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viernes, 13 de junio de 2014

ALIENS: EL REGRESO. Nunca segundas partes fueron buenas, pero siempre hay excepciones que confirman la regla.


ALIENS: EL REGRESO
Aliens

James Cameron, 1986

Existen dos versiones de esta película: El corte original de cines de 1986 con 2 horas y 17 minutos de duración y la Edición Especial de 1990, con 2 horas y 37 minutos de duración. La diferencia son varias escenas extendidas y otras tantas reinsertadas, incluyendo las legendarias escenas de la hija de Ripley y la de los papás de Newt. Dichas escenas dan más fuerza a la línea narrativa de la relación entre Ripley y Newt, lo que le da más contundencia a la segunda mitad de la peli. Por cierto que esta cinta fue la primera en contar con una Edición Especial (o corte del director) comercial, que salió exclusivamente a la venta, en una edición muy limitada, en formato VHS allá por 1990.

Si bien la primera cinta de esta saga revolucionó las películas de Ciencia Ficción, esta secuela fue la creó toda una mitología. El director canadiense James Cameron, quien había obtenido un inusitado éxito y demostrado tener buen ojo para el género con su película anterior, El exterminador (1984), y su esposa, la productora Gale Anne Hurd (actualmente productora de la serie de T.V. The Walking Dead), fueron convocados por la Twentieth Century Fox para realizar la tan esperada y tanto tiempo pospuesta secuela de Alien: eloctavo pasajero (Scott, 1979).
    El reto era grande y por eso mismo la casa productora se había mostrado renuente a producir la ansiada secuela. Con frecuencia, la secuela de una película de éxito cae en una de dos fallas: O los realizadores tienen miedo de echar a perder la fórmula de éxito de la cinta original y la continuación termina siendo más de lo mismo, una mera copia del original —como Shrek 2 (Adamson et al., 2004)— o los realizadores saben que no pueden competir con la primera parte y hacen algo tan diametralmente opuesto que cuesta trabajo creer que ambas películas son parte de una misma saga —como El ejército de las tinieblas (Raimi, 1992), que oficialmente sí es la tercera parte de la trilogía de The Evil Dead—.


    Cameron, de manera muy inteligente, llevó la saga en la dirección indicada: tomó los elementos más representativos de la primera entrega y los expandió en direcciones interesantes. Esclareció varios puntos sobre el comportamiento y el ciclo de vida de las criaturas, introdujo la idea de un alien reina y de una estructura social tipo colmena. Además se redujo un tanto la dosis de terror en esta cinta para dar paso a la acción.
    57 años después de los hechos narrados en la primera película, la cápsula de escape en la que Ripley (Sigourney Weaver, magistral) por fin es rescatada y llevada a la estación espacial Gateway. Ahí, Ripley se entera de su situación y llevada a juicio por la destrucción de la Nostromo, en el que es defendida por Carter Burke (Paul Reiser en el mejor papel de su carrera… sí, el mejor de los dos). Poco tiempo después, Ripley es requerida por Burke para fungir como asesora de un escuadrón de marines coloniales que van a investigar la colonia terraformadora en LV-426 —sí, el planetoide de la primera cinta, rebautizado en los cómics como Acheron— con la que se ha perdido contacto.
    Al llegar al lugar, Ripley y los marines descubren que la colonia entera ha sido invadida por las criaturas —que a partir de esta cinta son llamadas xenomorfos— de las que Ripley creía haber escapado. La colonia está infestada por cientos de xenomorfos y la única sobreviviente es una pequeña niña llamada Newt (Carrie Henn). La operación sale terriblemente mal cuando los marines quedan atrapados en el nido de las criaturas, donde tendrán que enfrentarse a peligros insospechados si es que desean salir con vida de ahí.


    Creo que uno de los principales aciertos de esta película es lo bien escritos que están los personajes. Casi todos los marines están increíblemente bien delineados y son memorables a pesar de que aparecieran poco tiempo en pantalla. Con frecuencia el fallo de los personajes en este tipo de cintas es que sólo están para rellenar y como están uniformados, a la mitad de la cinta a uno deja de importarle quién es quién —Despertar del Diablo 2 (Weisz, 2007), te hablo a ti—.
    ¿Cómo olvidar al noble cabo Dwayne Hicks (Michael Biehn, quien también protagonizó la película anterior de Cameron, El exterminador), al inepto teniente Gorman (William Hope), el leal androide Bishop (el genial Lance Henriksen, quien también estuvo en El exterminador), el aguerrido soldado Drake (Mark Rolston), la ruda soldado Vasquez (Jenette Goldstein, quien aparecería en Terminator 2: El Juicio Final [Cameron, 1991]) o al payaso del grupo, el soldado Hudson (Bill Paxton)?
    Por cierto que Al Matthews, quien interpretó al sargento Apone, era un auténtico sargento del cuerpo de marines de EE.UU. En aras del realismo y para molestia de los actores, durante el tiempo que duró el rodaje, Matthews despertaba a todo el elenco a las cinco de la mañana para hacer ejercicio y practicar tácticas de combate.
    Otro de los muy grandes aciertos de la peli son los efectos especiales. A pesar de que esta cinta se estrenó hace ya casi treinta años, los efectos especiales apenas si han envejecido. Es más, me atrevo a decir que muchos de los efectos en esta cinta se ven aún más reales que los efectos e cualquier película siguiente de la saga... Quizá exceptuando Prometeo (Scott, 2012), pero incluyendo las terribles Alien vs Depredador. Muchas técnicas fueron utilizadas para la creación de esta cinta, pero sin duda las que más llamaron la atención fueron las utilizadas para crear a los xenomorfos.


    Las criaturas en esta ocasión fueron creadas por el gurú de los animatrónicos (y uno de mis ídolos personales, por cierto) y colaborador frecuente de Cameron, Stan Winston, el mismo artista detrás de los dinosaurios de ParqueJurásico (Spielberg, 1993). Winston y su equipo tomaron el diseño original de Giger y prácticamente lo “tunearon” para darle una apariencia más agresiva y más como de insecto. En vez del color negro lustroso de la primera cinta, los xenomorfos de esta son de colores marrón o azul; tienen más picos, cinco dedos en lugar de seis que además son más largos, y una cabeza llena de protuberancias y orificios en vez de la cabeza lisa de la primera cinta.
    Cuenta cierta anécdota que el equipo de artistas del Stan Winston Studio estaba muy entusiasmado porque el departamento de vestuario de Twenieth Century Fox había accedido a prestarles la botarga original del alienígena de la primera cinta... hasta que lo desempacaron. Los artistas pudieron comprobar de primera mano que más de la mitad del monstruo que aparecía en la película de 1979 era creado gracias a una excelente fotografía e iluminación, pues la botarga de látex incluía un par de tenis converse y varias secciones del cuerpo en las que el staff de plano le había pegado macarrones secos pintados de negro para realzar la textura.
    Sin embargo, el más grande triunfo del diseño, fruto del arduo trabajo que realizaron durante meses Winston y su equipo frente al restirador, es el alien reina. Según esta cinta, la estructura social del xenomorfo es como la de una colmena de hormigas o abejas, en la que hay una sola hembra fértil encargada de regir a todas las demás. Esta clase particular de xenomorfo mide cuatro metros de altura, tiene dos pares de brazos, un aguijón venenoso en la cola  —¿de verdad una criatura que lo puede convertir a uno en brocheta con su aguijón necesita veneno?— y un característico cráneo alargado y plano con forma de corona.


    Lo que más me gusta del diseño de esta criatura es que sí, parece una cucaracha del tamaño de un autobús; pero aun así lograron incluir en ella rasgos femeninos. Es decir, uno ve al alien reina y se nota que es la hembra que lleva la batuta de la colmena —a diferencia de Alien vs Depredador (Anderson, 2004) donde el alien reina termina pareciendo un tiranosaurio—.
    De hecho, el planteamiento del alien reina vino a despejar muchas incógnitas que habían quedado de la primera parte sobre el ciclo vital de la criatura. En una de las escenas nunca filmadas de la primera peli, Ash (Ian Holm) menciona que los tripulantes de la Nostromo probablemente aún no habían visto a la criatura en su etapa madura. Este diálogo no se filmó, pero sí se conservó en la novelización de la cinta escrita por Allan Dean Foster.
    Muchos fans se preguntan por qué el alien no ataca a Ripley a bordo de la cápsula de escape al final de la primera cinta. En ese momento, hubo tres hipótesis: (1) El metabolismo del alien es muy rápido y ya había concluido su ciclo vital, por lo que se escondió en la cápsula esperando su propia muerte; (2) la criatura sabía que su única posibilidad de sobrevivir era pasando desapercibida como polizón o (3) el xenomorfo no había completado aún su desarrollo, por lo que se escondió en la cápsula para entrar en fase de pupa. Esta última opción es retomada en el videojuego Aliens vs Predator (Rebellion, 2010), en el que el final cuando se juega controlando al alien es que éste se convierte en una reina.
    Empero, tanto en los cómics como en la tercera película, se puntualizó lo que parecía evidente desde la segunda: que la reina alien no es un estado en el desarrollo del xenomorfo; sino una casta aparte de la misma especie.


    Y una de las escenas que desde mi tierna infancia me han fascinado, e incluso obsesionado, es precisamente la pelea final entre Ripley, a bordo de un traje montacargas (Power Loader), y el alien reina —denominada afectuosamente por los fans como la Guerra de las Madres—. Es simplemente sublime. Echando mano de prácticamente todas las técnicas de efectos especiales disponibles en la época, el equipo de filmación logró crear una secuencia de batalla inolvidable y extremadamente realista.
    Las actuaciones son espectaculares lo que, en conjunción con los efectos especiales —quizá la única escena de efectos especiales que queda a deber sea aquélla en la que se estrella la nave de rescate—, logra crear una película en la que uno puede simplemente dejarse llevar y disfrutar la experiencia.
    Hablando de los efectos especiales, me complace decir que de verdad son impresionantes. Lo que es aún más increíble es el hecho de que muchos fueron creados con las técnicas más simples. Y no diré que “eran la punta de la tecnología en 1986” ni que “para su época fueron muy buenos”; estos efectos especiales son una mezcla de técnicas antiguas (como al retroproyección o la perspectiva forzada) con las técnicas más avanzadas de la época (como los animatrónicos) en una demostración envidiable de ingenio, todo con el fin de dar vida a un universo que en manos menos diestras resultaría completamente inverosímil.
     Un efecto especial funciona cuando uno no se da cuenta de que está ahí y en esta película abundan los ejemplos: la ya mencionada pelea entre Ripley y el alien reina, los exteriores de la colonia terraformadora  Hadley’s Hope o la entrada al nido de los xenomorfos —la mayoría de la gente no nota que estos escenarios eran solamente maquetas—, o las escenas de los Power Loaders —¿no se habían preguntado antes cómo hicieron para moverlos?— o, mi gran favorita, aquella secuencia en la que los marines sobrevivientes escapan a través de un ducto de ventilación y los xenomorfos que los persiguen, delante de nuestros ojos y sin cortes o trucos de cámara, reptan por el piso y después por la pared.  
    Incluso en el caso de la Edición Especial, cuya duración podría parecer excesiva —ya ven que a Cameron le gustan las películas largas—, el visionado de esta cinta es entretenido y emocionante.


    Mención aparte merece el magistral soundtrack compuesto por James Horner, del cual hablé anteriormente en mi lista de soundtracks favoritos. Una banda sonora de influencia mayoritariamente militar expande la dimensión de esta película y de veras que logra engancharlo a uno en lo que está viendo, así como ayudar a la historia que se cuenta para emocionar a su público.
    Al igual que la primera cinta, ésta se convirtió en una de las más influyentes obras de la Ciencia Ficción cinematográfica; tanto que aún hoy día muchas películas siguen su estructura. Como las más evidentes descendientes directas de esta película puedo citar Mimic (Del Toro, 1997), Invasión (Verhoeven, 1997), El huésped maldito (Resident Evil pa’ los cuates, Anderson, 2002), Exterminio 2 (Fresnadillo, 2007), Titanes del Pacífico (Del Toro, 2013), Godzilla (Edwards, 2014) y un nutrido grupo de etcéteras.       
    La recepción de la película fue grandiosa, cuadruplicando su presupuesto en ganancias en taquilla. Incluso hay quienes dicen que esta cinta es mejor que la primera. Yo no sé si me atrevería a afirmar tal cosa, pero sí puedo decir sin reparos que está a la altura de su predecesora. Éste es James Cameron en su máxima expresión, cuando su mentalidad de “más grande es mejor” realmente lo ayudó a expandir una idea que parecía insuperable.



PARA LA TRIVIA: Sigourney Weaver es una de las principales activistas en contra de la libre venta de armas en EE.UU. Según afirma, mientras estaba filmando esta cinta no se dio cuenta de la cantidad de armas y violencia que hay en ella —incluso la nave Sulaco tiene forma de ametralladora—, por lo que, cuando vio el resultado final, quedó muy a disgusto (según se rumora, en parte por eso co-produjo las siguientes dos entregas de la saga). Debido a estas diferencias, Weaver nunca (hasta este año) había permitido que se utilizara su rostro en figuras de acción basadas en su personaje de Ellen Ripley. Irónicamente, la única nominación al Oscar que la actriz ha recibido fue por su interpretación en esta cinta.          

3 comentarios:

  1. Hola, gracias por la documentación y la entrega del análisis de la película.

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    1. Por el contrario, gracias a ti por leerme. Sígueme en mi nuevo blog: http://cinefiloincurable.com

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  2. Excelente análisis! Saludos desde Chile!

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