Existen 3 versiones de
esta película. La edición para cines de 85 minutos, que fue la que también se
lanzó para Blu-Ray, y las dos ediciones en DVD, una de 88 y otra de 91 minutos
de duración. Francamente no he visto más que la versión de 85 minutos, por lo
que mi crítica se basará en ella.
Me
gustan las películas de Larry Cohen. En la superficie parecen comunes y
corrientes películas de explotación para disfrutarse en el autocinema, mezclan
elementos de distintos géneros “menores” y son súper sangrientas. Pero, en un
nivel más profundo, como todas las buenas películas de horror, son un
termómetro social increíblemente preciso. A través de metáforas poco sutiles,
Cohen expone los miedos comunes de su sociedad.
En ¡Estoy
vivo! (1974) Nos habla sobre el terror que puede causar la paternidad, en La serpiente voladora (1984), del terror
a los inmigrantes y en God Told Me To
(1976) sobre las sectas religiosas y la paranoia. En esta cinta, Cohen nos
habla del terror que inspira el sistema de administración de justicia.
Aunque en esta ocasión Cohen no ocupó la
silla de director, él levantó el proyecto, produjo la película y escribió el
guión, así que básicamente es una obra suya.
A ver... ¿De qué podría tratarse una
película que se llama Policía maniático?
Digo, teniendo antecedentes de películas como Brasil (Gilliam, 1984) y Almuerzo
al desnudo (Cronenberg, 1991) cabe la duda; pero no es el caso.
La cinta narra la historia de una serie de
brutales asesinatos cometidos por un misterioso agente de policía quien,
después de matar delincuentes, ha empezado a hacer presa en ciudadanos
inocentes de Nueva York. Por pura maldita casualidad, el oficial Jack Forrest
(el legendario Bruce “la Barbilla” Campbell) es arrestado como principal
sospechoso luego de que su esposa es degollada en el cuarto de hotel en el que
descubrió a Forrest con su compañera de trabajo, la oficial Mallory (Lauren
Landon).
Sin embargo, el detective Frank McCrae (el
gran Tom Atkins, quien prácticamente hizo una carrera de interpretar policías
en películas de los 80), quien está a cargo de la investigación, confía en la
inocencia de Forrest y está seguro de que alguien dentro de la Corporación le
ha tendido una trampa. Conforme la investigación de McCrae, Forrest y Mallory
se va desarrollando, descubren que los asesinatos podrían estar relacionados
con el oficial Matt Cordell (Robert Z’Dar), quien fue encarcelado por
acusaciones de brutalidad policiaca, y desfigurado y asesinado a cuchilladas
por los criminales que él mismo ayudó a encerrar.
Por principio de cuentas, puedo decir que
algo que llama poderosamente la atención de esta película es el reparto. La
elección de Campbell para el papel protagónico —bueno, para uno de los dos,
pues en realidad la cinta tiene dos líneas argumentales— ya es afortunada,
además de que le permitió al actor mostrarse en un personaje más “serio” al Ash
de El despertar del Diablo (Raimi,
1981), papel que lo elevara al Olimpo del cine de horror.
Del mismo modo, Tom Atkins cumple muy bien
con su rol y uno de verdad se la cree que es un detective honesto en busca de
la verdad. Además, tiene buenas escenas de acción.
Y, por supuesto, quien roba atención es el
gigantesco D’Zar en su papel de Matt Cordell... bueno, medía 1.85m; pero lo
hacían lucir en pantalla. El actor y productor estadounidense de ascendencia
lituana, a quien probablemente recuerden—su cara es difícil de olvidar— por su
papel de “Rostro” en la divertida Tango y
Cash (Konchalosvkiy y Magnoli, 1989), sufría de una rara afección genética
conocida como querubismo, misma que le daba su particular físico.
En segunda instancia... ¡Qué maldita buena
película! O sea, sí; es una película de bajo presupuesto llena de clichés y
situaciones absurdas —ahora que lo recuerdo, nunca explican por qué Cordell
parece no morir nunca, ni aunque le vacíen un revólver en el pecho… será
pariente de Michael Myers—, escenas sangrientas sin justificación aparente y
una persecución de autos, pero es condenadamente entretenida. Lo único que le
faltó, a mi gusto, fueron desnudos —quizá en las ediciones más largas sí haya,
si alguien sabe, confirme por favor—.
Y quizá esta película resulte tan
entretenida porque es un pastiche de películas de género muy bien armado. Todo
el primer acto, en el que elagente de
policía asesino serial aterroriza las calles de Nueva York es un gran slasher
flick. El segundo acto, el de la investigación de McCrae y Mallory y las
pesquisas subsecuentes, es un gran thriller policiaco. Y, finalmente, el tercer
acto, en el que ya descubrimos la verdadera identidad del asesino, éste ataca
una jefatura de Policía —en una escena que casi no parece plagio de El exterminador (Cameron, 1984)— y
nuestros héroes le dan caza, es una genial película de acción.
Así pues, quizá no sea para todos los
gustos; pero Policía maniático es
entretenimiento garantizado... en especial si uno anda en plan de no muy altos
estándares o tiene una bolsa de frituras y no encuentra con qué acompañarla. Además,
siempre es agradable recordar —o conocer por primera vez, ¿por qué no?— los
tiempos en los que el mercado de video-renta dominó el mundo.
La popularidad de la cinta por lo menos dio
para que se produjeran dos secuelas: Maniac
Cop 2 (Lustig, 1990), en la que el policía de ultratumba se alía con un
asesino serial que depreda la zona de Times Square, y Maniac Cop 3: Badge of Silence (Lustig, 1993), en la que el policía
maniático busca pareja en una agente de policía que fue brutalmente asesinada
durante una operación de rescate de rehenes.
Y desde que vi esta película por primera
vez no pude dejar de pensar: ¡Ah, qué bonito es el cine! Donde un policía tiene
que ser salvajemente masacrado para cobrársela con ciudadanos inocentes.
PARA LA TRIVIA: Larry Cohen y Sam Raimi son buenos
amigos. De tal suerte, Raimi hace un cameo en la escena del desfile de Día de
Acción de Gracias (de hecho, ayudó a filmarla), así como hay una escena en la
que Mallory se encierra en una habitación con cajas de cartón en las que se lee
“Westlake”, el apellido del personaje principal en Darkman: El rostro de la venganza (Raimi, 1990).
Que en
México sí se llamó oficialmente Combate
Mortal, pero a quién le importa.
Paul W.S. Anderson, 1995
Como podrán recordar, al hacer
mi investigación para el artículo de aniversario de Congo (Marshall, 1995) descubrí que 1995 fue un año plagado de
malas películas. Ya hablamos de Congo
y Especies (Donaldson), y ahora
decidí dedicarle unas líneas a Mortal
Kombat.
En favor de esta película debo decir que es
muy difícil analizarla fuera de su contexto. Quiero decir que en aquella época
las películas basadas en videojuegos eran un fenómeno poco frecuente y un
terreno más bien poco explorado. Para ese momento sólo habían salido Super Mario Bros. (Yankel y Morton,
1993), Doble Dragón (Yukich, 1994) Y Street Fighter: La batalla final (de
Souza, 1994)... ¡Y las tres son inmundas! Incluso sospecho que en algunos
países las utilizan para torturar gente. Siendo este el panorama, Mortal Kombat no parecía tan mala en su
momento.
Además, si fue dirigida por el genio que
nos trajo maravillosas adaptaciones cinematográficas como Resident Evil: El huésped maldito (2002) y Alien vs Depredador(2004), ¿qué podría salir mal?
La historia es una adaptación más o menos
libre de la trama del primer videojuego de la serie —como si alguien se fijara
en las tramas de los juegos de pelea—: Los mejores peleadores de la Tierra son
convocados por el malvado hechicero Shang Tsung (Cary-Hiroyuki Tagawa) para
competir en el torneo interdimensional conocido como Mortal Kombat llevado a
cabo en el mundo de Outworld. Si Shang Tsung gana el torneo, conquistará la
Tierra.
La película sigue a tres guerreros: Johnny
Cage (Linden Ashby), un artista marcial y estrella de cine que busca desmentir
los rumores que lo acusan de ser un fraude; Liu Kang (Robin Shou), un exmonje
auto-exiliado que busca vengar la muerte de su hermano menor a manos de Tsung y
Sonya Blade (la bella Bridgette Wilson, a quien quizá recuerden como la hija de
Arnold Schwarzenegger en El último gran
héroe [McTiernan, 1993]), una agente de fuerzas especiales que busca
atrapar al líder criminal Kano (Trevor Goddard). En su aventura, se enfrentarán
a enemigos formidables como el guerrero infernal Scorpion (Chris Casamassa, voz
de Ed Boon, al igual que en el juego), el príncipe shokan Goro y encontrarán
valiosos aliados como el dios del trueno, Rayden (Christopher “Connor MacLeod”
Lambert) o la bella princesa Kitana (la exchica Bond Talisa Soto).
Aunque el argumento es más cercano al primer juego, la película incluye
personajes de Mortal Kombat II, como
Shao Kahn (voz del gran actor de doblaje Frank Welker), Jax (Gregory McKinney),
Shang Tsung joven, la versión animal de Reptile o la misma Kitana. Y me hubiera
gustado ver más personajes de los videojuegos, porque en pantalla pelean varios
que ni al caso. De hecho, en el guión original había una escena en la que
aparecía una estatua de Kung Lao y otra en la que Sonya se enfrentaba a Jade,
sin embargo, ninguna de ellas se filmó.
Mortal
Kombat fue el videojuego que lo cambió todo. Desató toda una polémica por
su elevadísimo grado de violencia... Digo, quizá se habían hecho videojuegos
más violentos antes; pero MK fue uno de los primeros juegos en utilizar
fotogramas digitalizados de actores reales, lo que le daba un nivel de realismo
nunca antes visto —que en esta época resulta hilarante—. De hecho, fue tal el
revuelo que causó este juego, que debido e a él se creó la ESRB (Entertainment
Software Rating Board, por sus siglas en inglés), el organismo autónomo
dedicado a clasificar los videojuegos para diferentes públicos de acuerdo con
su contenido en EE.UU.
Pero ¿estaría la película a la par del
videojuego? Sí y no. En los primeros borradores del guión, la historia estaba
más apegada a la del videojuego, había sangre y se incluían fatalities. Además,
los ninjas al servicio de Shang Tsung serían guerreros tarkatan (la raza de
Baraka). Sin embargo, el presupuesto —o
la falta de él— impidió que los tarkatan llegaran a la pantalla y los
productores quitaron los fatalities del guión pues querían que la película
fuera apta para adolescentes.
Aun así, en pantalla podemos ver los
fatalities —o versiones light de ellos—de Scorpion (François Petit), Shang
Tsung y algo parecido al fatality de Liu Kang —de todos modos, el suyo siempre
fue el más chafón del primer juego—; además del friendship de Johnny Cage y
movimientos especiales de casi todos los personajes ejecutados en coreografías
bastante decentes o por lo menos cumplidoras.
El diseño de producción en general está
bien. Los vestuarios se ven más o menos bien y algunos hasta se parecen a los
que salen en el videojuego —los de los ninjas, el de Kano, el que saca al final
Shang Tsung—. Los sets están padres, además de que ya por la forma como los
iluminan se disimula un poco que están construidos casi en su totalidad con
triplay y espuma de poliuretano.
Ahora bien, en el campo de los efectos
especiales la película sí queda a deber... y con intereses. Los efectos
digitales son espantosos. Todos ellos. Desde el celaje falsísimo en la
pesadilla de Liu Kang con el que abre la película, pasando por las terribles
tomas de paisajes CGI de Outworld hasta llegar a Reptile, que se ve peor que si
lo hubieran hecho de plastilina. Y hablando de eso ¿Por qué Reptile necesita
ser capturado por una estatua para tomar forma humana? ¿Es alguna especie de
alusión a que era un personaje secreto en la primera arcadia?
El que sí me gusta cómo se ve en pantalla
es Goro, creado por los discípulos de Stan Winston, Alec Gillis y Tom Woodruff
Jr., quienes por cierto nunca quisieron revelar cómo lo habían hecho. Mi
hipótesis es que se trataba de un actor en una botarga —muy probablemente el
mismo Woodruff Jr.—, que controlaba el par de brazos inferior y que el segundo
par de brazos y la cabeza eran animatrónicos. Y muy probablemente hicieron una
cabeza animatrónica aparte, con un rango más amplio de expresiones faciales,
para los primeros planos. Por cierto, cuando lo veo, no puedo evitar recordar a
la selenita que busca el amor de Antonio Espino “Clavillazo” en Conquistador de la Luna (González,
1960).
Sin embargo, quizá lo más memorable de la
película sea el soundtrack que incluye temas instrumentales compuestos por
George S. Clinton y pegajosos temas interpretados por artistas como Juno
Reactor, Psykosonik, Gravity Kills, una mezcla del legendario Giorgio Moroder,
el genial tema de Reptile que tan popular se volvió en los raves y, por
supuesto, el inmortal tema de Mortal Kombat en la mezcla de The Immortals. Todo
el conjunto conforma un álbum que, a mi gusto, es uno de los más finos
exponentes de la música Techno.
Y con la emoción con la que platico todo
esto casi estoy olvidando que el guión es increíblemente pobre. Tiene más
huecos que el sofá donde se dormía mi gato y está lleno de diálogos malos, chistes
sin gracia y frases de Rayden que quieren sonar filosóficas y profundas; pero que
cuando uno las escucha con detenimiento se da cuenta de que no tienen ningún
sentido. Pero supongo que no está tan mal... quiero decir, con parlamentos tan
malos, las escenas de pelea lucen más.
Las actuaciones, como cabría esperar en una
película por el estilo, son pésimas. De verdad, sólo vean a Bridgette Wilson
—como si fuera difícil prestarle atención—. Digo, no tengo nada contra las
modelos que fueron Miss Teen USA para después ser actrices de telenovela, luego
de cine y luego estrellas de pop; pero... ¡pero no manches, Wilson, por lo
menos voltea a ver a tus compañeros de escena cuando tengas un diálogo con
ellos! ¿Y qué onda con Christopher Lambert? Digo, nunca se destacó por sus
dotes histriónicas, pero por lo menos uno lo respetaba por ser Highlander y
haber peleado contra Freddy Mercury... Y luego viene en esta película con una
caracterización de pena ajena y un personaje que trata de hacerse el gracioso
cada cinco minutos, fracasando miserablemente en cada intento.
Así pues, en su época, la crítica despedazó
a esta película y no dudó en hacerle varios Fatalities, aunque de todos modos fue un éxito de taquilla inmediato . De hecho, de todos los
actores de la primera parte el único que quiso regresar para la secuela fue
Robin Shou, quizá porque su personaje roba cámara en esta primera cinta, según
yo porque sus coreografías son más lucidas debido a que era uno de los pocos
artistas marciales de verdad que salen en la cinta —bueno, y Petit; pero lo matan a media película—.
Y cuando dije que la cinta sí estaba a la
altura del videojuego, me refería a que éste fue concebido por sus creadores,
John Tobias y Ed Boon, como una parodia de las películas chafonas de kung fu
(particularmente de los 70)... y la adaptación fílmica de Mortal Kombat terminó
siendo una película chafona de kung fu.
Aún
con todo esto y con el hecho de que la cinta ha envejecido bastante mal, sigue
siendo disfrutable y muy entretenida. Y, quizá tristemente, para un servidor
sigue siendo una de las dos mejores películas basadas en videojuegos que se han
hecho hasta la fecha.
PARA
LA TRIVIA: En el juego, el personaje de Johnny Cage es una parodia de
Jean-Claude Van Damme, a quien, de hecho, se le pidió que participara en el
mismo; pero se negó. Para la película, los productores nuevamente solicitaron a
Van Damme; pero el actor belga nuevamente se rehusó y prefirió participar en la
película de Street Fighter. Tanto Tom
Cruise como Johnny Depp fueron considerados para el rol, pero nunca se concretó
nada. Finalmente el papel fue asignado a Brandon Lee, quien murió trágicamente
durante la filmación de El cuervo
(Proyas, 1994), meses antes de iniciar la filmación de Mortal Kombat.
Originalmente, el papel de Rayden fue
ofrecido a Sean Connery, quien lo rechazó… y creo que hizo bien.
PARA
LA TRIVIA GEEK: Steven Spielberg se ha declarado abiertamente
como fanático de los videojuegos de Mortal Kombat y estaba planeado que hiciera
un cameo en la película como el director de la peli de Johhny Cage, sin
embargo, por cuestiones de agenda no pudo estar en la filmación, por lo que fue
sustituido por el actor Sandy Helberg.
Que
originalmente se llama Star Wars Episode
I: The Phantom Menace, aunque su infame legado ha quedado grabado en la
memoria de la fanaticada simplemente como Episodio
I.
George Lucas, 1999
Básicamente
sólo hay 3 versiones de esta película y las diferencias entre ellas son
mínimas, por lo que no me preció necesario hacer uno de mis característicos
cuadros comparativos. Las versiones son: el estreno en cine de 1999, la edición
en Blu-Ray de 2011 y la edición en 3D de 2012.
La única diferencia entre las versiones de
1999 y 2011 es la sustitución del Yoda (Frank Oz) puppet por el Yoda digital
para que tuviera más “continuidad” con los Episodios II y III... Por cierto, en
ambos casos, ¿es mi imaginación o Yoda sí se ve más joven que en El
Imperio contraataca (Kershner, 1980)? O
sea, sí es más joven en el Episodio I; pero si Yoda tiene 900 años de edad, ¿de
veras se le notarían 30?
¿Recuerdan los 90? Antes de
que la humanidad fuera esclavizada por los iPhones y otras razas de teléfonos
celulares, cuando Los Simpson eran
graciosos, había sangre en las películas y nadie creía que Leo DiCaprio merecía
un Oscar. Con el lanzamiento de la segunda serie de figuras de acción Star
Wars: The Power of the Force en 1995, George Lucas comenzaba la primera fase
del proyecto para regresar la franquicia a la pantalla grande, etapas
subsecuentes incluyeron la creación de la saga multimedia Sombras del Imperio (1996) y el lanzamiento de la Trilogía de la Guerra de las galaxias
Edición Especial (1997).
Así pues, para la primavera de 1999 las
expectativas creadas por la nueva entrega de la saga eran altísimas. Gente
acampando por semanas frente a las taquillas de los cines, otros tantos
robándose los escasos posters que llegaron a colocarse en los parabuses y
beldades por el estilo, pobres ilusos acaparando las figuras de acción que,
como ahora incluían el infame CommTech Chip, costaban el doble que las de la
colección Power of The Force, y una larga lista de etcéteras que demostraban
que muchas personas querían que la nueva cinta de Star Wars fuera su película
generacional.
El nuevo episodio toma lugar alrededor de
30 años antes de los eventos vistos en La Guerra de las galaxias (Lucas, 1977... y son 32, según mi cuenta). Se narra
cómo la avariciosa Federación de Comercio, manipulada por un Oscuro Señor del
Sith (orden que se creía extinta), bloquea e invade al pacífico planeta Naboo.
Amidala (SPOILER Natalie
Portman/Keira Knightley TERMINA SPOILER),
pide la ayuda del Senado Galáctico, quienes envían a al caballero jedi Qui Gon
Jin (Liam Neeson, interpretando a uno de los personajes más olvidables en la
saga) y su padawan (aprendiz), el joven Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor, en
algunas escenas con cara de infinita güeva) para que sirvan como mediadores
entre Amidala y el virrey de la Federación de Comercio Nute Gunray (Silas
Carson). Sin embargo, en una traicionera artimaña, la Federación de Comercio
intenta asesinar a los jedi y comienza la invasión de Naboo. La Reina se ve
obligada a escapar de su planeta, llevando consigo a los jedis y al gungan Jar
Jar Binks (Ahmed Best haciendo un personaje tan gracioso como pegarse en el
dedo chiquito del pie con la esquina de un mueble), y dirigirse a Coruscant, el
planeta capital de la República; pero con los daños que sufre su nave al
atravesar el bloqueo de la Federación, debe resguardarse en el lejano planeta
Tatooine. ¿Ya se aburrieron? Bueno, pues espérense que apenas va la tercera parte
de la película.
Ya en Tatooine, los jedis encuentran a
Anakin Skywalker (Jake Lloyd), un niño con poderes especiales —por lo menos hace
que actuar mal parezca un súper poder, el infeliz— que podría ser el Elegido
que señala la profecía que traerá el balance a la Fuerza. Qui Gon logra liberar
a Anakin de su vida de esclavo, no sin antes descubrir que están siendo
rastreados por un aprendiz del Sith llamado Darth Maul (Ray Park, a quien quizá
no recuerden como Toad en X-Men [Singer,
2000]) y lo lleva con ellos a Coruscant para que, a pesar de que todo el
Consejo Jedi lo desaprueba, sea entrenado como Jedi.
Una vez en Coruscant el público es sometido
a interminables y soporíferas escenas sobre el debate político en el Senado
Galáctico que finalmente redundan en que el senador Palpatine (Ian McDarmind)
sea nombrado Canciller Supremo —lo cual en realidad es completamente
intrascendente hasta el Episodio III—
y la reina Amidala tenga que regresar a Naboo para detener la invasión por sus
propios medios.
Y… creo que básicamente eso es todo… Digo,
hay dos secuencias muy emocionantes en la película: la carrera de pod racers y
la pelea de lightsabers; pero seamos honestos, a nivel argumental no aportan
absolutamente nada. De hecho, uno puede sin problema alguno verlas por separado
y no pasa nada. Mi hermano y yo desde que vimos esta película en el cine coincidimos
en que se trata de una emocionante pelea de lightsabers que trae pegada una
dizque película aburrídisma de dos horas.
Por cierto, ¿se dan cuenta de que la trama
es muy parecida a El
regreso del Jedi(Marquand, 1983)?
Eso sí, sobre la carrera de pod racers debo
repasar algunos puntos. El primero: Que en general toda la secuencia, ya como
quedo en la película con cerca de cinco minutos menos con respecto al primer
corte, es básicamente un plagio de la carrera de cuadrigas de Ben-Hur (Wyler, 1959). Segundo: que sí
es emocionante y es probablemente la secuencia de carreras/persecución mejor
lograda en toda la saga ¿Recuerdan cuando comenté en mi crítica de La guerra de las galaxias que Lucas
filmaba carreras clandestinas de autos? Bien, pues ésa es la razón de que en
todas las películas de Star Wars haya una secuencia de carreras o persecuciones
en vehículos. Y tercero: Que de hecho la secuencia es tan entretenida que
generó un excelente videojuego por sí sola titulado Star Wars Episode I Racer, que apareciera primero para arcadias y
después fuera adapatado al Nintendo 64.
No sólo Episodio
I decepcionó a la fanaticada, sino que es un desastre cinematográfico aun
cuando no estuviera asociada con la franquicia. La dirección es mala, el guión
es malo, las actuaciones son malas, el argumento es malo... ¡Vaya! Creo que
será mejor que vaya hablando sobre cada uno de estos elementos por separado
para poder prestarles más atención.
La principal diferencia que hay entre esta
cinta y las anteriores es que Lucas regresó a la silla de director después de
más de una década de no dirigir... y la última película que hizo fue la
infumable Howard, el héroe (1986). Y
perdón, pero creo que el talento de Lucas está más en los negocios que en la dirección
de cine.
En segundo lugar, los guiones de las tres
películas anteriores fueron escritos por gente bastante capaz. Los de ésta, no.
En algún afán megalómano, George Lucas decidió escribir el guión para esta
cinta. Y se ve. Por todos lados. La cinta retoma muchos elementos del guión
original de The Star Wars[1],
como la burocracia gubernamental, los jedi peleando con sus lightsabers a cada
momento, la invasión del pequeño e inofensivo planeta gobernado por una
monarquía sabia y justa, etc. Etc.
Por desgracia, el guión es pura basura.
Personajes verborreicos, Jar Jar Binks tratando de ser gracioso cada dos
minutos y fracasando miserablemente, diálogos cursis y acartonados, y...
¿Alguien puede decirme la motivación de alguno de los personajes? De verdad,
los reto. El único personaje que tiene un objetivo de verdad en toda la
película de dos horas y cuarto es Darth Sidious, y su objetivo va a quedar
claro hasta Episodio III. El resto de
los monitos que salen en pantalla simplemente reaccionan ante el montón de
situaciones absurdas que se le presentan... y eso que la innecesaria secuencia
del submarino bongo cayendo por una catarata en Theed, la capital de Naboo, fue
removida del corte final.
Quizá uno de los elementos que más le
pegaron a esta cinta a nivel argumental fue la inclusión de los midiclorianos.
¿Se acuerdan de toda esa explicación que dio Ben Kenobi (Alec Guinness) en la
primera cinta sobre qué era la Fuerza? Bueno, pues al demonio, el viejo chocho
se equivocaba o estaba senil. No se trata de una energía emanada por todos los
seres vivos y que pude dominarse a través de estudio, entrenamiento y
disciplina, no; en realidad es perfectamente medible y depende del número de
midiclorianos contenidos en nuestras células. O sea que se nace con ello, no es
algo que pueda conseguirse a través de un entrenamiento y mucho sacrificio. Así
es. Tres películas y lo que va de ésta tiradas por la borda en una secuencia de
menos de cinco minutos.
Y las actuaciones... El único que parece
estar tomándose en serio todo el desmadrito es Liam Neeson, quien de verdad
hace lo que puede con el espantoso guión de Lucas. Ewan McGregor de repente se
luce, pero en otras escenas se le nota distraído y poco motivado. Con Natalie
Portman, quien de ordinario es una buena actriz, pasa algo harto interesante: SPOILER La reina Amidala (Portman) usa
a su dama de compañía, Sabé (Knightley) como doble para protegerse contra
posibles ataques (como Fidel Castro); sin embargo, el marcado acento británico
de Sabé podría delatarla de inmediato, por lo que Portman se esfuerza en
imitarlo ¡pero aún en las escenas en las que está caracterizada como Padme
conserva su acento falso! TERMINA
SPOLIER
Pero saben que debo hablar de Jake Lloyd...
oh, por Cthulhu, Jake Lloyd. Cada parlamento que sale de su boca se siente como
un puntapié en la punta del coxis. En serio, hagan el intento de escucharlo con
atención en el inglés original y reprirmir las ganas de darle un puñetazo en la
cara.
Creo que gran parte del fallo de esta
película es que nunca pudo definir a su público. Ni es una película
completamente para niños, a pesar de la presencia de Binks —suponiendo que esa
cosa sea apta para niños— y de un infantil Anakin Skywalker, ni es una
evolución lógica de la Trilogía Original. Creo que aquí Lucas falló al tratar
de captar a un público nuevo sin realmente saber cómo en vez de tratar de
crecer con su público original... Digo, las TortugasNinja (la serie de 2004) y los Thundercats
supieron hacerlo ¡Carajo, Toy Story
lo hizo como Dios Padre!
¿Y cuál fue el objetivo de meter con
calzador a R2-D2 (Kenny Baker) y C-3PO (voz de Anthony Daniels)? ¿Por qué
tuvieron que llevárselos entre las patas en este desmadre?
La película tiene buenos efectos especiales,
aunque mucho del CGI ya dio el viejazo... y gacho. Y es curioso, porque
originalmente para crear a Jar Jar Binks se iba a usar una botarga y sólo la
cabeza sería CGI; pero de último momento se decidió que se reemplazaría la
filmación del actor en botarga con el personaje digital porque, de hecho, era
más barato hacerlo así que sólo animar una parte.
Otro gran acierto de la cinta se encuentra
en el rubro del diseño. En general todo se ve muy bien, y el diseño de las
criaturas es interesante y mucho más atrevido que en la trilogía anterior, en
parte debido a la posibilidad de crear personajes enteramente computarizados.
Además, los vestuarios de la reina Amidala
son increíbles. Muchos de ellos son diseños adaptados de los bocetos originales
que se habían hecho para la primera película, allá por 1975, en la que se
planteaba que Obi-Wan Kenobi y la princessa Leia tenían rasgos orientales.
Pero... algo se ve raro en las naves
espaciales que aparecen en la película, ¿no? Es decir… si esto sucedió tres
décadas antes de La guerra de las
galaxias ¿Por qué todo se ve más moderno? Es decir, los cazas de Naboo
tienen un fuselaje liso y bello de brillantes colores, y la Federación de
Comercio ¡ni siquiera tiene naves! Tiene un ejército de droides de batalla casi
autónomos[2] que incluye
droides-caza... ¿Y qué decir de los droides destructores, también conocidos
como droidekas?
Por supuesto, las críticas de los fans no
se hicieron esperar. La respuesta oficial por parte de Luscasfilm para ese
pequeño detalle es:
Los vehículos de La Guerra de las galaxias: Episodio I
pertenecen a un momento muy posterior a esa época en la que las naves
espaciales tanto del Imperio como de la Alianza Rebelde exhibirán las líneas
severas y el aspecto mecánico de las construcciones de fábrica. En esta […] los
artesanos dominan el diseño […]. Las fuerzas del mercado apenas han empezado a
socavar las tradiciones de la artesanía (en muchos de los vehículos del
Episodio I observamos individualidad, curvas elegantes y un sentido artístico)
[…]. De momento la galaxia sigue repleta de naves extraordinarias, testimonio
(…) de la identidad singular de su época.[3]
Bien jugado, Lucasfilm… supongo…
¡Ah,
bueno! La otra cosa genial que tiene esta película es el tema musical Duel of the Fates, nuevamente compuesto
por el Tchaikovsky de nuestro tiempo, John Williams, y que se ha convertido
rápidamente en uno de los temas más populares de Star Wars.
Antes las evidencias, ¿podemos señalar a Episodio I como la peor película de la
saga? Sí. Sí podemos. Aun cuando el resultado final es... soportable, al
terminar la cinta uno se queda con la sensación de que en realidad no pasó nada
y una vez que uno vuelve a ver la saga completa, como lo he hecho yo para
escribir esta serie de artículos, se da cuenta de que en realidad esta película
no aporta nada a la historia. Quiero decir, quizá sea la falta de práctica, el
no tener un objetivo claro además de vender muñequitos; pero Episodio I
ciertamente no fue la película generacional que tanto sus realizadores como los
fans esperaban —me atrevo a ubicar The Matrix
(Hnos. Wachowski, 1999) como película generacional antes que a Episodio I—.
Seguramente la gente de Lucasfilm recobrará
la cordura y se dará cuenta de lo que hizo. Digo, ésta tiene que ser la peor
película de Star Wars, seguramente las siguientes mejorarán, ¿verdad? ¿Verdad?
PARA
LA TRIVIA: Quizá ésta sea la entrega de Star Wars con mayor
cantidad de “easter eggs”. Los realizadores de veras se dieron vuelo metiendo
guiños para los fans en la cinta. Aquí algunos de mis favoritos:
· * El apellido del Virrey de la Federación de
Comercio es Gunray, que si se separa en dos palabras y se invierte dice “ray
gun” (pistola de rayos, en español), el nombre de las armas usadas en el
universo de Flash Gordon.
· * Warwick Davis, el actor que interpretara al
ewok Wicket en El regreso del Jedi,
hace un cameo como uno de los espectadores de la carrera de pod racers.
· * En una secuencia eliminada del corte final de
la cinta, Anakin se agarra a golpes con un joven bravucón rodiano cuyo nombre,
según nos enteramos, es Greedo.
· * En la escena de la votación en el Senado
Galáctico, Lucas rindió un homenaje a su amigo Steven Spielberg, y en una de las
plataformas acomodadas en los muros de la sala puede verse un grupo de
alienígenas de la raza que aparece en la película E.T. El extra-terrestre (Spielberg, 1982).
· * En una de las escenas en las que aparece la
reina Amidala en sus habitaciones de Coruscant, puede verse por la venta detrás
de ella una nave espacial con una silueta muy particular que... ¿es el
Enterprise de Star Trek?
[1] Baso
todas mis referencias y afirmaciones sobre “el guión original” en RINZLER, J.W.
y Mike Mayhew, The Star Wars, Dark
Horse Books, United States, 2014. La adaptación en cómic del primer borrador de
guión escrito por Lucas.
[2]
Siempre creí que la inclusión de los droides de batalla era para no usar
soldados humanos y que los jedi no descuartizaran gente en pantalla, que era la
idea original de Lucas para The Star Wars.
[3]
REYNOLDS, David West et al, Star Wars Episodio I: Impresionantes vistas
transversales, LucasBooks/Planeta, México, 1999.
Algo que me agrada de las
películas de Guillermo Del Toro es que no sólo cada una de ellas cuenta una
historia; sino que, en su conjunto, todas cuentan una historia más grande: La
de Guillermo Del Toro, el cineasta; sus motivos recurrentes, sus obsesiones,
sus temas, pero, sobre todo, una propuesta sobre el cine y una autorreflexión
sobre esa propuesta que lo lleva a la evolución.
Desde su primer largometraje, Cronos (1993), Del Toro dejó muy en
claro su propuesta dentro del subgénero que a mí me gusta llamar Dark Fantasy[1]:
Hay elementos sobrenaturales, la prolongación de la vida o la vida después de
la misma, madrigueras subterráneas, insectos, mecanismos de relojería,
anaqueles de madera atestados de antigüedades, cortinas vaporosas, gente lastimándose el
cachete izquierdo y un uso recurrente de claroscuros y tonos dorados que
recuerdan al Barroco novohispano.
Así, La
cumbre escarlata se convierte en una especie de encore donde el autor toma sus elementos favoritos y los utiliza
para crear una obra compleja que tiene en la sutilidad su mayor fortaleza. Y,
aunque Del Toro se regodea jugando con sus elementos favoritos en pantalla, los
pone siempre al servicio de la narrativa y no al revés.
La película cuenta la historia de Edith Cushing
(Mia Wasikowska), la joven y educada hija del empresario Carter Cushing (Jin
Beaver), quien trabaja como secretaria en el despacho de su padre y pretende
sobresalir como escritora en EE.UU. Cierto día, un aristócrata británico venido
a menos, el baronet Thomas Sharpe (Tom “Loki” Hiddlestone) y su hermana Lucille
(Jessica Chastain), llegan a la ciudad tratando de reunir fondos para construir
una máquina que permita la extracción más eficiente de la arcilla roja de las
minas bajo su propiedad, conocida como Crimson Peak (literalmente, Pico
Carmesí; pero me imagino que Cumbre Escarlata les pareció más comercial). Tras su
fracaso para conseguir la inversión de Cushing, Sharpe seduce a Edith,
casándose con ella tras el misterioso asesinato del empresario. Sharpe regresa
a la Cumbre en compañía de su ahora esposa y se reúne con su hermana para poner
en marcha su proyecto. Sin embargo, Edith comienza a sufrir malestares y a
encontrar horribles apariciones espectrales por toda la dilapidada mansión. ¿A
quién pertenecen estos fantasmas? Pero sobre todo, ¿están tratando de
advertirle a Edith sobre algo?
Algo que siempre me ha gustado del cine del
tapatío es que es muy honesto. Excepto por dos películas —Mimic (1997), porque le robaron la dirección y Titanes del Pacífico (2013) que no fue un proyecto generado por él
desde su origen—, en general creo que el director se deja de estupideces o de
pretensiones y presenta sus películas como son, como él quiere hacerlas, y deja
muy claro que su principal motivación para hacer películas es que le gusta
hacer malditas películas.
Esto se aplica perfectamente en el caso de La cumbre... pues, si bien en general es
un thriller sobrenatural, no pierde tiempo con los clichés propios del whodunit. La película es perfectamente
predecible, y prácticamente desde que termina el primer acto uno sabe quién es
quién y en qué va a acabar. Por eso, la cinta misma sabe que ése no es su
fuerte y se deleita en una fotografía preciosista que crea atmósferas y logra
que las texturas cobren vida, casi como los espíritus que penan en la casa de Crimson
Peak.
Del mismo modo, trata de poner mayor
atención en el cómo que en el qué, en el sentido de que, si bien va develando
el misterio, se preocupa más por tener una narrativa fluida y rica construida a
través de un buen guión e imágenes poderosas, que por llegar a descubrir al
culpable del crimen.
Otro elemento que me gustó bastante de esta
cinta es la utilización que hace de los fantasmas. Al igual que en El espinazo del Diablo (2001), Del Toro presenta
a los espectros como entidades neutras que, aunque tienen un aspecto aterrador
—por favor, aplausos para quien diseñó a estos fantasmas, el nivel de detalle
en ellos es asombroso—, son tan capaces de hacer el bien como el mal y, en
general, son sólo almas torturadas que buscan una oportunidad de ser escuchadas.
Y ya que hablamos del diseño, quedé
gratamente impresionado con el diseño de arte de la película. Los sets, los
vestuarios, la utilería, tanto aquéllos que pretendían la recreación histórica
como los que son un tanto más libres, son impresionantes y se nota que Dan Laustsen
(también responsable por la fotografía de la genial Pacto con lobos [Gans, 2000], nótese la ausencia de Memo Navarro)
hizo sus delicias tratando de capturar sus detalles en HD.[2]
Las actuaciones son bastante buenas y todos
los actores tienen química en pantalla. La Wasikowska llama la atención con su
particular físico —me recuerda a la princesa Nuala (Anna Walton) en Hellboy II: El Ejército Dorado (2008),
solo que Mia Wasikowska se ve así sin necesidad del maquillaje— y su actuación
que realmente logra despertar la simpatía de uno y consigue interesarnos en lo
que va a pasarle... qué bueno, finalmente ella es la heroína del melodrama.
A propósito de la cual, una de las sutilezas
de la película viene en forma de una autoparodia. El editor de Edith rechaza su
manuscrito por considerarlo una historia de fantasmas y le sugiere que mejor
escriba una novela de amor o que inserte una historia de amor en su texto aunque
no haya justificación para ello. Edith trata de argumentar que no es una
historia de fantasmas, sino una historia con un fantasma en ella. Del mismo
modo, La Cumbre… no es una película
de fantasmas, sino una película con fantasmas y tiene una muy breve historia de
amor, aunque no hay realmente una justificación para ella.
La
Cumbre escarlata no es innovadora a nivel argumental en ningún momento, ni
propone nada nuevo en cuanto al desarrollo de personajes y quien busque esto en
la cinta merecerá la subsecuente decepción. En cambio, para los que buscábamos
ver a Del Toro regresar a un cine más autoral y más en su línea después de lo
que fue Titanes del Pacífico y
disfrutamos que nos cuenten bellamente una historia que ya conocemos, nos
sentiremos por demás complacidos.
PARA
LA TRIVIA: La
mansión de Crimson Peak fue construida en su totalidad como un set único, y
cada pieza del mobiliario y la ambientación fue diseñada y manufacturada
específicamente para esta cinta, nada se recicló de producciones anteriores.
Del Toro asegura que es el set más increíble en el que ha trabajado hasta
ahora. Por desgracia, tuvo que ser demolido después de terminar la filmación
pues ocupaba demasiado espacio en el estudio.
[1]
Películas del género de Fantasía que se nutren de elementos del cine de terror.
Como ejemplos me gusta citar Laberinto
(Henson, 1986), En compañía de lobos (Jordan,
1984) o Coraline y la puerta secreta
(Sellick, 2009).
[2] Me
pregunto si esta abundancia de películas de época, particularmente las
ambientadas en las eras victoriana y eduardiana, que estamos viviendo será un
producto de la influencia de la serie de TV Downton
Abbey.