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jueves, 13 de junio de 2013

LOS CAZADORES DEL ARCA PERDIDA. Reinventando el melodrama de aventuras.


LOS CAZADORES DEL ARCA PERDIDA
Raiders Of The Lost Ark
Posteriormente rebautizada como Indiana Jones y los cazadores del Arca Perdida

Steven Spielberg, 1981
Creada como un pastiche de los melodramas de aventuras de la primera mitad del siglo XX por la mancuerna George Lucas-Steven Spielberg, este filme de aventuras redefinió el género y es, sin duda, una de las películas más influyentes de todos los tiempos; tanto así que referencias a él siguen repercutiendo en la cultura popular hasta nuestros días, a más de treinta años de su estreno.
    En 1936, después de su último viaje a Sudamérica, el Dr. Indiana Jones (Harrison Ford), arqueólogo experto en ciencias ocultas y saqueador de tumbas profesional (bueno, todos necesitamos un pasatiempo, ¿no?), es contratado por el gobierno de Estados Unidos para encontrar un artefacto de gran poder que es buscado también por los Nazis. Dicho artefacto resulta ser nada más y nada menos que la legendaria Arca de la Alianza cuyo poder destructivo volvería al ejército de Hitler prácticamente invencible. Los alemanes por su parte contratan al archirrival de Jones, el inescrupuloso René Belloq (Paul Freeman), para asegurarse el triunfo. Indiana Jones tendrá que recorrer las más diversas locaciones (bueno, en realidad sólo va a Nepal y luego a Egipto… y a una isla desconocida del Mediterráneo), mientras se reencuentra con aliados y enemigos del pasado, buscando pistas que lo ayuden a encontrar la terrible Arca Perdida.

    En esta primera entrega de la saga de Indiana Jones podemos encontrar claras influencias de películas como El mundo perdido (Allen, 1960) y El tesoro de la Sierra Madre (Huston, 1948), mismas que a su vez heredaron la tradición del melodrama victoriano de aventuras y descubrimientos que tuvo su mayor exponente en la novela Las minas del rey Salomón, de H. Rider Haggard. Dicha novela, por cierto, ha sido adaptada al cine en tres ocasiones (1950, 1985 y 2007) y su personaje protagónico, Allan Quatermain (interpretado en dicha ocasión por Sean Connery), formó parte de la Liga Extraordinaria (Norrington, 2003). Así pues, podemos decir que Indiana Jones existía desde cien años antes de que apareciera esta película.
    Muchos detractores de la cinta y del concepto mismo la tachan de ser racista. Vamos, no es un secreto para nadie que, a la vieja (o ni tanto) usanza de Hollywood, prácticamente todo aquél que no sea de raza caucásica es deshonesto, traidor, lujurioso, borracho, supersticioso, holgazán, medio idiota e increíblemente fácil de matar. Quizá esto tenga que ver con que este tipo de aventuras provienen directamente de la visión victoriana del mundo; el melodrama de aventura y descubrimiento, llámese El mundo perdido, Pato Aventuras o Tomb Raider, es inherentemente una apología del colonialismo. Sea como fuere, aun siendo latinoamericano, jamás he conocido a alguien que se identifique con el personaje de Satipo (interpretado por un joven Alfred Molina, quien por cierto es británico de ascendencia española) y no con el de Indiana Jones.

    Asimismo, los alemanes son, como siempre, despiadados y crueles Dobberman bípedos… pero no tan inteligentes. Sin embargo, entre el bando Nazi se encuentra uno de los villanos cinematográficos que más recuerdo de mi infancia: El mayor Arnold Toht. Interpretado por el desaparecido actor londinense Ronald Lacey, este personaje es una máquina de crueldad enfundada en una gabardina de cuero negro y un sombrero de ala ancha cuya mirada perversa y taimada se oculta detrás de un par de anteojos gruesos y de otro modo ridículos. Empero, con diálogos breves y parcos y la iluminación adecuada, su imagen llega a ser atemorizante... o lo era para mí cuando estaba en la primaria.
    En general, todos los actores están muy bien casteados y logran dar vida a una colorida paleta de personajes. ¿Quién puede olvidar al simpático y bonachón Sallah, interpretado por John Rhys-Davies (otro actor británico, pero haciendo papel de egipcio… comienzo a detectar cierto patrón aquí…) o a la damisela en peligro, amor de juventud de Jones y campeona de competencias de trago, Marion Ravenwood (Karen Allen)? Personajes tan unidimensionales como divertidos y entrañables.

    La producción es asombrosa (para 1981 por lo menos) y logra dar vida a todo un universo ficticio dentro de una etapa histórica plenamente identificable. La utilería, los vestuarios, los vehículos y los sets de la película, todo está minuciosamente recreado para llevar al espectador a  embarcarse en una aventura inolvidable. Cierto es que, justo como las películas que mencioné anteriormente y que influyeron poderosamente en ésta, Cazadores del Arca Perdida tiene algunos de los momentos más camp en la historia del cine, pero ése es precisamente el encanto de la cinta, ¿o no?
    Esta película además contiene mucho del encanto de Spielberg. Las escenas de muchas de las películas de este director están tan bien planeadas y realizadas que se vuelven memorables al instante, desde la primera vez que uno las ve se quedan grabadas en la memoria. Algunas de mis escenas preferidas incluyen a Indiana Jones corriendo para escapar de una enorme bola de piedra en el estrecho pasadizo de un templo (de inspiración) inca. ¿O qué me dicen de Jones peleando contra un gigantesco piloto alemán en una pista de aterrizaje en medio del desierto? O nuestro héroe atrapado en una cripta llena de serpientes (Jones odia las serpientes). O mi escena favorita de la película: Toda una legión del Ejército Nazi comprobando en carne propia el poder destructivo del Arca de la Alianza. ¿Y el epílogo irónico en una bodega del ejército estadounidense? Seguro esta enumeración le trajo recuerdos a más de uno y, espero, habrá despertado la curiosidad de quienes no han visto esta película.
    Los stunts además son impresionantes, aunque algunos de ellos sí han envejecido un poco. Sin embargo, hace treinta años, antes de que las imágenes por computadora dominaran la industria cinematográfica, éstas eran por mucho las mejores escenas de acción que uno podía ver en el cine. Vean esta cinta en una pantalla lo suficientemente grande y pronto se descubrirán a sí mismos saltando de un lado a otro para evitar los golpes y las caídas. 

    La musicalización de la cinta corrió a cargo del inseparable colaborador de Spielberg, el genial John Williams, quien hizo un trabajo estupendo (muy parecido a lo que hizo con la trilogía de Star Wars, por cierto). Me atrevería a decir que el tema de Indiana Jones, sólo después del tema de Star Wars (Lucas, 1977) y la Marcha Imperial de El Imperio contraataca (Kershner, 1980), es quizá el más pegajoso compuesto por Williams.
    Esta es una de las mejores películas de Steven Spielberg y se convirtió en un icono de la cultura popular. Debo admitir que prefiero al Spielberg espectacular y grandilocuente de Parque Jurásico (1993) y Cazadores del Arca Perdida al Spielberg sereno, políticamente correcto y panfletario de Munich (2005) o La lista de Schindler (1993). Y esta cinta, la primera de una saga de cuatro debido a su gran éxito, es una clara muestra de que este director cuando es más fanfarrón suele ser más sincero.

PARA LA TRIVIA: La escena en la que Indiana Jones se enfrenta a un diestro espadachín vestido de negro y armado con una formidable cimitarra en las calles de El Cairo estaba planeada para ser una vistosa pelea con una elaborada coreografía. Inesperadamente, el día de la filmación Harrison Ford sufría una terrible diarrea a causa de una infección estomacal. De tal suerte, el actor propuso al director la resolución de la escena como finalmente la vemos en pantalla: Luego de una demostración casi malabarística de sus habilidades de esgrima, el espadachín es vencido con un solo tiro del revólver de Jones.    
     

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