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lunes, 25 de enero de 2016

LOS EXPEDIENTES SECRETOS X: QUIERO CREER. O "Mulder y Scully y el misterio del fracaso en taquilla"


LOS EXPEDIENTES SECRETOS X: QUIERO CREER
X-Files: I Want to Believe

Chris Carter, 2008

Había dos tipos de episodios de la serie de TV Los expedientes secretos X ‒que por las razones que ya expliqué llamaré simplemente, Expedientes X‒: Aquéllos que eran el hilo conductor de la serie y hablaban sobre invasores alienígenas, colonización extraterrestre y conspiraciones gubernamentales; y los que los realizadores cariñosamente apodaban “Monster of the Week”.
    En los episodios de Monster of the Week, Mulder (David Duchovny) y Scully (Gillian Anderson) se enfrentaban a fenómenos sobrenaturales, preternaturales o, para deleite de los fans, a monstruos y criaturas extrañas, frecuentemente basadas en leyendas urbanas. Así, los agentes del FBI se vieron las caras con el hombre-lombriz (un híbrido humano-tenia solitaria creado por los soviéticos), al Demonio de Jersey, a los hombres polilla, a un pueblo de vampiros, una secta caníbal, la sirena Piggy, una especie de Creatura de Frankenstein con dos caras, el Chupacabras, un hombre de Neanderthal, Eugene Tooms (un asesino serial con la habilidad de modificar su estructura ósea para pasar por espacios estrechos), zombies, una especie de hongos que se gestaba en la garganta humana, un sistema computacional militar que cobra consicencia de sí mismo, un golem y una larga lista de etcéteras.


    Esta segunda película no es una secuela directa de la primera (ésa sería la sexta temporada de la serie), sino una especie de reinterpretación de los episodios Monster of the Week y sucede cinco años después del final de la serie original de TV.
    La idea original de Chris Carter era hacer una cinta que terminara definitivamente con el arco argumental de la “Mitología” de los Expedientes X y que sería una especie de epílogo de la serie. Sin embargo, la producción se retrasó durante tanto tiempo, que decidió hacer una película con un argumento aparte para que fuera atractiva no sólo para los fans de la serie, sino para el público en general. La idea de la invasión alienígena que concluiría con la “Mitología” quedó enlatada para el argumento de una posible tercera película... que seguimos esperando. 


    Los Expedientes X no existen más. La Dra. Dana Scullly se ha dedicado de lleno a la Medicina, trabajando en el área infantil de un hospital religioso; mientras Fox Mulder vive recluido en una aislada granja en Virginia, prófugo del FBI ‒siempre me pregunté ¿por qué carajos no huyó de EE.UU.? ‒. Cuando la agente especial del FBI Monica Bannan (Xanta Radley) es secuestrada, la oficina gubernamental emprende una búsqueda auxiliada por el exsacerdote Joseph Crissman (Billy Connolly) quien, a pesar del escepticismo de todos, dice poseer poderes psíquicos. La agente Dakota Whitney (Amanda Peet, quien siempre me ha parecido muy guapa) contacta a Scully y a Mulder ‒a quien le ofrecen un indulto a cambio de su participación‒ para que colaboren con el FBI. Conforme la investigación avanza, se descubrirá que otras mujeres están siendo secuestradas y que lo que en un principio parece una operación internacional de tráfico de órganos es en realidad un proyecto que retoma tecnología soviética para prolongar la vida más allá de sus límites naturales a través de monstruosos transplantes.
    Voy a atreverme a afirmar algo controversial: En la cuestión técnica, creo que esta película es superior a la primera. Las actuaciones son mejores, la dirección se nota más sólida, la fotografía es más propositiva y la estética, al no estar subordinada a la de la serie de TV, se siente más propia, con más identidad; el guón me parece mejor armado que el de la primera cinta. Y a pesar de todo eso, la película fue un rotundo fracaso que decepcionó tanto a los fans como a la crítica; pero ¿por qué?


    Cierto es que esta peli llegó más de un lustro después de que terminó la serie y en realidad nadie la esperaba, pero hubo algo más. Y ahora que la volví a ver, creo que encontré la respuesta: Todo está en el tono.
    ¿Vieron Millennium? Se trataba de una especie de “hermana menor” de Los expedientes X… que también fue poco exitosa. Millennium contaba la historia de Frank Black (el legendario Lance Henriksen), un exagente del FBI con poderes psíquicos a quien la agencia gubernamental recurre para atrapar a los más salvajes criminales. Así, mientras Mulder y Scully perseguían hombrecitos verdes, Black sufría por su don de meterse en la mente de violadores y asesinos seriales.


    Millennium apenas duró tres temporadas, aunque en ese tiempo logró granjearse una pequeña pero leal legión de fanáticos. Sin embargo, atribuyo la culpa de su fracaso a que la cadena FOX no supo venderla. Su planteamiento fue como: “¡Ah! Es del creador de los Expedientes X, vamos a vendérsela a los fanáticos de los Expedientes X”. Craso error. Millennium era una serie enteramente diferente. Era mucho más “adulta”, más oscura y más densa emocionalmente. Aunque ambas series suceden dentro del mismo universo, Mulder y Scully llegaron a hacer un par de cameos y, como tal, Frank Black aparece como personaje secundario en un episodio de los Expedientes X; la verdad es que son dos propuestas muy diferentes.
    Ahí es donde creo que esta cinta de los Expedientes X falla. No es la segunda película de los Expedientes X, es la película de Millennium, pues tanto el tono como la narrativa como la mayoría de los elementos del argumento son más propios de esta serie que de aquélla. Incluso, a aquéllos de ustedes que sí vieron Millennium los invito a hacer un experimento... ¡Vamos! Será divertido y el resultado los sorprenderá. ¿Listos? De acuerdo, vean Los expedientes secretos X: Quiero creer, pero en lugar de Mulder y Scully imaginen a Frank Black. ¿No les parece que la película funciona mucho mejor así?


    Asimismo, dos de las grandes interrogantes que mantuvieron la tensión entre los personajes de la serie han desaparecido: El misterio sobre el destino de Samantha, la hermana de Mulder abducida por extraterrestres, ha sido esclarecido ‒en la temporada 7 y, de hecho, supe de mucha gente que dejó de seguir la serie por eso‒ y la relación sentimental que se infería entre los dos agentes ‒prácticamente nunca la vimos en pantalla, sólo vimos sus consecuencias en las últimas dos temporadas‒ en esta película se vuelve completamente explícita.
    Derivado de esto mismo, la peli es un excelente thriller; pero quizá tiene demasiado suspenso. Me refiero a que me parece que el elemento de Ciencia Ficción entra demasiado tarde en la película. En vez de ir dando pistas sobre ello a lo largo de la cinta, prefieren soltarnos todo de sopetón cuando faltan como diez minutos para que termine. Y en Millennium hubiera funcionado a la perfección, pero ¿en Expedientes X?


    Otra cosa que me llamó la atención fue el prácticamente nulo cambio de locaciones. En la dinámica de la serie nos enseñaron que los episodios transcurrían en muy diversos sitios; empero, esta cinta se desarrolla prácticamente toda en el mismo páramo nevado y eso puede llegar a ser monótono, en especial si uno recuerda los episodios de la TV.
    Por cierto que el procedimiento con el que experimentan los médicos rusos de la película está basado en investigaciones reales realizadas por los soviéticos durante la Guerra Fría. Por no mencionar que, en el espíritu de Monster of the Week, hace referencia a películas de serie B como El cerebro que no podía morir (Green, 1962) y El increíble transplante de dos cabezas (Lanza, 1971). Y quizá, si uno se ha dejado llevar hasta ese punto por la narrativa de la película, la escena más aterradora en toda ella es precisamente la de la cabeza del capo ruso.


    Y esa es la historia de una película que nadie esperaba, nadie pidió y que, ultimadamente, nadie vio. Pero que, a pesar de todo, es buena. Quizá su principal problema sea que, como Millennium, no pudo encontrar su público: Al tener en el título la etiqueta de Expedientes X alejó a la audiencia casual, quien prefirió dejar esta cinta para los fans de la serie de TV; pero, por otro lado, la película es tan diferente de la serie que sus fans no se sienten atraídos a ella, aun cuando hay cantidad de cameos, “easter eggs” y referencias a la serie.


PARA LA TRIVIA: El segundo hijo de Gillian Anderson se llama Felix porque es un anagrama de “X-File” (“Archivo X”, en inglés).



   

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lunes, 18 de enero de 2016

LOS EXPEDIENTES SECRETOS X: COMBATE AL FUTURO. La saga de Mulder y Scully llega a la pantalla grande.



LOS EXPEDIENTES SECRETOS X: COMBATE AL FUTURO
Que es el título oficial de la que comúnmente se comercializó como Los expedientes X: La película, aunque su título oficial en inglés es X-Files: Fight the Future, lo que es curioso porque el título que aparece en pantalla es simplemente X-Files.


Rob Bowman, 1998

Puede que algunos digan que exagero si afirmo que las series de televisión como las conocemos actualmente difícilmente existirían sin los Expedientes secretos X ‒desde que empecé a ver la serie en 1994 o 1995, no recuerdo, el título me ha parecido demasiado naïve; así que los llamaré sólo Expedientes X de aquí en adelante‒. Altísimos valores de producción, guiones inteligentes y complejos, buenas actuaciones, estrellas invitadas de primer nivel, efectos especiales decentes para su época… ¡Cuando las temporadas aún eran de entre veintidós y treinta episodios!


     Para el momento en el que se estrenó esta película, la serie creada por el periodista y posteriormente guionista Chris Carter contaba con una nutrida legión de fans ‒dentro de la cual me incluyo‒ y se había impregnado en la cultura pop a tal punto que hasta había hecho un crossover con Los Simpson, y no es difícil ver por qué. Ahora que volví a ver la peli y algunos episodios de la serie, caí en cuenta de que en realidad Carter está recurriendo a dos fórmulas perfectamente probadas y a prueba de tontos. Los Expedientes X puede explicarse como una mezcla entre La Dimensión desconocida y Sherlock Holmes.
     El planteamiento es el siguiente: Fox Mulder (David Duchovny en el papel que nació para interpretar) es un agente especial del FBI que cree de manera ferviente en lo sobrenatural y que tiene a su cargo el proyecto conocido como Expedientes X, que es la clasificación usada por la agencia para denominar a los casos que no puede explicar de manera científica. Con esto, Mulder ha emprendido una cruzada personal: encontrar a su hermana menor, Samantha, a quien vio ser abducida por extraterrestres cuando eran niños. Para desacreditar a Mulder, el FBI le asigna como compañera a la Dra. Dana Scully (Gillian Anderson) quien se supone que con su escepticismo y razonamiento científico obstaculizaría a Mulder; pero que a final de cuentas termina uniéndosele.


    Ahora, desde que vi esta película en el cine en 1998 me ha parecido que es un verdadero banquete para los fans. Y precisamente, su mayor virtud es su mayor debilidad. Tanto Chris Carter, productor de la película, como Rob Bowman, su director ‒quien al momento de dirigir la película ya se había hecho cargo de una veintena de episodios de la serie‒, como los actores dicen que lograron hacer una cinta pensada para los fans de la serie, pero que atrajera también al público que nunca la había visto. Mentira vil.
     Aunque sí se da mucha información para el “catching up” de los personajes, la anécdota de la peli es la culminación de un arco argumental que llevaba cinco temporadas desarrollándose en la serie. Si uno no la ha visto, estará bastante perdido por no decir que ¡no se entiende un carajo de lo que pasa en la peli!
    De tal suerte y aprovechando que ya saben que me encanta hacer cuadros, listas y tablas, aquí presento un brevísimo resumen de los eventos sucedidos en la serie que culminan en los eventos que vemos en la película. A este arco narrativo, del cual la película es sólo un nudo pues se continúa después de ella, los fans lo llamamos la “Mitología”.


Temporada 1
Scully es asignada como compañera de Mulder y nos enteramos del pasado de éste. Varios intentos de Mulder y Scully por desenmascarar la evidencia de contacto con extraterrestres ocultada por el gobierno de EE.UU. Aparecen personajes clave como el misterioso y malvado alto mando del FBI conocido sólo como Cancer Man (William B. Davis, también se le conoce como Cigarrette Smoking Man) o el informante conocido como “Garganta profunda” (Jerry Hardin), cuyo asesinato marca el final de la temporada. Los Expedientes X con clausurados por el FBI.
Temporada 2
Mulder viaja a Puerto Rico para investigar un posible caso de contacto con alienígenas. El exagente del FBI Duane Barry (interpretado por el increíble Steve Railsback, uno de los actores más subestimados de los 80 y 90), quien asegura haber sido abducido en el pasado, tiene una crisis nerviosa que lo lleva a tomar varios rehenes. Finalmente, Barry secuestra a Scully para entregarla a los extraterrestres que planeaban abducirlo de nuevo. Scully es encontrada en estado de coma varios episodios después. Mulder y Scully descubren una colonia de clones humanos. El cadáver momificado de un extraterrestre es recuperado en la reservación de los indios Navajo y un hacker comparte información con Mulder sobre los casos de recuperación de restos extraterrestres encubiertos por el Gobierno. Se menciona por primera vez al Sindicato, una sociedad secreta de altos funcionarios de diferentes países que podría haber dado origen a la leyenda urbana de los Hombres de Negro. Primera aparición del agente Alex Krycek (Nicholas Lea)
Temporada 3
Mulder es salvado de morir por los indios Navajo para después descubrir que su padre estuvo involucrado en experimentos realizados con tecnología Nazi-extraterrestre durante la posguerra. Mulder consigue un auténtico video de una autopsia a un alienígena y los científicos japoneses involucrados en él podrían tener que ver con la abducción de Scully. Primera aparición del Cáncer Negro (un virus extraterrestre llamado Black Oil en inglés, cuyo propósito será explicado en la película). Primera aparición en pantalla del Sindicato, del que Cancer Man es miembro.  
Temporada 4
Mulder descubre a varias niñas que son clones de Samantha. Se revelan detalles sobre la historia personal de Cancer Man. Krycek alerta a Mulder sobre la recuperación de un meteorito que contiene formas de vida extraterrestre en Siberia. Scully descubre que fue infectada con un tipo de cáncer cuando fue abducida. Mulder y Scully investigan un choque aéreo en el que al parecer hubo intervención alienígena. Mulder descubre que el Gobierno está utilizando abejas africanizadas para inocular el virus de la viruela (esta idea se desarrollará enormemente en la película). El descubrimiento de un cadáver extraterrestre en Canadá revela que todo el complot para encubrir la evidencia de vida alienígena es un engaño.
Temporada 5
Mulder finge su propia muerte y busca una cura para el cáncer de Scully. Scully encuentra a una niña que biológicamente es su hija, y que parece haber sido cultivada in vitro durante su abducción. Asimismo, Scully descubre que le fue implantado un microchip. Varias víctimas de abducciones son asesinadas debido a una guerra entre razas alienígenas y Krycek regresa a los Estados Unidos con una vacuna para el Cáncer Negro que venderá al Sindicato a cambio de su libertad. Mulder y Scully encuentran a un niño que podría ser la prueba clave para desenmascarar al Sindicato y sus planes de colonización extraterrestre. Cancer Man quema los Expedientes X y roba el archivo de Samantha.  



La película empieza justo donde termina la temporada 5... Bueno, no exactamente. Hay un prólogo en el que se muestra cómo los pobladores de Texas en la prehistoria tuvieron contacto con seres alienígenas y fueron expuestos al Cáncer Negro. Mientras tanto, Mulder y Scully fallan al detener un atentado terrorista en un edificio gubernamental en Dallas. Un misterioso personaje, el Dr. Alvin Kurtzweil (el genial Martin Landau, cuya primera aparición en pantalla se dio en la serie La Dimensión desconocida, qué ironía), contacta a Mulder y lo azuza para que investigue más a fondo el incidente de Dallas. Mulder y Scully, estando bajo investigación de Asuntos Internos del FBI por su supuesta negligencia en el atentado, descubren que éste tenía como propósito destruir evidencia sobre el descubrimiento del Cáncer Negro en un suburbio de Dallas y de que éste será utilizado en un complot mediante el cual el Sindicato sirve a invasores alienígenas, además del cultivo de seres extraterrestres en una base secreta.
    ¿Ven por qué les digo que no se entiende nada si uno no seguía la serie? En términos generales, se trata de un episodio largo de la serie y con más producción.
    Incluso, muchos guiños a la serie están presentes, como la compulsión de Mulder por comer semillas de girasol, los textos para situar locación y hora en la que ocurre la escena que se nos presenta, el chiste local de que Mulder siempre pierde su pistola las raras veces en que la desenfunda, o el súper característico haz de luz de las linternas ‒efecto que era conseguido trucando las linternas con focos especiales y adaptándoles un lente que concentraba la luz-. Incluso hay una aparición especial de los hackers amigos de Mulder y la participación del director Walter Skinner (Mitch Pileggi). Por no mencionar los ilimitados recursos de los agentes del FBI para viajar alrededor del mundo.


    Algo que la serie explotaba muy bien y que también se utiliza en la cinta es el misterio. La película lo mantiene a uno en suspenso durante sus dos horas de duración. Eso sí, es una cinta más bien densa en la que casi se da información en cada diálogo y que depende de ello para crear drama. Sí hay secuencias de acción, pero son más bien menos y, aunque Chris Carter buscaba espectacularidad al trasladar su concepto a la pantalla grande, la verdad es que la columna vertebral de la película es un guión complejo.
    Y, hablando del guión complejo, éste se mantuvo en el más absoluto secreto. Tanto, que el final de la película no se escribió hasta poco antes de concluir la filmación, y los libretos entregados al staff y a los actores se imprimieron en papel rojo para que no pudieran fotocopiarse.


    Eso y una edición súper eficiente que permite que la historia se cuente de manera fluida y emocionante. Muchas interrogantes de la serie se resuelven en la película, pero también se plantean muchas otras; algunas se resuelven dentro de la misma peli y otras no. Por ejemplo, Mulder descubre la razón por la que su hermana fue abducida, pero sigue sin poder encontrarla. De cualquier modo, el montaje de la película nos deja con las preguntas sólo el tiempo necesario para mantenernos súper atentos a lo que ocurre en la pantalla.
    La fotografía es también buena. Retoma mucho de la propuesta de la serie de TV, pero sabe aprovechar los recursos de la pantalla grande, al mismo tiempo que es propositiva y dinámica, y crea dramatismo además de una atmósfera de misterio a través de la utilización de imágenes abstractas cuya forma se revela poco a poco, lo cual era uno de los elementos claves de la narrativa del programa de televisión.


     La música estuvo a cargo de Mark Snow, quien también componía la música de la serie. En palabras del propio Snow, decidió componer música que creara atmósferas y que fuera más bien ambiental en vez de música con una melodía reconocible. El “tune” de los Expedientes X se escucha débilmente en un par de escenas y con arreglos sinfónicos en otras.
    Ahora, sobre lo que sí me voy a quejar son los efectos especiales. Y es que son muy disparejos. La explosión del edificio en Dallas es casi impecable. La edición está tan bien hecha, que uno no nota que se hizo con maquetas, acción en vivo y efectos digitales... excepto por el humo. Ese humo digital que sale en la parte inferior de la pantalla se ve del asco. Lo mismo que el vaho digital o la tripa/sonda que Mulder le saca de la boca a Scully y que se seca después. Y digo que son disparejos porque la mencionada escena de la explosión y la del despegue de la nave extraterrestre en la Antártida (que fue filmada en un estudio de sonido en mitad de junio con fondos digitales) son espectaculares, pero los otros son malos hasta para la calidad de la serie.


    Otra cosa que me gusta mucho es que en la serie de TV, sobre todo en las primeras temporadas, se jugaba con el misterio de los extraterrestres. Mulder siempre llegaba cuando se acababan de ir, o las evidencias que recogía eran robadas o destruidas, el chiste es que nunca podíamos ver bien a los extraterrestres. Inteligentemente, en la película hicieron lo opuesto: los alienígenas, cuyo diseño me parece bastante acertado por cierto, aparecen en los primeros diez minutos; aunque no es sino hasta los últimos diez cuando podemos verlos más o menos bien.
    Así pues, se trata de una gran película... pero si uno no es entusiasta de la serie, puede pasarla de largo son culpa alguna. La cinta tuvo buena aceptación en las salas de cine a pesar de todo, y su estreno se acompañó de mercancía promocional como un soundtrack, un álbum (bastante bueno, con música de Mike Oldfield, Noel Gallagher, los Cardigans, los Foo Fighters…) y una serie de figuras de acción, probablemente la más genial que se haya hecho basada en una película, producida por McFarlane Toys.



PARA LA TRIVIA: Puesto que esta es una película nerda basada en una serie súper nerda dirigoda a nerdos, hay un montón de referencias a películas de Ciencia Ficción (o similar). Entre mis favoritas están el poster de Día de la Independencia (Emmerich, 1996) que está pegado en la pared del callejón atrás del bar; la entrada de Cancer Man a la base de la Antátida, que es un homenaje a la sala de juntas de la Alianza Rebelde en El regreso del Jedi (Marquand, 1983), y el hecho de que los embriones alienígenas se gestan en el interior del cuerpo humano y eclosionan de manera súper violenta como en Alien:El octavo pasajero (Scott, 1979).      





jueves, 14 de enero de 2016

QUADROPHENIA. La gran ópera rock de The Who, ahora en película.

QUADROPHENIA

Franc Roddam, 1979

¿Por qué será que los curas son buenos para recomendar películas? Estudié mi bachillerato en una escuela religiosa y sí, como tal, llevaba una materia llamada Formación Religiosa. Era más entretenida de lo que imaginan. Se trataba de una especie de mezcla entre historia de la religión y Filosofía. Como sea, había un libro de texto para dicha materia y, en su afán de hacerlo ameno, los autores se apoyaban en muchas películas para explicar sus conceptos. De tal suerte, el libro estaba tapizado de fotogramas de películas como 1984 (Radford, 1984), Brasil (Gilliam, 1984), La guerra del fuego (Annaud, 1981), El Imperio contraataca (Kershner, 1980), Encuentros cercanos del tercer tipo (Spielberg, 1977) y una larga lista de etcéteras. Ahí fue cuando conocí Quadrophenia, aunque apenas tuve oportunidad de verla ahora, casi quince años después.


    Buscando la película conocí el álbum Quadrophenia, la segunda ópera rock de The Who, que se publicara en 1973 y por ello mismo tenía ciertas expectativas sobre la película... y creo que no se cumplieron...
    La película está ambientada en el Londres de 1964 y narra la historia de Jimmy (Phil Daniels), un adolescente rebelde miembro de la pandilla conocida como los mods. A lo largo de la película, seguimos a Jimmy en una odisea de autodescubrimiento que lo llevará a enfrentamientos con la banda rival conocida como rockers, a renunciar a su asfixiante trabajo, a meterse en drogas, a pretender a Steph (Leslie Ash), la novia de uno de los líderes de los mods, y otras tantas cosas que, a final de cuentas, le enseñarán su lugar en el mundo.


    Y, como pueden darse cuenta, esta sería una de las pocas quejas que tengo sobre la película: Ya la vi. Muchas veces. Me refiero a que por lo menos las primeras tres cuartas partes de la cinta son cliché tras cliché tras cliché de las películas de chavos rebeldes. De verdad, lo que sucede en esta cinta lo vimos ya en Rebelde sin causa (Ray, 1955), Vaselina (Kleiser, 1978), Fiebre de Sábado por la noche (Badham, 1977) o Hair (Forman, 1979).


    Mi otra queja es que la película no sea un musical. He de confesar que, de ordinario, no soy muy aficionado a los musicales en cine ‒los prefiero en teatro‒; pero en el caso de esta cinta sí me esperaba una cosa más a la Milos Forman, como Hair. Y no, las canciones del álbum Quadrophenia, y eso no todas, son relegadas a ser escuchadas como música de fondo en algunas escenas de la película. El resto de la banda sonora está conformada por canciones de bandas como The Kingsmen, Booker T. & the McG’s o The Chrystals.


    Y ya. Es lo único que no me convenció de la película. Las actuaciones son excelentes, lo mismo que la fotografía ‒¿Por qué en las películas británicas de los setenta todo es verde?‒, que logra evocar el ambiente de asfixia y desesperación en el que se desenvuelve Jimmy.
    Incluso es memorable la aparición de Sting a quien, francamente, nunca le he tenido demasiada fe como actor; pero que en esta película hasta nos cae de lo más simpático con un personaje que se las da de ser muy chicho y después descubrimos que en realidad es un pobre diablo.


    Pero, sobre todo, lo que me parece sobresaliente de esta cinta es que se trata de un homenaje. Un homenaje a la música y una celebración al espíritu de los 60, a ser adolescente, a ser rebelde, un tributo al Rock n’ Roll y no sólo por la música, sino como un estilo de vida y como un símbolo.
    Quizá porque sólo una sociedad tan tradicionalista y conservadora como la de la Inglaterra de la posguerra pudo haber dado origen a una rebelión tan cáustica y explosiva como la de la juventud de los 60.


    Se trata de una buena película, sólo creo que yo me generé expectativas diferentes sobre ella. Y así como hay quienes dicen “el libro es mucho mejor” cuando hablan sobre una película basada en un libro, aunque nunca me ha parecido una comparación del todo válida, creo que terminaré afirmando que “el disco es mucho mejor que la película”. Pero siendo justos, debo decir que me gustó mucho esta cinta por su buena manufactura. Digamos que la estuve buscando por una razón y terminó gustándome por otra.


      

domingo, 3 de enero de 2016

EL FANTASMA DE LA ÓPERA. Los monstruos de la Universal VII


EL FANTASMA DE LA ÓPERA
Phantom of the Opera

Arthur Lubin, 1943

Esta película no sólo es la que inaugura la segunda etapa de la saga de monstruos de Universal Pictures; sino que probablemente sea la más subvalorada de todas. El problema quizá radica en que no fue la primera adaptación cinematográfica que hizo Universal del folletín publicado por Gaston Leroux en 1910; sino que siempre ha vivido a la sombra de la primera versión, cuyo guión, que se enfocaba más en el terror, fue escrito por el mismo Leroux y contaba con la impactante caracterización de Lon Chaney como el deforme Eric.
    La versión de 1925 fue uno de los grandes éxitos de Universal, tanto que en 1930 reestrenaron una versión sonorizada de la misma. Así pues, para 1935 la Casa de los Monstruos anunció que preparaba un remake de la inmortal historia de una joven diva de la ópera y su siniestro protector que sería estelarizado por el icónico Boris Karloff. Esta versión sería una contemporaneización ambientada en el París del periodo interguerras, el Fantasma sería un artista que vuelve del frente traumatizado por los horrores de la guerra y que cree haber sido desfigurado en batalla.[1]


    Por desgracia, los problemas financieros de la casa productora y su posterior venta parecieron dar carpetazo al asunto. Sin embargo, los nuevos dueños de Universal, lejos de abandonar el proyecto, vieron en él una oportunidad para dar continuidad a la exitosa franquicia de monstruos y, al mismo tiempo, cimentar las bases de lo que serían sus producciones de ese momento en adelante. Pronto, el presupuesto de la cinta ascendió a un millón de dólares.
    Para la producción de 1925, Carl Laemmle encargó la construcción de un gigantesco y fastuoso set, el famoso estudio 28 de Universal City, que replicaba con lujo de detalle el interior de la Ópera de París. Este set fue el primero en la historia del cine en ser construido con una estructura de vigas de acero.[2] Para construir los sets que recreaban las “tripas” del teatro y su sótano, Universal convocó a Ben Carré, un diseñador francés que trabajó en la ópera de París y la conocía profundamente.


    El lujoso e impresionante set fue reutilizado no sólo para filmar la versión de 1943 de El fantasma de la ópera, sino también la versión producida por Hammer Films (Fisher, 1962) e infinidad de otras películas. El set se creía embrujado[3] y era considerado el más longevo en la historia del cine hasta que, ante la indignación de cinéfilos y estudiosos del Séptimo Arte, fue demolido en el otoño de 2014.
    Para lucir tanto los pomposos sets como el magnífico vestuario y los números operísticos presentados en pantalla, la producción decidió que la cinta se rodara en Technicolor con una fotografía preciosista de Hal Mohr, quien trabajara en la versión de 1925. Además de que el presupuesto original casi se duplicó debido a los enormes gastos que la producción hizo para adaptar el estudio de tal forma que se pudiera grabar sonido directo en él. Porque la ópera que aparece en esta cinta es de verdad.


    Me refiero a que Susanna Foster, quien interpretó a la joven y hermosa estrella en ascenso Christine DuBois (Christine Daaé en la novela), estaba entrenada como cantante de ópera y Nelson Eddy, quien interpretara a su compañero barítono e interés romántico Anatole Garron, era cantante de ópera con estudios en Dresden y París.
    Del mismo modo, los complejos números de ópera que se muestran en la cinta fueron efectivamente montados por un director escénico y filmados en vivo.
    Irónicamente, de todas las obras que se presentan en la película sólo una es una ópera de verdad. Debido a la guerra en Europa, los propietarios de los derechos de las óperas que Leroux menciona en el libro fueron prácticamente imposibles de rastrear. Esto, aunado al poco interés de Universal en pagar regalías por la música, derivó en que el productor George Waggner, quien era un melómano entusiasta, contratara al compositor Edward Ward para que arreglara versiones operísticas de música sinfónica de dominio público.


    Y quizá éste sea el talón de Aquiles de la cinta. No se puede negar que fue un éxito de taquilla y una de las películas más populares de su época, por no mencionar que ganó dos premios Óscar (Diseño de Arte en color y Fotografía en color)[4]; pero quizá su planteamiento no sobrevivió a la prueba del tiempo. Al dejar de lado hasta una forma tangencial el elemento de terror y dar mayor importancia a los números musicales y los elementos de comedia romántica, esta película se circunscribe a sí misma como una pieza de época que podría estar orientada a un público demasiado particular. De tal suerte, la versión de 1943 de El fantasma de la ópera queda atrapada entre la macabra genialidad de la versión de 1925 y el espectacular manierismo de la popular versión para teatro musical de 1988.


    Tampoco me encanta el hecho de que el argumento se aleje tanto del de la novela de Leroux. En esta versión, se narra la historia de Erique Claudin (el siempre genial Claude Rains), primer violín de la orquesta de la Ópera de París, quien es despedido cuando la artritis en su mano izquierda le impide tocar su instrumento. Claudin vive en la miseria, pues ha gastado todo su dinero en pagarle lecciones a la joven cantante Christine DuBois (Susanne Foster), quien desconoce la identidad de su misterioso benefactor. Para sobrevivir, Claudin decide vender el concierto que ha escrito; pero una confusión lo lleva a creer que el editor ha robado su obra y, en un ataque de ira, lo asesina. La amante del editor quema la cara de Erique con ácido y éste, perseguido por la Policía, debe ocultarse en las alcantarillas bajo la Ópera de París. Desde ahí, iniciará un reinado de terror para llevar a Christine a la cima. Será tarea de los dos pretendientes de la cantante, el barítono Anatole Garron (Nelson Eddy) y el detective Raoul Daubert (Edgar Barrier) detener al temido Fantasma de la Ópera.


    Algo con lo que nunca he estado de acuerdo en la mayoría de las adaptaciones de El fantasma… es el cambio del personaje de Eric. En el texto de Leroux, el Fantasma es un genio maligno cuyo carácter perverso y excéntrico está más cercano al de Hannibal Lecter, se trata de un sádico polímata, megalómano y sociópata, que empleaba sus habilidades diseñando aparatos de tortura para un sultán turco y que, por si fuera poco, está deforme de nacimiento ‒algunas referencias del texto sugieren que quizá sufre de lepra[5], pero son poco definitivas y los estudiosos las consideran más bien un apunte no explorado por el autor[6]‒. En contraste, la mayoría de las versiones fílmicas ‒exceptuando la de 1925 y la de 1989 (Little), lástima que sea tan mala‒ convierten al Fantasma en un artista torturado, un héroe romántico, especie de ángel caído schilleriano, que busca venganza en contra de un mundo que lo ha agraviado.


    Claude Rains, quien por contrato se rehusó a utilizar el maquillaje originalmente diseñado para el Fantasma por Jack Pierce, con su voz aterciopelada, su actuación grandilocuente y melodramática, y sus ademanes refinados presenta un Fantasma bastante convincente que no aparece en pantalla ¡hasta el minuto 48, luciendo una máscara con marcada influencia del Art Decó! Rains alguna vez dijo: “En las películas puedo ser tan malvado y retorcido como quiera, y sin lastimar a nadie”.[7]
    En etapas tempranas de la producción se barajó la idea de que el Fantasma fuera interpretado por el renuente Lon Chaney Jr.; pero la verdad fue que ni él ni los realizadores consideraron esta posibilidad seriamente.


    En el primer corte de la película, aparecía una escena en la que la tía Madelleine (Barbara Everest), quien criara a la huérfana Christine, revelaba la verdad a Raoul: Erique era el verdadero padre de Christine, quien la había abandonado a ella siendo una bebé y a su madre para perseguir su sueño de ser un gran músico. La madre de Christine se habría suicidado después por el dolor y la pequeña niña quedaría al cuidado de su tía. Esta línea argumental explicaba por qué Claudin gastó toda su fortuna en entrenar a Christine, además de que añadiría un juego de culpa-redención al personaje y le agregaría una dimensión psicológica más profunda. Sin embargo, ya en el montaje final de la cinta, la escena de la tía Madelleine fue dejada fuera, pues los productores temieron que sugiriera incesto más adelante en la cinta, cuando la chica es secuestrada por el Fantasma[8].
    Aun así, la edición es ágil y la narrativa es excelente, y en general la película es entretenida y se deja ver bastante bien... a menos que a uno de verdad no le guste la ópera, en cuyo caso esta cinta será un tormento.


    Algunos elementos del folletín sí se mantuvieron, como la habilidad de Erique para estrangular a sus víctimas, las pesquisas por los pasos de gato del teatro, el lago subterráneo o, por supuesto, la escena de la caída del candelabro sobre el público a media función. Otros como la inexplicable, aunque no por eso menos apreciable, aparición de Franz Liszt (Fritz Leiber) son puro invento de la película. Lo que me parece muy interesante, y me gusta mucho eso sí, es que, si bien la comedia romántica es un poco ramplona, la resolución del triángulo amoroso es completamente atípica, pues Christine decide mandar a volar a ambos galanes para dedicarse a su público.  
    Debido al éxito de la cinta, Universal anunció la secuela cuando la primera aún se encontraba en cartelera. El clímax (Waggner, 1944) sería una secuela directa de El fantasma de la ópera y tanto Foster como Eddy de inmediato confirmaron su participación en ella. Empero, Rains no quiso participar en la continuación, por lo que el guión tuvo que reescribirse. En la nueva versión, que finalmente fue la que el público conoció, Boris Karloff interpreta a un médico demente que trabaja en un teatro de ópera y que se obsesiona con una joven actriz cuya voz suena igual que la de su difunta y embalsamada esposa. Sobra decir que sin el fantasma en el título, ni en la historia o por lo menos entre los actores, la película fue un estrepitoso fracaso.  


    Quizá El fantasma de la ópera no sea tan popular como Drácula (Browning, 1931), Frankenstein (Whale, 1931) o El hombre lobo (Waggner, 1941); pero creo que no le pide nada a ninguna de estas producciones. Tal vez lo que sí le duele un poco es la casi absoluta ausencia de escenas de terror u horror porque, francamente, si uno ve una película de monstruos espera algo de eso. Sin embargo, se disfruta de principio a fin y siempre es agradable ver una producción en la que se aprovecharon al máximo todos los recursos.

PARA LA TRIVIA:  En la escena final, cuando la guarida del Fantasma se derrumba, sólo Susanne Foster filmó la escena. Eddy y Barrier argumentaron que eran demasiado importantes para filmar una escena tan riesgosa y exigieron ser sustituidos por dobles de riesgo.

   




[1] SKAL, David J., The Opera Ghost: A Phantom Unmasked, Universal Home Video, 2000.
[2] Idem.
[3] Existen numerosos reportes de que el fantasma de Lon Chaney Sr., con vestuario y maquillaje de el Fantasma de la Ópera, se aparecía en los pasos de gato y rincones oscuros del set… qué ironía...
[4] WEAVER, Tom, The Original House of Horror: Universal and a Monster Legacy, Universal Studios, 2013.
[5] MALLORY, Michael, Universal Studios Monsters: A Legacy of Horror, Universe, New York, 2009. P.28.
[6] Del mismo modo, que Eric sufriera de lepra contradiría la parte en la que menciona que la primera máscara que usó se la regaló su madre.
[7] Rains citado en WEAVER, Op.Cit. p.42. Traducción mía.