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lunes, 30 de diciembre de 2013

LOS MUERTOS. La alabada película africana de zombies.


LOS MUERTOS

The Dead


Howard J. Ford y Jonathan Ford, 2010


Dice por ahí uno de esos secretos a voces que una película de producción tercermundista (no lo digo en sentido peyorativo, sino literal) triunfará en los festivales internacionales siempre y cuando hable mal del Tercer Mundo ‒Amores perros (Iñárritu, 2000) y Heli (Escalante, 2013) me saltan a la mente‒. Eso no sólo explicaría el despunte del cine mexicano en el extranjero durante los últimos tres lustros, sino que también explicaría por qué esta cinta se vendió en los festivales como una producción africana. Sin embargo, en realidad la película fue escrita y producida en el Reino Unido, y filmada y prácticamente “maquilada” en Burkina Faso.
    En la cinta se cuenta la historia del Tte. Brian Murphy (Rob Freeman), ingeniero mecánico militar, quien sobrevive luego de estrellarse su avión en los territorios cercanos a Sierra Leona justo cuando intentaba evacuar. ¿La razón? Por si la guerra civil no fuera suficiente, una plaga de zombies se ha desatado en la región, convirtiendo a sus habitantes (sólo a los de raza negra, según parece) en cadáveres ambulantes hambrientos de carne humana.
    Había escuchado muy buenos comentarios sobre esta película, pero apenas tuve oportunidad de verla. Y debo decir que no me gustó casi nada. Al principio me pareció interesante, pero conforme fue avanzando me fue decepcionando más y más hasta volvérseme odiosa ya para el final.
    A su favor diré que durante la primera mitad, su narrativa es bastante sólida y ésta, trabajando en conjunto con una fotografía majestuosa, llena de texturas y claroscuros, va llevando la historia bastante bien… por lo menos hasta que uno se da cuenta de que lo que está viendo prácticamente es un loop.

    Lo digo porque después de un rato uno empieza a sentir el tedio de una película cuyo guión tiene muy pocos diálogos y está llena de escenas de “rock climbing”: término usado por los fobocinéfilos para referirse a aquellas escenas en las que los personajes sólo caminan y caminan y caminan (o trepan riscos, de ahí el nombre) sin que algo pase realmente. Así pues, luego de una tercera parte de la cinta, ésta se convierte en “puras escenas de ese güey caminando”.
    Los efectos especiales son bastante disparejos. Hay escenas muy padres, como ésa en la que le abren un boquete a la cabeza de un zombie con una escopeta; pero también otras que francamente tientan su suerte, por no decir que hasta llegan a ofender la inteligencia del público, como aquélla en la que una mujer va cargando a su bebé para salvarlo... y confiando en que el público no notará que es sólo un muñeco.
    Hay algunas escenas bastante bien logradas con actores mutilados haciendo papel de muertos vivientes y, en el otro extremo, hay escenas de balazos donde borbotones de sangre salpican por todos lados pero las balas no hacen herida alguna.

    En cuanto a la apariencia general de los no-muertos, la película toma fortísimas influencias de dos fuentes principalmente: por un lado el videojuego Resident Evil 5 (Capcom, 2009) y, por el otro, las películas italianas de zombies producidas en los 70 y 80. A este respecto también tengo opiniones divididas. En algunas secuencias, las imágenes de los muertos vivientes, con sus miradas de pupilentes blancos perdidas y su falta de tono muscular,  son aterradoras; pero en general, los zombies son el típico cadáver reanimado vestido con costal de papas tan popular en las cintas de Lucio Fulci como las ya clásicas Zombie (1979) o La ciudad de los muertos vivientes (1980). Es decir, se ven bien, pero la verdad es que los italianos (incluso en ocasiones en coproducción con los mexicanos) estaban haciendo películas como ésta hace treinta años.
    Hasta aquí, la cinta tendría todo para ser solamente una película mediocre del subgénero de zombies, y ojalá se quedara en eso. Lo que realmente me molestó de esta peli es que al final, el subtexto resulta ser marcadamente racista. Como Cinéfilo Incurable ni rechazo ni apruebo el racismo, pero como discurso cinematográfico me parece muy pasado de moda.
    Lo anterior se hace patente en las escenas en las que Murphy hace equipo con el Sgto. Daniel Dembele (Prince David Oseia), un miembro del ejército local que ha dejado su puesto para buscar a su familia en medio de la crisis zombie. Resulta sorprendente que, a pesar de ser un militar nativo de la zona, el conocimiento de Dembele sobre el terreno sea prácticamente nulo, y siempre inferior al de Murphy. Vamos, al final del día esto termina siendo una especie de Robinson Crusoe con zombies.

    Y por si el mensaje colonialista no hubiera quedado claro, éste se acrecienta cuando Murphy por fin logra llegar a la base militar que sirve como campamento de refugiados. Para decepción del ingeniero/militar/mercenario (ya ni sé, la verdad), en el lugar no hay aeroplanos o medio de transporte alguno; pero sí un radio, descompuesto… pero eso no importa porque con un cautín y una elipsis, Murphy solito logra arreglar lo que trescientos negros no pudieron. Y ni qué decir de que en la película aparecen quizá uno o dos zombies caucásicos, el resto es de raza negra y Murphy se da vuelo acribillándolos a balazos o, en una escena impresionante (bien hecha, hasta eso), destazándolos con un machete.
    En conclusión, sí se trata de una cinta diferente y en cierto sentido hasta alternativa dentro del género. Sin embargo la alabada “frescura” que aporta al cine de zombies viene precisamente de retomar los muertos vivientes lentos, silenciosos y amenazadores que ya nos habían mostrado George A. Romero, padre del género, y su digno sucesor, Lucio Fulci. Asimismo, aunque la cinta se vanagloria de ser una propuesta realista, ésta se viene abajo gracias a sendos descuidos en los efectos especiales, el maquillaje o el vestuario (a pesar de que se supone que Murphy es miembro de la Fuerza Aérea de EE.UU., cuando se le muestra en uniforme de gala, éste es el de la Marina de EE.UU.). Se trata pues de una cinta bastante mediana y cuya fama creo que no es merecida, con un subtexto tan racista, pues ni siquiera llega a colonialista, que haría sonrojar a H. Rider Haggard. Como quien dice, mucho ruido y pocas nueces.

 

PARA LA TRIVIA: Debido a su ajustado presupuesto, la película debía filmarse en un periodo de seis semanas. Sin embargo, debido a diversos problemas como un retraso en el envío de material fílmico o el hecho de que Rob Freeman contrajo malaria durante la filmación, entre otros, la producción se completó en doce semanas.


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