zinj, que se dice está construida sobre una mina de enormes diamantes. En el trayecto, nuestros protagonistas deberán enfrentarse a atentados terroristas, grupos guerrilleros, la fauna salvaje del lugar y los guardianes de la ciudad de Zinj.


    Y, como mencioné antes, la película es bastante fiel al texto original; pero difiere de él en varios elementos principales que me gustaría comentar porque algunos de ellos son bastante curiosos:
    En primer lugar está el personaje de Monroe. Mientras en la novela Charles Monroe es un hombre escocés —que, de hecho, será una versión primigenia del personaje de Robert Muldoon en Parque jurásico—. En la película, Munro Kelly  se trata de un inglés de ascendencia africana. Por cierto, según lo reveló alguna vez Hudson, este personaje es su favorito de todos los que ha interpretado
    En segunda instancia se encuentra un consorcio alemán-japonés, empresa rival de TravisCom, quienes han descubierto otra ruta hacia la supuesta locación de la ciudad perdida de Zinj y se embarcan en una arriesgada empresa para llegar ahí antes que Ross. En diferentes momentos de la novela se habla de espionaje corporativo y de la carrera que TravisCom está corriendo en contra de sus competidores. Sin embargo, en la película esta línea argumental quedo fuera por completo.


    En tercer plano mencionaré a los guardianes de Zinj. En la película, los exploradores descubren el origen de los gorilas grises al interpretar los jeroglíficos en los muros de las ruinas de la ciudad. Ahí, aprenden que los habitantes de Zinj criaron una raza de gorilas para usarlos como guardianes de la ciudad a través de la selección de los ejemplares más agresivos de la especie. En la novela, estos orígenes son mucho más escabrosos. Al principio los exploradores leen los jeroglíficos, pero más adelante, gracias a una rudimentaria autopsia de campo, descubren que los guardianes son una especie híbrida surgida del apareamiento de chimpancés y  gorilas en una primera etapa; y posteriormente, de seres humanos con gorilas. Además, los animales han sufrido algunas mutaciones espontáneas causadas por vivir en un medio ambiente con actividad volcánica constante. En el libro las criaturas son mucho más inteligentes e incluso fabrican un tipo particular de herramienta (un par de discos de piedra) con el fin específico de matar y, aunque en la película se menciona de forma casi tangencial, en la novela se vuelve evidente que los guardianes se rebelaron contra sus amos y fueron los causantes de la caída de Zinj.
    Por otro lado, tenemos el elemento de ciencia ficción del guante de Amy. Si bien en la novela la gorila se comunica con Elliot a través del Lenguaje Signado Americano —lo que, de hecho, está basado en el caso real de la gorila Koko, quien aprendió a utilizar dicho sistema en los setenta—, el guante no aparece. Este artefacto que, a través de un complejo sistema, logra transformar los signos del LSA en palabras sonoras, es una invención de la película y fue agregado por meros motivos dramáticos. Digo, en el libro tenemos un narrador que nos dice qué es lo que está diciendo Amy, pero en la pantalla no —aunque igual pudieron ponerle subtítulos, yo qué sé—.


    Y finalmente está el asunto del canibalismo. En la película apenas si lo mencionan de refilón en un parlamento, mientras que en el libro se le dedica un capítulo casi completo al ataque de un grupo guerrillero que devora a sus enemigos. Sí, no aporta mucho a la historia y seguramente el pasaje retirado de la película por cuestiones de corrección política, pero es una diferencia interesante con la película.
    Volviendo a la película, cada vez que la veo no puedo evitar pensar que no es mala, sino incomprendida... No, no es verdad, sí es malita; pero no creo que merezca el título de La peor película del año (1995), como la nombraron algunos críticos, particularmente si uno toma en cuenta que ese año mismo salieron Showgirls (Verhoeven bajo el pseudónimo Jan Jansen), Mortal Kombat (Anderson), El juez (Cannon), Mundo acuático (Reynolds), Batman eternamente (Schumacher) y Un vampiro suelto en Brooklyn (Craven… sí, ese Craven) [3] —¿Ven? Poniéndolo en perspectiva Congo hasta parece buena película—. Es entretenida y creo que sólo tiene dos grandes fallos… pero sí son muy muy grandes.


    El primero es el guión. Quizá el hecho de que sea una adaptación tan fiel del libro no ayuda mucho. La narrativa se vuelve atropellada por momentos y las escenas que deberían ser emocionantes resultan anodinas. El final mismo es completamente anticlimático y el paralelismo de un globo aerostático surcando el cielo con el de un helicóptero volando hacia el horizonte en cierto modo nos sirve como remate para recordarnos que acabamos de ver un intento tibio de sucesora de Parque jurásico.
    En el mismo apartado del guión está la cuestión de las tres líneas argumentales. Si bien la del rumano ambicioso pierde fuerza en la segunda mitad del filme, aún tenemos dos asuntos que seguir: La liberación de Amy y la búsqueda de Ross... ¡Y ninguno de los dos es realmente interesante! Quizá tenga que ver con que Amy está demasiado bien adaptada a la vida entre seres humanos —bebe martinis y fuma habanos sin problema alguno—, por lo que no parece que haya necesidad de devolverla a su hábitat; o tal vez tenga que ver con que el planteamiento del personaje de Charles (el prometido de Ross) es tan débil que a uno le importa un sorbete saber que está muerto desde que empezó la película. En la novela por lo menos había más suspenso mientras la gente de TravisCom examinaba el video del ataque a su campamento.
    El segundo fallo son los efectos especiales. Con perdón de mi admiradísimo gurú de los animatrónicos Stan Winston, pero ¿Qué chingados es eso? Sí, se empeñaron mucho en hacer las botargas de los gorilas. Sí, los actores que los interpretan pasaron no sé cuánto tiempo entrenando para copiar los movimientos de los grandes primates. Pero es que al final del día, se ve a leguas que los simios son actores en botargas ¡Si hasta se les ven los bordes de las máscaras, por favor!


    Supongo que la publicidad de la película jugó en su contra, pues al anunciarla como “De los creadores de Parque jurásico” elevaron las expectativas a un nivel que no pudieron alcanzar. Incluso en la escena del primer ataque de los gorilas guardianes, el animal se veía tan falso que tuvieron que reeditarla en cámara lenta y con imágenes borrosas para esconderlo un poquito.
    Y este fallo en realidad tiene que ver con un grave contratiempo en la producción. Originalmente, se había planeado que los gorilas de la película fueran CGI, pero tras meses de intentos fallidos, Industrial Light & Magic llegó a la conclusión de que aún no contaban con la tecnología necesaria para hacer un pelaje creíble en gráficos por computadora.
    Así, la producción recurrió al Stan Winston Studio, quienes crearon los dinosaurios animatrónicos de la película de Spielberg, para que confeccionaran las botargas de los gorilas de la película… ¡Ah, sí! Y un hipopótamo para la escena de la balsa; pero ése sí se ve padre, quizá porque su escena transcurre de noche.


    Para empezar, el Stan Winston Studio recibió instrucciones de que Amy debía verse más adorable que realista, por lo que, a pesar de las recomendaciones de Winston, se decidió diseñar al personaje con la cabeza de un gorila de llanura en el cuerpo de un gorila de montaña.[4] Esto le quitó gran parte de su presencia al personaje.
    Luego están los gorilas grises. Según lo narra Paul Mejias, artista del Stas Winston Studio, los problemas con los gorilas grises aparecieron desde la etapa de diseño, pues la gente de Paramount nunca estuvo segura de cómo querían que los animales se vieran en pantalla:

El diseño de los grises, qué eran exactamente, continuaba cambiando […]. Aún mientras trabajábamos en arcilla, el diseño podía cambiar. Nos dijeron que estos gorilas estaban “descendiendo” genéticamente; pero creo que nunca nos quedó claro qué querían decir.[5]

    Así pues,  los gorilas híbridos —bueno, en la película no son híbridos y creo que gran parte del problema con la ambigüedad de su planteamiento fue que a la gente de Paramount le dio miedito meterse con ondas de zoofilia—  terminaron siendo animales deformes y tumorosos con dedos fusionados y vitíligo. Peor aún, el set en el que se filmó su escena era simplemente esta caverna de arcilla roja con luz blanca y plana que en vez de ayudar a eliminar el efecto “Guy-in-a-Rubber-Suit” lo incrementó.
    Con todo, Congo fue un éxito de taquilla… en Estados Unidos, seguramente gracias a los incautos que sí cayeron con eso de “De los creadores de Jurassic Park”, pues la crítica la vapuleó y su fama habrá sobrevivido apenas un par de semanas más allá de su fin de semana de estreno. Su caída casi inmediata en el olvido derivó en que prácticamente el único merchandising que hubo de ella fue la espantosa línea de figuras de acción de Kenner, pues ninguna editorial se animó a sacar una adaptación en cómic e incluso el videojuego para SuperNintendo desarrollado por Ocean fue cancelado a media producción.


    Pero eso no importa, porque esta película vive en los corazones de quienes la fuimos a ver al cine —y ahora recuerdo que el cine en el que la vi dejó de existir hace más de quince años, lo cual es un poco deprimente—. O no, en general es un melodrama de aventuras en la selva, anticuado, sí, pero efectivo. Es bastante decente, lo mantiene a uno entretenido y tiene algunas escenas interesantes —No la de la lava arrasando las minas de diamante, por supuesto, pero las tiene—. Las actuaciones son más o menos buenas —excepto por Tim Curry, de verdad ¿qué pasó ahí?— y me gusta que en los noventa los héroes de acción tenían posgrados. Además, está llena de ese agradable racismo apto para toda la familia que ya no se ve tan a menudo.

PARA LA TRIVIA: Muchas de las innovaciones tecnológicas que eran ciencia ficción en la novela de 1979, como la fotografía y el video digitales o un tipo rudimentario de GPS, eran ya una realidad para el momento en que se filmó la película.




[1] Finalmente se utilizó otro guión, escrito por John Patrick Shanley.
[2] El Congo no es un país como tal, sino una región formada por la cuenca del Río Congo en África Ecuatorial y que abarca una docena de países, principalmente Tanzania y la República Democrática del Congo (anteriormente, en los tiempos en que se filmó esta película de hecho, conocida como Zaire).
[3] ¡Pero qué asco de año! Bueno, salió Toy Story (Lasseter)… aunque en realidad la primera es la peorcita de las tres.
[4] Amy fue el primer personaje creado por el estudio en el que se usó piel de silicón, en vez de la espuma de látex convencional.
[5] MEJIAS, Paul, citado en Duncan, Jodi, The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, Londres, 2006. Pp.197-198. La traducción es mía.


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