ALIEN:
EL OCTAVO PASAJERO
Alien
Ridley Scott, 1979
Existen
dos versiones oficiales de esta película: La edición original de cine de 1979 y
la Edición del 25 Aniversario. La diferencia son cerca de cinco minutos de
escenas extendidas y reinsertadas que habían quedado fuera del corte original,
algunas de las cuales, como la toma extendida de la muerte de Brett (Harry Dean
Stanton) o Ripley (Sigourney Weaver) bajando al compartimiento de carga donde
el alien ha empezado a construir su nido,
se habían convertido prácticamente en leyenda urbana entre los fans.
¿Qué pasa cuando alguien se
toma en serio una película de serie B y dice: “de acuerdo, vamos a hacer esto,
pero lo vamos a hacer bien”? Pues surge un clásico como Star Wars (Lucas, 1977), Cazadoresdel Arca Perdida (Spielberg, 1981) o Alien:
el octavo pasajero. Me atrevo a decir que desde que H.P. Lovecraft
escribió, nadie había vuelto a integrar de forma tan armónica la Ciencia
Ficción con el Terror Gótico.
A título muy personal comentaré además que
ésta debe ser una de las cinco películas más influyentes en mi vida. La vi por
primera vez cuando tenía siete años, una tarde nublada en Canal Cinco… y de ahí
pa’l real. Recuerdo que me asustó, al mismo tiempo que me fascinó e intrigó.
La tripulación del carguero espacial
Nostromo es despertada del hipersueño durante su viaje de regreso a la Tierra
para responder una señal de auxilio en un planetoide desconocido. Al
descender en dicho lugar, Kane (el
siempre genial John Hurt) es utilizado como huésped por un parásito
extraterrestre que se gesta dentro del cuerpo humano y que aumenta su tamaño
minuto a minuto. Uno a uno, los tripulantes de la Nostromo irán cayendo presas
de la criatura que parece haber evolucionado con el único objetivo de aniquilar
a la raza humana —y según nos revelaría más tarde Prometeo (Scott, 2012), así fue—.
La génesis de esta película comienza cuando
el guionista Dan O’Bannon, luego de producir y estelarizar su película Dark Star (Carpenter, 1975) una comedia
ramplona de Ciencia Ficción, se hospedaba en casa de su amigo, el también
guionista y director teatral Ronald Shusett. De hecho, O’Bannon se encontraba
recuperándose después de su estadía en una clínica psiquiátrica a raíz del
colapso nervioso que sufrió cuando su proyecto de adaptar el clásico de Ciencia
Ficción, Dune, a la pantalla grande en una película dirigida por Alejandro
Jodorowsky fracasara. O’Bannon retomó un
borrador que había comenzado a escribir en el sanatorio y comenzó a convertirlo
en lo que sería su próxima película que, en aquel entonces, se titulaba Star Beast.
La idea original del guión era la de una
película de serie B, mezcla de Ciencia Ficción y horror, llena de escenas
sangrientas y desnudos. O’Bannon llevaba varios meses trabajando en su texto,
pero sentía que aún le faltaba “punch”, alguna característica única que le
diera identidad a la película.
Fue entonces cuando, cierta noche de insomnio,
Shusett se encontraba viendo televisión y sintonizó casualmente un documental
sobre cierta especie de avispa que utiliza su aguijón para inocular a las
catarinas con los embriones de sus propias crías. Las crías van devorando a la
catarina desde adentro hasta que destrozan el exoesqueleto de su huésped.
Shusett quedó fascinado con la idea y le sugirió a O’Bannon que la incluyera en
su guión.
O’Bannon reescribió toda la película
tomando como eje central la idea del parásito que se gesta dentro del cuerpo
humano y después trató de vender su guión a las mayores casas productoras,
quienes lo rechazaron. Únicamente el legendario productor de películas de bajo
presupuesto, Roger Corman, mostró interés por el guión de Star Beast. Corman se apalabró con O’Bannon para comprar su guión,
aunque los meses pasaron y no había adelantos en las negociaciones.
Finalmente, O’Bannon recibió una llamada de
la oficina de Corman confirmándole que querían comprar su guión, pero que el pago
se demoraría una quincena más y que preferían firmar el contrato con él hasta
que tuvieran el dinero listo.
Mientras tanto, la Twentieth Century Fox
vivía una época de bonanza y gran esplendor económico gracias al inesperado
éxito de Star Wars (Lucas, 1977). Los
ejecutivos de la casa productora presionaban a los productores para que
hicieran más películas de Ciencia Ficción y así aprovechar la racha; sin
embargo, no había guiones del género disponibles y todos los guionistas de
planta de la compañía estaban ocupados en otros proyectos. Fue entonces que los
productores Gordon Caroll y Walter Hill desempolvaron un guión titulado Star Beast que habían rechazado con
anterioridad. Al ser el único guión con una nave espacial en él, se convirtió
en el proyecto de ambos productores para cumplir con las exigencias de la Fox.
Así pues, la Fox contactó a O’Bannon días
antes de que éste cerrara el trato con New Concorde Pictures (la compañía de
Corman), ofreciéndole una cantidad muy superior de dinero por su guión, además
de producirlo con un presupuesto de Serie A. Caroll y Hill reescribieron el
guión de O’Bannon dándole un tratamiento más “maduro” y menos grandilocuente…
menos de serie B, pues. Desde entonces ha habido muchas discusiones al
respecto, pues O’Bannon aseguraba que los productores habían arruinado su
guión, mientras que éstos alegaban que el guión original era pésimo, acartonado
y lleno de lugares comunes. Sea como fuere, ambas facciones, lo mismo que los
fans, podemos sentirnos más que satisfechos con el resultado final.
Con el guión listo, el siguiente paso era
conseguir un director que pudiera darle forma a un proyecto de semejantes
dimensiones (en cuestión de un mes, el presupuesto de la película aumentó de
3.5 a 6 millones de dólares y posteriormente a 9… que era muchísimo dinero en
1976). Los productores entrevistaron a decenas de candidatos, siendo la
pregunta decisiva “¿Cómo resolverías la escena del “abraza-rostros”?” Caroll
comentó alguna vez en una entrevista que la peor de las respuestas fue la de un
director (nunca quiso decir quién) que contestó: “Fácil. Le arrojamos un hígado
crudo a la cara del actor y lo filmamos en contrapicado”.
Después de un arduo proceso de selección,
el ganador del puesto de director fue el británico Ridely Scott, quien sólo
contaba con un largometraje en su curriculum (Los duelistas, 1977). Por cierto que a Scott no le gustaban las
películas de Ciencia Ficción ni las de Horror, así que se fue a pasar un fin de
semana con un amigo suyo que durante dos días le pasó proyecciones de cintas de
dichos géneros. Al final de esta experiencia, Scott sólo encontró dos filmes
que le gustaron: 2001: Una odisea del
espacio (Kubrick) y La masacre deTexas (Hooper, 1974). Siendo estas cintas sus principales influencias,
Scott fue quien decidió que el personaje de Ripley (la inmortal Sigourney
Weaver) fuera una mujer, pues en el guión nunca se especificaba su sexo.
Ahora que volví a ver la cinta, caí en
cuenta de que es también un enorme logro en el diseño de arte. Originalmente,
el diseño de toda la cinta iba a correr a cargo del artista Ron Cobb. Sin
embargo, Cobb había dibujado alrededor de cincuenta bocetos para la criatura
extraterrestre sin que uno solo convenciera a nadie de la producción o al
director. Fue entonces que O’ Bannon recordó haber visto el libro Necronomicon, una colección de pinturas
del artista surrealista suizo H. R. Giger inspiradas en la mitología de H.P.
Lovecraft.
O’Bannon había quedado impresionado con el
trabajo del suizo pues le pareció perturbador. De hecho, tuvo que negociar
arduamente con Caroll para contratar a Giger, pues el productor consideraba que
“ese hombre estaba enfermo”. Finalmente, O’Bannon en persona fue a hablar con
Giger en París, Francia, y se acordó que Ron Cobb diseñaría la nave espacial,
mientras que Giger diseñaría a la criatura y todo su medio ambiente. De forma
tardía, al proyecto se incorporó el artista francés de cómics Moebius quien,
basándose en las armaduras de los guerreros samurái, diseñó los trajes espaciales
de los tripulantes de la nave.
Los escenarios diseñados por Cobb son
simplemente espectaculares. Según lo declaró alguna vez, coincidió con Scott en
querer alejarse de la estética de otras películas ambientadas en el espacio,
como Star Wars o la citada obra
maestra de Kubrick, pues les parecían tan prístinas que caían en lo
inverosímil. Así pues, la nave diseñada por Cobb es grande, oscura, sucia y,
como él mismo lo dijo alguna vez: combina una refinería de petróleo con una
catedral gótica.
Para
crear en los actores un sentimiento real de claustrofobia, y porque quería
hacer paneos largos, Scott pidió a la producción que todos los sets se
construyeran en un solo módulo gigantesco. Así, todos los cuartos de la
Nostromo quedaron interconectados formando un laberinto con una sola entrada y
una salida. Si alguno de los actores (o quien fuera, en realidad) quería salir
del set debía pasar por todo el laberinto.
Empero, por supuesto que la estrella de la
película es la criatura conocida como “alien” y gran parte de su éxito tiene
que ver con el diseño. Nunca antes en pantalla se había mostrado un
extraterrestre que se viera así, ni después se han mostrado extraterrestres que
no estén influidos, al menos en cierta medida, por el de esta cinta.
H.R. Giger diseñó a la criatura, pero
también la esculpió desde cero utilizando los materiales más diversos, que
incluyeron desde huesos humanos hasta piezas de automóviles —los... no sé cómo llamarlas, digámosles “dígitos”
que sobresalen de la espalda de la criatura son los mofles de un Rolls Royce,
por ejemplo—. La producción puso a disposición del artista un cajón lleno de
huesos de diferentes animales. Según cuentan las anécdotas, algunos de estos
huesos aún estaban frescos, por lo que apestaban horriblemente; además, al
tener a este tipo vestido de negro y con cara de loco trabajando en él, el
taller que la producción le instaló a Giger era el lugar que todos querían
evitar.
Las actuaciones son de primer nivel y eso
es importante por una razón crucial para la película: Casi no se ve al alien.
Una astuta estrategia de Scott fue casi no mostrar a la criatura en pantalla,
dejando más a la imaginación del público. A final de cuentas, sabemos que este
monstruo es horrendo y gigantesco por las reacciones de quienes lo ven y no
tanto por lo que realmente se muestra de él.
De hecho, Scott quiso apelar a los
instintos primarios del ser humano y por eso muchas de las escenas en las que
la criatura ataca a sus víctimas incluyen primeros planos de su boca: Si uno
muere devorado, lo último que verá son las fauces de su depredador.
A pesar de ello, otro de los factores que
causan el terror en esta película es que, por lo menos en esta primera entrega,
no se sabía a ciencia cierta qué fin tenían las víctimas de la criatura. Digo,
algunos como Parker (Yaphet Koto) era evidente que le servían de botana, pero
¿y los otros? Me refiero a que en la escena de la muerte de Lambert (Veronica
Cartwright, quien se hizo famosa como actriz infantil por su participación en
la obra maestra de Hitchcock, Los pájaros
[1963]) realmente nunca se ve cómo la mata, sólo se escuchan una serie de
gruñidos y jadeos extraños en el corredor y, en la siguiente escena en que
aparece, Lambert está desnuda colgando del techo.
Siempre me ha parecido que la película
tiene un subtexto claramente sexual e, incluso, que algunas partes de ella
pueden entenderse como una metáfora de la violación. Scott siempre consideró a
su criatura como hermafrodita y capaz de reproducirse por sí sola (el concepto
de una hembra reproductora fue introducido por James Cameron en la segunda
cinta).
Además, en la Edición del 25 Aniversario,
en la mítica escena reinsertada de Ripley en el compartimiento de carga, se
muestra a Dallas (Tom Skerritt) vivo y encerrado en un capullo ¿con qué
propósito? En el final original del guión, que nunca se filmó, la cápsula de
escape que transporta a Ripley transporta también el abraza-rostros que
impregnó a Kane y se muestra cómo éste comienza a encerrarse en una especie de
crisálida.
Aunque la Edición del 25 Aniversario es
bastante completa y amplía mucho del background de los personajes (en dicha
edición se aprecia perfectamente que Ripley y Lambert se llevan del carajo),
hubo aún un par de escenas que quedaron fuera.
La más interesante de ellas sea quizá una
de las escenas favoritas de O’Bannon cuando escribió el guión: Como su idea
original era que ésta fuera una película de explotación, el elemento sexual
estaba mucho más marcado. De hecho, en algún tratamiento del guión se sugería
que todos los personajes estarían desnudos todo el tiempo. Sea como fuere, se
llegó a filmar una escena en la que Lambert y Ripley se cuentan sus
intimidades, dejando ver que son más bien facilonas y que se han acostado con
toda la tripulación; mencionan entonces que Ash (Ian Holm, a quien las nuevas
generaciones quizá ubiquen más como Bilbo Bolsón en la Trilogía de El Señor de los Anillos [Jackson, 2001-2003]),
el oficial científico, es bastante malo en la cama. Este elemento podría
parecer intrascendente, excepto porque en ese corte de la película, ésta era la
primera pista que se daba al público de que Ash era en realidad un androide.
Otras escenas que quedaron fuera, y que en
realidad nunca se filmaron, fueron el final alternativo que mencioné arriba (el
libreto termina en la secuencia 218 y tiene una nota final que dice: “escenas
219 a 228 suprimidas”); otro final alternativo en el que se escuchaba la
narración de Ripley a manera de epílogo, sólo para descubrir después que el
alien hablaba a través de ella insertando su segundo par de mandíbulas en su
cráneo, la escena en la que se aprecia
que los huevos de alien en realidad estaban dentro de un templo con forma de
pirámide en el que se realizaban sacrificios (el diseño de este templo fue
utilizado en el videojuego de PC Aliens
vs Predator [Fox Interactive, 1999]) y la escena de sexo entre Dallas y
Ripley, quienes en el guión original tenían una relación romántica.
La película tuvo un excelente recibimiento
en EE.UU. y causó furor en Europa (particularmente en Alemania e Italia) y
Japón. De hecho, durante toda la década de los ochenta, hubo secuelas apócrifas
de Alien producidas en Italia —donde
casi ni les gusta eso de piratearse las cosas— y un par de imitaciones
provenientes de tierras germanas. Irónicamente, casi toda la primera hora de la
película está fuertemente influida (por no decir que se la fusilaron vilmente)
por la cinta italiana El planeta de los
vampiros (Bava, 1965).
Lo que sí es un hecho, es que después de
esta cinta, las películas de monstruos jamás volverían a ser lo mismo y
prácticamente todas tomarían su influencia en un aspecto u otro. Sin duda, un
clásico inmortal que apenas si ha envejecido después de 35 años y una de las
películas más influyentes en la historia del cine. Bastante bien para ser la
segunda obra de un director con formación teatral a quien no le gustaban ni el
Horror ni la Ciencia Ficción.
PARA LA TRIVIA: Sería casi
aberrante negar que Sigourney Weaver con su interpretación de Ripley definió el
arquetipo de la heroína de acción contemporánea (Nancy Thompson, Lara Croft,
Jill Valentine y prácticamente cualquier personaje interpretado por Milla
Jovovich no existirían sin Ripley); empero, la actriz estuvo a punto de perder
el papel. Durante las pruebas de cámara, la Weaver mostró una violenta reacción
alérgica al gato usado en la cinta; por desgracia, como había sido muy difícil
conseguir un gato justo del color que quería Scott y que estuviera entrenado
para hacer exactamente lo que el director necesitaba, sería más fácil cambiar a
la actriz que al felino. Afortunadamente, en pruebas posteriores se descubrió
que a lo que era alérgica la actriz era a la combinación del pelo de gato con
la glicerina que el equipo de maquillaje utilizaba para hacerla sudar en
cámara.
Y hablando de Ripley, una anécdota
interesante cuenta que Veronica Cartwright originalmente audicionó para dicho
papel. La gente de Fox le dio call-back y la contrataron para la película, pero
olvidaron decirle que le habían dado el papel de Lambert (y ella no preguntó).
No fue sino hasta la primera prueba de cámara, cuando la vestuarista le entregó
su uniforme (y después de tamaña discusión, según cuentan), que la Cartwright
se enteró del papel que interpretaría en la cinta.
BIBLIOGRAFÍA
· -GIGER, Hans Ruedi, Giger’s Alien, Estados Unidos,
Morpheus International, 1989, 76p.
· -NATHAN, Ian Alien
Vault, Estados Unidos, Voyageur Press, 2011, 175p.
· -RIEIRA, Jorge, Alien: Terror en el espacio, Cult Movies 2, España, Midons Editorial,
1997, 95p.
· - WESTWOOD,
Emma Monster Movies, Reino Unido,
Pocket Essentials, 2008, 192p.
OTRAS FUENTES
-The Beast Within: the Making of ‘Alien’, Charles de Lauizirika, Twentiwth
Century Fox Home Entertainment, 2003, 178 min. aprox.
Muy buena critica, en realidad diría que es excelente
ResponderBorrarMuchas gracias, mi estimado. Es de mis películas favoritas de toda la vida.
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