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martes, 26 de abril de 2016

TERROR PROFUNDO. ¡Tres hurras por las películas chafonas de monstruos!


TERROR PROFUNDO
Deep Rising

Stepehn Sommers, 1998

¿Qué tienen las películas malas que las vuelve tan encantadoras? Bueno, no a todas. Hay muchas que son apenas soportables y algunas, ni siquiera eso. Cuando una película es muy mala, pero al menos logra arrancarle a uno por lo menos una carcajada, entonces creo que merece que se le reconozca cierto mérito. Y esta película sí que me hizo reír en algunos momentos, por eso fue que decidí hablar sobre ella a pesar de que originalmente pensé obviarla.
    La trama va sobre un grupo de mercenarios, liderados por Hanover (Wes Studi, a quien quizá recuerden como Sagat en la infame película de Street Fighter [de Souza, 1994]… ¡Bah! Seguro no), que se encuentra en una misión en el Oceáno Pacífico para secuestrar el lujoso crucero Argonautica ‒¡Chale! ¡Hasta el nombre del barco es malo! ‒. El comando secuestra al capitán del barco que alquilaron para interceptar el crucero, el cínico John Finnegan (Treat Williams, quien ha hecho toda una carrera de películas espantosas; pero lo recordamos particularmente como villano en El Fantasma [Wincer, 1996]), y su mecánico, Joey Pantucci (Kevin J. O’Connor en uno de los personajes más odiosos que puedo recordar en una película). Sin embargo, al subir a bordo del inmenso crucero, los secuestradores encuentran un barco fantasma lleno de sangre, pero sin un alma a bordo. ¿Cuál fue el terrible destino de la tripulación y los pasajeros del Argonautica?... Bueno, ya, la voy a espoilear, al fin que salen en el tráiler: se los comieron unos moluscos gigantes carnívoros parecidos a gusanos.


    Me pasó algo muy curioso con esta película. La primera vez que la vi debe haber sido poco después de que se estrenó y seguro que fue en un camión. También estoy bastante seguro de haber visto el episodio de La magia del cine (1994-1997) en el que hablaban de ella. Y la cosa es que durante mucho tiempo creí que solo había visto la primera mitad de esta cinta; pero ahora que volví a verla, esta vez poniéndole atención para poder escribir este artículo, me di cuenta de que no, de que sí la vi completa desde la primera vez sólo que había olvidado más de la mitad. Así de sustanciosa es.



    Al comando de mercenarios se unen el dueño del crucero, el empresario ambicioso Simon Canton (Anthony Heald, a quien seguro no recuerdan por sus papeles secundarios en películas como El silencio de los inocentes [Demme, 1991], El cliente [Schummacher, 1994], Tiempo de matar [Schummacher, 1996], X-Men 3 [Ratner, 2006] y episodios de Los expedientes X y La Ley y el Orden) y la ladrona de alto perfil Trillian St.James (la guapa holandesa Famke Jansen, a quien quizá recuerden como Jean Grey en la trilogía original de X-Men)... sólo por si no hubiera suficientes clichés ya en la película. Creo que sólo les faltaron el Profesor y Mary Ann.


    Lo que es sorprendente es que de tantos personajes que aparecen en pantalla… ¡Ninguno funcione! De verdad, no sé quién da más ternura, si Treat Williams tratando de hacerla de pastiche de Han Solo o Kevin O’Connor tratando de ser gracioso y fracasando en cada intento, de forma más miserable cada vez. Pero quizá estoy siendo demasiado duro con ellos, la verdad es que el chiste sobre La chica de Ipanema sí es gracioso… y los reto a que se saquen esa canción de la cabeza una vez que haya terminado la película.


    Por lo general, como ya hemos analizado antes, en una película metes por lo menos uno o dos actores buenos en papeles secundarios para que soporten la carga dramática de todo el numerito. Por eso se les llama “actores de soporte”. El problema viene cuando, como en el caso de Terror profundo, ninguno de tus actores es bueno. Digo, la función de actor de soporte debería desempeñarla Heald y sí tiene un par de secuencias brillantes, pero la verdad es  que durante la mayor parte de la película echa la flojera. Por lo menos en Alerta en lo profundo (Harlin, 1999) tenían a Samuel L. Jackson... lo matan casi al principio, pero ahí estaba. Por desgracia, en esta película tenemos sólo un montón de actores malos, y uno bueno que tiene que pagar la renta, que no tienen la más mínima química entre ellos haciendo pocos esfuerzos por salvar un montón de personajes mal escritos.


    Y hablando de cosas mal escritas ¿Qué onda con el guión? No sólo tiene más huecos que el sillón donde se dormía mi gato; sino que ¿lo escribieron en el Reino Unido? La película es una co-producción Estados Unidos-Canadá... ¿y a nadie le apreció extraño que ningún personaje en ningún momento diga “fuck!”, pero que se la pasen diciendo “Bloody Hell!”? Y si tuvieran por lo menos un actor británico en el reparto, supongo que funcionaría ¡Pero todos son estadounidenses ‒menos Jansen, claro‒!
    Bueno, pero todas estas minucias se perdonan cuando se trata de una película de monstruos porque, bueno, pues porque lo importante son los monstruos. Y los monstruos de esta película se ven... terribles... ¿Qué rayos es eso? Son los peores monstruos que he visto en una cinta desde la insufrible Anaconda (Llosa, 1997)... que salió el año anterior ¿Qué rayos les pasa, gente? Y no me digan que los efectos especiales eran buenos para la época, porque en ese entonces ya existían Parque Jurásico (Spielberg, 1993) e Invasión (Verhoeven, 1997).


    ¿Quién hizo los monstruos digitales para esta madre?... ¿Qué? ¡Industrial Light & Magic! O sea, la misma compañía que hizo los efectos de Parque Jurásico y Terminator 2: El Juicio Final (Cameron, 1991) hizo esta madre... ¿Qué pasó ahí? Viendo que fue la misma compañía que hizo las animaciones digitales para la mediocre Spawn (Dippé, 1997), comencé a desarrollar una hipótesis. Creo que Industrial Light & Magic estaba dividido en varios estudios, y algunos de ellos se abocaban a los proyectos de alto presupuesto y otros a los de menos perfil. Quizá con los proyectos menores probaban nuevas técnicas y tecnologías antes de aplicarlas a las películas más robustas.


    Lo que sí se ve bien son los efectos de maquillaje, realizados por Rob Bottin, el mismo artista que se encargó de los asquerosos maquillajes ‒lo digo como un cumplido‒ de RoboCop, el defensor del futuro (Verhoeven, 1987) y el remake de La cosa de otro mundo (Carpenter, 1982). Lástima que en realidad sus tiempos en pantalla sean más bien breves. La escena del tipo a medio digerir es muy buena y creo que es una combinación más o menos afortunada de efectos de maquillaje y CGI.


    A final de cuentas, esta película es un poco como un accidente en la carretera: Uno sabe que es un desastre, que no debe verlo porque será horrible... ¡Pero no puede quitarle los ojos de encima! Parece una mezcla de Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979) con La aventura del Poseidón (Neame, 1972), aunque por supuesto, en ningún momento llega siquiera a rozar la genialidad de ninguna de ambas. No es insoportable, pero tampoco es buena. Es hilarante sin querer y quizá dure unos quince minutos más de lo que debería ‒bueno, no; siendo honesto, le sobra fácilmente media hora‒; pero para un domingo de flojera no está mal y si uno está en un plan poco exigente, incluso puede llegar a disfrutarla. El final es absolutamente predecible, pero no por eso menos divertido.



PARA LA TRIVIA: Originalmente, el papel de John Finnegan fue ofrecido a Harrison Ford, quien lo rechazó luego de varias negociaciones ‒de hecho, se nota que el personaje fue escrito para él, pues hace varias referencias a Star Wars‒. Una vez que Ford estuvo fuera del proyecto, los productores pensaron que no valía la pena gastar un gran presupuesto en la cinta si no iba a tener a una estrella reconocible en el papel protagónico, así que lo redujeron drásticamente.




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martes, 19 de abril de 2016

MÁRTIRES. Como "Hostal", pero "De Arte"... porque todo el cine francés es De Arte.


MÁRTIRES
Mártyrs

Pascal Laugier, 2008

Durante la década pasada, Francia vivió una especie de enamoramiento con el cine de horror y el gore. Películas como El despertar del miedo (Aja, 2003), Cena con el diablo (Shapiron, 2006) y La frontera del miedo (Gens, 2007) representan la créme de la créme de la producción de dicha época. Mártires llegó un poco tarde, pero lo que no se puede negar es que muchos críticos la consideran la primera película de la Nueva Ola de Horror Francés —que no estoy muy seguro de en qué consista, sinceramente— y que fue la primera película de género en recibir una clasificación restrictiva para mayores de 18 años en el País Galo. Sea simple publicidad o que a los censores de verdad les pareció muy intensa, yo no estoy seguro de calificarla como buena o mala; lo único que me queda claro es que es una película rara.
    La cinta cuenta la historia de Lucie (Mylène Jampanoï), quien siendo niña escapa de un edificio donde la tuvieron secuestrada y la torturaron durante años. Quince años después, Lucie, en compañía de su única amiga de la infancia y ahora algo así como pareja sentimental, Anna (Morjana Alaoui), rastrea a sus captores y viaja hasta su casa para vengarse. Luego de la masacre, Anna descubrirá que hay mucho más detrás del secuestro y suplicio de Lucie de lo que parecía en un principio, y experimentará de primera mano la más desquiciante y perversa serie de torturas jamás concebida.


    En la introducción a la edición sin censura en DVD, Pascal Laugier, director de la película, dice que se odia a sí mismo por haberla hecho; pero que al mismo tiempo se siente orgulloso de ella. Estoy casi seguro de que lo dice sólo por llamar la atención, pero en un nivel más de análisis, creo que el tipo tiene razón. Sí hay razones para odiar a quien hizo esta película nihilista y depresiva, y no sólo por su mensaje, sino porque no es tan buena. Y también hay razones para odiar la película en sí, pero también tiene algunos logros bastante encomiables.
    Por principio de cuentas está el hecho de que es estúpida. Digo, empieza más o menos bien, como cualquier película de home invasion común y corriente. Luego viene una vuelta de tuerca... y luego otra... después otra más y otra y otra... y la trama da tantos giros y se vuelve tan rebuscada que cae en lo absurdo y cuando la película apenas lleva poco menos de una hora, uno ya se está preguntando si todo ese desmadre realmente lleva a algo.
     Y lo peor es que en realidad no. Todo ese desmadre no lleva a nada. El final es tan anticlimático y, a pesar del montón de giros mareadores en la trama, tan predecible que uno no puede evitar sentirse timado.



    Sobre todo, está el asunto de la revelación. Mientras veía la película de verdad sentí una poderosa curiosidad por saber qué fin justificaba toda esa violencia. No me malinterpreten, siempre he sido muy aficionado al gore; pero hasta a mí me llega a aburrir una película que casi sólo se trata de ver cómo torturan a una chava durante más de hora y media —además de las escenas escatológicas, claro—, y cuando por fin van a revelar la clave de todo... bueno, mejor no se los cuento. De todos modos, uno lo infiere.
    Se trata de una película bastante “visceral” en todo sentido. Desde que hay mucho grito (o jadeo o gruñido o resuello) y poco contenido hasta que, literalmente, hay vísceras en pantalla... bueno, no exactamente. Por cierto, esta cinta me trajo a la memoria una pregunta que siempre me he hecho pero, puesto que mis conocimientos médicos son prácticamente nulos y mis conocimientos anatómicos están más enfocados al arte, nunca he podido responder: ¿Qué le pasa a una persona cuando la desuellan viva en la vida real? Digo, porque mi idea es que moriría de una megainfección en muy poco tiempo; pero la verdad no sé.


    También me botó bastante la línea argumental de la sociedad secreta. Digo, los giros de tuerca de la trama se habían complicado hasta el punto de lo absurdo y uno ya hasta se hace de la vista gorda con tal de enterarse bien del chisme; pero cuando de plano salió la secta no pude sino pensar en la infumable La masacre de Texas: La nueva generación (Henkel, 1994). ¡Válgame! Mártires comienza siendo una película gore y termina siendo una cinta religiosa... como a la inversa de La Pasión de Cristo (Gibson, 2004).
    Pero creo que lo que más me molestó de esta cinta, más allá de que termina siendo una apología de la deshumanización y del quebranto del espíritu, fue su actitud. ¡Es una película súper mamona! Se cree mucho mejor de lo que en realidad es y no tiene reparos en restregárselo en la cara al público. Parece que los realizadores de verdad creían que estaban haciendo algo muy profundo cuando en realidad sólo estaban haciendo una pieza medianona de torture porn... ¡Ah, franceses!


    Como sea, la cinta sí tiene un par de puntos muy rescatables. El primero de ellos creo que es la fotografía. Sobre todo, en la era en la que comenzaban a popularizarse el Blu-Ray y la Alta Definición es raro ver una película tan bellamente fotografiada. Sí, a veces la Alta Definición le da un poco al traste al maquillaje —sobre todo hace un lustro, el maquillaje prostético y el HD no se mezclaban bien—; pero en general la película se ve muy bien, tiene una fotografía bella y rica en claroscuros que tiende hacia el expresionismo.
    Precisamente, el siguiente acierto de la película es el maquillaje. Hay un par de fallos en cuanto a que, de repente, la sangre se ve demasiado aguada; pero el maquillaje durante toda la cinta es bueno. De verdad uno cree que las marcas en los cuerpos de esas muchachas son el resultado de una tortura constante y sistemática, y la ya mencionada escena de la chica desollada es bastante impresionante. De hecho, me gustó esa escena en particular. Creo que una gran fotografía y un maquillaje artísticamente sorprendente se conjugan en esta escena para crear una experiencia estética bastante interesante.


    Pero no mucho más. No es una película para todos, en realidad dudo que alguien que no esté familiarizado con el gore soporte más de la mitad y, aun así, con una narrativa tan enredada y rebuscada, es difícil seguirla hasta el final. Además, está el inconveniente de que, si uno de verdad es un fan del gore, entonces ya habrá visto mejores películas del género que ésta. Aunque me gusta la forma en que ésta habla de la culpa.
    A final de cuentas se reduce a una película rara con una pésima actitud pretenciosa y un par de escenas impresionantes que se ve justo como debe verse: Como la contrapropuesta europea y “de arte” al Hostal de Eli Roth (2005). El mismo Pascal declaró en alguna entrevista que una de sus principales influencias fue la película de Roth, pero que mientras aquélla trataba sobre la tortura, él quería que la suya hablara sobre el dolor.
    Por cierto, ¿alguien que haya visto esta película puede decirme si las fotos de “mártires” que aparecen en el sótano de la casa son reales?… Porque se ven bastante auténticas.



PARA LA TRIVIA: Desde 2008, Laugier comenzó las negociaciones para la realización de un remake americano de la cinta que sería dirigido por Daniel Stamm (El último exorcismo, 2010), escrito por Mark L. Smith (El renacido, 2015), producido por la gente detrás de Crepúsculo y protagonizado por Kristen Stewart. Después de un prolongado estira y afloja, Stamm confirmó su salida del proyecto en 2014 debido al ínfimo presupuesto con el que querían que hiciera la película. Ésta fue finalmente producida por dos pequeñas compañías independientes que compraron el guión de rebote, se estrenó en febrero de 2015 y pasó sin pena ni gloria por la cartelera estadounidense. De hecho, el tráiler del remake ostenta la engañosa y poco dignificante frase “De un productor de El Conjuro y Annabelle”.


*Por favor, noten la utilización del soundtrack de La isla del Dr. Moreau (Frankenheimer, 1996) para musicalizar el trailer francés.



lunes, 11 de abril de 2016

TERMINATOR 2: EL JUICIO FINAL. El Leviatán de las películas de acción y Ciencia Ficción cumple 25 años.


TERMINATOR 2: EL JUICIO FINAL
En el momento de su estreno fue muy popular la nomenclatura T2: Judgment Day, aunque su título oficial en inglés fue Terminator 2: Judgment Day

Las películas de Terminator en realidad no se tratan sobre la raza humana siendo asesinada por máquinas del futuro […] Son sobre nosotros perdiendo contacto con nuestra propia humanidad y convirtiéndonos en máquinas.
James Cameron

James Cameron, 1991

Nunca segundas partes fueron buenas, dice el viejo adagio. Y por lo general es cierto. Pero también es cierto que, si hubo un director en Hollywood que tenía un don para hacer segundas partes, ése fue James Cameron. Es decir, en toda su carrera sólo filmó tres secuelas ‒próximamente cuatro, con Avatar 2‒; por una (Pirañas 2 [1981]) pidió que su nombre fuera retirado de los créditos y la otra (Aliens: El regreso [1986]) no era secuela de una película suya... pero de que supo evolucionar el concepto, supo hacerlo. De hecho, me atrevo a decir que junto con la citada Aliens... Terminator 2 es una de las diez mejores segundas partes que se hayan filmado jamás.
    Después de la recepción tibia tirándole a pobre que tuvo El secreto del abismo (1989), tanto por parte de la crítica como del público, Cameron se sentía algo perdido y, aunque una segunda parte de El exterminador (1984) se estaba cocinando en su mente desde tiempo atrás y Arnold Schwarzenegger insistía constantemente en que quería hacer una secuela, eran más los obstáculos para que el proyecto se pusiera en marcha que las razones para darle luz verde.


    El principal de ellos era que Jim Cameron no tenía los derechos de la primera cinta a pesar de haberla producido. Éstos los había cedido a la compañía productora Hemdale en 50% y el otro 50% era propiedad de Pacific Western Company, la casa productora de Gale Anne Hurd, para ese entonces ya divorciada de Cameron.[1]
    Además, el cineasta había aprendido de la forma difícil. Escribió el guión de Aliens… tomando como eje el personaje de Ellen Ripley. Por desgracia, Sigourney Weaver no estaba muy convencida de participar en la película, por lo que las negociaciones con su agente se extendieron tanto que su participación se confirmó de última hora poco antes de comenzar la producción.
    En un giro del destino, Hemdale perdió grandes cantidades de dinero, por lo que se vio obligada a vender los derechos de Terminator. William Wisher, amigo de Cameron y quien se dedicaba a mejorar sus guiones, se embarcó en arduas negociaciones hasta que por fin consiguió comprarle su parte de los derechos a Hurd. Ella puso como condición para vender que se le diera crédito como productora ejecutiva en la secuela, aun cuando no se involucró en ningún momento del proceso. La compañía productora Carolco, gracias a la gestión de Wisher, ahora poseía los derechos de Terminator.


    Una de las primeras ideas que planteó Cameron para una posible secuela fue la de dos Terminators, uno bueno y uno malo, pero que uno de ellos fuera mujer. La idea se rechazó por considerarla ridícula y más apropiada para una parodia. Otra idea fue la de tener dos Terminators, uno bueno y uno malo, ambos interpretados Arnold Shwarzenegger, pero fue descartada por la poca disposición del actor a permanecer demasiado tiempo en la silla de maquillaje. Una tercera propuesta era la de una película ambientada completamente en la guerra contra las máquinas en el año 2029; pero que fue abandonada debido a los inmensos costos de producción.[2] Finalmente, el director canadiense retomó la idea de los Terminators malo y bueno, y la desarrolló en una dirección diferente. Me llama la atención que las ideas rechazadas para esta secuela terminaron convirtiéndose en Terminator 3: La rebelión de las máquinas (Mostow, 2003) y Terminator: La salvación (McG, 2009)... y eso es un poco triste desde cierto punto de vista.   
    La historia como finalmente quedó toma lugar once años después de la primera parte ‒o sea que estaría ubicada en 1995‒. John Connor (el debut en pantalla de Edward Furlong) es ya un preadolescente y vive con padres adoptivos después de que Sarah Connor (regresa Linda Hamilton) es recluida en una institución mental. John lleva una despreocupada vida de delincuencia juvenil y fraudes cibernéticos cuando comienza a ser perseguido por un Terminator enviado desde el futuro para asesinarlo. Sin embargo, este Terminator es un nuevo modelo denominado T-1000 (Robert Patrick), que tiene la habilidad de cambiar de forma. Con lo que no cuenta el T-1000 es con que el John Connor del año 2029 (Michael Edwards) enviaría a 1995 un Terminator modelo T-101 (regresa Arnold Schwarzenegger) reprogramado con la misión específica de proteger al John Connor niño. Después de un arriesgado rescate del hospital psiquiátrico, Sarah Connor recibe información que podría evitar que SkyNet, el sistema militar autoconsciente que intentará extinguir a la humanidad el 29 de agosto de 1997 dando inicio al dominio de las máquinas, lance su ataque nuclear. Sarah debe matar al creador de SkyNet, Miles Dyson (Joe Morton), quien desarrolló el sistema basándose en tecnología recuperada del Terminator destruido en 1984.


    Cameron sabe cómo hacer secuelas. Entiende cómo expandir universos y cómo desarrollar conceptos ya establecidos. Y, sobre todo en esta película, se nota que la filosofía con la que filma sus películas es la de “Más grande es mejor”. Por eso me gusta llamar a esta cinta “el Leviatán de las películas de acción”. Es poco probable que antes de ella se hubiera hecho una cinta tan grande... antes o después de ella. No pensemos en números o en presupuestos, sino en cómo se invirtió el dinero.
    Quizá después de Lucasfilm, Carolco, la compañía que produjo hitazos de taquilla como las primeras dos cintas de Terminator, las primeras tres de Rambo o Vengador del futuro (Verhoeven, 1990), sea la casa productora independiente más exitosa de todos los tiempos. Logró posicionar tantas franquicias exitosas en tan sólo una década... antes de irse a la bancarrota debido a los mayúsculos fracasos de Showgirls (Verhoeven, 1995) y La pirata (Harlin, 1995).


    Para dar una idea de lo que fue este proyecto, puedo mencionar que la producción, iniciada en julio de 1990, desvió el cauce del río que pasa por el acueducto de Los Ángeles, estrelló un helicóptero de verdad contra un camión en vivo frente a cámara, construyó un set dentro de una fundidora de acero, hizo explotar un edificio de cuatro pisos de verdad ‒el edificio conseguido para la filmación sólo tenía dos pisos de alto, así que los productores mandaron construir otros dos‒ ¡y contrató a cinco compañías, dos de ellas ganadoras de Óscares, y artistas freelance diferentes para que hicieran los efectos especiales![3] Piénsenlo, ya no se hacen películas así, es una locura. Ahora lo harían todo en CGI.
    Apenas inicia la cinta, nos asalta un espectáculo de efectos especiales tan magnífico como jamás antes se había creado. El prólogo de la guerra en el futuro fue la magistral combinación de escenas de acción en vivo con secuencias de modelos creados por la compañía Fantasy II, con un ejército de endoesqueletos que avanzaban amenazadoramente gracias a la magia de la animación Stop-Motion de Peter Kleinow con los endoesqueletos de tamaño natural creados por el Zeus de los animatrónicos, el maestro Stan Winston... Y eso sólo para el prólogo, ni siquiera han pasado tres minutos de película.


    Quizás hayan envejecido un poco, pero mención aparte merecen los efectos digitales creados por Industrial Light & Magic, la otrora compañía de George Lucas. Y sí, actualmente estos efectos digitales podrán parecernos burdos o acartonados, e incluso algunos de ellos pueden hacerse con un teléfono celular sin demasiada complicación; pero en aquella época nos quitaron el aliento. Dennis Muren, director de efectos especiales de la cinta, pudo ver su potencial y atinadamente augurar el reemplazo de los efectos tradicionales por la animación digital.
    Claro que también se usaron técnicas mucho más sencillas como usar a la hermana melliza de Linda Hamilton en la escena en la que es duplicada por el T-1000.
     Por supuesto, el personaje que recordamos como el epítome de los efectos especiales digitales de la película es el malvado T-1000. Si bien la idea de que el Terminator cambiara de forma estaba en la mente de Cameron desde que filmó la primera película, la tecnología para crear a un personaje tal no existía aún. Sin embargo, después del trabajo de efectos digitales realizado en El secreto del abismo, el cineasta se animó a seguir experimentando con la animación digital.


     Cameron conversó sobre su idea con Winston y, después de que terminó de contarle lo que sería la anécdota de la película, el maestro de los efectos especiales le comentó que se sentía inseguro sobre este personaje de metal líquido. Winston observó que el canadiense le había platicado que el T-1000 se convertía en esto y en aquello, pero que no tenía una “forma neutral” que uno pudiera identificar como “el villano”. Cameron se fue a su casa y a media noche llamó por teléfono a Winston gritando: “¡Lo tengo! ¡Es un policía!”[4]
     Originalmente se contempló a Billy Idol para interpretar al personaje; sin embargo, la elección final fue Robert Patrick. El director quería jugar con los elementos planteados en la primera película y por eso escogió a un actor que físicamente se pareciera a Michael Biehn. Además, quería que fuera poco conocido, que se viera como una persona común y corriente, pero que aun así se notara que no es uno de nosotros. Así, este Terminator sería aún más imparable que el primero, y su físico heroico y su uniforme de agente de la Ley lo harían mucho más peligroso. Por no mencionar que está hecho de lo que Cameron llamó “polialeación mimética” que le da la habilidad de tomar la forma de prácticamente cualquier persona y convertir sus miembros en armas punzocortantes. Lo que me lleva a preguntar... ¿Cómo pudo el T-1000 viajar por el tiempo usando el Generador de Campo Intrínseco, si en la primera película plantean que sólo podía transportar materia orgánica?


    Recuerdo que desde niño la idea del T-1000 me pareció un tanto absurda. Quiero decir, en pantalla se ve genial, es un buen villano y la película está tan bien hecha que lo mantiene a uno inmerso en su historia durante las dos horas y diez minutos que dura; pero ¿cómo harían para meter los componentes electrónicos o semiconductores o lo que fuera en un cuerpo de metal líquido? Eso o yo soy más bien corto de visión y James Cameron estaba prediciendo la nanotecnología, que finalmente fue la forma como resolvieron el asunto del Terminator metamorfo en Terminator: Génesis (Taylor, 2015).
    Aunque la idea general sobre esta cinta es que fue uno de los parteaguas de los efectos digitales y, de hecho, para ella se utilizaron técnicas de lo que después se convertiría en el  Motion Capture, la realidad es que éstos conforman apenas un pequeño porcentaje de las escenas de efectos la película ‒43 tomas digitales contra las 300 en las que se utilizaron efectos físicos‒. Dice Stan Winston: “Todos los que ven Terminator 2 ahora creen que fue hecha toda con CG... Y eso está bien por mí, mientras vean la película y la disfruten. Pero casi todas esas tomas del Hombre de Metal Líquido fueron hechas usando nuestros títeres. Creamos 300 efectos separados para Terminator 2.”[5]  


    Temprano en el desarrollo del proyecto se llegó a una determinación: Sólo los efectos de los impactos de bala cerrándose en el T-1000 serían digitales. El resto se haría con animatrónicos y maquillaje prostético, pues Cameron quería hacer la mayor cantidad posible de efectos en vivo frente a cámara. Así, ésta sería la primera película en la que se emplearan efectos físicos y digitales de manera conjunta logrando un resultado que fuera convincente en pantalla ‒y como tal, representa el antecedente directo de Parque Jurásico(Spielberg, 1993), película en que ILM y SWS unirían fuerzas nuevamente‒. La cantidad de trabajo para el Stan Winston Studio fue tal que tuvo que contratar personal extra.
    En la primera película, la mayor dificultad que el equipo de Winston había tenido que superar fue la de construir y manipular al endoesqueleto del T-800 de tamaño natural que, al estar fabricado en plástico debía tener un armazón interno de varillas de acero que lo hacían muy pesado. Además, puesto que el acabado cromado se aplicó por electrólisis, se caía y se raspaba fácilmente. Para esta segunda película, los artistas de efectos especiales crearon cuatro endoesqueletos, dos totalmente articulados y dos fijos, fabricados en cromo con una técnica de moldeado al vacío a partir del molde original de 1983. Los endoesqueletos finales fueron mucho más livianos y duraderos que el original[6], por lo que eso no sería problema en esta producción. El reto sería todo lo demás.  
    Por cierto, me parece curioso que el robot que aparece al inicio de la cinta sea, de hecho, interpretado por un robot.


    No sólo se diseñaron ingeniosos prostéticos de maquillaje hechos de espuma de látex vacumetalizada[7] y activados por resortes para crear los efectos de disparos en el cuerpo de Patrick; sino que el Stan Winston Studio creó varios puppets de tamaño real como el legendario “Cabeza de Dona” ‒el T-1000 recibe un disparo en el lado derecho de la cara que le deja un agujero de lado a lado‒ y el famoso “Hombre Pretzel” ‒una granada explota en el interior del T-1000 lo que lo deja doblado y retorcido sobre sí mismo‒. Ambos efectos fueron conseguidos gracias a animatrónicos del SWS; pero se ven tan reales que el público rara vez los nota y cree que se trata de tomas del actor modificadas de manera digital. Por cierto, los brazos del T-1000 convertidos en ganchos y cuchillas en su mayoría eran también prostéticos fabricados en fibra de vidrio o plástico ABS.
    Al respecto de “Cabeza de Dona”, Stan Winston dice: “Nadie se da cuenta de que es un puppet […]. Todos asumen que realmente era Robert Patrick y que el hoyo en su cabeza fue hecho con CG. Pero ése fue un puppet que construimos. Se voltea y mira directo a la cámara.”[8]
    Asimismo, el equipo de Winston construyó un puppet de tamaño real de Arnold Schwarzenegger para la escena del asalto a CyberDyne. ¿Recuerdan esa toma cuando el equipo de SWAT abre fuego contra el T-101 y éste camina hacia ellos como si nada? Bueno, pues en esa escena el Terminator no es interpretado por el fisicoculturista austriaco, sino por su doble de espuma de látex.


    Del mismo modo, el equipo tuvo la tarea de crear un maquillaje prostético que mostrara diferentes grados de deterioro en el Terminator a medida que éste iba sufriendo daño. En total, Arnold pasó seis días enteros en la silla de maquillaje en sesiones que iban desde las dos y media hasta las cuatro horas.
    Quizá una de las escenas más impactantes de la película es la secuencia en la que Sarah Connor sueña con el Día del Juicio. En ella, la ola expansiva del ataque nuclear arrasa con un campo en el que juegan niños ‒según lo declaró Stan Winston en una entrevista, ésta ha sido la única secuencia en toda su carrera que le ha resultado perturbador filmar[9]‒ para después calcinar a Sarah.
    Esta secuencia se logró utilizando tres puppets diferentes. Primero, se escaneó con un scanner 3D a Linda Hamilton haciendo mueca de terror. El scan fue tallado por una computadora en espuma de poliuretano. Esta primera escultura fue la base para las esculturas de los artistas del SWS. De estas esculturas se fabricaron 3 puppets. El primero era un puppet cuyos brazos eran operados por cables, el cuello era flexible para que pudiera sacudirse y su mandíbula estaba articulada para abrirse en un grito. El segundo puppet era una versión ya calcinada de Connor y tenía un mecanismo interior que le permitía sacudir el cuello más violentamente, estaba embarrado de rubber cement y se le prendió fuego. Finalmente, los artistas del SWS se las ingeniaron para sacar una figura de papel maché del molde de Linda Hamilton, colocar en su interior un esqueleto de plástico para demostraciones médicas, y rellenarla con servilletas negras y grises picadas; frente a cámara, la figura, precortada, se hizo estallar con morteros de aire[10]. Todo esto se combinó con tomas de las maquetas creadas por 4-Ward Studios siendo arrasadas por la ola expansiva nuclear. Gracias a una hábil edición, el resultado final en pantalla es una de las secuencias más impresionantes en la historia del cine de Ciencia Ficción.

   
      Hablando de Sarah Connor, creo que la evolución de su personaje es una de las más interesantes en una secuela. Si bien Connor nunca fue una “damisela en peligro” como tal, su personaje sí era un poco más pasivo y mucho más inocente en la primera parte. Cómo esta mesera de cafetería se convierte en una feroz guerrillera es un proceso que no vemos en pantalla; pero que dejó secuelas devastadoras en Sarah.  En este sentido, se pueden notar características similares en los personajes de Sarah Connor en esta cinta y de Ellen Ripley en Aliens: El regreso. La propuesta de que Sarah Connor estuviera perturbada psicológicamente fue de Linda Hamilton, quien de hecho la puso como condición para regresar a interpretar al personaje[11].
    En la película, Cameron decidió jugar con la ambigüedad sobre si Sarah Connor estaba o no loca. Es decir, el público sabía que el Terminator que la atacó en 1984 era real; pero ¿qué secuelas habría dejado en ella dicha experiencia? ¿Habrían sido suficientes como para hacerle perder la razón? Según el mismo James Cameron, en esta película Sarah se convierte ella misma en un Terminator. Y, personalmente, opino que sí está bastante trastornada.


    El director sintió que se adentraba en un terreno peligroso moralmente cuando el personaje que en su película anterior era un asesino a sangre fría en ésta se convertía en héroe. Quizá sintió lo mismo de que la heroína de la cinta anterior en la secuela se convirtiera prácticamente en una sociópata y de que el villano fuera un policía. Cameron entendió entonces que, para que la cinta no pareciera una alabanza a la violencia, la clave era el niño.
    “¿Cómo era Julio César cuando tenía trece años?”[12] Fue la pregunta detonadora que llevó al cineasta a desarrollar al personaje de John. Para el papel, el director canadiense quería a un actor desconocido y que no se viera como un “típico niño de película” de Hollywood. Justo cuando estaban por darse por vencidos y castear a algún chavito tipo New Kids on the Block, la producción encontró a Edward Furlong. Coincidencias de la vida, al igual que su personaje en pantalla, Furlong nunca conoció a su padre y no vivía con su madre.  De hecho, Furlong y Arnold desarrollaron una profunda amistad en el set de filmación, pasando casi todos sus ratos libres juntos. Supongo que el muchacho encontraba en Arnold una especie de figura paterna.     


    Al igual que todos los miembros del elenco, Furlong fue entrenado en el manejo de armas ‒según la anécdota, Linda Hamilton tenía un talento natural para ello, lo cual hizo a su personaje aún más creíble‒; pero también recibió entrenamiento físico, clases de motocross y de actuación ‒sí, de verdad, lo juro‒. Tanto Cameron como los productores tenían cierta incomodidad en mostrar en pantalla a este púber utilizando armas con tanta naturalidad. La solución a esta inquietud fue la actitud del personaje. John Connor utiliza las armas, pero ni lo disfruta ni lo desprecia; simplemente comprende que son herramientas y las usa como tales.
    Y hablando del manejo de armas, ¿recuerdan la secuencia en el acueducto de Los Angeles en la que el T-101 dispara una escopeta Smith & Wesson y la recarga sólo con un giro de la muñeca? Bueno, pues también ése fue un truco que aprendió a hacer Arnold y lo ejecuta en vivo frente a la cámara. Digo, supongo que una escopeta de verdad debe ser mucho más pesada porque los cartuchos pesan más que las salvas, pero recuerdo que todos nos burlábamos de esa escena y resultó que el actor realizó la acción de verdad sin ayuda de efectos especiales ni trucos de cámara.


    Al día de hoy los stunts de la película siguen luciendo muy bien... digo, ya sabemos que las leyes de la Física no aplican en las películas, así que qué más da. Lo que vemos en pantalla es el resultado de una planeación tan meticulosa y metódica como cabría esperar de James Cameron. Las persecuciones de autos se planearon dibujando carreteras sobre pliegos de papel que se colocaban en el piso y sobre los cuales Cameron y sus asistentes se ponían a rodar Hot Wheels mientras todo era grabado con una mini-cámara de video del tamaño de un bolígrafo que era la punta de la tecnología en 1991. De este mismo modo se planificaron las escenas de la fundidora de acero y del asalto a CyberDyne, de cuyos sets Cameron mandó construir complejas e impresionantes maquetas para grabar en video los planos que quería en la película final.
    Mención aparte merecen las acrobacias realizadas por el piloto veterano Chuck Tamburro, quien piloteó el helicóptero que persigue al camión en el que viajan los Connor a través de una autopista... ¡Y pasa por debajo de un puente! De hecho, esta toma no estaba planeada originalmente, pero fue propuesta de Tamburro[13] y en la película final se ve increíble.
    ¡Ah! La escena en la que choca el camión cisterna lleno de nitrógeno líquido. Haciendo la concesión de que realmente haya camiones cargados de nitrógeno líquido circulando por las autopistas ‒¡Bah! De seguro los hay, el material tiene muchas aplicaciones industriales‒ ¡Qué escena! Fue conseguida remolcando un camión real sobre el cual hizo acrobacias el doble de riesgo Peter Kent para los planos generales y el propio Schwarzenegger para tomas más cerradas. El camión que choca y desparrama su contenido era un modelo a escala que, de hecho, fue llenado con nitrógeno líquido de verdad[14]. Uno entiende por qué la prensa de la época criticaba esta producción por sus excesos.


    El clímax en la fundidora de acero es una de mis partes favoritas de todas las películas que he visto. No sólo el set está bien decorado y se ve padre con todas esas chispitas volando por ahí y cadenas colgando del techo; sino que en sí mismo es una analogía del enfrentamiento que está sucediendo. La secuencia está iluminada en dos colores, azul y naranja, que se pueden corresponder con el T-101 y el T-1000, respectivamente. De hecho, ¿han notado que las películas de James Cameron son casi siempre azules? Del mismo modo, podemos percibir el contraste entre el frío metal sólido del que están hechos el piso y las paredes de la planta con el cálido y fulgurante acero fundido ‒que fue creado espesando agua con fécula de maíz e iluminándola desde abajo, en realidad la temperatura dentro del set de la fundidora era de alrededor de 5°C‒. La idea de toda la confrontación, creo, es que el T-101 es obsoleto, pero triunfa por ser más “humano”.
    Muchas veces me pasa que recuerdo que una película era genial en mi infancia, pero cuando la vuelvo a ver me doy cuenta de que no es tan buena o de plano es pura basura ‒Todos los perros van al Cielo (Bluth y Oldman, 1989), Día de la Independencia (Emmerich, 1996) y Sonja, la guerrera (Fleischer, 1985), las estoy viendo a ustedes... ya les dije que era niño, ¿no?‒ Pero no con Terminator 2. A 25 años de su estreno, la película se sigue manteniendo en pie con toda su fuerza e incluso se ve mejor que muchas películas actuales de acción.


    Los efectos digitales han envejecido un tanto, no así los efectos de maquillaje. Lo que sí bota de inmediato son las “actuaciones” de Schwarzenegger y Furlong. Según James Cameron, estaba perfectamente consciente de la inexperiencia de Furlong y trató de compensarla con su carisma en pantalla... y creo que lo logra; quiero decir, uno sí se interesa por el chavito y lo que le pase, y quiere verlo salir victorioso al final a pesar de su voz de uñas arañando una pizarra ‒de hecho, la producción se alargó demasiado y tuvo problemas al intentar filmar tomas adicionales de Furlong, quien había crecido ya un par de centímetros y le había cambiado la voz‒. En el caso de Arnold, el tipo aún actúa como máquina, siguiendo con la premisa de la primera cinta. La película la sostienen entre Linda Hamilton y Robert Patrick, cuyas actuaciones son increíbles. Sobre todo, me impresiona Patrick, que es escalofriante con los dos o tres parlamentos que dice en toda la cinta.
    Aun cuando Schwarzenegger refiere que Cameron era un director mucho más enfocado en la actuación en 1991 que en 1984[15]; se nota que lo suyo no es la dirección de actores. De otro modo, me parece que hubiera logrado una actuación más uniforme entre todos los miembros del elenco.
    ¡Cómo no hablar del soundtrack! La partitura original nuevamente estuvo a cargo de Brad Fiedel, quien logra crear una atmósfera rica con sonidos metálicos e industriales que inmediatamente nos sumergen en el mood de Ciencia Ficción... que es un poco escalofriante. Y claro, está la inclusión del tema Bad to the Bone de George Thorogood and the Destroyers, sólo porque hace que el Terminator se vea más malote y, por supuesto, el tema original You Could Be Mine, compuesto e interpretado por Guns n’ Roses... ¿Recuerdan el videoclip de esa canción, con Terminator entrando a un toquín de Guns n’ Roses y que decide no matar a Axl Rose porque es un desperdicio de municiones? Ya dije que la película es de 1991, ¿verdad? 


    El teaser de Terminator 2: Judgment Day fue producido por James Cameron con dinero de su bolsillo y contó con la participación de Stan Winston. En él se ve al endoesqueleto del Terminator siendo recubierto de músculos y piel en una especie de prensa. También se aclara que el endoesqueleto es un Terminator de la serie T-800 y la piel de Schwarzenegger específicamente es el modelo T-101. Ni un segundo del teaser apareció finalmente en la película, pero fue integrado casi en su totalidad en el videoclip de You Could Be Mine. ¿Recuerdan que en 1998 había gente que entraba a las funciones del cine sólo a ver el teaser de Star Wars Episodio I: La amenaza fantasma (Lucas, 1999)? Bueno, pues lo mismo pasaba con el teaser de Terminator 2... ¡Changos! Los 90 fueron una década extraña… y algo triste.
    La producción fue tan grande que Cameron se atrasó casi un mes en sus fechas de entrega. Los ejecutivos de Carolco estaban tan preocupados por el proyecto que estuvieron a punto de cancelarlo. Y lo habrían hecho si Arnold no hubiera mediado entre el director y el estudio ofreciéndose incluso aportar un millón de dólares de su propio bolsillo para que Cameron pudiera terminar la película. Finalmente, Terminator 2: El juicio final costó 88 millones de dólares ‒sólo para hacer la comparación con otras dos películas caras y taquilleras de la época, Parque Jurásico costó 65MDD y Día de la Independencia, 60‒, muchas escenas tuvieron que ser filmadas de manera simultánea y tres editores diferentes trabajaron codo a codo para reducir el corte duro de cuatro horas en la cinta de dos horas y diez que conocemos actualmente. 
    De hecho, los primeros quince minutos de película sucedían en la guerra de 2029; pero toda esa línea argumental tuvo que ser eliminada en aras de reducir la duración de la cinta.


     La verdad es que todavía me emociona esta película y no recordaba que me gustaba tanto hasta ahora que volví a verla. Casi me dan ganas de llamarla la película más grande de la historia… ¡Hey, tranquilos, fans de Cleopatra (Mankiewicz, 1963) ‒sí, los dos‒! Por eso dije “casi” y las malas actuaciones sí le restan muchos puntos. Quizá no sea la más grande de la historia, pero sí tiene un lugar VIP en el Olimpo del Cine. Ni Arnold Schwarzenegger ni James Cameron volverían jamás a ser tan grandes como lo fueron con esta cinta ‒Titanic (1997) no cuenta porque tuvo que ceder mucho control creativo sobre ella‒. Y es tan grande y tan fuerte que por eso todas las secuelas y spin-offs que se han hecho de la serie han resultado ridículos (Terminator 3: La rebelión de las máquinas), aburridos (Terminator: La salvación), ilógicos (Terminator: The Sarah Connor Chronicles [2008-2009]) o tan rebuscados que caen en lo absurdo (Terminator: Génesis). En el Making Of de esta película la llaman “la conclusión de la saga de Terminator” y por una buena razón: el argumento de verdad se agota con el final de esta cinta y es tan majestuosa que ninguna secuela pudo superarla nunca.
    Incluso el final tuvo que ser modificado. Originalmente, Cameron había filmado un “final feliz” en el que se ve a Sarah Connor anciana jugando con sus nietos en un parque en compañía de John. Cuando el director hizo la proyección de prueba para los ejecutivos de Carolco, todos ellos coincidieron en que este final cerraba demasiado bien el argumento y que debía quitarlo. Y creo que Cameron hizo bien en hacerles caso. El final cursi fue sustituido por el final “abierto” en el que sólo se escucha la voz en off de Sarah Connor, haciéndonos pensar que su enfrentamiento con el T-1000 fue sólo el principio de una guerra mucho más grande.

PARA LA TRIVIA: Las primeras animaciones digitales del T-1000 no funcionaban. Los animadores no podían extender o transformar los miembros del Terminator sin que las articulaciones se separasen en polígonos (supongo que se habrán visto como un personaje de Nintendo 64). El animador John Knoll le pidió ayuda a su hermano programador Thomas, quien ni siquiera trabajaba en ILM. Thomas había creado años antes un software de edición de imagen llamado Display, que le vendió a Adobe Systems y, con sugerencias hechas por John, lo modificó y lo utilizó para digitalmente retocar los fotogramas de la animación del T-1000 uno por uno. El software modificado por Thomas se convertiría en la primera versión de PhotoShop.





[1] NATHAN, Ian, Terminator Vault: The Complete Story Behind the Making of Terminator and Terminator 2: Judgment Day, Voyager Press, USA, 2013.
[2] Idem.
[3] HUDSON, David G. y Ed Marsh, The Making of Terminator 2, Carolco, 1991.
[4] DUNCAN, Jody, The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, London, 2006.
[5] WINSTON citado en DUNCAN, pp. 142-143. La traducción es mía.
[6] DUNCAN.
[7] La vacumetalización es un proceso industrial que consiste en ingresar un objeto en una cámara de vacío dentro de la cual se subliman metales (siendo los más utilizados el aluminio y el cromo) cuyas partículas se adhieren a la superficie de dicho objeto. Fuente: www.muellercorp.com
[8] Citado en DUNCAN, 142. Traducción mía.
[9] Citado en HUDSON.
[10] DUNCAN.
[11] NATHAN.
[12] CAMERON citado en NATHAN, 121. Traducción mía.
[13] NATHAN.
[14] VISKOCIL citado en NATHAN.
[15] NATHAN.