Translate

viernes, 11 de diciembre de 2015

VICTOR FRANKENSTEIN. Diseccionando al hombre detrás del monstruo


VÍCTOR FRANKENSTEIN
Victor Frankenstein

Paul McGuigan, 2015

Creo que poco se imaginaba la autora británica del Romanticismo Mary W. Shelley que su obra cumbre, Frankenstein o el moderno Prometeo, se convertiría no sólo en material de incontables adaptaciones a otros medios artísticos; sino en un referente clave de la cultura universal.
    Podemos tener la seguridad de que en algún país del mundo, con exorbitantes o paupérrimos presupuestos, en toda variedad de géneros y apegándose más o menos al texto de Shelley, pero cada año hay por lo menos una película inspirada por la historia de un joven y ambicioso científico y la criatura a la que logró darle vida por medios contranaturales.


    En esta ocasión, la versión fílmica se toma copiosas libertades con respecto a la fuente literaria. La película cuenta la historia de Igor (Daniel “Harry Potter” Radcliffe)[1], un jorobado payaso de circo con un inexplicable talento para la Medicina —me pregunto cómo habrá aprendido a leer, para empezar—, quien es liberado de la vida de maltratos que llevaba por el carismático y verborreico estudiante Víctor Frankenstein (el siempre genial James McAvoy). Sin embargo, la ayuda de Frankenstein no es desinteresada, pues pretende que Igor lo ayude en sus heterodoxos experimentos, mediante los cuales pretende crear vida a partir de material orgánico muerto. Por supuesto, la investigación tomará un rumbo peligroso cuando el detective Turpin (Andrew Scott) se inmiscuye en ella y encuentra la debilidad de Igor, la bella trapecista Lorelei (Jessica Brown Findlay, a quien seguramente recuerdan como la hija desobediente en Downton Abbey); además de las vicisitudes propias de jugar con fuerzas más allá del control humano como la vida y la muerte.
    En general, esta cinta me dio la impresión de ser un pastiche bien armado. Aunque se anuncia con un título que hace referencia directa a la obra de Shelley, apenas si guarda relación con ésta y toma todo el asunto de la re-animación más como pretexto para disertar sobre la excéntrica personalidad de Frankenstein, la cual, de igual manera, es bastante alejada a la del personaje original.


    Lo que me lleva al punto álgido de esta crítica. Esto no es Frankenstein. Es Sherlock Holmes. Lo primero que salta a la vista es que la anécdota no se ubica en el Romanticismo, como en el texto original, sino que la sitúan en la tan popular actualmente Era Victoriana, casi cien años después, y no sucede en Alemania, sino en Inglaterra.
    En segunda instancia, puedo mencionar que la relación entre Igor y Frankenstein es mucho más cercana a la relación Watson-Holmes que a... básicamente cualquier otra relación de compañeros que le haya visto a Víctor Frankenstein en cualquier otra adaptación fílmica.


    Ahora bien, el personaje de Víctor Frankenstein como tal me parece que bebe de dos fuentes:  En primera instancia está el ya mencionado Sherlock Holmes, pues si bien su uso del Método deductivo fue dejado fuera, su encantador cinismo, su verborrea derivada de la adicción a la cocaína y hasta sus conocimientos de Bartitsu pasaron intactos al personaje de McAvoy. En segundo lugar, en cuanto a su aspecto físico, el vestuario y su caracterización en general me recuerdan muchísimo al Víctor Frankenstein interpretado por Raul Julia en la que fuera la última peli dirigida por Roger Corman: Frankenstein perdido en el tiempo (1990).
    Oigan, pues hasta la pantalla del título es la misma que en las películas de Sherlock Holmes de Guy Ritchie, ¿no?
    ¡Ah! y también esperen inconsistencias históricas y utilería con pátina... ¿Por qué las fotos se ven quemadas por el sol? ¿Por qué el instrumental se ve antiguo? ¿No se supone que en aquella época deberían verse nuevas? 


    En fin, la cinta hace montones de referencias a versiones previas de Frankenstein. Por supuesto, hay guiños a Frankenstein (Whale, 1931) y La novia de Frankenstein (Whale, 1935); pero el laboratorio con turbinas gigantescas me recordó a La maldición de Frankenstein (Fisher, 1957) y la subsecuente saga que sobre el personaje produjera la Hammer. Asimismo, estéticamente hay muchas similitudes con versiones más recientes —o digamos no tan viejas, pues— como la ya mencionada cinta de Corman o Frankenstein, de Mary Shelley (Brannagh, 1994). ¡Ah! Y también hay guiños a La isla del Dr. Moreau… a la novela, más que a las películas.
    De la película de Brannagh pude notar la famosa toma de la Creatura, antes de ser reanimada, izándose sobre la cámara y la música. La música tiene ese tono épico de la cinta de 1994; pero sin llegar a la grandilocuencia romántica de la partitura de Patrick Doyle. En general, la música suena como a “queremos que tenga loa fuerza de la música de Doyle, pero sin piratearnos directamente a Doyle”.


    Creo que Víctor Frankenstein tiene dos elementos sobresalientes. El primero de ellos sería la actuación. Hoy por hoy, me parece que Radcliffe es uno de los mejores talentos de su generación y, honor a quien honor merece, a pesar de mis burlas y que me encanta ponerle apodos, ha logrado quitarse el estigma de Harry Potter. McAvoy siempre me ha parecido bueno desde que lo conocí en la miniserie del —en aquel entonces así escrito— Sci Fi Channel, Children of Dune (2002) y sólo ha logrado convencerme más de sus capacidades con sus interpretaciones del joven Profesor X en X-Men: Primera generación (Vaughn, 2011) y X-Men: Días del futuro pasado (Synger, 2014). Además, la química que ambos actores logran en pantalla es increíble.


    Y el segundo elemento es el diseño de la Creatura. A pesar de que la película no está tan directamente basada en la novela de Mary Shelley, el aspecto del monstruo que aparece en pantalla es lo más cercano que he visto hasta la fecha a lo que describió la autora. Excepto por que la Creatura de la novela tenía una matota negra y ésta de la película esta pelona; pero por lo demás me gustó mucho su interpretación. Aunque… ¿soy el único al que le pareció que la escena en la que la Creatura cobra vida es sospechosamente similar a la pelea con el alien híbrido en Alien: Resurrección (Jeunet, 1997), digo, hasta el monstruo se parece.


    También me gustó el “Chimpenstein” (cariñoso apodo que le acabo de inventar), el primer experimento de Frankenstein e Igor con la reanimación. Me gustó sobre todo que, si bien para las escenas de cuerpo completo utilizaron CGI, los primeros planos fueron filmados con un puppet, y en general la película favorece la utilización de efectos físicos y maquillaje por sobre los efectos digitales, y el CGI que usan es bueno.   
    En conclusión, creo que no es la mejor adaptación de Frankenstein, pero tampoco es la peor. Y, en realidad, no creo que ése sea su objetivo. Creo que más bien intentaron hacer un thriller de aventuras que tomara elementos de Frankenstein, y en ese sentido tuvieron éxito. La película se disfruta y tiene algunos chistoretes bastante efectivos —las notas de Frankenstein en el epílogo son geniales— y el guión escrito por Max Landis —sí, adivinaron, hijo de John—; pero no voy a mentir, si no la ve uno tampoco creo que se pierda de nada.



PARA LA TRIVIA: En Frankenstein, de Mary Shelley aparecen Kenneth Branagh, John Cleese, Robert Hardy y Helena Bonham Carter. Todos ellos han compartido la pantalla con Daniel Radcliffe en las películas de Harry Potter.






[1] Personaje que no sólo no aparece en el libro, sino que ni siquiera aparece en la clásica Frankenstein de James Whale (1931) ni su secuela, La novia de Frankenstein (Whale, 1935) ... pero estoy siendo purista y mamón, la idea de que Frankenstein tiene un asistente jorobado está presente desde la cinta de 1931.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario