GOTHIC
Ken Russell, 1986
El director británico Ken
Russell fue, sin lugar a dudas, el digno heredero de la tradición gótica de
terror de la recientemente resurgida casa productora Hammer Films. Dicha
productora, durante un periodo de alrededor de treinta años, se encargó de
llenar las pantallas de cine de todo el mundo con reinterpretaciones de los
monstruos clásicos de la Literatura Gótica que ya antes habían saltado a la
fama en las películas de Universal Studios.
Pero el cambio en el talante del público y
el surgimiento del cine slasher,
entre otros factores, llevaron a la Hammer a cerrar en la década de los
ochenta. Sin embargo, ese tono gótico de un terror más refinado y más
construido por una ambientación meticulosa (que de hecho, ya casi estaba
ausente en las últimas producciones de Hammer) no desapareció del todo, sino
que evolucionó y encontró en Russell a un artista ávido de experimentar con él.
En esta ocasión, a través de ficción
histórica, Russell nos presenta su interpretación de cómo pudo transcurrir uno
de los eventos más celebrados en la historia de la Literatura: la noche del
verano de 1816 cuando Percy Shelley (Julian Sands) y su novia Mary (Natasha
Richardson) se hospedaron en la Villa Diodati, recinto veraniego a orillas del
Lago Ginebra alquilado por el excéntrico poeta Lord Byron (Gabriel Byrne) y su
subyugado médico particular y asistente personal, John W. Polidori (Timothy
Spall). Tras la lectura del libro Phantasmagoriana,
los jóvenes propusieron un concurso en el que contarían historias de terror. De
este concurso resultaron dos novelas fundamentales de la literatura gótica: Frankenstein o el moderno Prometeo de
Mary Shelley y El Vampiro de
Polidori.
Éste es el hecho real del cual parte la
peli. La parte de ficción y que se vuelve verdaderamente gótica es la
explicación de Russell (no tan alejada de la realidad como podría suponerse en
primera instancia) de los procesos que llevaron a estos jóvenes autores a tan
macabras creaciones. Al calor del alcohol y el opio, los escritores vivirán una
noche de terror en la que sus obsesiones, culpas, miedos, deseos reprimidos y
bajas pasiones los sumirán en alucinaciones cada vez más vívidas y reales,
pero... ¿Son en verdad alucinaciones o, tras una infausta sesión de
espiritismo, los artistas han despertado a una entidad sobrenatural capaz de
dar sustancia a los terrores más oscuros de sus mentes?
En verdad, creo que nada me había preparado
para el visionado de esta cinta. Por supuesto, recordando trabajos anteriores
de Russell como Lizstomania (1975) o Estados alterados (1980) supuse que se
trataría de una pieza excéntrica de fantasía oscura. Sin embargo, me llevé una
grata sorpresa al encontrar una pieza de terror tan grandilocuente, exquisita y
extravagante como el mismo Romanticismo.
Las actuaciones son excelentes, aunque el
tono de toda la película es exagerado de por sí. A pesar de ello, los actores
logran transmitir una tensión emocional que va creciendo y logra transformarse
en verdadero terror. Como en otras películas bien logradas del género, en esta
cinta es más importante lo que se deja a la imaginación, lo que se sugiere al
público, que lo que se muestra de manera explícita.
No
obstante lo anterior, la peli se las ingenia para prodigar toda una colección
de imágenes verdaderamente escalofriantes, como la de un íncubo (supongo que
eso es, estpá basada en una pintura cuyo título y autor no recuerdo) atacando a
una indefensa Mary Shelley que de hecho se convirtió en el poster de la
película. En un tono onírico que va desde la fantasía erótica hasta la más pura
pesadilla, dichas imágenes comienzan a cobrar cada vez mayor y mayor fuerza a
lo largo del relato; llevando a los protagonistas de la fascinación a la
locura.
La recreación histórica es también muy
cuidadosa… Por lo menos la mayor parte del tiempo, pues una de las escenas más
criticadas de esta cinta es aquélla en la que Lord Byron y Mary Shelley
discuten en el salón de billar y la iluminación de las lámparas se ve a todas
luces (ironía incluida) como luz eléctrica. Por todo lo demás, tanto los
muebles como los vestuarios ayudan a construir la ambientación de un temprano
siglo XIX.
Aunque puedo decir que esta película
realmente me gustó mucho, sí hubo un par de elementos que no acabaron de
convencerme. El primero de ellos sería el casting; por favor, que no se
malinterprete, los actores que aparecen en esta cinta son todos excelentes y en
verdad representan su papel a la perfección. Empero, la edad de los actores
bota un poco al principio; y es que cuando los Shelley pasaron las vacaciones
en la Villa Diodati, Percy tenía 24 años y Mary, 19.
A pesar de ello y de que Gabriel Byrne no
se parece físicamente a Lord Byron, las interpretaciones están tan bien
logradas que uno rápidamente manda a volar dichas trabas. Magistral la
interpretación del genial Timothy Spall como John Polidori, el joven médico
prodigio cuya adoración por Byron lo llevaría en una espiral de obsesiones y
frustraciones en la que habría de encontrar la inspiración para su terrible
vampiro, Lord Ruthven.
La otra cosa que francamente no me gustó
fue el epílogo. Después del frenético caleidoscopio de fantasía gótica que
llega a verdaderas cumbres de terror que nos fue presentado, Russell pretende
que aceptemos un anticlímax intencionado que quiere convertir todo lo anterior
en una guía para turistas o una clase chafa de Historia.
Sea como fuere, ambos elementos son más
bien “peros” de una mente quisquillosa que tenía que mostrar algún aspecto
negativo de la cinta en su búsqueda de cierta objetividad. Sin embargo, me
encantó esta película y creo que se convertirá en una de mis favoritas de ahora
en adelante; sobre todo, me encanta la visión profunda y perturbadora del más
grande monstruo creado por el Romanticismo: George Noël Gordon, sexto Lord
Byron.
PARA
LA TRVIA: La familia de turistas que aparece en el epílogo de la
película visitando la Villa Diodati fue interpretada por Ken Russell y su
familia.
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