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lunes, 25 de marzo de 2013

TRON: EL LEGADO


TRON: EL LEGADO
TRON: Legacy

Joseph Kosinski, 2010

He de admitir que no quise ver esta película en el cine, y sin embargo una curiosidad casi morbosa por verla me consumía. No fue la fastuosa, aunque un tanto fallida, campaña publicitaria alrededor de la cinta. No fueron sus efectos especiales de altísima tecnología. Tampoco esa serie de padrísimas aunque pobremente distribuidas figuras de acción con luces integradas. Ni la música de Daft Punk… ¡Hombre, ni siquiera fue la belleza exótica de Olivia Wilde! La razón que me movía a ver esta cinta era la malsana curiosidad de saber por qué alguien se atrevería a producir una secuela de la película que le ocasionó a Walt Disney Productions las mayores pérdidas en la historia.
     Y hoy, a casi tres años de distancia del estreno de la segunda parte de TRON, la historia parece haberse repetido. El fracaso no fue tan estrepitoso como el de hace treinta años, eso lo reconozco, pero he conocido muy pocas personas que hayan visto esta película, y de ellas muy pocas sabían que se trataba de una segunda parte porque jamás habían oído hablar de la original.

    Para quienes sí soportamos la original, va la sinopsis (bueno y para los que no, también… a menos que se salten los siguientes párrafos): Kevin Flynn (Jeff Bridges), el genio programador de videojuegos con la personalidad de Han Solo, tras haber salido de la compañía desarrolladora de software ENCOM, hackea el sistema de la compañía para buscar evidencia de que cinco videojuegos producidos por ENCOM le fueron robados. En respuesta, el sistema de ENCOM secuestra a Flynn y lo transporta al mundo virtual conocido como The Grid, donde tendrá que aliarse con el programa se seguridad TRON (Bruce Boxlitner) para vencer al Programa de Control Maestro (David Warner), quien gobierna The Grid como un dictador.
    Siete años después de los eventos de la primera cinta, siendo un empresario multimillonario, director de ENCOM y un padre más o menos bueno, Kevin desaparece una noche sin que nadie pueda encontrarlo.
    Veinte años después de la desaparición de Kevin, su hijo Sam Flynn (Garrett Hedlund) es el yupie sin rumbo que no se decide a tomar las riendas de la compañía de su padre, y que prefiere hackearla sólo por diversión. Cierta noche, después de jugarle una “bromita” a la junta directiva de la empresa, Sam descubre un cuarto secreto en el local de arcadias de su padre; dentro de este cuarto se encuentra el rayo láser pixelador, o como se haya llamado, que introduce a los humanos en The Grid. Por accidente, Sam es transportado al mundo virtual.
    Ya dentro de The Grid, Sam se encuentra conque CLU, el programa creado por Kevin Flynn a su imagen y semejanza, se ha convertido en un tirano que gobierna The Grid con puño de hierro. Además de que busca también al desaparecido Kevin para robarle su disco de memoria, donde se encuentran guardados todos los secretos detrás de la programación del mundo virtual.
    ¡Vaya! Cuatro párrafos de sinopsis y apenas conté la primera media hora. Con razón la gente se aburrió en los cines. La trama de la película, de hecho, es su principal fortaleza y su principal debilidad al mismo tiempo, pues al enlazar tan estrechamente ambas películas crea una barrera que resultó casi infranqueable para algunos espectadores, particularmente los más jóvenes.

    Dicho de modo mas simple: el principal fallo de esta peli es ser una secuela demasiado directa (aun con treinta años de por medio) de una película que nadie vio. Los productores de TRON: El legado siempre dijeron que para disfrutar de esta cinta no hacía falta ver la original. Mintieron. Mintieron vilmente. Sin las referencias de la primera cinta, uno está perdido en ésta.  
    El gran error de la TRON (Lisberger, 1982) original fue que la promocionaron como una película de acción y aventura, cuando en realidad se trataba de una película de ciencia ficción (de verdad, no como Star Wars) densa y tan dura que sólo los nerdos de más colmillo pudieron roerla. Uno de los errores de esta secuela fue que, al tener miedo de que las explicaciones soporíferas la hundieran como a su predecesora, se las saltó olímpicamente dando por hecho que el público ya sabía qué era lo que estaba viendo.
    Toda la primera mitad de la cinta, o por lo menos, los primeros cuarenta y cinco minutos (dura dos horas) son una especie de “previamente en TRON…” que trata de enlazar los eventos que vemos en pantalla con lo sucedido treinta años atrás; además de un par de escenas de acción, incluida una carrera de las ya legendarias motos de luz y una competencia con los también conocidos discos (una especie de jai alai virtual-mortal). Menos mal, llega Quorra (Olivia Wilde) a salvar a Sam… y a nosotros de un guión denso y pretencioso.
    O no sé qué pensar realmente, porque a partir de esta parte la película pierde mucha de su sustancia y se vuelve más bien un melodrama superficial y predecible. Los realizadores de esta peli no lograron encontrar un punto intermedio entre la ciencia ficción dura y el melodrama palomero de aventuras. Y ahí es donde esta película se hunde sin remedio, al no poder satisfacer a ninguno de los dos públicos a los que iba dirigida.

    Entre sus aciertos puedo mencionar sin temor a equivocarme el soundtrack. El trabajo de Daft Punk al componer la música original para esta cinta es sorprendente, ya que logra crear un score épico y emotivo a pesar de seguir una tendencia mayoritariamente minimalista. O como quien dice, logra una banda sonora bastante espectacular con pocos sonidos electrónicos, y que en realidad no le pide nada a la música compuesta por Wendy Carlos (quien hubiera alcanzado la inmortalidad musical años atrás con el soundtrack de Naranja Mecánica [Kubrick, 1970]) para la primera parte.
    Ahora hablaré sobre lo que me pareció una de las mayores ironías de la historia del cine: los efectos especiales de TRON: El legado.
    Es cierto que en esta cinta hay muchos efectos especiales. La mayoría de ellos está tan bien lograda que casi ni se nota. ¿La paradoja? Que gracias al avance de la tecnología, esta película tiene muchos menos efectos especiales que la original.
    En 1982 se utilizaron prácticamente todas las técnicas de trucaje fotográfico habidas y por haber, e incluso algunas se inventaron para la peli, combinadas con rotoscopía, con animación tradicional y con las incipientes imágenes en 3D generadas por las computadoras de entonces para crear TRON; dándole a la peli ese aspecto artesanal que la caracteriza hasta nuestros días.
    En 2010, puesto que ya existía la tecnología para hacerlos, si los realizadores necesitaban un traje con luces de neón integradas simplemente se mandaba fabricar y ya. Y de hecho, según podemos ver en pantalla, se mandaron fabricar muchos. Según vi en algún detrás de cámaras, el gran inconveniente de estos trajes era que se tenía que cronometrar la filmación de manera muy rigurosa pues las baterías sólo les duraban seis minutos… ¡Pero al menos no tuvieron que pedirle prestada tecnología al Ejército de Estados Unidos para tenerlos en pantalla como en 1982!
    El mayor logro de la cinta, sin embargo, sí viene en el rubro de los efectos especiales. Es algo tan sutil como sobrecogedor, ya que uno tarda un poco en darse cuenta. Quiero decir, lo ves en pantalla, pero no es sino hasta que reflexionas sobre ello que caes en cuenta de que necesariamente se trata de un efecto especial. Me refiero al personaje de CLU. Al haber sido creado a imagen y semejanza del Kevin Flynn de 1982 y tratarse de un programa de computadora, CLU no envejeció; por lo tanto, se ve tal y como se veía Bridges en 1982. Los realizadores utilizaron efectos digitales y performance capture para recrear al Jeff Bridges de la primera cinta y se ve genial, parece un actor de verdad hasta que uno cae en cuenta de que es imposible.

    En conclusión, no puedo dejar de sentir un poco de lástima por la saga de TRON. Ambos intentos por producir una aventura de ciencia ficción del gusto del mainstream han fracasado (aunque cada vez de forma menos miserable). Sin embargo, la película original ha ido encontrando su público a lo largo de 30 años y, casi sin darnos cuenta, la hemos adoptado como parte del inconsciente colectivo.
    El verdadero legado de TRON no es esta secuela tardía y poco equilibrada. El legado de TRON está en las múltiples referencias que hay de ella en la cultura popular: No puede negarse la influencia de TRON en la saga de Matrix (Wachowski, 1999-2003), así como en la serie de televisión pionera de la animación por computadora, Reboot (1994-2002), puesto que prácticamente es el punto de partida de ambas obras; ni tampoco se pueden olvidar las innumerables parodias que de ella se han hecho en series de televisión, particularmente de dibujos animados. Desde sus contemporáneos, los Muppets Babies (1984-1990) hasta el irreverente y políticamente incorrecto Family Guy (1999-), pasando por el niño genio favorito de todos en El laboratorio de Dexter (1996-2003) y el otro icono de la cultura popular, Los Simpson (1989-).
    Así pues, la imaginería de TRON se encuentra alrededor nuestro y ni siquiera lo habíamos notado. Siempre me ha asombrado cómo una película que en su época causó tan débil impacto y que, de hecho, fue considerada un fracaso ha podido ser tan influyente en la cultura de las décadas que le siguieron. Supongo que el tiempo le ha hecho justicia después de todo.
PARA LA TRIVIA: En realidad esta película no es la primera vez que se intenta producir una secuela de TRON. Un videojuego llamado TRON 2.0, que continuaba directamente con la historia de la primera película, estaba planeado para ser lanzado para la consola PlayStation (PSX) en 1997, pero por problemas en su desarrollo fue cancelado y no vio la luz sino hasta 2003 en PC y Mac.

sábado, 23 de marzo de 2013

CACERÍA HUMANA. La primera aparición en pantalla del Dr. Hannibal Lecter.


CACERÍA HUMANA (T. del A.)
Manhunter

Michael Mann, 1986

Existen dos cortes de esta cinta. El que se estrenó en cines y que se transmitió varias veces por televisión con duración de 121 minutos, y la edición del director de 124 minutos. Los minutos adicionales corresponden a una secuencia inicial alternativa y a una escena reinsertada casi al final de la película. En realidad, la diferencia es mínima y prácticamente no aporta nada distinto a la cinta.

Poca gente sabe que el gran clásico del cine de suspenso, El silencio de los inocentes (Demme, 1991), es en realidad una secuela. Y es menos conocido aún que las películas se fueron filmando en el orden en que fueron apareciendo las novelas de Thomas Harris que conformarían la Trilogía de Hannibal Lecter. Así pues, esta cinta fue el primer intento por adaptar la primera parte de la trilogía, El Dragón Rojo, misma que más tarde merecería un remake por el director Brett Ratner con Sir Anthony Hopkins en el papel de Lecter.
    A pesar de que Cacería humana paso prácticamente desapercibida en su momento, con un recibimiento pobre en taquilla y siendo condenada a transmitirse tarde por las noches en la televisión abierta, la crítica la ha elogiado siempre. Incluso hay quien ha dicho que es superior a El silencio de los inocentes.
    El agente del FBI Will Graham (William Petersen) tiene habilidades psicológicas extraordinarias que le permiten explorar la mente de los asesinos para comprender sus motivaciones y predecir sus crímenes. El último homicida capturado por Graham fue el psiquiatra caníbal, el Dr. Hannibal Lecktor (Brian Cox), y tratar de adentrarse en su mente retorcida casi significó para Will perder la cordura y la salud física. Ahora, el FBI requiere que Graham regrese de su retiro para atrapar a un asesino serial apodado “The Tooth Fairy (el Hada de los Dientes)”, un psicópata voyeurista que parece seleccionar a sus víctimas, a las que asesina brutalmente en las noches de luna llena dejándoles marcas de dientes, completamente al azar. En el transcurso de su investigación, Graham se ve obligado a recurrir buscando ayuda a la única persona con mayor habilidad que él para descifrar los acertijos de la mente criminal: el carismático aunque letal Dr. Lecktor.

    A pesar de que la peli no funcionó como se esperaba en su corrida original por las salas de cine, el mercado del video le ha ayudado a cavarse su propio nicho dentro del cine policiaco y granjearse una legión de leales fanáticos.
    Y no es para menos. Se trata de un thriller por demás efectivo con escenas que lo mantienen a uno al filo de la butaca. Con algunas fallas, por supuesto; pero en general toda la obra es bastante buena. Actuaciones sólidas, una dirección eficiente y arriesgada por momentos, y un ritmo envidiable.
    De hecho, una de las fallas de esta cinta es una que supongo que sufre desde la fuente original, la novela de Thomas Harris (francamente, no la he leído), y que tiene que ver con el argumento. Aunque sí es muy interesante y me mantuvo atento todo el tiempo, la verdad creo que es innecesariamente complicado. La clave para descubrir el patrón de los asesinatos perpetrados por el “Hada de los Dientes” es tan rebuscada que parece un recurso sacado de la manga, y lo peor es que no lo es. Durante una hora de película se le han dado al espectador los elementos para resolver el misterio de la mano de Graham, sólo que la narrativa llega a ser tan complicada que uno pudo fácilmente pasarlos por alto. Un guión “inteligente” no tiene por qué ser complicado.

    Otro de los elementos de esta cinta que me pareció no muy logrado son los efectos especiales, aunque en realidad la cinta requiere de pocos de ellos. Más que otra cosa, se trata de los clásicos balazos y salpicaduras de sangre, pero que si no son bien realizados siempre dejan ese incómodo sentimiento de irrealidad que puede distanciarnos de la cinta. En esta película los balazos y cortadas se ven bastante poco convincentes; pero se compensa con la escena de la inmolación de una de las víctimas del asesino.
    La música es muy interesante y realmente ayuda a crear, junto con una iluminación de corte expresionista que juega con altos contrastes de color y tenebrosos claroscuros, una atmósfera de suspenso que por momentos transmite una sensación asfixiante y claustrofóbica. Además de su partitura interesante y eficiente, la peli incluye varios temas cantados, al más puro estilo del pop ochentero, que la convierten en un digno representante del cine de su época. De antología la escena climática del enfrentamiento entre Will Graham y el “Hada de los Dientes”, una brutal golpiza, eficientemente coreografiada, al ritmo de la inmortal obra maestra de la música hippie, In A Gadda Da Vida.

    El punto más fuerte de esta cinta son, sin duda, las actuaciones. Aunque si antes se vio el remake dirigido por Ratner en 2002 el casting puede resultar un tanto bizarro, la verdad es que cada uno de los actores de esta cinta está muy bien en su papel.
    Por supuesto, es necesario hablar del personaje de Hannibal Lecktor pues tres cosas llaman la atención sobre él en esta cinta. Por principio de cuentas, la ortografía del nombre es diferente a la que se utilizó después, lo cual quizá no pasa de “anécdota curiosa” pero igual llamó mi atención.
    En segunda instancia, aunque esto es una característica que comparte con el Hannibal de la siguiente cinta, he de mencionar el breve tiempo que el personaje aparece en pantalla. De hecho, en esta cinta es un personaje meramente incidental y su participación en la trama se da de forma tangencial. Marcada la diferencia con la peli de Ratner en la que se le da un rol más protagónico, alentado por supuesto por el éxito comercial de El silencio de los inocentes y su secuela Hannibal (Scott, 2001).
    El tercer punto es el más obvio. Es extraño ver al Dr. Hannibal Lecter, personaje que elevó a Sir Anthony Hopkins al Olimpo del cine, interpretado por el escocés Brian Cox (William Stryker en la segunda película de X-Men). Cox ya había demostrado sus dotes histriónicas a lo largo de la década de los 70 actuando en películas para televisión, pero su verdadera gran oportunidad vino con esta cinta. Lástima que haya fracasado en taquilla. Aun así, la actuación de Cox fue considerada como sobresaliente por la crítica.

    Diferencias entre los dos Hannibal hay muchas, pues dos actores tendrán necesariamente dos aproximaciones diferentes al mismo personaje. Es como comparar el Hamlet de Lawrence Olivier con el de Kenneth Branagh; ninguno de los dos es mejor que el otro, son simplemente dos visiones del mismo personaje. En este caso en concreto, mientras que Lecter es más siniestro, malvado y perverso, Lecktor es más carismático y el terror que llega a producir en pantalla se basa más en su lucidez y su crueldad. Hay que ver ambas interpretaciones para decidirse por una, pues las dos son excelentes.
    Mención aparte se merece la interpretación de Tom Noonan (quien por alguna razón siempre es casteado para hacer papeles de criminal, siendo memorable como Cain en Robocop 2) como el “Hada de los Dientes”. Su trabajo actoral en esta cinta es más introspectivo y logra crear un personaje visualmente muy complejo gracias a sus gestos y ademanes, llenos de sutilezas y matices.
    Esta cinta es en verdad buena. No es un clásico de la cinematografía mundial ni nada por el estilo, pero es muy entretenida y logra mantener el suspenso a lo largo de sus dos horas de duración. Además, como ya lo mencioné arriba, el hecho de que sea otro actor quien interprete a Lecter la convierte en una verdadera curiosidad cinéfila.    
         

miércoles, 20 de marzo de 2013

TETSUO: EL HOMBRE DE HIERRO


TETSUO
También conocida en EE.UU. como Tetsuo: The Iron Man,
pero que en su natal Japón se llamó simplemente Tetsuo.

Shin’ya Tsukamoto, 1989

Ojalá hubiera visto antes esta película para poder incluirla en la lista de las diez más raras que he visto, supongo que quizá entre en la segunda parte. Esta cinta es bastante extraña en verdad. Su guión es bastante parco y casi carente de diálogo, y el tono que maneja hace que su trama parezca más confusa de lo que en realidad es. Si mezcláramos Cabeza borradora (Lynch, 1977) con La mosca (Cronenberg, 1986) y agregásemos una pizca de El exterminador (Cameron, 1984), me parece muy probable que el resultado se pareciera a esta cinta… De hecho, comienzo a pensar que quien la escribió hizo exactamente eso.
    La película comienza con un hombre, a quien los créditos se refieren sólo como The Metal Fetishist (Shin’ya Tsukamoto), quien se inserta desperdicios metálicos en el cuerpo con ayuda de una navaja de afeitar, según parece, produciéndose placer. En el frenesí que esto le causa, el hombre sale corriendo por la calle y es atropellado por otro, denominado Salary Man (Tomorowo Taguchi). Tiempo después, Salary Man es afectado por una extraña enfermedad que va convirtiendo su cuerpo en chatarra, misma que contrajo al ser atacado por una mujer infectada, quien a su vez se contagió al curiosear con una masa biomecánica, habitada por un homúnculo, que encontró en una estación del Metro. Una vez que la transformación de Salary Man se encuentra avanzada, descubre que el homúnculo habita en su cerebro y que está directamente relacionado con el Metal Fetishist, quien resulta no estar muerto y busca venganza… ¡Vaya si suena complicado!

    Hasta cierto punto agradezco que esta película dure solamente sesenta y siete minutos. No porque sea mala, todo lo contrario, creo que es una verdadera obra maestra; pero son varios los factores que influyen en que no sea soportable por demasiado tiempo.
    El primero de ellos, como ya lo hice notar, es la narrativa complicada que utiliza. Sirviéndose de muchos primeros planos y planos detalle y de una narración no lineal, el planteamiento de la historia nos es revelado casi hasta la mitad y que la peli dedica mucho tiempo a tomas cuya finalidad no es anecdótica sino atmosférica.
    En segunda instancia puedo señalar el ritmo. En esta cinta no hay tiempo para la contemplación ni para la explicación, el ritmo es frenético todo el tiempo y la edición es dura y hasta violenta; un poco simulando los cortes abruptos que resultan de hacer distintas grabaciones en una misma cinta de video. A este efecto también contribuye la sonorización, llena de estática y ruido que aumentan la sensación de estar viendo un video mal grabado.

    Asimismo, se pueden notar varios géneros y varios lenguajes conviviendo en esta cinta, como si cada uno continuara con lo que estaba diciendo el anterior. Principalmente se trata de una película de horror, pero mezclado con algo parecido a la ciencia ficción y que es aderezado en la última parte con un poco de cine de superhéroes; por no mencionar el montón de escenas sangrientas y de mal gusto que toman prestados elementos del cine gore más irreverente y que rematan la estética ya de por sí grotesca del filme.
    La película es bastante ecléctica en cuanto a los lenguajes que utiliza para su narrativa. En su mayor parte, como ya lo había señalado, se nota en ella una fuerte influencia de la obra maestra de David Lynch, Cabeza borradora (1977), en el sentido de que la peli está filmada en blanco y negro, con película de grano grueso y tomas con cámara en mano y fuera de foco. En este sentido toda la película, a excepción de algunas secuencias, adquiere un carácter de alucinación que la vuelve bastante terrorífica en algunos momentos.
    Además de lo anterior, el montaje febril y alocado de toda la cinta toma elementos del lenguaje del videoclip, de aquella época hace alrededor de treinta años cuando el video clip era una cosa experimental y casi underground; quiero decir que en esta cinta se nota a leguas la influencia de Mtv. Además, en las ya mencionadas secuencias tipo superhéroes, cual debe ser, la película utiliza el lenguaje del manga (que no del anime, pues no busca un look de dibujos animados, sino de material impreso). Así pues, la cinta busca parecerse a los cómics japoneses con los que no sólo comparte la nacionalidad, sino algunos tópicos.
    Finalmente, el conjunto de todos estos elementos constituye una película poderosa y que no se olvida fácilmente. Sin duda que será atractiva sólo para un sector reducido del público, pero ha logrado hacerse de un buen número de seguidores y es considerada una de las máximas representantes del Cyberpunk (subgénero de la ciencia ficción que se basa en distopías donde la tecnología convive y contribuye con la desintegración y decadencia sociales).

    Tetsuo generó dos secuelas que en general han sido bastante mal recibidas por los fans. Tetsuo II: Body Hammer (Tsukamoto, 1992) y Tetsuo: The Bullet Man (Tsukamoto, 2009), ambas filmadas en color y con un marcado interés comercial que les hizo perder su esencia (aunque la tercera parte es apreciada por su música) y le quitó lo original a la narrativa de Tsukamoto, además de que les granjeó el repudio de los seguidores más acérrimos de la primera cinta. En general no son consideradas malas películas, pero sí muy inferiores a la primera.
    El visionado de esta obra maestra es obligado para cualquier fan del cine de horror, de ciencia ficción o de las películas condenadamente raras. Debo insistir en que no es para todo el público, pero para los interesados seguramente resultará en una experiencia satisfactoria y emocionante.

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domingo, 17 de marzo de 2013

LOS RITUALES SATÁNICOS DE DRÁCULA


LOS RITUALES SATÁNICOS DE DRÁCULA
The Satanic Rites of Dracula

Alan Gibson, 1973

La productora británica Hammer Film Productions fue la encargada de revitalizar el género de terror en la década de los 50. Todos los monstruos clásicos, creados con inspiración del Romanticismo y ya inmortalizados en el celuloide por Universal Pictures dos décadas antes, como Drácula, la creatura de Frankenstein y el Fantasma de la Ópera, recibieron en su momento su tratamiento Hammer. Las cintas inglesas de tan icónicos personajes eran más violentas, más eróticas, más sangrientas y, en cierto modo, buscaban acercarse más a los elementos característicos de la Literatura Gótica… además de que estaban en Technicolor.
    Las primeras cintas de la Hammer como The Horror of Dracula (Fisher, 1958) y The Curse of Frankenstein (Fisher, 1957) son consideradas por muchos críticos como obras maestras del género. Estas cintas vieron nacer además una de las parejas más prolíficas del cine de terror: la de los actores Peter Cushing (1913-1994) y Christopher Lee (1927); generalmente este último haciendo gala de su estatura sobresaliente al interpretar a los monstruos (Drácula, la criatura de Frankenstein y Kharis, la momia, entre otros).
    El interés comercial hizo de cada uno de estos iconos del cine una franquicia y, en el transcurso de las siguientes dos décadas, las secuelas proliferaron como hongos. Al principio sí se tenía una continuidad y una cronología definidas, pero conforme fue pasando el tiempo las mandaron al diablo. Los argumentos y los guiones eran cada vez más débiles y se apoyaban cada vez más en escenas exageradamente sangrientas y desnudos gratuitos.

    Esta película es un ejemplo de esas cintas de calidad dudosa de la última etapa de Hammer, apenas unos años antes de que la productora quebrara.
    La trama cuenta el caso de una unidad de Scotland Yard que, siguiendo la pista de un acaudalado aristócrata sospechoso de varias desapariciones, se encuentra con una secta satánica practicante del vampirismo y que realiza sacrificios humanos. Pero eso no es lo peor, sino que la secta es apenas un pequeño grupo de personas que buscan darle poder a su amo Drácula (Christopher Lee), quien ha fraguado un nuevo plan para apoderarse del mundo.
    Así es, esta película no puede ser mejor de lo que suena. No es, ni de chiste, tan mala como otras tantas de Drácula que he visto; pero tampoco es siquiera la sombra de lo que fueron las primeras películas de este personaje producidas por la Hammer. Hay, como siempre, una gran química en pantalla entre Lee y Cushing, el guión es moderadamente bueno y en general la película está bien contada.
    Algo que le ayuda mucho a esta cienta y que la aleja de ser un melodrama ramplón más es el préstamo que toma de otros géneros para enriquecer su narrativa. Sí, es una película de horror, pero toma además elementos del thriller policiaco, del cine de acción e incluso de la ciencia ficción.

    El erotismo que en las primeras producciones de Hammer, apegándose al espíritu gótico, permanecía más bien velado, en esta película es bastante “barato” e inmediato. La primera (y única, de hecho) escena topless de la película aparece antes de los primeros diez minutos. Además, hay por ahí varias escenas con sugerencias lésbicas que por su ingenuidad y pobre factura (… y sus vaporosos vestidos de tul) me recordaron mucho a Santo vs las Mujeres vampiro (Corona Blake, 1962).
    En general, creo que esta película bebe mucho de la fuente del cine italiano de los 60’s y 70’s. El soundtrack tiene ese tono guapachoso y psicodélico tan característico del cine de acción europeo de la época. Hay en esta cinta varias escenas de persecuciones automovilísticas que se ven simplemente deliciosas con dicha musicalización. Imaginen un auto compacto perseguido por dos cíngaros en motocicletas a través de Picadilly Circus… ¡Con esa música!
    Ya que entré en ese rubro, he de decir que las escenas de acción están decentes. No son particularmente buenas, pero tienen algunos stunts bastante impresionantes, balazos, sangre y vidrios rotos. Además de que no pude dejar de notar que en esta cinta la secta que adora a Drácula es la primera en utilizar un ejército de clones a la Star Wars; si no, ¿por qué todos los cíngaros se ven iguales? No fueron tan tacaños como para contratar a sólo dos actores y hacerlos parecer veinte… ¿O sí, Hammer Films?
    Ante tan terribles sucesos, Scotland Yard contacta al experto Van Helsing (Peter Cushing, como siempre) para ayudar con la investigación. ¿No es genial, además de harto conveniente, que siempre haya en Londres un descendiente de Abraham Van Helsing experto en el vampirismo? Quiero decir, ¿nadie de la familia Van Helsing se interesó por la Contaduría o Mercadotecnia? Digo, qué alivio para la humanidad, pero aun así no deja de ser curioso.

    Y ya que hablamos de la pobre humanidad ¿cuál es el plan de Drácula para dominar al mundo? El malvado Rey de los Vampiros tiene a un renombrado biólogo, ganador del Premio Nobel, trabajando para él en el cultivo de una cepa aún más letal y más rápida de la peste bubónica, misma que piensa liberar para secuestrar países y otras actividades megalómanas corrientes.
    Lo que es genial es la escena en la que podemos ver los efectos de esta súper-peste. El infectado comienza a desarrollar llagas y pústulas en toda su piel… se ve perfectamente que son apliques e látex, pero gracias a la iluminación de la escena y la actuación de la víctima se ven creíbles.
    Esta es considerada la última gran y verdadera película de terror de los estudios Hammer, y es fácil ver por qué. A pesar de que los valores de producción no decaen en momento alguno, es bastante claro que el público había cambiado y, después de los trabajos de Hitchcock y Argento, los fobocinéfilos buscaban emociones más fuertes y tramas más complejas y más psicologistas de lo que Hammer podía ofrecer y se esforzó en imitar.

SPOILER: Lo que sigue sin encantarme es la forma en que son destruidos los vampiros en esta cinta. Aunque sí respetan las reglas tradicionales para la destrucción de los no-muertos es cierto que, quizá por la falta de ideas, se fueron por las más impopulares.
     Las concubinas de Drácula son exterminadas al activar un aspersor contra incendios, ya que según algunas tradiciones, el agua daña a los vampiros. O sea que, de haberlo querido, la señora de la limpieza pudo acabar con ellas hacía mucho tiempo.
    Y el mismísimo Drácula es detenido por una zarza del árbol con el que se hizo la corona de Cristo (mis conocimientos en botánica son ridículamente pobres), para después recibir una estaca en el corazón. Es curioso que el atravesar el corazón del vampiro con una estaca sea considerado un método definitivo para detenerlo, cuando casi toda la literatura advierte que este procedimiento no mata al vampiro, sino que sólo lo detiene. ¡Qué más da! Así hay pretexto para hacer más secuelas… o no, porque la Hammer cerró y permaneció inactiva desde 1976 hasta 2010.

martes, 12 de marzo de 2013

PARÁSITO


PARÁSITO (T. del A.)
Parasite

Andrew Pendergast, 2003

Favor de no confundir esta cinta de “horror”, ciencia ficción e ínfimo presupuesto con su homónima Parasite de 1982; una película de “horror”, ciencia ficción e ínfimo presupuesto que marcó el debut cinematográfico de Demi Moore, y que al lado de esta parece Bergman.

Generalmente cuando veo películas hay veces que lo que veo es tan malo que ni siquiera merece una crítica. He dejado pasar películas sin reseñar porque en verdad me parece que no vale la pena hablar de ellas, no son malas y divertidas como Freddy vs Jason (Yu, 2004) ni tan malas que se vuelven buenas como Plan 9 del espacio exterior (Wood, 1959), sino que simplemente son mediocres, malas y aburridas.
    Pero el caso de esta cinta es diferente. Muy pocas veces en mi vida he visto películas que pueda calificar con los epítetos “terrible”, “desastrosa” o “inconmensurable pérdida de tiempo”, pero esta cinta sin duda lo es; y es por eso que sentí como un compromiso con mis lectores el advertirles sobre ella. En verdad, no es mala, sino malísima; sí terminé de verla, pero ya contaba los minutos para que se terminara.
    Un equipo de técnicos es enviado a una plataforma petrolera abandonada para probar una enzima experimental diseñada para limpiar derrames petroleros. Por accidente, la enzima es rociada sobre un grupo de gusanos que debido a esto mutan, alcanzando proporciones gigantescas. Aunque, según como lo explica la científica “sexy” de la película, estos gusanos no son depredadores, necesitan cuerpos humanos para depositar en ellos sus huevos. Por si esto fuera poco, un grupo de eco-terroristas secuestran la plataforma petrolera y a sus ocupantes.

    ¿Por dónde empezar? Casi no puedo encontrarle aciertos a esta película, parece broma pero prácticamente todo está mal en ella. Así pues, iré punto por punto.
    El guión parece haber sido escrito por un muchacho de secundaria… y uno no muy brillante, por cierto. Está plagado de lugares comunes, de personajes a medio trazar, huecos y elementos sacados de la manga. Quizá quien lo escribió no fue un escolapio, sino un mago chafón, de ésos a los que se les ven los trucos desde la última fila, pero tratan de disimular con falsa simpatía. Padeciendo de esto mismo, los diálogos son bastante malos, algunos son tan falsos y prefabricados que parece que los sacaron de una tarjeta de San Valentín.
    Las actuaciones son lamentables. Lo que es muy interesante es que los (impunemente así llamados) actores son a todas luces británicos, pero en varias escenas tratan de fingir el acento americano y después lo olvidan, y luego lo retoman… ¡Un verdadero caos! Los actores dicen sus diálogos como si fuera la primera vez que los leyeran (quizá así fue) y sin ninguna emoción, o con una emoción exagerada que bota completamente; en verdad, he visto Pornstars que actúan mejor.

    La musicalización es prácticamente nula. No porque no haya música, sino porque, irónicamente, hay demasiada. Así es. Casi durante toda la película hay música (muy probablemente de stock) en las escenas; pero como es constante, está en un volumen bajo y no utiliza ningún leit motiv reconocible, es más lo que estorba que lo que apoya al desarrollo de la peli.
    Por supuesto, dejé lo peor para el final: Los efectos especiales… si es que se les puede llamar así.
    Los monstruos de algunas películas, como el jabalí mutante en el que se transforma el villano Anton Arcane al final de La cosa del pantano (Craven, 1981) o el cíclope de Santo y Blue Demon contra los monstruos (1969), dan risa; la risa malsana de ver a alguien que pudo haberlo hecho mejor hacer el ridículo por su mediocridad. Pero los “monstruos” de esta peli más bien dan pena y un poco de lástima… como ver a un anciano caerse en la calle.
    Y es que los dichosos parásitos son uno de los peores casos d abuso del CGI que he visto en la vida. No tengo nada en contra de los efectos por computadora, pero parece que los productores pensaron “¿para qué hacemos puppets si podemos hacer los gusanos por computadora?”. En ese caso, por lo menos los hubieran hecho bien; creo que los gráficos del Nintendo 64 se veían más reales que las alimañas de esta cinta… ¡Caray! Creo que un calcetín con ojos locos pegados me hubiera dado más miedo.

    Ahora bien, ¿Qué no tienen presupuesto para hacer unos monstruos convincentes? Está bien. ¿Qué no hay presupuesto para contratar actores de verdad? De acuerdo, se entiende; pero ¿no tener presupuesto para siquiera construir maquetas? ¡Eso ya es el colmo señores! En vez de hacer una maqueta de la plataforma petrolera y del helicóptero que aparecen en la cinta, vamos, en vez de usar malditas imágenes de stock, los productores decidieron que el mismo inepto que no pudo hacer gusanos en CGI hiciera una plataforma y un helicóptero digitales. Sobra decir que se ven terribles.
    ¡Ni siquiera las explosiones son reales! También se trata de imágenes generadas por computadora. Finalmente, el colmo de los colmos: Las escenas en el interior del helicóptero no fueron filmadas en tal, sino en una SUV con paneles de foamboard y lamparitas rojas, por favor, si no se tiene presupuesto al menos hay que tener dignidad.
    Y así concluyo esta crítica que, más que tal, debería entenderse como una advertencia a la comunidad cinéfila. Por favor, háganle un favor a la humanidad y no vean esta “película”. Es tan mala que ya hizo que comenzara a referirme a Parasite (Band, 1982), el apenas soportable churro con Demi Moore del que hablé arriba, como “Parasite, la buena”.

MORALEJA: No vuelvo a comprar DVD’s de la mesa de “un dólar pieza”.



lunes, 4 de marzo de 2013

LAS 7 PUERTAS DEL INFIERNO



LAS 7 PUERTAS DEL INFIERNO
Que en EE.UU. fue más conocida como The Beyond,
Pero que en Italia originalmente se llamó … E tu vivrai nel terrore! L’aldilá (que no sé qué signifique porque nunca aprendí italiano)

Lucio Fulci, 1981

Antes de comenzar con esta reseña, he de aclarar que imdb.com reconoce tres cortes diferentes de esta cinta: La versión distribuida internacionalmente, de 82 minutos de duración; la versión estadounidense cortada para conseguir la clasificación R, de 80 minutos de duración y la versión original italiana de 87 minutos de duración. La versión que yo vi fue la de 82 minutos.
El maestro de las películas italianas de zombies, Lucio Fulci, presenta esta obra en la que se nota cierta influencia del cine de Dario Argento, pero obviamente sin la misma calidad. No es una peli particularmente buena, con sus malas actuaciones, sus efectos especiales exagerados y su guión lleno de agujeros, además de que es demasiado parecida a la obra anterior de Fulci, La ciudad de los muertos vivientes (1981); pero tiene muchos momentos disfrutables y llega a ser bastante siniestra en algunas escenas.
    Liza Merrill (Catherine MacColl, nombre verdadero Catriona MacColl), una joven y ambiciosa mujer promedio neoyorquina, hereda el hotel Siete puertas en Louisiana. El hotel fue abandonado sesenta años atrás luego del linchamiento de un pintor, acusado de practicar brujería, que se alojaba ahí. Ahora, mientras Liza dirige los trabajos de remodelación que pondrán al hotel de nuevo en funcionamiento; sin embargo, éstos se ven retrasados por una serie de sangrientos e inexplicables accidentes que develarán un secreto aún más terrible: ¡Que el hotel fue construido sobre una de las Siete Puertas del Infierno!

    Así es. La trama resulta uno de los lugares más comunes en el cine de horror, así que ya podemos ir descartando el argumento como uno de los puntos fuertes de la película. De hecho, como ya mencioné, el guión es bastante débil y por momentos parece sostenido por alfileres. Algo que me pareció curioso en extremo al estar viendo esta peli, es que comienza siendo una pieza de horror sobrenatural con elementos góticos inspirados en Poe y Lovecraft pero, inexplicablemente, termina siendo en sus últimos quince minutos una película de zombies con balazos y acción.
    Aún no he podido identificar exactamente qué es. No sé si será la música, la fotografía, las locaciones, la actuación, los efectos especiales o la combinación de todos esos elementos, pero hay algo simplemente delicioso en el cine italiano de horror de los 70’s y 80’s. Algo que lo hace único e irrepetible y que transmite ese sentimiento de que, aunque las cintas estén dobladas al inglés de origen y los actores usen pseudónimos en el mismo idioma para pasar por estadounidenses, estamos viendo una peli italiana de horror.

    Ya desde el prólogo de la cinta se nos anuncia lo que vendrá después, pues la primera muerte es el linchamiento de un artista al que clavan en la pared de su cuarto para después derretirle la cara con ácido. Después de ésta, las diferentes muertes que se muestran en la película van siendo cada vez más y más grotescas, desde un plomero cuyos ojos son sacados por las garras de un zombie hasta un hombre devorado vivo por tarántulas, pasando por una niña zombie a la que le vuelan la cabeza de un tiro.
    Hay que decirlo: los efectos especiales no son los mejores, pero sin duda eran bastante promedia para su época; nada que no se resolviera con látex y borbotones y borbotones de sangre artificial. A pesar de todo, la puesta en escena de tan violentas escenas es de lo más ingenioso y resulta bastante efectiva; además de que si algo se agradece en este tipo de películas es que las escenas de muerte, por lo menos, sean creativas.

    En realidad la peli es bastante entretenida. No es una obra maestra, ni siquiera para su género, pero tiene momentos muy memorables, la ambientación es bastante adecuada y en todo su conjunto es una cinta de horror bastante decente. Curiosamente, se cae un poco hacia el final, cuando aparecen de lleno los zombies.
    Y de hecho, la secuencia final sí es bastante impactante. Gracias a una vuelta de tuerca en el argumento que se ve venir desde una cuadra antes, el final resulta atípico y bastante lúgubre.
    En conclusión, una cinta divertida y efectiva que no tiene mayor pretensión que entretener y espantar un tanto; no tiene nada de particular, pero tampoco es mala. La verdad sea dicha, si no se es un verdadero fanático del género de zombies, uno se puede abstener de esta cinta sin culpa alguna.