ALIENS:
EL REGRESO
Aliens
James Cameron, 1986
Existen
dos versiones de esta película: El corte original de cines de 1986 con 2 horas
y 17 minutos de duración y la Edición Especial de 1990, con 2 horas y 37
minutos de duración. La diferencia son varias escenas extendidas y otras tantas
reinsertadas, incluyendo las legendarias escenas de la hija de Ripley y la de
los papás de Newt. Dichas escenas dan más fuerza a la línea narrativa de la
relación entre Ripley y Newt, lo que le da más contundencia a la segunda mitad
de la peli. Por cierto que esta cinta fue la primera en contar con una Edición
Especial (o corte del director) comercial, que salió exclusivamente a la venta,
en una edición muy limitada, en formato VHS allá por 1990.
Si bien la primera cinta de
esta saga revolucionó las películas de Ciencia Ficción, esta secuela fue la
creó toda una mitología. El director canadiense James Cameron, quien había
obtenido un inusitado éxito y demostrado tener buen ojo para el género con su
película anterior, El exterminador
(1984), y su esposa, la productora Gale Anne Hurd (actualmente productora de la
serie de T.V. The Walking Dead), fueron
convocados por la Twentieth Century Fox para realizar la tan esperada y tanto
tiempo pospuesta secuela de Alien: eloctavo pasajero (Scott, 1979).
El reto era grande y por eso mismo la casa
productora se había mostrado renuente a producir la ansiada secuela. Con
frecuencia, la secuela de una película de éxito cae en una de dos fallas: O los
realizadores tienen miedo de echar a perder la fórmula de éxito de la cinta
original y la continuación termina siendo más de lo mismo, una mera copia del
original —como Shrek 2 (Adamson et
al., 2004)— o los realizadores saben que no pueden competir con la primera
parte y hacen algo tan diametralmente opuesto que cuesta trabajo creer que
ambas películas son parte de una misma saga —como El ejército de las tinieblas (Raimi, 1992), que oficialmente sí es
la tercera parte de la trilogía de The
Evil Dead—.
Cameron, de manera muy inteligente, llevó
la saga en la dirección indicada: tomó los elementos más representativos de la
primera entrega y los expandió en direcciones interesantes. Esclareció varios
puntos sobre el comportamiento y el ciclo de vida de las criaturas, introdujo
la idea de un alien reina y de una estructura social tipo colmena. Además se
redujo un tanto la dosis de terror en esta cinta para dar paso a la acción.
57 años después de los hechos narrados en
la primera película, la cápsula de escape en la que Ripley (Sigourney Weaver,
magistral) por fin es rescatada y llevada a la estación espacial Gateway. Ahí,
Ripley se entera de su situación y llevada a juicio por la destrucción de la
Nostromo, en el que es defendida por Carter Burke (Paul Reiser en el mejor
papel de su carrera… sí, el mejor de los dos). Poco tiempo después, Ripley es requerida
por Burke para fungir como asesora de un escuadrón de marines coloniales que
van a investigar la colonia terraformadora en LV-426 —sí, el planetoide de la
primera cinta, rebautizado en los cómics como Acheron— con la que se ha perdido
contacto.
Al llegar al lugar, Ripley y los marines
descubren que la colonia entera ha sido invadida por las criaturas —que a
partir de esta cinta son llamadas xenomorfos— de las que Ripley creía haber
escapado. La colonia está infestada por cientos de xenomorfos y la única
sobreviviente es una pequeña niña llamada Newt (Carrie Henn). La operación sale
terriblemente mal cuando los marines quedan atrapados en el nido de las
criaturas, donde tendrán que enfrentarse a peligros insospechados si es que
desean salir con vida de ahí.
Creo que uno de los principales aciertos de
esta película es lo bien escritos que están los personajes. Casi todos los
marines están increíblemente bien delineados y son memorables a pesar de que
aparecieran poco tiempo en pantalla. Con frecuencia el fallo de los personajes
en este tipo de cintas es que sólo están para rellenar y como están
uniformados, a la mitad de la cinta a uno deja de importarle quién es quién —Despertar del Diablo 2 (Weisz, 2007), te
hablo a ti—.
¿Cómo olvidar al noble cabo Dwayne Hicks
(Michael Biehn, quien también protagonizó la película anterior de Cameron, El exterminador), al inepto teniente
Gorman (William Hope), el leal androide Bishop (el genial Lance Henriksen,
quien también estuvo en El exterminador),
el aguerrido soldado Drake (Mark Rolston), la ruda soldado Vasquez (Jenette
Goldstein, quien aparecería en Terminator
2: El Juicio Final [Cameron, 1991]) o al payaso del grupo, el soldado
Hudson (Bill Paxton)?
Por cierto que Al Matthews, quien
interpretó al sargento Apone, era un auténtico sargento del cuerpo de marines
de EE.UU. En aras del realismo y para molestia de los actores, durante el
tiempo que duró el rodaje, Matthews despertaba a todo el elenco a las cinco de
la mañana para hacer ejercicio y practicar tácticas de combate.
Otro de los muy grandes aciertos de la peli
son los efectos especiales. A pesar de que esta cinta se estrenó hace ya casi
treinta años, los efectos especiales apenas si han envejecido. Es más, me
atrevo a decir que muchos de los efectos en esta cinta se ven aún más reales
que los efectos e cualquier película siguiente de la saga... Quizá exceptuando
Prometeo (Scott, 2012), pero incluyendo las terribles Alien vs Depredador. Muchas técnicas
fueron utilizadas para la creación de esta cinta, pero sin duda las que más
llamaron la atención fueron las utilizadas para crear a los xenomorfos.
Las criaturas en esta ocasión fueron
creadas por el gurú de los animatrónicos (y uno de mis ídolos personales, por
cierto) y colaborador frecuente de Cameron, Stan Winston, el mismo artista
detrás de los dinosaurios de ParqueJurásico (Spielberg, 1993). Winston y su equipo tomaron el diseño original
de Giger y prácticamente lo “tunearon” para darle una apariencia más agresiva y
más como de insecto. En vez del color negro lustroso de la primera cinta, los
xenomorfos de esta son de colores marrón o azul; tienen más picos, cinco dedos
en lugar de seis que además son más largos, y una cabeza llena de protuberancias
y orificios en vez de la cabeza lisa de la primera cinta.
Cuenta cierta anécdota que el equipo de
artistas del Stan Winston Studio estaba muy entusiasmado porque el departamento
de vestuario de Twenieth Century Fox había accedido a prestarles la botarga
original del alienígena de la primera cinta... hasta que lo desempacaron. Los
artistas pudieron comprobar de primera mano que más de la mitad del monstruo
que aparecía en la película de 1979 era creado gracias a una excelente
fotografía e iluminación, pues la botarga de látex incluía un par de tenis
converse y varias secciones del cuerpo en las que el staff de plano le había
pegado macarrones secos pintados de negro para realzar la textura.
Sin embargo, el más grande triunfo del
diseño, fruto del arduo trabajo que realizaron durante meses Winston y su
equipo frente al restirador, es el alien reina. Según esta cinta, la estructura
social del xenomorfo es como la de una colmena de hormigas o abejas, en la que
hay una sola hembra fértil encargada de regir a todas las demás. Esta clase
particular de xenomorfo mide cuatro metros de altura, tiene dos pares de brazos,
un aguijón venenoso en la cola —¿de
verdad una criatura que lo puede convertir a uno en brocheta con su aguijón
necesita veneno?— y un característico cráneo alargado y plano con forma de
corona.
Lo que más me gusta del diseño de esta
criatura es que sí, parece una cucaracha del tamaño de un autobús; pero aun así
lograron incluir en ella rasgos femeninos. Es decir, uno ve al alien reina y se
nota que es la hembra que lleva la batuta de la colmena —a diferencia de Alien vs Depredador (Anderson, 2004) donde
el alien reina termina pareciendo un tiranosaurio—.
De hecho, el planteamiento del alien reina
vino a despejar muchas incógnitas que habían quedado de la primera parte sobre
el ciclo vital de la criatura. En una de las escenas nunca filmadas de la
primera peli, Ash (Ian Holm) menciona que los tripulantes de la Nostromo
probablemente aún no habían visto a la criatura en su etapa madura. Este
diálogo no se filmó, pero sí se conservó en la novelización de la cinta escrita
por Allan Dean Foster.
Muchos fans se preguntan por qué el alien
no ataca a Ripley a bordo de la cápsula de escape al final de la primera cinta.
En ese momento, hubo tres hipótesis: (1) El metabolismo del alien es muy rápido
y ya había concluido su ciclo vital, por lo que se escondió en la cápsula
esperando su propia muerte; (2) la criatura sabía que su única posibilidad de
sobrevivir era pasando desapercibida como polizón o (3) el xenomorfo no había
completado aún su desarrollo, por lo que se escondió en la cápsula para entrar
en fase de pupa. Esta última opción es retomada en el videojuego Aliens vs Predator (Rebellion, 2010), en
el que el final cuando se juega controlando al alien es que éste se convierte
en una reina.
Empero, tanto en los cómics como en la
tercera película, se puntualizó lo que parecía evidente desde la segunda: que
la reina alien no es un estado en el desarrollo del xenomorfo; sino una casta
aparte de la misma especie.
Y una de las escenas que desde mi tierna
infancia me han fascinado, e incluso obsesionado, es precisamente la pelea
final entre Ripley, a bordo de un traje montacargas (Power Loader), y el alien
reina —denominada afectuosamente por los fans como la Guerra de las Madres—. Es
simplemente sublime. Echando mano de prácticamente todas las técnicas de
efectos especiales disponibles en la época, el equipo de filmación logró crear
una secuencia de batalla inolvidable y extremadamente realista.
Las actuaciones son espectaculares lo que,
en conjunción con los efectos especiales —quizá la única escena de efectos
especiales que queda a deber sea aquélla en la que se estrella la nave de
rescate—, logra crear una película en la que uno puede simplemente dejarse
llevar y disfrutar la experiencia.
Hablando de los efectos especiales, me
complace decir que de verdad son impresionantes. Lo que es aún más increíble es
el hecho de que muchos fueron creados con las técnicas más simples. Y no diré
que “eran la punta de la tecnología en 1986” ni que “para su época fueron muy
buenos”; estos efectos especiales son una mezcla de técnicas antiguas (como al
retroproyección o la perspectiva forzada) con las técnicas más avanzadas de la
época (como los animatrónicos) en una demostración envidiable de ingenio, todo
con el fin de dar vida a un universo que en manos menos diestras resultaría
completamente inverosímil.
Un
efecto especial funciona cuando uno no se da cuenta de que está ahí y en esta
película abundan los ejemplos: la ya mencionada pelea entre Ripley y el alien
reina, los exteriores de la colonia terraformadora Hadley’s Hope o la entrada al nido de los
xenomorfos —la mayoría de la gente no nota que estos escenarios eran solamente
maquetas—, o las escenas de los Power Loaders —¿no se habían preguntado antes
cómo hicieron para moverlos?— o, mi gran favorita, aquella secuencia en la que
los marines sobrevivientes escapan a través de un ducto de ventilación y los
xenomorfos que los persiguen, delante de nuestros ojos y sin cortes o trucos de
cámara, reptan por el piso y después por la pared.
Incluso en el caso de la Edición Especial,
cuya duración podría parecer excesiva —ya ven que a Cameron le gustan las
películas largas—, el visionado de esta cinta es entretenido y emocionante.
Mención aparte merece el magistral
soundtrack compuesto por James Horner, del cual hablé anteriormente en mi lista de soundtracks favoritos. Una banda sonora de influencia mayoritariamente
militar expande la dimensión de esta película y de veras que logra engancharlo
a uno en lo que está viendo, así como ayudar a la historia que se cuenta para
emocionar a su público.
Al igual que la primera cinta, ésta se
convirtió en una de las más influyentes obras de la Ciencia Ficción
cinematográfica; tanto que aún hoy día muchas películas siguen su estructura. Como
las más evidentes descendientes directas de esta película puedo citar Mimic (Del Toro, 1997), Invasión (Verhoeven, 1997), El huésped maldito (Resident Evil pa’ los cuates, Anderson, 2002), Exterminio 2 (Fresnadillo, 2007), Titanes del Pacífico (Del Toro,
2013), Godzilla (Edwards, 2014) y un
nutrido grupo de etcéteras.
La recepción de la película fue grandiosa,
cuadruplicando su presupuesto en ganancias en taquilla. Incluso hay quienes
dicen que esta cinta es mejor que la primera. Yo no sé si me atrevería a
afirmar tal cosa, pero sí puedo decir sin reparos que está a la altura de su
predecesora. Éste es James Cameron en su máxima expresión, cuando su mentalidad
de “más grande es mejor” realmente lo ayudó a expandir una idea que parecía
insuperable.
PARA
LA TRIVIA: Sigourney Weaver es una de las principales activistas en
contra de la libre venta de armas en EE.UU. Según afirma, mientras estaba
filmando esta cinta no se dio cuenta de la cantidad de armas y violencia que
hay en ella —incluso la nave Sulaco tiene forma de ametralladora—, por lo que,
cuando vio el resultado final, quedó muy a disgusto (según se rumora, en parte
por eso co-produjo las siguientes dos entregas de la saga). Debido a estas
diferencias, Weaver nunca (hasta este año) había permitido que se utilizara su
rostro en figuras de acción basadas en su personaje de Ellen Ripley.
Irónicamente, la única nominación al Oscar que la actriz ha recibido fue por su
interpretación en esta cinta.
Hola, gracias por la documentación y la entrega del análisis de la película.
ResponderBorrarPor el contrario, gracias a ti por leerme. Sígueme en mi nuevo blog: http://cinefiloincurable.com
BorrarExcelente análisis! Saludos desde Chile!
ResponderBorrar