VÍCTOR FRANKENSTEIN
Victor Frankenstein
Paul
McGuigan, 2015
Creo
que poco se imaginaba la autora británica del Romanticismo Mary W. Shelley que
su obra cumbre, Frankenstein o el moderno
Prometeo, se convertiría no sólo en material de incontables adaptaciones a
otros medios artísticos; sino en un referente clave de la cultura universal.
Podemos tener la seguridad de que en algún
país del mundo, con exorbitantes o paupérrimos presupuestos, en toda variedad
de géneros y apegándose más o menos al texto de Shelley, pero cada año hay por
lo menos una película inspirada por la historia de un joven y ambicioso
científico y la criatura a la que logró darle vida por medios contranaturales.
En esta ocasión, la versión fílmica se toma
copiosas libertades con respecto a la fuente literaria. La película cuenta la
historia de Igor (Daniel “Harry Potter” Radcliffe)[1], un jorobado payaso de
circo con un inexplicable talento para la Medicina —me pregunto cómo habrá
aprendido a leer, para empezar—, quien es liberado de la vida de maltratos que
llevaba por el carismático y verborreico estudiante Víctor Frankenstein (el
siempre genial James McAvoy). Sin embargo, la ayuda de Frankenstein no es
desinteresada, pues pretende que Igor lo ayude en sus heterodoxos experimentos,
mediante los cuales pretende crear vida a partir de material orgánico muerto. Por
supuesto, la investigación tomará un rumbo peligroso cuando el detective Turpin
(Andrew Scott) se inmiscuye en ella y encuentra la debilidad de Igor, la bella
trapecista Lorelei (Jessica Brown Findlay, a quien seguramente recuerdan como
la hija desobediente en Downton Abbey);
además de las vicisitudes propias de jugar con fuerzas más allá del control
humano como la vida y la muerte.
En general, esta cinta me dio la impresión
de ser un pastiche bien armado. Aunque se anuncia con un título que hace
referencia directa a la obra de Shelley, apenas si guarda relación con ésta y
toma todo el asunto de la re-animación más como pretexto para disertar sobre la
excéntrica personalidad de Frankenstein, la cual, de igual manera, es bastante
alejada a la del personaje original.
Lo que me lleva al punto álgido de esta
crítica. Esto no es Frankenstein. Es Sherlock Holmes. Lo primero que salta a
la vista es que la anécdota no se ubica en el Romanticismo, como en el texto
original, sino que la sitúan en la tan popular actualmente Era Victoriana, casi
cien años después, y no sucede en Alemania, sino en Inglaterra.
En segunda instancia, puedo mencionar que
la relación entre Igor y Frankenstein es mucho más cercana a la relación
Watson-Holmes que a... básicamente cualquier otra relación de compañeros que le
haya visto a Víctor Frankenstein en cualquier otra adaptación fílmica.
Ahora bien, el personaje de Víctor
Frankenstein como tal me parece que bebe de dos fuentes: En primera instancia está el ya mencionado
Sherlock Holmes, pues si bien su uso del Método deductivo fue dejado fuera, su
encantador cinismo, su verborrea derivada de la adicción a la cocaína y hasta
sus conocimientos de Bartitsu pasaron intactos al personaje de McAvoy. En
segundo lugar, en cuanto a su aspecto físico, el vestuario y su caracterización
en general me recuerdan muchísimo al Víctor Frankenstein interpretado por Raul
Julia en la que fuera la última peli dirigida por Roger Corman: Frankenstein perdido en el tiempo (1990).
Oigan, pues hasta la pantalla del título es
la misma que en las películas de Sherlock Holmes de Guy Ritchie, ¿no?
¡Ah! y también esperen inconsistencias históricas y utilería con pátina... ¿Por qué las fotos se ven quemadas por el sol? ¿Por qué el instrumental se ve antiguo? ¿No se supone que en aquella época deberían verse nuevas?
En fin, la cinta hace montones de
referencias a versiones previas de Frankenstein. Por supuesto, hay guiños a Frankenstein (Whale, 1931) y La novia de Frankenstein (Whale, 1935);
pero el laboratorio con turbinas gigantescas me recordó a La maldición de Frankenstein (Fisher, 1957) y la subsecuente saga
que sobre el personaje produjera la Hammer. Asimismo, estéticamente hay muchas
similitudes con versiones más recientes —o digamos no tan viejas, pues— como la
ya mencionada cinta de Corman o Frankenstein,
de Mary Shelley (Brannagh, 1994). ¡Ah! Y también hay guiños a La isla del Dr. Moreau… a la novela, más
que a las películas.
De la película de Brannagh pude notar la
famosa toma de la Creatura, antes de ser reanimada, izándose sobre la cámara y
la música. La música tiene ese tono épico de la cinta de 1994; pero sin llegar
a la grandilocuencia romántica de la partitura de Patrick Doyle. En general, la
música suena como a “queremos que tenga loa fuerza de la música de Doyle, pero
sin piratearnos directamente a Doyle”.
Creo que Víctor Frankenstein tiene dos elementos sobresalientes. El primero
de ellos sería la actuación. Hoy por hoy, me parece que Radcliffe es uno de los
mejores talentos de su generación y, honor a quien honor merece, a pesar de mis
burlas y que me encanta ponerle apodos, ha logrado quitarse el estigma de Harry
Potter. McAvoy siempre me ha parecido bueno desde que lo conocí en la miniserie
del —en aquel entonces así escrito— Sci Fi Channel, Children of Dune (2002) y sólo ha logrado convencerme más de sus
capacidades con sus interpretaciones del joven Profesor X en X-Men: Primera generación (Vaughn, 2011)
y X-Men: Días del futuro pasado
(Synger, 2014). Además, la química que ambos actores logran en pantalla es
increíble.
Y el segundo elemento es el diseño de la
Creatura. A pesar de que la película no está tan directamente basada en la
novela de Mary Shelley, el aspecto del monstruo que aparece en pantalla es lo
más cercano que he visto hasta la fecha a lo que describió la autora. Excepto
por que la Creatura de la novela tenía una matota negra y ésta de la película
esta pelona; pero por lo demás me gustó mucho su interpretación. Aunque… ¿soy el
único al que le pareció que la escena en la que la Creatura cobra vida es
sospechosamente similar a la pelea con el alien híbrido en Alien: Resurrección (Jeunet, 1997), digo, hasta el monstruo se
parece.
También me gustó el “Chimpenstein”
(cariñoso apodo que le acabo de inventar), el primer experimento de
Frankenstein e Igor con la reanimación. Me gustó sobre todo que, si bien para
las escenas de cuerpo completo utilizaron CGI, los primeros planos fueron
filmados con un puppet, y en general la película favorece la utilización de efectos
físicos y maquillaje por sobre los efectos digitales, y el CGI que usan es
bueno.
En conclusión, creo que no es la mejor
adaptación de Frankenstein, pero
tampoco es la peor. Y, en realidad, no creo que ése sea su objetivo. Creo que
más bien intentaron hacer un thriller de aventuras que tomara elementos de Frankenstein, y en ese sentido tuvieron
éxito. La película se disfruta y tiene algunos chistoretes bastante efectivos
—las notas de Frankenstein en el epílogo son geniales— y el guión escrito por
Max Landis —sí, adivinaron, hijo de John—; pero no voy a mentir, si no
la ve uno tampoco creo que se pierda de nada.
PARA LA TRIVIA: En Frankenstein, de Mary Shelley aparecen
Kenneth Branagh, John Cleese, Robert Hardy y Helena Bonham Carter. Todos ellos
han compartido la pantalla con Daniel Radcliffe en las películas de Harry
Potter.
[1] Personaje que no sólo no aparece en el libro, sino que ni siquiera
aparece en la clásica Frankenstein de
James Whale (1931) ni su secuela, La
novia de Frankenstein (Whale, 1935) ... pero estoy siendo purista y mamón,
la idea de que Frankenstein tiene un asistente jorobado está presente desde la
cinta de 1931.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario