SED
Conocida
mundialmente por su título en inglés, Thirst,
pero que en su natal Corea del Sur se llamó Bakjwi
(que significa “murciélago”).
Chan-Woon Park, 2009.
¿Se acuerdan cuando los
vampiros daban miedo? ¿Recuerdan que en alguna época los vampiros eran seres
temibles, depredadores acechando el sueño de los vivos para robarles la vida y
condenar sus almas? Bueno, pues si lo recuerdan y ésos son los vampiros que les
gustan, ésos que son en realidad una plaga que podría acabar con nuestra
especie y no aquéllos que por alguna
inexplicable razón decidieron vivir eternamente para ir a la prepa por siempre
jamás, esta película es para ustedes.
Sang-hyeon (Kang-ho Song) es un sacerdote
católico que voluntariamente se ofrece a ir a un hospital-misión en África para
participar en las pruebas de una vacuna experimental creada para acabar con un
mortífero virus parecido a la viruela. Sang-hyeon es inoculado con el virus;
pero el tratamiento no es exitoso y muere… por unos minutos porque una
transfusión de sangre administrada poco antes de su deceso le devuelve la vida.
La comunidad cree que se trata de un milagro; pero el sacerdote, tras mudarse a
la casa donde su oligofrénico mejor amigo de la infancia vive con su madre
abusiva, Lady Ra (Hae-Suk Kim) y su hermana adoptiva/esposa Tae-ju (Ok-bin
Kim), descubre que la sangre que lo salvó era la de un vampiro, por lo que lo
invadirá una insaciable sed de sangre a la que después se sumará la muy
correspondida lujuria por Tae-Ju.
Lo que es muy interesante del vampiro en
esta película es que incluso se aleja del vampiro gótico planteado por John
William Polidori en el Romanticismo. La creatura en la que se convierte Sang-Hyeon
no es un aristócrata guapo y encantador que vive en eterna melancolía y seduce
jovencitas. En esta película el no-muerto es una criatura enferma, que no
reflexiona y filosofa sobre su condición, sino que la padece y, por la mala,
llega a la comprensión de que es una amenaza para aquéllos que lo rodean. Éste
es ese vampiro que depreda a quienes lo quisieron en vida y lo hace de muchas
formas diferentes.
En esta película, Chan-Woon Park logra una
atmósfera claustrofóbica a través de claroscuros, planos cerrados y tomas
preciosistas. Esta atmósfera refleja perfectamente lo que el director quiere
decirnos: los personajes de esta peli son prisioneros. Viven en un modesto
departamento en la planta superior de una tienda, las puertas y las ventanas
están abiertas todo el tiempo; pero los personajes no pueden salir: Sang-hyeon de
su maldición, Tae-ju de su esposo violento e idiota —aunque tiene la costumbre
de salirse a caminar por las noches, apenas para tomar aire fresco, fingiéndose
sonámbula—; éste, a su vez, lo es de su madre castrante y ella, posteriormente
en la película, de su propio cuerpo al quedar en estado catatónico.
La película, a través de los encuentros
sexuales entre el sacerdote y su amante, toma tintes eróticos que al final
resultan ser perturbadores.
Ahora bien, también puede advertirse un
juego de crescendo/diminuendo en la pareja de amantes que resulta muy
interesante y que mantiene la tensión durante toda la película. Y es que, una
vez que se ha transformado, Sang-hyeon se vuelve más humano: experimenta los
placeres carnales y está más en contacto con sus emociones; además, conforme la
película va avanzando, empieza a tomar conciencia de la amenaza que representa
y de su responsabilidad para con su discípula.
En
contrapunto, Tae ju enloquece con el poder que le da la maldición de sangre y,
tras vivir toda su vida subyugada por su hermanastro y posterior esposo, y su
madre adoptiva y posterior suegra, decide que debe cobrárselas con la gente que
la rodea. No importa si son personas inocentes, familiares o amigos, su sed de
sangre la lleva al borde de la locura.
A final de cuentas, ésta es una historia de
amor; pero enmarcada dentro de una tragedia. Como una especie de Romeo y Julieta, donde los amantes son
consumidos por aquello en lo que se han convertido; por la culpa, el temor de
ser descubiertos, la lujuria y la locura… Sí, es un Romeo y Julieta con todas las de la ley, jaja. Pero hay vampiros y
mucha sangre.
Además, las actuaciones son muy buenas y me
gusta el tratamiento que hacen de los vampiros. No hay colmillos como de navaja
automática, no hay mandíbulas elongadas ni garras cadavéricas. Sólo personas
comunes y corrientes… que corren por los tejados y son capaces de empujar un
cuerpo más de doce metros en el aire. Además, la parsimonia con la que lo hacen
les da un toque aún más aterrador.
Otro punto sobresaliente de la película es
su fotografía. Además de los claroscuros que ya mencioné, el fotógrafo y el
iluminador juegan mucho con las saturaciones de color, y en una misma toma
mezclan áreas de negros o blancos casi totales con zonas de intensos colores
rosas, azules o amarillos, por mencionar algunos. Y cuando los vampiros pintan
la casa de blanco y asesinan a sus víctimas salpicando sangre por todos lados,
las imágenes se vuelven sumamente dramáticas y bellas.
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