INDIANA JONES Y EL TEMPLO DE LA PERDICIÓN
Indiana Jones and the Temple Of Doom
Steven Spielberg, 1984
Habiendo alcanzado el éxito con la película Los cazadores del Arca Perdida (Spielberg, 1981), la mancuerna George Lucas-Steven Spielberg decidió producir una nueva aventura del carismático arqueólogo y ladrón de tesoros nacionales, el Dr. Indiana Jones. Siguiendo el ejemplo de su saga “hermana mayor”, Star Wars, la segunda entrega de las aventuras del Dr. Jones se decidió por una historia mucho más oscura y siniestra que la de la primera parte. De hecho, la idea original de George Lucas era encargar la escritura del guión a los guionistas de El Imperio contraataca (Kershner, 1980), pero ambos estaban ocupados en otros proyectos en ese momento.
Es un hecho poco memorable, pues realmente es completamente irrelevante para la historia, pero esta cinta en realidad es una precuela de la primera, pues sucede un año antes. Tras sobrevivir a un intento de asesinato a manos de la mafia china en Shanghai (en el salón Obi Wan, por cierto), Indiana Jones (Harrison Ford) es abandonado a su suerte, en compañía del huérfano “Short Round” (Jonathan Ke Quan) y la frívola e insoportable cantante de centro nocturno Willie Scott (Kate Capshaw, quien poco después se casaría con Spielberg en la vida real), en la frontera de Nepal y la India. Ahí, Jones encontrará una aldea de campesinos sumida en la miseria, pues el nuevo maharajá del palacio de Pankot les ha robado la sagrada piedra Sankara y a sus niños. Jones decide ayudarlos sólo para descubrir que el palacio de Pankot es la fachada para el templo secreto de un culto sanguinario adorador de Kali y fanático de los sacrificios humanos, encabezado por el malvado sacerdote Mola Ram (Amrish Puri).
Creo que desde niño he tenido sentimientos encontrados hacia esta película. Hasta el día de hoy, puedo decir que esta cinta me gusta y no, y expondré mis argumentos para ambos casos a continuación.
En general es agradable que la segunda cinta de la saga se arriesgue a explorar nuevas temáticas y, como lo dije anteriormente, se torne un poco más oscura. En esta película, algunos de manera más velada y otros explícitamente, se abordan temas como el tráfico de drogas, la prostitución, el imperialismo (en este caso visto en sus pros y contras), el fanatismo religioso, la miseria, los sacrificios humanos y la esclavitud infantil.
En general, las escenas de acción son más violentas que en la peli anterior; aunque también muchas de ellas son aún más inverosímiles… como ejemplo, sólo hay que ver la forma en la que Indiana esquiva las balas durante el tiroteo en el mencionado centro nocturno. Una de las escenas más memorables de esta cinta es en la que Indy y sus amigos son perseguidos en carritos de mina por los adoradores de Kali.
Del mismo modo, el humor colonialista que tan amena hacía la primera parte en esta secuela se vuelca hacia el absurdo. Aunque esto se puede ver en toda la película, me refiero específicamente a la escena del banquete, pues ¿quién puede olvidar la “serpiente asada con sorpresa” o los “sesos de mono helados”?
En sí la historia de la película siempre me ha gustado. También me agrada el hecho de que en esta secuela, Indy no actúe por un interés patriótico o monetario, sino que decide ayudar a la gente de la aldea, sumida en la miseria desde que sus niños fueron secuestrados, simplemente por hacer lo correcto.
Por otro lado, también me parece desde hace tiempo que la realización de la peli queda a deber. Creo que una historia que es de por sí interesante pudo haberse llevado a cabo mejor, pues uno de los lados flacos de la película es la producción. Casi todos los decorados, vestuarios y hasta efectos especiales se ve como si los hubieran fabricado en medio de las prisas; quizá así fue. La cosa es que las paredes de la cueva donde se esconde el templo de Kali se ve a leguas que están hechas de cartón y las escenas en las que hay fotomontaje y retroproyección (como la de la balsa inflable en la montaña nevada) se ven tan falsas como si se hubieran filmado veinte años atrás.
Por otro lado, también me parece desde hace tiempo que la realización de la peli queda a deber. Creo que una historia que es de por sí interesante pudo haberse llevado a cabo mejor, pues uno de los lados flacos de la película es la producción. Casi todos los decorados, vestuarios y hasta efectos especiales se ve como si los hubieran fabricado en medio de las prisas; quizá así fue. La cosa es que las paredes de la cueva donde se esconde el templo de Kali se ve a leguas que están hechas de cartón y las escenas en las que hay fotomontaje y retroproyección (como la de la balsa inflable en la montaña nevada) se ven tan falsas como si se hubieran filmado veinte años atrás.
De tal suerte, la falta de atención a los detalles de esta cinta le resta muchos puntos. Por ejemplo, la escena en la que Indiana Jones es perseguido por los fanáticos de Kali en un puente colgante suspendido a una altura considerable sobre un río infestado de ¡caimanes de la Florida! Y éste es sólo algunos de los muchos detalles que hubieran requerido un poco más de consideración.
Al parecer, los realizadores quisieron no tomarse demasiado en serio esta película, pues hasta el sentido del humor, contrastando con la trama más siniestra de la cinta, resulta ser bastante más ramplón que en la película anterior.
Ahora bien, lo que sí recuerdo que desde niño me ha disgustado de esta película, y que aún ahora que volví a verla por enésima vez me pareció chocante, fueron los aliados de Jones. Willie Scott y “Short Round” deben ser los compinches más odiosos en toda la saga… ah, no, esperen, que hubo una cuarta peli… Bueno, no importa, de los dos no se hace uno; ambos son odiosos y desesperantes y en verdad hay escenas en las que dan ganas de que Indy no logre salvarlos.
Con todo y todo, a final de cuentas esta cinta resulta muy divertida e interesante. Quizá es inferior a la primera parte en muchos aspectos, pero también se agradece que los creadores hayan querido explorar temáticas y tonos diferentes; tal vez el experimento no resultó del todo exitoso, pero no es una mala película de aventura y es una digna secuela de la primera entrega de las aventuras del Dr. Jones.
PARA LA TRIVIA: La confrontación final entre Mola Ram e Indiana Jones sobre un puente colgante fue filmada en locación en un acantilado en Sri Lanka. El puente estaba suspendido a una altura bastante considerable y Steven Spielberg, quien es acrofóbico, se negaba a caminar sobre él. De tal suerte, cuando el director quería ir de un extremo a otro del puente debía conducir por un camino de terracería que daba un rodeo de varios kilómetros al acantilado.
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