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lunes, 31 de octubre de 2016

SCREAM 2: GRITA Y VUELVE A GRITAR. Especial de Halloween 2016, segunda parte.


SCREAM 2: GRITA Y VUELVE A GRITAR
Scream 2

Wes Craven, 1997

Ya antes habíamos hablado sobre cuál era el juego de las películas de la saga Scream: Cada película es una autoparodia, cada cinta es un ejemplo de aquello de lo que se está burlando. Así pues, Scream 2 es una segunda parte que se burla de las segundas partes. Y, lo que es más, el prólogo de la película es una parodia dentro de la parodia ‒en la que, por cierto, actúa un joven Omar Epps, a quien después conoceríamos como el Dr. Foreman en House, M.D. (2004-2012)‒ y sí, por supuesto, al ser negro es el primero en morir... incluso hay un chiste al respecto dentro de la misma película.


    Si la primera cinta hacía al público cómplice de una broma, la segunda lo introduce en ella. Incluso, en la ficticia cinta Stab, supuestamente basada en la Masacre de Woodsboro, durante el asesinato del personaje de Heather Graham ‒las secuencias de Stab fueron, de hecho, dirigidas por Robert Rodriguez‒, se nota que el cuchillo es de utilería, parodiando una toma de la primera Scream en la que sucede justo eso.


    La película sucede dos años después de la original. Sidney Prescott (regresa Neve Campbell) está en la universidad ‒aunque nunca queda muy claro qué estudia‒ tratando de llevar la vida normal de una estudiante. Y parece estarlo logrando, hasta que comienza una nueva serie de asesinatos perpetrados por Ghostface. Los amigos de Sid, incluido su novio Derek (Jerry O’Coennell), se convierten tanto en sospechosos de los crímenes como en sus víctimas. El círculo de muerte se va cerrando alrededor de Sidney y los únicos aliados con los que parece que puede contar serán la metiche Gale Weathers (regresa Courteney Cox), el atolondrado oficial Dewey (regresa David Arquette) y el principal sospechoso de ser Ghostface en la cinta anterior, quien fuera encarcelado injustamente por el asesinato de la madre de Sidney, Cotton Weary (Lieb Schreiber, a quien podrían hacerle un favor y no recordarlo por la vomitiva X-Men orígenes: Wolverine [Hood, 2009]).


    ¿Y qué mejor manera de hacer/satirizar una secuela que copiando la primera parte? En esta continuación, Ghostface sigue siendo probablemente el slasher más torpe de la historia; pero además es un copiador que trata de recrear los asesinatos de la primera cinta. Además, hay un juego muy interesante con el misterio: Si en la peli original la identidad del asesino era tan obvia que uno no se la creía, en esta segunda llega a ser tan sacada de la manga que... ¡Hombre! Pues que parece digno de cualquier secuela de película de horror, aunque concretamente, es una referencia a Viernes 13 (Cunningham, 1980).


    Del mismo modo, como suele ser con las secuelas a partir de que se volvieron negocio (o sea, como a finales de los 70), esta segunda parte es más grande que la primera. Por principio de cuentas, es aún más larga ‒y eso que la primera ya me parece increíblemente larga para ser una película de horror‒. Y, en segundo lugar, las muertes de los personajes son mucho más impactantes. ¡La escena de la muerte de Cici (nuestra querida Sarah Michelle Gellar) es fenomenal!
    Y, así como en la primera parte se explicaban las reglas del cine slasher, en esta peli se explican las reglas de las secuelas cuando va como a la mitad. Esto permite que el público haya inferido ya algunas de ellas, como que algunos de los personajes que sobrevivieron a la cinta anterior morirán en ésta, el que dos personajes que se caían mal se enamoren ‒que además pasa en la vida real, jaja‒ o que algún gag se vuelva recurrente ‒en este caso, el puñetazo que le da Sid a Weathers o que Ghsotface apuñale a Dewey‒ o que un personaje que estuviera en una situación de poder en la primera parte caiga en desgracia en la segunda.


    El guión sigue siendo ingenioso y en el desenlace de plano se vuelve una tomada de pelo en la que hay vueltas de tuerca dentro de las vueltas de tuerca dentro de las vueltas de tuerca. Por supuesto, como cabría esperar, está plagado de referencias, particularmente a secuelas como Candyman 2 (Condon, 1995), El Imperio contraataca (Kershner, 1980), Aliens: el regreso (Cameron, 1986), Terminator 2: El Juicio Final (Cameron, 1991) y El Padrino parte II (Coppola, 1995).
    También hay sendas referencias y menciones a otras películas como Nosferatu (Murnau, 1922), Residencia macabra (Clark, 1974), Viernes 13, Los rostros de la muerte (Schwartz, 1978), El guardaespaldas (Jackson, 1992), Showgirls (Verhoeven, 1995) y a personalidades como Linda Hamilton, Diane Sawyer y el cine de William Castle. SPOILER Y si uno cacha el par de referencias a Pamela Voorhees, pues ya resolvió la peli TERMINA SPOILER. 


    Y, por supuesto, no podían faltar los cameos de actores relacionados con el género, como Bruce Davison, quien interpretara a un muchacho antisocial que entrena su propio ejército de ratas asesinas en la popular ¡Escalofrío! (Willard, Mann, 1971); o Tori Spelling, a quien quizá recuerden como Donna en Beverly Hills 90210 (1990-2000)... y que no es una actriz de cine de horror, pero actúa horrorosamente.
    También hay algunas otras referencias a películas que no son de terror... y son extrañas. Como la mención de El guardaespaldas; pero, sobre todo, el extraño y completamente empalagoso número musical en el que Derek se sube a la mesa y canta I Think I Love You de la Familia Partridge, en un claro tributo a Top Gun (Scott, 1986).


    Ya que hablamos de música, debo decir que el soundtrack es bastante bueno, aunque no le llega para nada al de la primera parte. Lo que es muy interesante en cuanto a la música es el tema de la cinta, que es una variación del de la primera y el hecho de que Red Right Hand se haya convertido en una especie de leit motiv de la trilogía. 
    ¿Soy yo buscándole tres pies al gato o esta película parodia en cierto nivel a la primera? O sea que no es sólo una secuela que parodia las secuelas, sino que es una de esas secuelas, como La masacre de Texas 2 (Hooper, 1986), que en realidad parodian la primera parte. En general, creo que es una buena secuela. No supera a la primera parte en ningún sentido; pero es muy disfrutable, y propone cosas interesantes como uno de los pocos balazos realistas que he visto en el cine o que una vez que han baleado al asesino, lo rematan mientras está en el suelo... ¿Por qué nadie hace eso?


    Y ya que lo mencioné, creo que esta cinta es muy autoconsciente. Tiene perfectamente claro cuál es el objetivo de una película slasher, que funciona mayormente porque nos hace sentir inteligentes. Ya desde el prólogo, el personaje de Omar Epps grita con emoción a la pantalla de cine “¡No hagas eso!” porque claro, los personajes de un slasher son idiotas y nos hacen sentir listos porque nosotros “nunca haríamos algo tan estúpido en la vida real” y por eso condenamos la decisión de Randy de vagar solo por el campus o la de Sidney de acercarse a Cotton, la acompañamos cuando desconfía de Derek e, incluso, desconfiamos de su profesor de teatro en caso de que a ella no se le ocurriera hacerlo.
    Por cierto, siguiendo con la tradición de los slasher, los policías de esta peli parecen aún más incompetentes que los de la anterior.
    También la película se da chance de tener un poquito de subtexto criticando una discusión muy popular en los 90: ¿Las películas violentas influyen en crear una sociedad violenta o la sociedad violenta sólo se refleja en películas violentas? La respuesta que da Sid los sorprenderá... y me parece la más adecuada.


    Finalmente, creo que la fotografía es propositiva y se toma la libertad de ser un tanto más arriesgada que en la cinta anterior. Las tomas son más audaces y dinámicas y la narrativa fluye mejor gracias a ellas.
    Así pues, Scream 2 es una buena secuela, a diferencia de lo que nos tienen acostumbrados las franquicias slasher. Es interesante también ver cómo sí logra mantener un nivel de calidad, continuidad en el argumento y las vueltas de tuerca, aunque son muy vaciladoras, no dejan de ser creíbles. En general, creo que el concepto fue bien evolucionado y esta película es una muestra de qué pasa cuando un creador se queda con su franquicia.



PARA LA TRIVIA: El elenco no sabía quién era el asesino mientras estaban filmando, pues el libreto de filmación no tenía las últimas diez páginas, mismas que se entregaron a los actores el último día de filmación.
PARA LA TRIVIA GEEK: En varias escenas de la primera película, se ve que los personajes están viendo Halloween (Carpenter, 1978) en la televisión. Como respuesta, en varias escenas de H20: Halloween veinteaños después (Miner, 1998) se puede observar que los personajes miran Scream 2 en la TV.   

Guión
1
Dirección
1
Actuación
1
Fotografía
2
Música
1
TOTAL
6


domingo, 30 de octubre de 2016

SCREAM: GRITA ANTES DE MORIR. Especial de Halloween 2016, primera parte.


SCREAM: GRITA ANTES DE MORIR
Scream

Wes Craven, 1996

La década de los 80, particularmente su primera mitad, estuvo tapizada de slasher flicks. Franquicias como Halloween; Viernes 13; Pesadilla en la calle del Infierno o Noche de paz, noche de horror marcaron los estándares para el cine de horror de la época. También llevaron a los organismos censores a elevar sus criterios y a toda una generación a poblar sus pesadillas. Pero para el final de la década, los slashers estaban pasados de moda y se encaminaban directamente hacia el olvido, desplazados por los thrillers psicológicos y las invasiones alienígenas.
    Y quizá el viaje hubiera llegado a término de no haber sido por uno de los directores pilar del subgénero, el psicólogo y posterior cineasta Wes Craven, quien decidió crear una película que al mismo tiempo fuera un tributo a los slasher ochenteros, una parodia de esas mismas cintas y un nuevo tipo de slasher, todo en uno. ¿Y qué creen? Lo logró de la mano del hábil guionista Kevin Williamson. Tanto así que ésta fue la película que revitalizó el género y volvió a ponerlo de moda a finales de los 90.


    La película cuenta la historia de Sidney Prescott (Neve Campbell en el papel que la inmortalizaría), una adolescente del pueblo de Woodsboro ‒así es, se trata de una película más en la que veinteañeros interpretan a adolescentes‒ cuya madre fue violentamente asesinada un año atrás. Sidney se encuentra en una fase delicada de su relación con su novio Billy (Skeet Ulrich, quien obtuvo el papel por su parecido físico con Johhny Depp, lo que sirvió como referencia a Pesadilla en la calle del Infierno [1984], filme seminal de Craven); pero cuenta con la ayuda de su mejor amiga Tatum (Rose McGowan), y sus amigos obsesionados con las películas de horror, Stuart (Matthew Lillard) y Randy (Jamie Kennedy). Conforme el aniversario luctuoso de la madre de Sidney se acerca, los chicos de la Preparatoria Woodsboro son asesinados uno a uno por un misterioso homicida que los llama por teléfono antes de atacarlos para hablar sobre cine de horror y que parece seguir las reglas de éste en sus crímenes. ¿Quién será el psicópata detrás de la máscara de Ghostface? Los chicos de la Preparatoria Woodsboro, con la ayuda del atolondrado asistente de alguacil Dewey Riley (David Arquette) y la inescrupulosa reportera Gale Weathers (Courteney Cox cuando aún tenía un poco de carne sobre los huesos) deberán descubrir quién es el asesino ‒vaya, ahora que lo redacto así suena a episodio de Scooby Doo… lo que no está muy alejado de la realidad‒ y detener la ola de asesinatos.


    La primera vez que vi esta película debe haber sido poco después de su estreno ‒seguro acababa de entrar a la secundaria‒ y recuerdo que no me gustó particularmente. Años después, cuando ya me había nutrido mucho más de películas slasher, volví a verla y entonces entendí todo. En ese momento me di cuenta de que ésta era una cinta hecha por cinéfilos para cinéfilos que sí, puede que funcione de mil maravillas con los adolescentes; pero que uno en verdad logra disfrutarla y sacarle todo el jugo si posee cierto bagaje fobocinéfilo.


    Ahora que la volví a ver, esta vez con ojos críticos, pude darme cuenta de que esta peli logra crear una conexión con su público que es difícil de describir. Es como si los personajes de la cinta fueran las víctimas de una broma pesada de la que uno se vuelve cómplice.
    Lo primero que se debe tener en cuenta al momento de hablar de las cintas de la saga Scream es que funcionan (principalmente) en dos niveles. Cada una de las películas está perfectamente consciente de sí misma y es, de hecho, una autoparodia. Así pues, esta primera cinta es una slasher flick que satiriza las slasher flicks.


   Así pues, el resultado final es una fuente de la que brotan tantas referencias cinematográficas que es difícil cacharlas todas. Por ejemplo, está el personaje de Billy Loomis, quien recibe este nombre por el Dr. Sam Loomis, archienemigo de Michael Myers en la saga de Halloween, y éste, a su vez, es una referencia al personaje de Sam Loomis que aparece tanto en la novela como en la película Psicosis (Hitchcock, 1960) ‒a esto me ha gustado llamarlo “metarreferencia”‒. También hay montón de menciones de películas del género como El aullido (Dante, 1981), Noche de graduación (Lynch, 1980), El despertar del Diablo (Raimi, 1981), Hellraiser: puerta al Infierno (Baker, 1987), El tren del terror (Spottiswoode, 1980), La niebla (Capenter, 1980), El día de la mujer (Zarchi, 1978), La masacre de Texas (Hooper, 1974), La mala semilla (LeRoy, 1956), Psicosis, Carrie: extraño presentimiento (DePalma, 1976), Viernes 13 (Cunningham, 1980) y Terror al anochecer (Pierce, 1976), por citar algunas.


    Asimismo, hay algunos cameos de personalidades del género que son graciosos, como Linda Blair y Bruce Davison, que aparecen como reporteros fastidiosos o, uno de los mejores cameos de un director, el de Wes Craven como el conserje Fred de la Preparatoria Woodsboro, quien usa un sweater rojo con rayas verdes y un sombrero viejo.
    Y finalmente, hay referencias tan arcanas y oscuras que es difícil seguirlas, como la de la primera llamada de Ghostface a Casey (Drew Barrymore en el papel que le devolvió su carrera) que es un claro guiño a Residencia macabra (Clark, 1974). O, la campeona de todas: la escena en la que se dice la línea: “Now I know what it feels to be a god!” de Frankenstein (Whale, 1931); pero la dice incompleta. Esto porque esa línea en específico fue censurada por muchas salas de cine y cadenas de TV, que la cortaban de la película por considerarla blasfema.


    Por supuesto, toda película slasher que se respete debe tener a un asesino icónico con una máscara interesante. Leatherface usaba una máscara de piel humana, Michael Myers una máscara de Star Trek, Jason Voorhees, una careta de hockey; y el asesino de El tren del terror, una máscara de Groucho Marx que seguro dejó sin dormir a más de uno. El asesino de Scream no es la excepción. Conocido simplemente como Ghostface, el personaje fue creado por Wes Craven y Kevin Williamson a partir de un disfraz para Halloween diseñado por Brigitte Sleiertin para la compañía especializada Fun World; a su vez, Sleiertin tomó como principal inspiración para su creación la pintura El grito de Edvard Munch. Originalmente, la túnica de Ghostface iba a ser blanca para que se viera más como un fantasma, pero los productores decidieron cambiarla por temor a que el público la relacionara con el Ku Klux Klan.
    También me parece interesante que, de todos los slasher que hay por ahí, quizá Ghostface sea el más humano. Sí, es un psicópata; pero uno bastante centrado en realidad. Ghostface no tiene personalidades múltiples, ni ‒aunque en algún momento se insinúa la idea‒ vueltas de tuerca sobrenaturales. Y, de hecho, quizá sea el slasher más torpe de todos. El tipo sólo es un fanboy del infierno con la escalofriante voz del actor Roger Jackson (quien antes de esta cinta hacía voces para videojuegos y prestó su voz para la fallida máquina traductora de Marcianos al ataque [Burton, 1996]) que utiliza un cuchillo de supervivencia como arma.


    Y ahora que volví a ver la cinta con más detenimiento, le puse más atención al asesino. ¿El asesino se excita sexualmente después de matar? Porque eso explicaría todo el desmadre de su relación con Sidney… Pero, sobre todo, ¿hay una relación homoerótica entre el asesino y uno de los personajes? Porque, quiero decir, a raíz de la evidente falta de sexo... No lo sé, fueron un par de ideas que se me ocurrieron en este último visionado.
    La estructura de la película quizá peca de simple. Es más, si uno pone atención y juega con las reglas, infiere la identidad del asesino apenas transcurridos los primeros 20 minutos. El prólogo, que se volvería tradición en la saga, es súper poderoso y plantea de manera definitiva la tesis de la cinta. Es muy interesante además que, para ser una cinta de horror, esta película es larguísima. Dura casi dos horas, cuando la mayoría de las cintas del género difícilmente sobrepasan la hora y media. Y más interesante aun es el hecho de que no se siente larga.


    En aquella época, cuando aún comprábamos CD’s, el soundtrack de Scream se convirtió ‒junto con el de Romeo+Julieta (Luhrmann, 1996) y el de Juegos sexuales (Kumble, 1996)‒ en una pieza infaltable de la fonoteca juvenil. Variaciones del tema instrumental de Scream musicalizarían cada entrada subsecuente de la saga y una canción en particular, que no fue escrita específicamente para la película ‒y, de hecho, se había utilizado con anterioridad para otras películas como Una pareja de idiotas (Hnos. Farrelly, 1994)‒, se convertiría en parte de su mitología: Red Right Hand de Nick Cave & The Bad Seeds.  
    Y, por último, el elemento de la nostalgia que me inspira esta cinta. Habla de una época en la que los teléfonos celulares eran poco comunes, la falta de diversidad étnica no era mal vista, la gente aún preparaba palomitas de maíz instantáneas en la estufa, los televisores sin señal de video ponían una pantalla color azul rey, a nadie le importaba que veinteañeros hicieran papeles de prepos y existía un hábitat idílico llamado suburbia estadounidense. Y yo crecí en ese mundo... bueno, no exactamente porque soy mexicano, pero saben a lo que me refiero.       
    Scream, parodiando al mismo tiempo que homenajeando a los clásicos, se convirtió en sí mismo en un clásico que ha sido muchas veces imitado; pero jamás igualado.



PARA LA TRIVIA: La película originalmente se llamaría Scary Movie; pero el título fue cambiado de última hora porque, según Craven, le faltaba punch.
PARA LA TRIVIA GEEK: La compra de aparatos identificadores de llamadas, que en aquel entonces eran un poco una novedad y se vendían aparte de los teléfonos, en EE.UU. se triplicó tras el estreno de esta película.

Guión
2
Dirección
1
Actuación
1
Fotografía
1
Música
2
TOTAL
7



domingo, 23 de octubre de 2016

BALA DE PLATA. La primera película de horror que recuerdo haber visto.


BALA DE PLATA
Silver Bullet

Daniel Attias, 1985

Ésta es la primera película de horror que recuerdo haber visto. Quiero decir, medio me acuerdo de haber visto Tiburón (Spielberg, 1975) cuando estaba en el kínder en casa de uno de mis tíos; pero esas memorias son nebulosas y prácticamente puedo decir que vi Tiburón hasta tiempo después, cuando ya estaba en la primaria.
    Bala de plata la vi cuando estaba por entrar a la primaria, una noche de viernes, porque antes en Canal 5 los viernes por la noche pasaban películas de terror y mi papá me dio chance de desvelarme pues no había clases al día siguiente. La vi completa y desde que tenía seis años la recuerdo escena por escena. Ahora que leí la novela en la que está basada, El ciclo del hombre-lobo, de Stephen King, me pareció un ejercicio interesante volver a ver la película y hacer la comparación.


    La cinta cuenta la historia de Marty Coslaw (Corey Haim, a quien quizá recuerden como el nerdo Lucas en Lucas: la inocencia del primer amor [Seltzer, 1986]), un niño discapacitado, y su familia, quienes son típicos habitantes del pueblito de Tarker’s Mill, una de esas idílicas comunidades rurales estadounidenses que ya no existen (filmada en locación en Willmington, Carolina del Norte). Justo antes del verano, una serie de brutales asesinatos comienzan a estremecer al pueblo. Las víctimas aparecen descuartizadas salvajemente las mañanas siguientes a la luna llena. Marty sabe que el asesino es uno de los habitantes de Tarker’s Mill y también sabe que no es humano, sino que se trata de una bestia sobrenatural. También sabe que tendrá que descubrir de quién se trata antes de que la bestia lo atrape a él. Las únicas personas en quienes Marty puede confiar son su hermana mayor Jane (Megan Follows) y su tío alcohólico, Red (Gary Busey); pero ¿podrá Marty vencer la barrera de la incredulidad antes de que el licántropo cobre a su siguiente víctima?


    Quizá la principal diferencia entre la novela original de King y la película es el tiempo. El título El ciclo del hombre lobo hace alusión a que el periodo que transcurre desde que inicia hasta que se termina es de un año, y los asesinatos ocurren sólo en las noches de luna llena, por lo que hay uno cada mes. En la película, cuyo guión fue escrito por el mismo King, los asesinatos comienzan al final de la primavera, justo cuando los niños están por salir de vacaciones, y terminan en Halloween. Además, en la cinta se supone que el licántropo se transforma varias noches al mes, no sólo en luna llena; pero que es en éstas en las que su transformación es completa y es más poderoso.



    Fura de eso y del cambio en las edades de los personajes, el orden de algunos eventos y que algunos otros son dejados fuera, como el asesinato de un vagabundo y la masacre de cerdos, el guión es bastante fiel al libro. Otras diferencias a destacar serían el alcoholismo del tío Red (que en el libro se llama Al, es veterano de Vietnam y no bebe) y la Silver Bullet, un híbrido de silla de ruedas con motocicleta construido por él para Marty y que es un elemento fundamental de la narración de la película... tanto como que le da nombre.


    La novela tiene un tono un poco más naïve y, como la gran mayoría de los textos de King, es maravillosa describiendo la vida cotidiana de un pueblito. Además, al menos en los primeros capítulos, la narrativa tiene incluso un ritmo como de canción infantil muy particular. Aunque este ritmo se pierde en la película, es sustituido por un tono de pesadilla que la impregna toda. Y la escena de la pesadilla, propiamente dicha, del reverendo Lowe (Everett McGill) es impresionante. Y la escena de la cacería ‒que es mucho más interesante en la peli, además de súper sangrienta‒ me aterró cuando era pequeño.


    Las actuaciones son buenas, particularmente la del joven Haim ‒por cierto, ¿es mi imaginación o se parece increíblemente a Fred Savage?‒ y la de Gary Busey, quien es el único rostro conocido en esta producción de Dino de Laurentiis. Y creo que una mención aparte merecería la interpretación de Ken Broadhurst como Herb Kincaid, un padre cuyo hijo, amigo de Marty, es despedazado ‒también eso me impresionó desde la primera vez que vi la peli‒ por el licántropo.


    Pero por supuesto, la pregunta que más nos interesa responder es ¿Qué tal se ve el hombre-lobo? El licántropo fue creado por el Dr. Carlo Rambaldi, cuyos créditos incluyen al xenomorfo de Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979); el amigable alienígena de E.T., el extraterrestre (Spielberg, 1982); los gusanos de arena de Dunas (Lynch, 1984) y el King Kong de tamaño real para la versión de 1976 (Guillermin), entre muchos otros. Y quizá no logra superar el efecto “Guy-In-A-Rubber-Suit” (“el tipo en el traje de goma”), pero no se ve nada mal. Ni es tan extravagante como sus congéneres de El aullido (Dante, 1981), ni tan demoniaco como su par de Un hombre loboamericano en Londres (Landis, 1981). Este hombre-lobo tiene una personalidad propia y camina casi erguido por completo, y en general se ve bien en pantalla. Son interesantes los planos detalle de sus ojos que, tanto en la cinta como en el libro, son un elemento importante en la narración. Además, la escena de la transformación, que es lo que vende una película de hombres-lobo, es decente.


    De hecho, la filmación comenzó sin que la producción tuviera el traje completo del monstruo, el cual fue esculpido en arcilla, moldeado en espuma de poliuretano y cubierto con pelo de oso, y su construcción tomó tres meses. De hecho, si uno se fija, sí puede notar ciertas inconsistencias entre los licántropos que aparecen a lo largo de la peli y que se supone son el mismo. De Laurentiis siempre dijo que no había quedado satisfecho con el hombre-lobo de esta película, ni en cuanto al traje ni en cuanto a sus movimientos, lo que ofendió profundamente al actor que lo interpretó ‒por cierto, en un ejemplo atípico, al humano y al licántropo los hace el mismo actor‒, pues él era bailarín profesional y fue seleccionado por la expresividad de su cuerpo.


    Un aspecto que está mucho más desarrollado en la película es el de la psique del hombre-lobo, quien tiene una personalidad mesiánica y cree estar ayudando a las personas a las que asesina. Al contrario del licántropo típico que se siente maldito y una amenaza para la sociedad, el de esta película se acepta como es y, aunque no le gusta aquello en lo que se ha convertido, tampoco siente que quiera detenerse. De hecho, el tercer acto de la película es una especie de juego del gato y el ratón entre el hombre-lobo y Marty. La identidad del licántropo quizá peca de obvia, pero cuando era niño me impactó. ¡Ah! Por cierto, ni en la novela ni en la película se explica claramente cómo fue que el hombre-lobo se convirtió en tal.
    La música es adecuada y el leit motiv de la canción tema de la película, una balada rock/pop titulada Joy Ride, escrita por Jay Chattaway e interpretada por Rob M. Mathes, es bastante pegajoso. Anécdota curiosa, el soundtrack de esta película fue una edición muy limitada en LP que rápidamente se convirtió en un objeto de auténtica colección.


    Así pues, Bala de plata quizá no es la mejor película de hombres lobo; pero tampoco es la peor ‒según yo, ese honor le corresponde a la inmunda Hombres lobo (Skinwalkers, Isaac, 2006)‒. Quizá sólo es algo impopular, por razones ajenas a mi entendimiento. El crítico de cine Roger Ebert la nombró la peor adaptación de una novela de Stephen King... pero él no vivió para ver el remake de Carrie (Pierce, 2013) o, quizá intencionalmente, olvidó las versiones para TV de El resplandor (1997) y Carrie (Carson, 2002) que, de hecho, son malas porque se apegan demasiado al texto original. Quizá de lo que sí abusa Bala de plata es de los clichés kingianos que ya conocemos hasta el cansancio, de hecho, más en la peli que en el libro; pero en absoluto tengo empacho en decir que sí le guardo cariño a esta cinta cuyo visionado es bastante satisfactorio o, por lo menos, divertido.


    ¡Ah! Y en la novela original, publicada en inglés por Signet, uno de los principales atractivos son las 36 espectaculares láminas ilustradas por el artista del cómic gótico Berni Wrightson, cuyos créditos incluyen la primera serie de Swamp Thing ‒personaje que creó al alimón con el escritor Len Wein‒ y la maravillosa edición ilustrada de Frankenstein de Mary Shelley, publicada originalmente por Marvel y actualmente por Dark Horse. Por desgracia, en la edición en español publicada por DeBolsillo, las 12 láminas a color, que son casi todas magníficas ilustraciones del hombre-lobo, fueron retiradas. Además, la traducción deja que desear.



PARA LA TRIVIA: Gary Busey se sentía muy identificado con su personaje y realizó todos sus stunts e improvisó la mayoría de sus parlamentos. Los realizadores no estaban muy convencidos con la forma de trabajar de Busey; pero cuando Stepehn King, quien estuvo para la realización de varias escenas, le dio su aprobación, no tuvieron otra opción que dejarlo ser.

Guión
1
Dirección
1
Actuación
2
Fotografía
1
Música
1
TOTAL
6