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miércoles, 22 de octubre de 2014

DRÁCULA: LA HISTORIA JAMÁS CONTADA... ¡Por ridícula ha de ser!


DRÁCULA: LA LEYENDA JAMÁS CONTADA
Dracula Untold

Gary Shore, 2014

Drácula es sin duda alguna uno de los personajes de ficción más famosos del mundo. Su fama podría incluso ser superior a la de Mickey Mouse. Drácula, la novela de Bram Stoker, es uno de los pocos libros que se edita prácticamente cada año y quizá sea la obra literaria con mayor número de adaptaciones cinematográficas en su haber. Así que de “Jamás contada”, la manga del muerto.
    Es un hecho curioso que el personaje creado por Stoker no fuera ideado a partir del personaje histórico. De hecho, el autor irlandés conoció a Vlad II de Valaquia mientras investigaba sobre la historia de Rumania para ambientar su novela, cuyo argumento ya tenía escrito. Es aún más curioso que, como casi todos los personajes de la novela, el Drácula literario está basado en una persona cercana a Stoker: el actor inglés Sir Henry Irving. Y lo más curioso de todo es que después de la novela el personaje histórico y el literario serían inseparables en el imaginario popular.


    La película retoma la historia del príncipe Vladimir Basarab, alias Dracul Vlad II, alias “El empalador”, alias Drácula, quien defendió su reino y, por tanto, la frontera del Imperio Romano de Oriente, contra la invasión de los moros. Sin embargo, este hecho histórico es apenas el pretexto para contar una historia épica con escenas a la Señor de los anillos —pero en chafón—, una historia de amor y una de vampiros light de ésos que tan de moda han estado últimamente.
    Así pues, la cinta comienza cuando Vlad (Luke Evans) se rehúsa a pagar el tributo de jóvenes soldados que le es exigido por el sultán Mehmed (Dominic Cooper caracterizado como Ricky Martin) en el cual sería incluido su propio hijo. Así, Vlad desencadena una guerra contra los turcos que sólo podrá ganar haciendo un trato con una terrible creatura: un vampiro que habita en las montañas de Valaquia (Charles Dance a quien quizá recuerden de Game of Thrones, pero que yo lo recuerdo con cariño de Alien 3 [Fincher, 1992]) y quien puede darle el poder que necesita para vencer a Ricky Martin a cambio de la condenación eterna.



    Y así comienza una historia épica y completamente anacrónica con un derroche de efectos especiales, un guión con más agujeros que mis calcetines y otro montón de ridiculeces que sólo van empeorando conforme la película avanza.
    Y es que el convertirse en vampiro le da a Vlad una cantidad de poderes que francamente lo mismo hubiera dado que se convirtiera en Superman. Por ejemplo, a pesar de que, como se supone que el resto de los vampiros, lo hiere la plata, lo mata la luz del día y puede ser destruido clavándole una estaca en el corazón (en realidad esto es una mala interpretación); resulta que sobrevive a un incendio cual la fresca mañana. ¡Háganme el favor!
    Las batallas están más o menos bien coreografiadas, pero hay un detalle en casi todas ellas que me intriga. En el siglo XV ¿la gente no tenía sangre? Lo digo porque Vlad destaza a un montón de enemigos y no sólo su espada sale limpia, sino que las heridas de sus adversarios no sangran ni nada. A pesar de que sí hay escenas más clásicas de vampiros bebiendo sangre, la verdad es que, tanto para ser una cinta épica como para ser una de vampiros, le hace falta sangre. Lo que sí está padre es que la sangre de los vampiros sea negra.


    ¿Se acuerdan cuando critiqué 300: El nacimiento de un imperio (Murro, 2014) y me burlaba de que sus yelmos y rodelas se notaba a leguas que estaban hechos de fibra de vidrio? Bueno, pues en esta película pasa lo mismo con las armaduras que utilizan en su confrontación final Vlad Dracula y Ricky Martin que, si bien tienen un diseño muy interesante, se ve en todo momento que no pesan nada y que han de estar fabricadas en PVC o algo así, hasta parece que las compraron en una tienda de chinos.
    Ahora bien, la verdad es que sí solté varias carcajadas con esta película. Una de ellas, precisamente, fue por una escena de batalla. Por razones que no divulgaré para no espoilear la película, Vlad termina enfrentándose a una legión completa de vampiros en una de las escenas más predecibles de la película… Y de hecho, toda ella es súper predecible —hasta el epílogo—… excepto para Vlad quien, según parece, sufre de una terrible imposibilidad de ver relaciones de causa—efecto.
    Como sea, el príncipe rumano logra empalar a un vampiro y éste se desintegra de una forma tan irrisoria que no pude evitar pensar en los fatalities de la versión casera de Mortal Kombat II (Midway, 1993). De verdad, vean esa escena y díganme si no les trae recuerdos por lo menos de  las “Chispas”.


    Por cierto que en esta película Vlad “El empalador” ¡no sabe empalar! Lo digo porque simplemente atraviesa a los tipos a la altura del abdomen con una lanza y la yergue; mientras que en la vida real el procedimiento consistía en insertar una estaca larga y puntiaguda —pero no afilada— en el ano de la víctima, erguirla y dejar que la gravedad hiciera el resto. Aunque este proceso quizá sí es menos cinematográfico.
    Pero sin duda la escena que se llevó las palmas fue aquélla en la que Mirena (Sarah Gadon), esposa de Vlad, cae de una torre y el valaco se tira para salvarla, todo en cámara lenta y con gritos y música grandilocuente de melodrama chafón. ¿Recuerdan que alguna vez comenté que así como hay gente que le grita a los partidos de futbol en la TV yo le grito a las películas? Bueno, pues en esta escena sí me paré de la butaca a gritar después de mi sonora carcajada… creo que bañé al tipo de adelante con vinagre de jalapeños. Perdón, señor.
    Hace poco publiqué mi lista de clichésfavoritos del cine. Me pitorreaba de cómo en las películas todo mundo habla inglés en cualquier época y latitud, y además con un elegante acento británico. Bueno, pues justo eso pasa en Drácula: La historia jamás contada, en la que además, los súbditos de Vlad Dracula, a pesar de ser rumanos, tienen nombres en ruso como Dmitri o Nikolai.


    Y ya para concluir sólo puedo decir una cosa: El final de esta película es completa y absolutamente idiota. Básicamente, la cinta termina diciéndonos que toda la epopeya que nos acaba de contar fue completamente innecesaria y que las cosas terminan como al principio. Además de un epílogo innecesario que parece haber sido incluido para que no pensáramos que habían dejado ese cabo suelto —yo sí lo estaba pensando—.
    Por lo menos con esta película probé los nachos guacamole y me gustaron. Y la verdad sí me la pasé bien, entre risa y risa... Aunque no estoy muy seguro de que ésa fuera la intención de los realizadores...

PARA LA TRIVIA: Originalmente la película se titulaba Drácula: Año cero y sería protagonizada por Sam Worthington; pero éste decidió salir del proyecto (alabado sea Cthulhu). Asimismo, en las primeras versiones del guión aparecía Baba Yaga, interpretada por Samantha Barks, pero el personaje fue retirado de la versión final.  


5 comentarios:

  1. O sea que la recomiendas para reír un rato? Está hecha con un tono de humor involuntario? Ya la quiero ver!

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  2. Sí, así les salió; pero también tienes que poner de tu parte, jajaja.

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  3. La película Drácula: La historia jamás contada a mi me gusto bastante, era obvio que no sería lo que ya conocemos, es una versión diferente, más light y palomera, para mi logro su objetivo, entretenerme y no estuvo tan mal como la pintas

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  4. Que crítica tan pobre y abaurdamente estúpida, ponganse a ver VAN HELSING y entrevista con el vampiro, seguro esas si les gusta a uds, la mejor película que he visto sobre dracula...

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