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domingo, 11 de septiembre de 2016

GREYSTOKE: LA LEYENDA DE TARZÁN


GREYSTOKE: LA LEYENDA DE TARZÁN
Greystoke: The Legend of Tarzan, Lord of Apes

Hugh Hudson, 1984

Desde la época del cine silente la novela de Edgar Rice Burroughs, Tarzán de los simios, ha sido adaptada a la pantalla de plata. Y desde entonces, el séptimo Lord de Greystoke ha tenido infinidad de encarnaciones cinematográficas; desde la icónica de Johnny Weissmüller hasta la poco lograda de Alexander Skårsgard, pasando por la curiosa interpretación de Buster Crabbe y la versión de dibujos animados de Disney.
    Sin embargo, una versión destaca de entre todas las demás y esa es la superproducción de principios de los 80, Greystoke: La leyenda de Tarzán. Por primera vez, la historia del Rey de los Simios se trataba desde una perspectiva adulta y realista, incluso subsanando algunas de las deficiencias en la novela original de Burroughs.


    La película cuenta la historia de Jack Clayton (Paul Geoffrey) y su esposa Alice (Cheryl Campbell), quienes son enviados en una misión diplomática a África; pero su barco naufraga y se ven obligados a vivir en la selva hasta que son atacados por una tribu de salvajes simios que les da muerte. Una hembra de la tribu que recién perdió a su cría adopta al bebé de los Clayton, quien crece para convertirse en el líder de la manada. Cuando una expedición británica llega a la selva y es atacada por una feroz tribu de aborígenes, Phillippe D’Arnot (Sir Ian Holm, a quien seguro recuerdan como el androide malvado de Alien, el octavo pasajero [Scott, 1979] o como Bilbo en la Trilogía de El Señor de los Anillos [Jackson, [2001-2003]), un militar retirado y único sobreviviente, logra escapar a la jungla, donde se encontrará con Tarzán (Christopher Lambert, a quien es mejor recordar como Connor McLeod en Highlander: el inmortal [Mulcahy, 1986] que como Raiden en Mortal Kombat [Anderson, 1995]). D’Arnot descubre que Tarzán es en realidad el heredero perdido de la Casa Greystoke y lo lleva a Inglaterra para que reclame su título. Pero la vida del hombre “civilizado” no será fácil para Tarzán.
    Recuerdo haber visto esta película cuando recién entré a la primaria, una vez que la pasaron en Canal 5, y quedé deslumbrado. Tarzán es un icono de la de la cultura popular de la talla de Drácula o Mickey Mouse, de tal suerte que prácticamente todos los niños conocen su historia o sus habilidades sin realmente haber conocido la fuente original. Supongo que siendo más pequeño debo haber visto alguna de las películas de Weissmüller, porque lo recuerdo como entre sueños; pero fue hasta que vi esta cinta que sentí que me contaban la historia de Tarzán.


    También me acuerdo de que, sobre todo, me impresionaron los simios. En la novela de Burroughs, los primates que adoptan a Tarzán son miembros de una especie ficticia que el autor describe como parientes cercanos de los gorilas; pero más grandes y más inteligentes. En la película, los simios son más parecidos a chimpancés y son creación del artista de maquillaje Rick Baker ‒a quien recordamos por su increíble trabajo en Hombres de negro (Sonnenfeld, 1997) y el remake de El planeta de los simios (Burton, 2000) ‒; mientras que su kinésica y sus coreografías, que sí son impresionantes en algunos momentos de la película, fueron dirigidas por el primatólogo Peter Elliot, cuyo trabajo también se puede apreciar en películas como Congo (Marshall, 1995) y La isla del Dr. Moreau (Frankenheimer, 1996).
    También llama la atención que, aunque no se digan sus nombres, los principales simios que menciona Burroughs en la novela, Kerchak, Kala y Terkoz, aparecen en la película con sus caracteres perfectamente definidos. ¡Incluso la cicatriz que le quedó a Tarzán como memento de una pelea que tuvo de joven contra Terkoz fue incluida en la cinta!


     Desde la aparición de D’arnot la película comienza a tomarse ciertas libertades para después abandonar casi por completo la fidelidad al texto literario, aunque incorporando algunos elementos del segundo libro ‒de veinticuatro‒ de Tarzán escrito por Burroughs, El regreso de Tarzán.
    Y es precisamente la segunda parte de la película, en la que Tarzán, ahora conocido como John Clayton y Señor de Greystoke, trata de adaptarse a la sociedad londinense de 1885, en la que la cinta plantea su tesis. ¿Realmente podría un hombre salvaje adaptarse a la sociedad del hombre occidental? Ya no digamos además a la sociedad victoriana, tan rigurosa y codificada ¿Es el espíritu del mundo natural realmente indomable?


    Sobre todo, la película pone gran énfasis en el conflicto de pertenencia de Tarzán, así como también en su dilema emocional entre su origen salvaje y que fue criado por una madre simia, y reclamar su título y acostumbrarse a la vida de un educado caballero decimonónico.
    Las actuaciones de todos los involucrados son bastante buenas y si quizá la de Lambert es la más débil, lo compensa con el hecho de que es un gran casting. Uno sí le cree al actor neoyorquino que es el Rey de los Simios, le cree al shakespeariano Ian Holm que es un militar francés y a una jovencísima Andy McDowell ‒tan joven y libre de cirugías plásticas que apenas si se le reconoce‒ que es la cándida y bien intencionada Jane Porter.


    Y hablando de Jane, en esta adaptación el personaje es británico en vez de estadounidense como en la novela. SPOILER Aunque, al igual que en la primera novela, Jane y Tarzán no terminan juntos, pues se dan cuenta de que pertenecen a mundos demasiado diferentes TERMINA SPOILER. De hecho, en esta versión el romance entre Tarzán y Jane es mucho más sutil y más contenido. Y la escena en la que Tarzán, casi enloquecido por el dolor, llama a Jane desde la base de una escalinata ¿es una referencia a Un tranvía llamado Deseo (Kazan, 1951)?
    Por cierto, el grito de Tarzán es muy diferente al que aparecía en las películas de Johnny Weismuller y quizá no tiene tanta importancia como en el texto original. Entre las diferencias también puedo mencionar la ausencia de los personajes del padre de Jane, el Prof. Porter y del aventurero William Cecil Clayton, guía de la expedición de Porter, y que resulta ser primo de Tarzán ‒bueno, aparecen personajes más o menos equivalentes, pero pues no es igual‒.


    La fotografía está padre y favorece enormemente a los efectos especiales. Gracias a ella y a una iluminación cuidada al punto de rayar en el preciocismo, los efectos con pinturas mate son casi imperceptibles. Del mismo modo, fotografía e iluminación logran crear un mundo casi fantástico, pero aún creíble, en el que tampoco se nota a primera vista la diferencia entre las escenas de la selva que fueron filmadas en locación y las que se rodaron en estudio.
    Por momentos, sobre todo durante la segunda mitad de la peli, la edición se nota un tanto extraña; pero esto no la afecta en absoluto. De hecho, creo que la cinta tiene una narrativa muy eficiente y ágil, y logra contar una historia larga y compleja de una forma magistral. Lo que es más, los primeros cuarenta y cinco minutos lo hace prácticamente sin diálogos.


     Quizá la película sí haya envejecido un poco; pero aun así me atrevo a llamarla la mejor adaptación de Tarzán jamás hecha. Es una lástima que ninguna otra producción haya intentado seguir el sendero trazado por ésta. ¿Se imaginan? Una película así, pero con los recursos tecnológicos actuales...

PARA LA TRIVIA: Aun en la actualidad, los casos de niños ferales son más o menos frecuentes. Sin embargo, el que probablemente sea el más famoso y uno de los más antiguos documentados, es el de Dina Sanichar, reportado en 1867. Sanichar fue encontrado por cazadores a los seis años de edad, cuando vivía con una jauría de lobos que lo había adoptado en las selvas de la India. Sanichar fue llevado a la civilización y rehabilitado, ayudándolo a abandonar viejas costumbres como andar en cuatro patas, comer la comida cruda del piso y arrancarse la ropa. Aunque finalmente Dina fue una persona socialmente funcional, su inteligencia era considerada por debajo del promedio y nunca prendió a hablar.

Guión
1
Dirección
2
Actuación
2
Fotografía
2
Música
1
TOTAL
8

     

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