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martes, 10 de diciembre de 2013

GOTHIC. El Romanticismo llevado a la pantalla.



GOTHIC

Ken Russell, 1986 

El director británico Ken Russell fue, sin lugar a dudas, el digno heredero de la tradición gótica de terror de la recientemente resurgida casa productora Hammer Films. Dicha productora, durante un periodo de alrededor de treinta años, se encargó de llenar las pantallas de cine de todo el mundo con reinterpretaciones de los monstruos clásicos de la Literatura Gótica que ya antes habían saltado a la fama en las películas de Universal Studios.
     Pero el cambio en el talante del público y el surgimiento del cine slasher, entre otros factores, llevaron a la Hammer a cerrar en la década de los ochenta. Sin embargo, ese tono gótico de un terror más refinado y más construido por una ambientación meticulosa (que de hecho, ya casi estaba ausente en las últimas producciones de Hammer) no desapareció del todo, sino que evolucionó y encontró en Russell a un artista ávido de experimentar con él.

    En esta ocasión, a través de ficción histórica, Russell nos presenta su interpretación de cómo pudo transcurrir uno de los eventos más celebrados en la historia de la Literatura: la noche del verano de 1816 cuando Percy Shelley (Julian Sands) y su novia Mary (Natasha Richardson) se hospedaron en la Villa Diodati, recinto veraniego a orillas del Lago Ginebra alquilado por el excéntrico poeta Lord Byron (Gabriel Byrne) y su subyugado médico particular y asistente personal, John W. Polidori (Timothy Spall). Tras la lectura del libro Phantasmagoriana, los jóvenes propusieron un concurso en el que contarían historias de terror. De este concurso resultaron dos novelas fundamentales de la literatura gótica: Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y El Vampiro de Polidori.
    Éste es el hecho real del cual parte la peli. La parte de ficción y que se vuelve verdaderamente gótica es la explicación de Russell (no tan alejada de la realidad como podría suponerse en primera instancia) de los procesos que llevaron a estos jóvenes autores a tan macabras creaciones. Al calor del alcohol y el opio, los escritores vivirán una noche de terror en la que sus obsesiones, culpas, miedos, deseos reprimidos y bajas pasiones los sumirán en alucinaciones cada vez más vívidas y reales, pero... ¿Son en verdad alucinaciones o, tras una infausta sesión de espiritismo, los artistas han despertado a una entidad sobrenatural capaz de dar sustancia a los terrores más oscuros de sus mentes?

    En verdad, creo que nada me había preparado para el visionado de esta cinta. Por supuesto, recordando trabajos anteriores de Russell como Lizstomania (1975) o Estados alterados (1980) supuse que se trataría de una pieza excéntrica de fantasía oscura. Sin embargo, me llevé una grata sorpresa al encontrar una pieza de terror tan grandilocuente, exquisita y extravagante como el mismo Romanticismo.
    Las actuaciones son excelentes, aunque el tono de toda la película es exagerado de por sí. A pesar de ello, los actores logran transmitir una tensión emocional que va creciendo y logra transformarse en verdadero terror. Como en otras películas bien logradas del género, en esta cinta es más importante lo que se deja a la imaginación, lo que se sugiere al público, que lo que se muestra de manera explícita.
     No obstante lo anterior, la peli se las ingenia para prodigar toda una colección de imágenes verdaderamente escalofriantes, como la de un íncubo (supongo que eso es, estpá basada en una pintura cuyo título y autor no recuerdo) atacando a una indefensa Mary Shelley que de hecho se convirtió en el poster de la película. En un tono onírico que va desde la fantasía erótica hasta la más pura pesadilla, dichas imágenes comienzan a cobrar cada vez mayor y mayor fuerza a lo largo del relato; llevando a los protagonistas de la fascinación a la locura.
    La recreación histórica es también muy cuidadosa… Por lo menos la mayor parte del tiempo, pues una de las escenas más criticadas de esta cinta es aquélla en la que Lord Byron y Mary Shelley discuten en el salón de billar y la iluminación de las lámparas se ve a todas luces (ironía incluida) como luz eléctrica. Por todo lo demás, tanto los muebles como los vestuarios ayudan a construir la ambientación de un temprano siglo XIX.
    Aunque puedo decir que esta película realmente me gustó mucho, sí hubo un par de elementos que no acabaron de convencerme. El primero de ellos sería el casting; por favor, que no se malinterprete, los actores que aparecen en esta cinta son todos excelentes y en verdad representan su papel a la perfección. Empero, la edad de los actores bota un poco al principio; y es que cuando los Shelley pasaron las vacaciones en la Villa Diodati, Percy tenía 24 años y Mary, 19.
    A pesar de ello y de que Gabriel Byrne no se parece físicamente a Lord Byron, las interpretaciones están tan bien logradas que uno rápidamente manda a volar dichas trabas. Magistral la interpretación del genial Timothy Spall como John Polidori, el joven médico prodigio cuya adoración por Byron lo llevaría en una espiral de obsesiones y frustraciones en la que habría de encontrar la inspiración para su terrible vampiro, Lord Ruthven.
    La otra cosa que francamente no me gustó fue el epílogo. Después del frenético caleidoscopio de fantasía gótica que llega a verdaderas cumbres de terror que nos fue presentado, Russell pretende que aceptemos un anticlímax intencionado que quiere convertir todo lo anterior en una guía para turistas o una clase chafa de Historia.
    Sea como fuere, ambos elementos son más bien “peros” de una mente quisquillosa que tenía que mostrar algún aspecto negativo de la cinta en su búsqueda de cierta objetividad. Sin embargo, me encantó esta película y creo que se convertirá en una de mis favoritas de ahora en adelante; sobre todo, me encanta la visión profunda y perturbadora del más grande monstruo creado por el Romanticismo: George Noël Gordon, sexto Lord Byron. 

PARA LA TRVIA: La familia de turistas que aparece en el epílogo de la película visitando la Villa Diodati fue interpretada por Ken Russell y su familia.


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